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sábado, 9 de abril de 2011

LA VERDADERA CATEQUESIS DE LA CUARESMA


Por José Enrique Galarreta sj
V Domingo de Cuaresma (Jn 11, 1-45) - Ciclo A

Ante todo, el contexto general en que se inscribe este texto es el de la cercanía de la Pasión. Por este suceso, Jesús se acerca a Jerusalén, de donde estaba prudentemente alejado.
El signo provocará la crisis. Unos creerán en El. Otros decidirán definitivamente su muerte.
Inmediatamente después del texto que hemos leído, Juan sigue narrando los hechos así:
Pero algunos fueron y contaron a los fariseos lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron entonces el Consejo y dijeron:
- ¿Qué hacemos? Este hombre está haciendo muchas señales. Si lo dejamos correr, van a creer en él todos; vendrán los romanos y nos destruirán el santuario y la nación.
Uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
- No entendéis nada: ¿no veis que es mejor que muera uno solo por el pueblo y que no perezca toda la nación?
Así, a partir de aquel día, acordaron darle muerte.
(Jn 11, 45 y ss.)

Es por lo tanto un texto que se inscribe en el mismo contexto que el del domingo pasado (la curación del ciego de nacimiento). Allí, Jesús-Luz es rechazado por las tinieblas. Aquí, Jesús-Vida va a ser condenado a muerte.

Se muestran también los aspectos más humanos de Jesús, de manera tan real y detallada que sospechamos encontrarnos ante un testigo presencial del hecho. Una familia que son amigos íntimos (el texto siguiente es la cena en su casa cuando María unge sus pies), el dolor por la muerte y la aflicción de los amigos. Jesús se conmueve hasta las lágrimas.

Y aparece una hermosa oración de Jesús. “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que Tú me escuchas siempre…". Dentro de muy poco orará a su Padre desde al abandono. Y el Padre también escuchaba.

Pero vayamos a los temas fundamentales.

1. LA VIDA en la Escritura

Esta es una de las palabras que aparecen con mayor frecuencia en la Escritura. Más de ochocientas veces. Fundamentalmente aparece en cinco sentidos:

· En su acepción normal, la vida biológica del hombre, el ser vivo...
· En el sentido de "dar la vida por..."
· Como "la vida futura", de después de la muerte.
· Como valor provisional, que puede preferirse, y estorbar, al Reino.
("el que ama su vida la perderá")

· La verdadera Vida, el don de Dios, como sinónimo de "la gracia", "el reino"
"he venido para que tengan vida y la tengan abundante",
"esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti y al que enviaste, Jesucristo",
"Yo soy el Pan de la vida, el que come de este Pan tiene vida eterna",
"este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida".


2. LOS SIGNOS

El cuarto Evangelio nos tiene acostumbrados a tratar la realidad como signo de "LA OTRA REALIDAD", y a un género literario que consiste en contar lo que sucedió como medio de catequesis, de manera que el significado es mucho más importante que el suceso.

En los domingos anteriores hemos encontrado varios signos muy significativos: el agua (la Samaritana) y la luz (el ciego de nacimiento). En este quinto domingo de cuaresma el signo es la vida.

El evangelista utiliza esta vida, la vida biológica, como signo, como se hacía con el agua y con la luz. Dios no es agua, Dios no es luz: pero estas realidades nos sirven para entender qué es Dios para nosotros. Así, la vida de la tierra nos sirve para entender la plenitud de la vida, la vida del espíritu.

Es un signo importante, y más profundo que los anteriores. Esta vida, lo que nosotros llamamos vida, la vida biológica, la vida humana, es usada por Jesús como signo de la REALIDAD VERDADERA DEFINITIVA EN DIOS.

Es como si dijéramos: "si esto que veis es para vosotros el bien básico, lo más valioso que tenéis... la realidad del hombre con Dios es así, pero en plenitud". Y no precisamente como realidad futura, sino actual: una vida mejor, más plena, aquí y ahora.


3. LAS RESURRECCIONES como signo

En todo el AT. y mucho más intensamente en el NT, la curación es signo de la presencia de la Salvación, la Salud. La enfermedad es signo del poder del mal. La presencia de Dios no tolera el mal, en ninguna de sus manifestaciones, y lo cura. La curación de la enfermedad es un bien, pero es sobre todo signo de la presencia de la Salvación.

De la misma manera, y en grado superior, la muerte se entiende más que como condición normal del hombre, como sumo mal. Pero Dios tampoco tolera ese mal y también lo cura, dándonos otra Vida más plena, más humana y que no conoce muerte.

4. LAS RESURRECCIONES Y LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

En primer lugar, son diferentes. Incluso el original griego suele usar distintas palabras (anastasis - egeirein).

Devolver a Lázaro a la misma vida anterior, a tener que volver a morir, no es un favor. La Vida que ofrece Jesús resucitado es la Vida del espíritu.

Esta "vuelta a la vida" de Lázaro es sobre todo un signo del poder de Jesús para dar la Vida plena y definitiva.


La luz, el agua, la vida... imágenes de Dios, en Cuaresma, el tiempo de penitencia, el tiempo del color morado, el tiempo en que en las misas no se recita el "Gloria". ¿Quién y por qué ha deformado tanto la imagen de la Cuaresma, la imagen de Dios?

Recordamos el itinerario que hemos seguido en estos cinco domingos.

· Primer Domingo: somos pecadores, ciegos y esclavos: Jesús vencedor de la tentación.

· Segundo Domingo: la Transfiguración, fiarnos del crucificado.

· Tercer Domingo: Dios es Agua en el desierto.

· Cuarto Domingo: Dios es luz en la oscuridad.

· Quinto Domingo: Dios es La Vida.

Toda una serie de imágenes de Dios positivo, Dios pro-vida, Dios para la plenitud. Y nosotros, por nuestra cuenta, al margen de La Palabra y de la liturgia, seguimos empeñados en decir: "Somos pecadores, es decir, culpables, merecedores de castigo. Hacemos penitencia para conseguir el perdón del Juez".

Por este camino, llegaremos a decir que el Juez, severo y justiciero, no se ablandará más que cuando vea la sangre de Jesús, derramada en pago por nuestros pecados. ¿Quién ha inventado este Dios?

Toda la enseñanza de los profetas va encaminada a entender que Dios es madre, la que da vida, que su relación con el pueblo es la de un enamorado. Y toda esta línea progresiva del conocimiento de Dios y de nuestra relación con Él culmina en Jesús de manera espectacular.

El miedo a Dios ha quedado en la prehistoria. Nos mueve el amor a Dios, el amor a la Luz, el deseo del Agua, la fe en la Vida.

Sabemos que el pecado es muerte y oscuridad y desierto, y por eso celebramos con alegría que Dios es Vida, Agua y Luz.

El Señor nos invita a vivir, el Señor ilumina y da sentido a todo, el Señor nos hace caminar sin hambre y sed, el Señor nos quita el hambre y la sed de lo que nos perjudica.

Como Jesús en el monte de la tentación, que parece no sentirse atraído por los bienes aparentes que el Enemigo le ofrece, porque tiene Luz, y esos bienes no le apetecen. Como si Eva en el Paraíso se riera de la serpiente y le contestara: "¡Calla imbécil, ¿vas a ser tú más sabia que mi Padre Dios?"

Vivimos en la Tierra Prometida, la que mana leche y miel. En realidad, la Tierra Prometida era un sequedal áspero acosado de innumerables enemigos: no importa, es vivir en libertad, está lleno de luz, de agua y de vida, y preferimos vivir aquí que en la plácida esclavitud de Egipto, donde nos atiborrábamos de puerros y grasa de oca, pero no éramos libres y no conocíamos a Dios.

Nuestra vida no parece distinta de la de todos los demás: está llena de dificultad, de trabajos, de enfermedades, de disgustos; se encamina inevitablemente a la vejez y a la muerte: no importa, está llena de la luz y el agua de la Palabra, es como un huevo en que se incuba la Vida, como la oruga repugnante o la crisálida encerrada que sólo esperan su sazón para surgir en brillante mariposa.

Durante cinco domingos hemos recibido la más bella de las catequesis sobre nuestra condición humana: esclavos de nuestra oscuridad, ciegos buscadores de pequeños placeres insatisfactorios, contamos con Dios para vivir, para no equivocarnos, para ser verdaderamente humanos, es decir, Hijos, Herederos, capaces de contemplar cara a cara el Rostro del Señor.

¡Magnífico mensaje! Desde esta perspectiva podemos entrar con buen pie a celebrar la Semana Santa y la Pascua. Vamos a ver cómo Jesús, el Primogénito de todos nosotros, triunfa de la muerte y llega a la definitiva Transfiguración. Vamos a ver en él nuestro destino, el triunfo definitivo del pecado y de la muerte, que se hace visible en él, y se nos ofrece a todos como regalo del Amor de Dios. Y a este modo de vivir le podemos aplicar el dicho vulgar que usamos cuando lo pasamos bien: “¡Esto sí que es vida!”


ORACIÓN DE DESPEDIDA

Bendito seas mi Dios, mi aire,
que estás ahí, tan cierto como el aire que respiro.
Bendito seas, mi Dios, mi viento,
que me animas, me empujas, me diriges.
Bendito seas, mi Dios, mi agua,
esencia de mi cuerpo y de mi espíritu,
que haces mi vida más limpia, más fresca, más fecunda.
Bendito seas, mi Dios, mi médico,
siempre cerca de mí, más cerca cuanto me siento más enfermo.
Bendito seas, mi Dios, mi pastor,
que me buscas buenos y frescos pastos,
que me guías por las cañadas oscuras,
que vienes a por mí cuando estoy perdido en la oscuridad.
Bendito seas, mi Dios, mi madre,
que me quieres como soy
que por mí eres capaz de dar la vida,
mi refugio, mi seguridad, mi confianza.
Bendito seas, Dios, bendito seas.

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WebJCP | Abril 2007