
Desafió a dos de las dictaduras más férreas de América Latina, la de Brasil y la de Chile, desde la no violencia activa, sin más armas que la palabra escrita y la palabra hablada, con una fuerza argumental que las hizo tambalear en sus cimientos. El Gobierno de Brasil lo arrestó y deportó en 1971. Durante varios años vivió exiliado en Chile, de donde también fue expulsado por la dictadura de Pinochet. Allí escribió una de sus obras mayores: El poder militar en América Latina. La ideología de la Seguridad Nacional, donde exponía y desenmascaraba las líneas fundamentales de la ideología en las que se sustentaban los regímenes de la seguridad nacional extendidos por toda América Latina con el beneplácito y el apoyo de los Estados Unidos: supresión del Estado de derecho, negación de los derechos humanos, instauración de un régimen de represión generalizada, indefensión del individuo frente al todopoderoso Estado dictatorial. Y lo más contradictorio: el poder militar se presentaba como garante de la civilización cristiana, cuyos principios decía promover, justificando así su cruzada violenta -su terrorismo de Estado, mejor- contra el comunismo y el ateísmo.
Ante dicho régimen, la teología y las iglesias no podían permanecer silenciosas e inactivas. Comblin fijaba las funciones a ejercer: denuncia de la manipulación ideológica a la que las dictaduras sometían al cristianismo, defensa de los derechos humanos y resistencia frente al poder militar, actitudes que ejemplificaba en el arzobispo brasileño Helder Cámara, con quien colaboró y a quien consideraba uno de los nuevos padres de la Iglesia latinoamericana. Era necesario ser la voz de los sin voz y hablar en nombre de los pobres, pero no bastaba. Había que “hacer hablar al pueblo” y ayudarle a que recuperara la dignidad.
Comblin fue uno de los fundadores y principales teóricos de la teología de la liberación, junto con Gustavo Gutiérrez, Juan Luis Segundo, Segundo Galilea, Enrique Dussel, Hugo Assmann, Ion Sobrino, Leonardo Boff, etc. Contribuyó a elaborar la nueva metodología con la incorporación de las ciencias sociales y la hermenéutica liberadora, y a desprender de la teología sus adherencias idealistas, partiendo de la opción por los pobres como principio ético-evangélico. En la etapa actual de la teología de la liberación, su contribución se dejó sentir en la crítica al modelo neoliberal, el diálogo con el pensamiento alternativo al mundo occidental y el compromiso con los movimientos alterglobalizadores.
Tras su muerte vamos a echar mucho de menos la lucidez de sus análisis, su palabra libre y su sentido crítico. Pero nos quedan su legado escrito -más de setenta libros-, su coherencia vital y su esperanza en otro mundo posible.
Por Juan Jósé Tamayo*
Publicado por Atrio
*es secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII y director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid
0 comentarios:
Publicar un comentario