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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequéticos: Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66) - Ciclo AJueves Santo (Juan 13, 1-15) - Ciclo A
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lunes, 18 de abril de 2011

Materiales liturgicos y catequéticos: Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66) - Ciclo AJueves Santo (Juan 13, 1-15) - Ciclo A



Monición de entrada

Hermanos: En esta tarde Santa, a la misma hora aproximadamente en la que Jesús se reunió con sus discípulos para celebrar la Cena Pascual; nosotros, como comunidad creyente, nos unimos también a su Mesa, reviviendo aquel momento entrañable.

Jesús, sabía que aquella era su "ultima cena"; sabía que estaba decretada su muerte.

Por eso antes de despedirse de los suyos, quiso resumir con unos gestos todo el sentido de su vida y de su Palabra: Partió el pan y se los dio a sus discípulos.

Tomó una copa de vino y la repartió entre ellos. "Haced esto en memoria mía".

Una vez terminada la Cena, se quitó el manto, echó agua en una jofaina y se puso a lavarles pies a los que estaban con Él.

Desde entonces, generaciones de cristianos, de todos los tiempos y de todas las razas, han conservado vivos estos recuerdos y los han transmitido hasta nosotros.

Hermanos: Vivamos con intensidad este momento, dejándonos transformar por la Palabra de Dios y, por la comunión en su Cuerpo, y así crezca la fraternidad entre todos los hombres.

Nos ponemos de pie…



Saludo



En el nombre del Padre...

Hermanos: Que el amor de Dios se derrame en nuestros corazones; que la paz y la alegría del Señor, llene nuestras vidas; y que la fuerza del Espíritu Santo, esté siempre con vosotros.



Monición del sacerdote



Con la misa de la Cena del Señor comienza el Triduo Pascual de la muerte, sepultura y resurrección del Señor. Juan da la clave de todo lo que viviremos: «Los amó hasta el extremo». De esta fuente que es el amor manan los gestos: la reunión para la Cena, el lavatorio de pies, el pan entregado, el mandamiento nuevo, el sacramento.

El tono es de despedida, cálido, últimas recomendaciones. No hay tiempo para florituras, sólo para dejar claro lo esencial, lo nuevo, lo distintivo de los amigos del Señor ahora y por siempre.

«En esto reconocerán que sois mis discípulos, que os amáis unos a otros.»

Es tarde de intimidad, de recuerdo, de misterio.

Las palabras no lo pueden decir todo.

Las palabras se quedan pequeñas.

Necesitamos hacer gestos para acercarnos a lo esencial.



Pedimos perdón



Unidos por nuestro amor fraterno que debe crecer día a día, unidos todos al Señor que nos ama con un cariño sin límites, humildemente pedimos perdón al Dios de nuestra alegría.



Señor: Tú nos pides construir un mundo en la paz y en la unidad. Por nuestros enfrentamientos y divisiones... SEÑOR, TEN PIEDAD



Señor: Tú nos has dicho que lo único importante es amarnos. Por nuestras incomprensiones, nuestra violencia, nuestra intolerancia... CRISTO, TEN PIEDAD



Señor: Tú quieres un mundo de hombres libres en el amor, justos en su fraternidad. Por nuestras injusticias, nuestra insolidaridad, y nuestras mil formas de egoísmo. SEÑOR, TEN PIEDAD.



Que Dios todopoderoso, tenga también hoy misericordia de nosotros; perdone nuestros pecados; nos siga dando su luz y su fuerza, y nos acompañe hasta la vida eterna. Amén





Oración:

Hoy nosotros como Comunidad de creyentes en Jesús, nos unimos a todos los cristianos, a todas las personas buenas del mundo, para recordar el amor de Jesús.



Sentados a tu mesa



Invitados por ti, Señor,

estamos sentados en tu mesa,

somos de los tuyos, tus discípulos.

Distinto cada uno,

pero igual de importante para ti.



Tú, Jesús, nos conoces a todos,

Sabes quién te va a seguir, quién te va a negar,

quién te va a vender

y quién te va a olvidar del todo.

... No, no lo permitas, Señor...

No dejes que disfrutemos tu amistad

y luego la dejemos a un lado.

No nos dejes dejarte,

no permitas que te olvidemos, no nos dejes ningunearte,

ni olvidarte con las ocupaciones diarias.

¡Te necesitamos, Señor!

Nuestra vida sin ti está reseca, vivimos en un sin vivir,

estamos insatisfechos, vacíos, desasosegados...

No te vayas de nuestro lado,

quédate para siempre, así,

sentados a la mesa de la vida juntos,

haciendo hueco a todos los hermanos,

sin permitir que nuestras almas se distancien,

fundiéndonos contigo en un único Amor.



LITURGIA DE LA PALABRA...





Homilías:

(A)



"Primun donum amor" Santo Tomás lo expresó bellamente. Dios, es verdad, nos regaló muchas cosas, pero el primer regalo fue su amor. Nos regaló muchas cosas, pero en todas ellas, nos regala su amor. Las cosas, en sí, tienen un valor relativo, pero el amor es absoluto. Por eso, antes que todas las cosas y dentro de todas las cosas, Dios, en Jesús, nos regaló su amor.

Si un amigo te regala algo, ya te ha regalado antes su amor. El cariño que se pone en los regalos vale más que todos los regalos. Puede un regalo ser insignificante y tener un valor infinito, por el amor que le acompaña. Yo guardo, no una flor, sino la hoja de una flor, pero para mí es un tesoro. Y también puede suceder lo contrario, que un regalo muy grande no signifique nada.

Jesús nos regala su palabra, pero no son tanto palabras para enseñar, sino para manifestar y crear amor. En cada una de sus palabras Él nos está diciendo: te quiero, si supieras cómo te quiero, cómo te quiere mi Padre... Cuando nos dice, por ejemplo sígueme, nos está diciendo: es que te quiero. Cuando nos dice, coge la cruz, es para que crezca el amor; cuando nos dice, dichosos vosotros, es para que sepamos lo que el Padre nos ama; o cuando nos dice palabras de perdón; y no digamos nada cuando nos dice las palabras de esta tarde de Jueves Santo.

Jesús nos regala su servicio, porque así tiene la oportunidad de significar lo que nos quiere, ayudándonos en la necesidad, ayudándonos a crecer. Nos sirve porque nos quiere hacer bien, porque nos quiere.

Jesús nos regala su pan, y nos aclara que ese pan está amasado con su amor, que tiene vitaminas de amor, que ese pan es él mismo en cuanto se entrega, es un amor que se deja comer. En cada don Dios nos regala un trozo de su corazón, pero en la Eucaristía nos regala el corazón entero.



En un libro leí este hermoso pensamiento: "Cada don viene dedicado: "con todo cariño de tu Padre celestial". Pues sí, aun en los dones más sencillos y ordinarios, como el sol, el aire, el agua y tantos y tantos detalles que sólo tú conoces, todos llevan la firma del amor de Dios.

Sí, queridos, hermanos. Hoy, Jueves Santo, es el día de los regalos: En la última cena nos regaló lo mejor que se puede dar:

- Nos regaló su amor, hasta dar la vida por nosotros.

- Nos regaló la Eucaristía, para que podamos retenerle junto a nosotros.

- Y nos regaló a los sacerdotes, para que sigan anunciando lo que Jesús nos dijo...

Y cada uno de estos dones de Jesús viene dedicado:

- Es para ti... con cariño de tu mejor amigo...

Por eso hoy celebramos el día del Amor fraterno. El amor, el calor, el pan, el vino...son de todos. Y mientras no llegue para todos, Jesús seguirá muriendo.

Ya sabéis algo de mi amor. Pues ahora tenéis que ponerlo en práctica. ¿Sabéis ya cómo os amo? Pues así os tenéis que amar vosotros. Yo no os doy mi amor para que lo guardéis en una caja fuerte. Yo os doy mi amor, para que lo irradiéis a los demás. Ni siquiera os pido que me améis. Yo no os amo para que me améis, sino para que os améis, y así el Padre es glorificado.

Este mandamiento del amor, más que un mandato es una necesidad, porque el amor necesita amar.

En esto conocerán que sois mis discípulos.

(B)

Hay, en la base de todo lo que celebramos hoy, dos entregas; dos entregas de signos bien distintos y, evidentemente, de resultados opuestos. Una es la entrega de Judas. La traición y el beso hipócrita son su esencia, sus componentes. El móvil, como siempre, unas monedas, un dinero, unas ganancias. Era más provechoso tener "liquidez" en el bolsillo, que una vida humana. Los resultados son conocidos: la prisión, el juicio, la condena... la muerte. No podía ser de otra manera; nunca es de otra manera. A diario, como entonces, se vende a personas por unas monedas y el resultado siempre es el mismo: el egoísmo, la falta de solidaridad, el recelo, la envidia... la muerte.
La otra entrega es la de Jesús; él no vende a nadie, se da él mismo; él no busca el interés, ni el dinero, ni la ganancia, sino la vida para sus amigos, el testimonio que les dará fuerza y ánimo para seguir sus pasos, la ratificación, con su carne y su sangre de que sus palabras no son sólo palabras, ni utopías, ni ilusiones, sino realidades tan auténticas y tan serias que, por ellas, se puede pagar un precio tan caro como el dar la propia vida. Y así, en ese gesto de amor que se teje sobre el pan y el vino (el alimento y la alegría, la carne y la sangre) Jesús se deja a sí mismo para permanecer siempre con los suyos, para que nunca se encuentren solos ni desamparados en medio del duro combate de la vida. Frente a uno que vende, que le vende a él por unas pocas monedas, Jesús se da, se ofrece gratuitamente; se quiere quedar para siempre con los suyos y se queda.
Vender o darse; el interés o el ofrecimiento; esa es la disyuntiva que aparece en lo que hoy conmemoramos; y esa es la disyuntiva que se nos plantea a todos y cada uno de nosotros. Al repetirse día a día en nuestro mundo -como se repite- el drama de la última cena, necesitamos saber cuál de los dos papeles queremos representar; porque sin lugar a dudas que, uno u otro, alguno de los dos vamos a ejercer. ¿En lugar de quién nos ponemos? Sería relativamente fácil que, cómodamente sentados, mientras leemos o escuchamos estas palabras, no tengamos ningún inconveniente en responder que, desde luego, nosotros nunca nos pondríamos en lugar de Judas; quizá incluso tengamos un arranque de "pseudorealismo" y lleguemos a aceptar que tampoco podemos afirmar con todas las de la ley que nos pongamos en lugar de Jesús, pero que, eso sí, estamos en ello. Si queremos responder con autenticidad, al estilo del evangelio, tendremos que proceder de otra forma: ver en lugar de quién nos solemos poner en la vida diaria:
-¿En lugar de los parados que andan entre la desesperación y el abatimiento, con pocas -o ninguna- perspectiva de solución, porque el paro crece día a día como un imparable cáncer social?
-¿En el de esos gitanos que, día a día, son vejados, rechazados, aislados, expulsados de sus zonas de concentración, quemadas sus chabolas...?
-¿En lugar del anciano enviado al asilo para que no moleste en casa, del transeúnte que no tiene dónde comer ni dormir?
-¿En lugar del que ha sido metido entre rejas, del drogadicto, de la madre soltera, del homosexual, de la prostituta?
-¿En lugar del campesino salvadoreño, o del inmigrante africano o sudamericano? Esa es la única manera válida para saber en lugar de quién nos ponemos; un método que no lo hemos inventado nosotros; son las mismas palabras de Jesús: "...porque tuve hambre y me diste de comer... cada vez que lo hacías a uno de los más pequeños, me lo hacías a mí" (/Mt/25/31-46).
Si ante la imagen de Jesús dándose a los hombres, que vemos en el evangelio de hoy, no nos tomamos en serio nuestra conversión, si ante este Jesús que se entrega, nosotros somos incapaces de ponernos en su lugar, habrá que pensar que nuestro corazón se ha puesto muy duro y que hemos de trabajar en serio para transformarnos. (...) Porque el evangelio de hoy no es una parábola más o un milagro más, o una reflexión más, es JC mismo dándose a los hombres, e inaugurando una nueva era: la de los hijos de Dios, hermanos de los hombres.

(C)

Al lavar los pies a sus discípulos –gesto de humildad y de servicio- Jesús nos está diciendo y enseñando lo que debe ser y hacer un cristiano.
Cristiano es: el que sirve a los demás; el que se despoja y da incluso de lo que él necesita; el que se pone a los pies del hermano, incluso del enemigo; el que ama, el que ayuda, el que escucha, el que comprende, el que perdona.
La gran revelación de Jesús sobre Dios, es decir, lo más importante que Jesús nos dijo sobre Dios: no es que Dios existe, sino que nos ama; no es que Dios es Dios, sino que es nuestro Padre; no es que Dios es todopoderoso, sino que es misericordioso; No es que Dios es un Dios lejano, que está en el cielo, sino que es un Dios cercano, que está dentro de nosotros.
Por eso, el mayor dolor de Dios es no poder amar a todos los hombres a quienes ama, porque no todos los hombres se dejan amar por Dios. Así como el mayor dolor de Cristo fue no poder amar a Judas, que dio la espalda al amor de Jesús.
Si el amor de Dios a los hombres es lo más importante del mensaje de Jesús, lo más consolador de nuestra fe, debe haber –por parte nuestra- una respuesta de amor a los demás.
¿Qué hacemos nosotros por los demás, especialmente por los más débiles, por los indefensos, por los más necesitados? ¿Rezar por ellos? ¿Compadecernos de ellos? ¿Echar la culpa a los poderosos, a los ricos? ¿Decir que tiene que ser así?
¿Qué hizo Cristo? Abrir su corazón y ayudar a los más necesitados; compartir las necesidades de los demás; defender a los más débiles; perdonar; servir.
En este día de Jueves Santo, de tanto contenido y significado para los cristianos, renovemos nuestro deseo sincero de amarnos unos a otros como Jesús nos amó.

(D)

Cuando muere un pariente muy querido o un amigo íntimo, el recuerdo de aquel ocupa nuestra mente. Una y otra vez nos gusta pensar en esta persona. Nos gusta recordar las pequeñas cosas que parecían ser características de él o de ella.
Empezamos a recordar palabras y cosas que nos había dicho.
Recordamos señales de afecto. Y una cierta tristeza se mezcla en nuestro pensamiento, cuando recordamos los últimos momentos, las últimas horas, y apreciamos de una manera especial las últimas palabras, el mensaje final. Para nosotros todo esto es muy importante, y buscamos algo que nos recuerde a la persona querida, recuerdos entrañables avivados por éste o aquel objeto.
Lo revolvemos todo buscando cartas, y con frecuencia, éstas hablan después de la muerte de una manera más incisiva y directa que en vida.
Seguro que esta clase de experiencia la conocemos muchos, y ésta es la experiencia que la Iglesia vive en estos días que llamamos Semana Santa; la persona querida es nuestro Señor Jesucristo. En nuestros cantos, en nuestra oración, en la liturgia en general, vamos repasando estos importantes acontecimientos y sus últimas palabras.
Hoy, Jueves Santo, recordamos la Institución de la Eucaristía, aquella ocasión en la que tomó pan y lo transformó en su Cuerpo, tomó vino y lo transformó en su Sangre. Esta verdad requiere de nosotros FE, y esta fe es él quien nos la da. Es necesaria la humildad, para que nuestra mente reconozca que lo que era pan, ahora es su Cuerpo, y que lo que era vino ahora es su SANGRE. Nuestro acto de fe en esta gran verdad necesita ser renovado constantemente e irse cultivando.
Y en este día del Jueves Santo, recordamos también, un gesto que es expresión de su amor.
Jesús quiso a sus discípulos. Y, ahora que está a punto de dejarles, quiere ofrecerles un recuerdo: un gesto simple, que corre el riesgo de pasar inadvertido: se pone a lavar los pies a sus discípulos. Como diciéndoles que el amor no consiste en grandes gestos; al contrario, muchas veces se traduce en pequeñas muestras, humildes y sencillas. El gesto de Jesús significa eliminar toda barrera o diferencia para ir hacia las personas con el amor más fraterno, para arrodillarse a sus pies y estar disponible para los quehaceres más humildes.
Ante semejante cuadro, nosotros corremos el riesgo de ser como Pedro: de escandalizarnos y reaccionar indebidamente.
Entonces, como Pedro, también nosotros tenemos necesidad de ese reproche dulce: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”.
Que es como decirnos: Si no aceptas este modo de obrar, si no entras en esta mentalidad, no puedes llamarte cristiano, no puedes ser mi discípulo.
Jesús, está realizando sus últimos gestos. Juan, afirma que, habiendo llegado la última hora, el Maestro quiere dar una muestra de amor supremo a sus amigos. Su muestra está toda ella aquí: es la lección de humildad, es la afirmación de que la vida vale solamente si se pone al servicio de los demás.
Tal es el sentido de las palabras y del mensaje que Jesús deja a sus discípulos y a todos nosotros: “¿Entendéis lo que he hecho? Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros os los debéis lavar unos a otros. Yo os he dado ejemplo para que hagáis vosotros como yo he hecho”.
Muchos andan buscando sentido a sus vidas, porque no saben qué hacer, ni cómo emplear el tiempo. Muchos, por suerte, han comprendido la grandeza del ejemplo de Jesús. Basta abrir los ojos a la realidad, estar atento al que pide, estar disponible al que lo necesita.
Jesús trazó ante Pedro el camino a su Iglesia y a todos los que quieran entrar en ella: una Iglesia llamada a gobernar sirviendo y a predicar amando.

(E)

Hoy Jesús, con el gesto de quitarse el manto y ceñirse la toalla, rehace la encarnación: se despoja de su rango, se abaja, se hace siervo siendo de condición divina. Este es el marco en el que el evangelista Juan sitúa la primera Eucaristía: un marco de servicio, de entrega, de abajamiento. El pan que Jesús reparte no es el pan que tiene, no es lo que tiene; reparte lo que es; se reparte. No reúne a los suyos para repartir la herencia de sus bienes. Los reúne para repartirse como único bien. Para poder repartirse hace falta hacerse poco, bajarse de los pedestales...

En el Evangelio todo queda trastocado; se da la vuelta a todo. Son llamados bienaventurados los que lloran; son «señores» los que sirven.

Pedro es llamado al orden: «O te dejas lavar los pies o no tienes parte conmigo». Quizá esas resistencias que tenemos a que el otro se haga pequeño delante de nosotros y nos sirva es reflejo de las resistencias que tenemos nosotros a hacernos pequeños. El hecho de contemplar al Señor haciéndose siervo es una continua denuncia a nuestros modos de proceder como «señores».

¡Qué dentro tenemos el que «los de arriba» tienen que ser servidos, que no tienen que hacer determinadas cosas...! Recuerdo aquel hecho que me contaron de una determinada comunidad en la que cuando acudieron al superior para pedirle un favor, él contestó: «Esas cosas no son propias del superior». No era propio del superior atender el teléfono, ni sustituir a un hermano en la capellanía, ni dar un recado... Mandar, tener un cargo de responsabilidad era, parece, incompatible con servir. Hoy se nos recuerda que la entrega hasta el extremo comienza por entregas normales, ordinarias, muy cercanas y cotidianas.

Hoy se nos habla de hacernos siervos de los demás…

Expresiones: «Con los niños no podemos hacer lo que queremos...», «ahora somos esclavos de los hijos, nos ocupan todo el tiempo...», etc.

«Servir» a alguien es cambiar la vida, cambiar de ritmo de vida,

no poder disponer de ella, entregarla. Cuando este cambio se hace por amor, no pasa nada, mejor, sí pasa algo: en el cambio

está la felicidad. Cuando es obligado y no hay amor por medio,

servir no es amor, sino esclavitud, sufrimiento insoportable. Pensando sólo en lo que es mío no se llega a madurar ni a ser

persona madura. Sólo se llega a cotas altas de egoísmo.

Los papás con el niño pequeño, al salir de casa tienen que adivinar lo que les hará falta durante el paseo que den: el agua, el

biberón, los pañales, el jersey... El amor mira hacia el futuro para

que el otro tenga vida. El amor tiene «gran angular».

El amor no da porque busque respuesta; da porque es respuesta.

La primera Eucaristía la presenta Juan como el momento en

que Jesús cambia de traje y se pone «en traje de faena», con mandil, con trapo de limpiar en la mano, con toalla de servicio, con escoba y recogedor...

¿Qué pasaría si hoy todos los sacerdotes en todas las misas

salieran vestidos con un mandil, con una toalla en la mano, con el

trapo de limpiar y la escoba...?



Hoy queda establecido para los seguidores de Jesús que «lo que él hizo no es un ejemplo que nos dio; es una norma de comportamiento que inauguró»: para que lo que yo he hecho con vosotros, también lo hagáis. Ser seguidor de Jesús conlleva un comportamiento de lavar los pies.






Oración de los fieles y Lavatorio de los Pies



Monición



La Iglesia, en sintonía con la última voluntad de Jesús de que nos amemos y nos sirvamos los unos a los otros, como Él lo hizo, realiza el gesto simbólico del lavatorio de los pies.

Las personas que a continuación subirán al Altar, representan a todos los colectivos humanos que, de una u otra manera, sufren entre nosotros.

Son los niños, los jóvenes, los ancianos, los pueblos que sufren guerras, las mujeres explotadas y maltratadas, los inmigrantes y las minorías pobres.

Con este gesto del lavatorio de pies, toda nuestra comunidad se ofrece en actitud de servicio ante las necesidades de nuestros hermanos y pide al Padre por todos.



(Mientras se lava a cada uno, se permanece con gesto arrodillado y el monitor hace la oración.)



1.- OREMOS POR LOS NIÑOS DEL MUNDO.



Por los millones de niños que sufren violencia y explotación.

Por los millones de niños que sufren enfermedad y hambre.

Por los millones de niños que sufren muerte premeditada.



- Para que obtengan el derecho a la vida, a una familia y la esperanza de un futuro mejor. Roguemos al Señor.



2.- OREMOS POR LOS JÓVENES.



Por todos los que van quedando marginados a causa del fracaso escolar.

Por los que tras años de esfuerzo y superación tienen serias dificultades para acceder a su primer puesto de trabajo.

Por tantos jóvenes desencantados que escogen el camino falso del alcohol y de la droga.

Por los que no se deciden a adquirir compromisos definitivos de cara al amor, a la fe y a la comunidad.



- Para que tengan las fuerzas necesarias para vivir con ilusión y esperanza. Roguemos al Señor.



3.- OREMOS POR LOS ANCIANOS.



Por tantas mujeres y hombres que han acumulado una experiencia amplia y profunda en la vida.



- Para que llenemos su vida de ternura, cariño y consideración y, sepamos empaparnos de su experiencia. Roguemos al Señor.



4.- OREMOS POR NOSOTROS MISMOS.



Para que seamos capaces de saludarnos mutuamente en la paz; y vivamos siempre unidos por la comprensión, la tolerancia y el perdón.



Oremos por las naciones y los pueblos, en guerra o enfrentados por intereses económicos y comerciales, para que recobren la tranquilidad, la libertad, la justicia y la paz. Roguemos al Señor.



5.- OREMOS POR LAS MUJERES.



En especial por las del Tercer Mundo, con sus manos atareadas sobre la tierra y la espalda cargada de hijos, acostumbradas a multiplicar lo que no tienen.



Por las mujeres que con su modo de luchar, de amar, de vivir y en ocasiones de morir, han ido trazando un camino hermoso de relaciones humanas. Roguemos al Señor.



6.- OREMOS POR LOS INMIGRANTES



Y, las mayorías económicamente débiles.



Para que nuestro corazón se abra a ellos y, aceptando sus diferencias, acojamos la inmensa riqueza que nos aportan con sus formas de ser y de vivir. Que veamos con claridad, en ellos la imagen de que Tú eres el Padre de todos. Roguemos al Señor.





Oración después del lavatorio



Te remangaste y te bajaste a lavar los pies a tus amigos.

Nos diste la lección más clara.

No nos gusta que nos exploten,

no queremos que se aprovechen de nosotros.

Tú esta tarde nos recuerdas que hay que bajarse hasta el otro aunque sea lo que más te cuesta, lo que más te molesta...

Nos dices que el que quiera ser el primero,

sea el servidor de todos.

Nos lo dices a nosotros que nos encanta presumir

de que somos los que más hacemos,

los más sacrificados, los mejores,

los que no nos quejamos, los que...

Nosotros que nos las arreglamos para dejar al otro

un poco por debajo.



Festejas una cena de amigos

y compartes con total sencillez el pan y el vino.

A nosotros que nos gustan las mesas llenas,

más llenas que las de los demás, para impresionar, para competir, para deslumbrar, para aparentar...

y tú, con esa filosofía tuya que libera por dentro,

nos sigues diciendo

que seamos el último, el más sencillo,

el que mejor se deja ayudar, el que no deslumbra.



Cuando compartimos tu pan, resulta que estamos

diciendo a toda la humanidad,

sobre todo a la parte más sufriente, más excluida,

que optamos por ellos,

que nuestra vida, en lo sucesivo,

va a estar entrelazada con la suya, porque somos hermanos, porque tú, Jesús, nos mandas al servicio de un mundo distinto,

a liberar a los oprimidos de la tierra,

a ser buena noticia para los que viven sin vida,

a llevar la salvación a nuestras familias, nuestros trabajos, nuestros ambientes todos.

Queremos vivir a tu manera:

tu cena de Jueves Santo nos cambia el corazón,

nos entusiasma tu estilo de compartir, esa hermandad que emanas, y nos dejas a todos cerca, iguales, envueltos en tu Amor.

Nos lanzas como profetas al mundo, a hacer

la revolución de tu Reino.



(B)

Monición: De la misma manera que Jesús lo hizo a sus discípulos y siguiendo su mandato, el que preside nuestra celebración repetirá el gesto de lavar los pies. Que este signo nos ayude a vivir como Jesús, no buscando ser servidos, sino el servir a los demás con la máxima diligencia.
(El sacerdote lava los pies a distintos miembros de la comunidad: Un niño, un joven, un matrimonio, un abuelo...
Y quedará una silla vacía, en señal de los que no vienen y a los que hay que servir y atender....)

Niños: representan a nuestros niños. Ellos son el futuro y han de constituir una de las preocupaciones más importantes de toda familia y de la Parroquia.
Que crezcan sanos en un clima de cariño y de acogida y que nadie les estropee.
Hemos de preocuparnos de su formación humana, sí; pero, no sólo es importante que saquen buenas notas en Inglés o en Matemáticas... Es, también, importante que sean generosos, solidarios, que sean sinceros... Y es muy importante, que junto con todo ello, vayan conociendo a aquel que puede enseñarles todo eso como nadie puede hacerlo: Jesús de Nazaret.

Jóvenes: representan a la juventud de nuestro pueblo o parroquia. A veces da la sensación de que lo único que deseáis es vivir vuestra propia vida. Estáis en una etapa delicada de vuestra vida, pero muy hermosa. No exenta de búsquedas, de incertidumbres, de dudas...
Cuánto bien nos ha hecho a todos tener en esos momentos, un amigo que sin imposiciones y respetando nuestra libertad, nos haya ayudado a saber por dónde tirar. Vuestras familias y vuestra Familia Cristiana (La Parroquia) quieren ser para vosotros ese amigo.
Pero al mismo tiempo, evitad la tentación de preocuparos sólo de vuestras cosas, os necesitamos... No sois muchos los que vivís vuestra pertenencia a esta comunidad parroquial, a los que venís os digo: No abandonéis a Jesús porque en la Iglesia o en la Parroquia, hay muchas cosas que no os gustan. A mí me pasa lo mismo, hay muchas cosas que no me gustan... No nos limitemos a condenar... Venid y vayamos cambiándola entre todos...

Matrimonio: Simbolizan a todas las familias de nuestro pueblo o parroquia... No hay que subrayar mucho las necesidades que hay en el seno de nuestras familias: el amor apagado con el paso de los años... y que se limita a un “ir tirando”... Pero con el amor sucede como con las brasas de un fuego, basta soplar un poco para que vuelva a revivir...
Las dificultades de los hijos: su educación, su futuro, las escasas posibilidades de trabajo... Si no nos ha salido alguno “torcido”...
La familia y sus dificultades han de estar siempre presentes en las preocupaciones de la comunidad parroquial.

Abuelos: Representan a todos los mayores de nuestra parroquia.
Os ha tocado vivir en una sociedad que parece que quiere arrinconaros... porque no producís, porque sois un estorbo.
Me avergüenzo de una sociedad que olvida lo que habéis hecho por nosotros durante tanto tiempo, cuando estabais en edad de producir.
En esta tarde, al lavaros los pies, queremos refrescar esa memoria agradecida y deciros que ocupáis un lugar importante en el corazón de esta Parroquia. Y al mismo tiempo deciros que os seguimos necesitando: necesitamos vuestros consejos, vuestra presencia, vuestra paz, vuestra sabiduría y vuestra oración....

Silla vacía....

(C)

Muchos recordaréis cómo en este día el sacerdote, en nombre de la comunidad, lavaba los pies a algunos miembros de la Asamblea queriendo repetir el gesto de Jesús en aquella cena. Este gesto de lavar los pies, tan rico en significado, quizá haya perdido, para algunos y en nuestra cultura, fuerza y actualidad. Por eso queremos que todos podamos participar y expresar de alguna forma esa actitud característica de Jesús y sus amigos: el servicio y la ayuda a los demás
Aquí hay un grupo de personas de nuestra comunidad (que simbolizan las distintas etapas de la vida) en las que estamos todos representados: el mundo de los niños, de los jóvenes, de los adultos y de los jubilados.
¿A cuál de esas realidades pensamos que necesitamos acercarnos?

(Invitación del sacerdote a participar en el gesto y explicar que éste puede ser tan sencillo como ofrecer una flor, dar la mano... a cualquiera de los que están representando a la comunidad o acercarse a la silla vacía expresando nuestro deseo de universalidad. Mientras se realiza, poner música de fondo y con ella se va recitando muy despacio estas letras...)

Para lavar los pies se necesita
un poco de agua limpia en la jofaina;
una buena toalla, blanca y limpia.... (pausa)

y unas manos muy limpias, preparadas,
que ofrezcan el agua con ternura,
que den seguridad con la toalla... (pausa)

y unos ojos bien limpios, penetrantes,
que ofrezcan el amor en la mirada
y que aumenten el agua del lavado
con tiernas y abundantes lágrimas; ... (pausa)

y un corazón del todo limpio y grande
que meta al hermano en sus entrañas;... (pausa)

y unos labios muy limpios
que regalen besos y besos, más que gotas de agua;... (pausa)

y un frasco de perfume muy costoso
como signo de aprecio y elegancia... (pausa)

Lavar los pies a los pobres significa
descender y bajar hasta sus plantas,
despojarte de mantos y vestidos
y pedirles perdón por la distancia;
ofrecerles, humilde, tus servicios
y abrirles los caminos del mañana...(pausa)

Lavar los pies al anciano significa
ofrecerle tu escucha y tu palabra;
mostrarle que le aprecias, que le quieres;
y lavar sus pasados y añoranzas;
hacerle que se sienta realizado
y sembrarle semillas de esperanza... (pausa)

Lavar los pies al que sufre significa
comprender su dolor o su desgracia;
acercarte a la cama del enfermo
como quien pisa la tierra más sagrada;
envolver sus heridas y sus males
con la luz y el calor de tu mirada.

(D)

Monición:

Es el momento de reconocer nuestra responsabilidad. Queremos que el signo de lavar los pies a los demás sea un signo de servicio, de reconciliación, del perdón que pedimos, del perdón que nos otorgan y del perdón mutuo que nos funde en un abrazo de hermanos.

1.- Lavemos los pies a nuestros mayores, solos y abandonados. Nos lo han dado todo y ahora los arrinconamos porque son una carga y ya no nos valen. Les pedimos perdón por nuestra ingratitud.
2.- Nos acercamos a los jóvenes sin ilusión y futuro y les lavamos los pies con todo cariño. Son los incomprendidos y descalificados. No nos atrevemos a ponernos en su piel. Les pedimos perdón por nuestra injusticia.
3.- Lavemos los pies a los niños de la calle, sin familia, aprendices de delincuentes. Les pedimos perdón por nuestra indiferencia y dureza de corazón.
4.- Lavemos los pies de los alcohólicos, nuestros hermanos y, acercándonos a su corazón, busquemos conocer y comprender las presiones, fracasos y luchas que les han llevado a esta situación. Les pedimos perdón por haberles juzgado y condenado.
5.- Lavemos los pies a nuestros hermanos en paro y a los que amenaza un futuro incierto. Nos hemos encerrado en nuestra seguridad, en nuestro trabajo y nos hemos desentendido de ellos. Les pedimos perdón por nuestra falta de solidaridad.
6.- Lavemos los pies a los inmigrantes que llegan a nuestro país buscando un futuro mejor y se encuentran con nuestro rechazo porque son pobres y diferentes. Les pedimos perdón por no haberles aceptado y acogido como hermanos.
7.- Lavemos los pies de todos los enfermos. Falta en su horizonte la luz de la salud, tal vez de la ilusión, y olvidamos que su situación puede ser un día la nuestra. Les pedimos perdón por nuestro olvido.
8.- Lavemos los pies a las mujeres maltratadas, aisladas y olvidadas cerca de nosotros: les pedimos perdón por nuestra ligereza.






(Si no hay lavatorio directamente las peticiones…)





Oración de los fieles



(A)



Oremos a Dios, unidos a Jesús, que, en los momentos más dolorosos y comprometidos de su vida, oraba lleno de confianza a Dios.
Jesús, en la Última cena, nos dejó como ley suprema su Mandato del Amor. Para que cada uno pongamos en nuestra vida más amor a los demás. Roguemos al Señor.
Jesús, en la Última cena, se puso a los pies de sus discípulos. Para que nos pongamos a disposición de quien necesita algo de nosotros. Roguemos al Señor.
Jesús, en la Última cena, nos dejó la Eucaristía. Para que nuestra fe en Él y en su presencia entre nosotros crezca y se haga más fuerte. Roguemos al Señor.
Jesús, en la Última cena, se preparaba para el sufrimiento que le esperaba. Para que los que sufren encuentren su ayuda y nuestra compañía. Roguemos al Señor.
Oremos: Te pedimos todo esto, Dios y Padre nuestro, por medio de Jesús, que nos enseñó a confiar en Ti y que vive y reina contigo...


(B)

En esta tarde del Jueves Santo, tan lleno de recuerdos entrañables para los cristianos y de tantas enseñanzas para nuestra vida, unamos nuestra oración a la oración de todo el pueblo creyente, dándole gracias a Dios diciendo ¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR!
Porque vienes a nosotros como Amigo y como Salvador.
¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR!
Porque te acercas a nosotros paciente, compasivo, misericordioso.
¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR!
Porque te entregaste a la Muerte para darnos Vida.
¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR!
Porque sigues caminando entre nosotros para que no estemos solos.
¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR!
Porque nos alimentas con tu Cuerpo, nos enseñas con tu Palabra y nos fortaleces con tu Espíritu.
¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR!
Oremos: Te damos gracias, Señor, y te alabamos por todo lo que has hecho por nosotros. Amén.

(C)

Hoy queremos, de una manera especial, sentirnos cerca de todos los hombres, especialmente de todos los que sufren. Hagámoslo, al menos, a través de la oración.
Por las personas que más sufren y están más necesitadas de amor, para que no se sientan solos. Roguemos al Señor.
Por los que viven en desamor y odio; por los que son violentos y egoístas, para que resuciten a una vida de amor. Roguemos al Señor.
Por las Iglesias separadas, para que progresen en el camino del amor. Roguemos al Señor.
Para que nosotros mismos nos amemos unos a otros como Cristo nos ha amado y seamos siempre testigos de su amor. Roguemos al Señor.
Oremos: Gracias, Señor, porque nos has amado tanto y ayúdanos a amar como Tú nos amas.



Liturgia Eucarística:

Monición:

Hemos escuchado la Palabra y pasamos ahora a la mesa que une a cuantos tienen algo en común o al menos quieren tenerlo. La mesa a la que nos invita Jesús. Vamos a prepararla entre todos. Hoy es fiesta, y juntos podemos, en torno a ella, pedir, dar gracias, compartir el pan y el vino... en definitiva: sentirnos amigos de Jesús, encontrarnos con Él y dejar que su amistad nos cambie...

(Se presentan los dones...)

Pan: Mira, Señor, traemos este pan. Es el símbolo de nuestra alimentación más básica y del hambre, por su carencia, que sufren millones de personas en este mundo. Pero es también el símbolo de tu Eucaristía, el de tu Cuerpo entregado por nosotros.
Danos hoy, Señor, la fuerza de tu Cuerpo para empeñarnos en la realización de los compromisos de amor y de justicia que nacen de la actualización de la Eucaristía.

Vino: Traemos, también, Señor, el vino. Calma la sed de los hombres y alegra, cuando es consumido con medida, nuestro corazón, acercándonos unos a otros en la felicidad de la fiesta. Es también el signo de la Sangre que vertió tu Hijo por nosotros en su pasión y en la Cruz.
Con ella queremos expresar que es posible un mundo distinto, fruto del amor y de la justicia, donde no quepa la explotación de unos por otros, ni las desigualdades ni las injusticias.

Colecta: Señor, aquí tienes el fruto de nuestra solidaridad, de nuestra Cuaresma, que quiere ser alivio de las necesidades de los más pobres. No pasa de ser un gesto y, a lo mejor, no es parte de lo que necesitamos, sino de lo que nos sobra. Trabaja sin descanso, Señor, nuestros corazones, para que crezca en ellos nuestra sensibilidad a favor de los más pequeños y necesitados.



Plegaria Eucarística:

Monición:

En la Eucaristía recordamos la entrega de nuestro amigo Jesús, que quiso así conseguir que los hombres viviéramos unidos, reconciliados. Ese proyecto de Jesús sigue todavía en pie. Jesús nos pide ahora que cada uno confirme lo que Él ha hecho por nosotros. Por ello es normal que nosotros sintamos necesidad de darle gracias... Es lo que vamos a hacer en esta Plegaria que ahora dirigimos al Padre...


Prefacio:

Te damos gracias, Señor,
porque eres bueno con nosotros.
En una tarde como ésta,
te reuniste con tus amigos más íntimos
y realizaste gestos profundos
y pronunciaste palabras bonitas.
Nos diste ejemplo de servicio
lavando los pies a los discípulos,
y nos dejaste un mandamiento nuevo:
que nos queramos mucho.
Tú eres un Dios de amor
y quieres que vivamos en el amor,
repartiendo corazón
y repartiendo vida:
repartiendo lo que somos y tenemos.
Por todo ello, te damos gracias, Señor,
y te cantamos:

Santo, Santo, Santo...

Padrenuestro:

Al repetir hoy la oración que Jesucristo nos enseñó, seamos conscientes de su exigencia de vivir como hermanos e hijos del mismo Padre, dispuestos a perdonarnos siempre. Con estos sentimientos, digámosle: Padre nuestro...

Nos damos la paz:

Sólo con un corazón en paz y disponible para el amor, nos podemos mirar a los ojos y llamarnos hermanos. Que la paz del Señor esté con todos vosotros...
Démonos fraternalmente la paz.


Comunión:

Haz que a nadie le falte el pan:
el pan de tu Palabra y de tu Espíritu,
el pan de un jornal suficiente,
el pan de la libertad,
el pan de la amistad y del amor fraterno.
El pan que nos une a todos y nos hace hermanos.
Dichosos los invitados a la Cena del Señor...




Oración de acción de gracias:

Sentarse a la misma mesa es de amigos, Jesús.
Tú te sentaste a la mesa con los tuyos.
Y les dijiste que se amasen como Tú a ellos,
que se ayudasen unos a otros.
Aquella noche compartiste con ellos el pan y el vino
e hiciste de este gesto un sacramento.
Eras feliz con tus amigos, Jesús.
Nosotros también somos de los tuyos
y estamos felices por celebrar los gestos de tu amor.
Gracias, Jesús, por enseñarnos tantas cosas
y por compartir tu cuerpo y sangre con nosotros.

Traslado del Santísimo

MONICIÓN

Acompañamos a Jesús Eucaristía al Monumento, donde podemos adorar el misterio de su Amor, y donde podemos unir nuestras vidas a la suya, recordando a tantos hombres y mujeres que trabajan en favor de los más desvalidos, desde ese Amor que Él mismo ha puesto en sus corazones.

MONICIÓN FINAL

El Señor está en medio de nosotros, don de Dios hecho Pan de Vida. Esta tarde es tiempo para orar por todas las necesidades, por la paz en el mundo, y agradecer por cuanto somos y tenemos. Tras la Cena, Jesús partió hacia el monte de los Olivos, donde pidió a sus discípulos que vigilaran y oraran. Hoy, nos hace la misma invitación a cada uno de nosotros. Por eso os invitamos a volvernos a reunir esta noche para orar y estar con Él.

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WebJCP | Abril 2007