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miércoles, 23 de marzo de 2011

LA HOMILÍA MÁS JOVEN: CON UNA MUJER SAMARITANA


III Domingo de Cuaresma (Juan 4,5-42) - Ciclo A
Por Pedrojosé Ynaraja

1.- De entre las lecturas de este domingo, mis queridos jóvenes lectores, destaca por su belleza la evangélica. Es una narración de un colorido, de un humor y de un contenido teológico, enorme. A los textos de Juan se les quiso dar hace un tiempo, un exclusivo contenido ideológico, todo era espiritual y simbólico, carente de historicidad. Cuando hablo así exagero, ya lo sé. Hoy los comentaristas están de vuelta de esta apreciación y se han dado cuenta de que “abogan por una datación exacta y sentido biográfico-cronológico”. Son palabras que copio del último libro publicado de Joseph Ratzinger- Benedicto XVI. Un libro precioso, dicho sea de paso.

El encuentro con esta intrigante mujer, tiene lugar al lado del pozo de Jacob, en la actual Nablus, entre dos montes emblemáticos, el Garizin y el Ebal, a menos de un kilómetro de las ruinas de la Siquem de Abraham y familia y del compromiso de Josué y andanzas de los jueces. No se puede dudar de la exactitud del lugar, pues no hay otro en los alrededores. Estuve la primera vez en 1972 y la última hace un año. Me encanta ir allí.

2.- Como los escritos de Juan son detallistas, pero densos y de complejo contenido, os lo explicaré a mi manera, lo cual no quiere decir que sea exactamente igual a la que escuchéis de otro comentarista.

-La población habitada más cercana del lugar donde han llegado, es Sicar y allí se han dirigido los apóstoles a proveerse de alimentos. Jesús se ha quedado solo, cuando se acerca al pozo una mujer. A la legua se ve que pertenecen ambos a culturas diferentes y hasta rivales. Uno es judío galileo, la otra samaritana. Deberían, pues, ignorarse y hasta mirarse con antipatía, pero no es este el proceder de Jesús. Si os digo que el Señor se dirige a ella con osadía, no exagero. Aun no hace muchos años, comprobaba en un bus interurbano, la incapacidad de una mujer de tal procedencia, de que algún desconocido se dirigiese a ella. Pero el Maestro se salta los convencionalismos y le habla sin remilgos: le pide agua.

-Se trata de una señora experta en el trato con hombres y sabe que la mejor defensa es iniciarse atacando y, la mejor arma, la ironía. ¿De donde sale tu atrevimiento para dirigirte a mí?, le espeta sin remilgos.

-Jesús, experto en humanidad, no se amilana. Si supieses quien te habla, serías tu quien suplicaría. Y la recibirías de una calidad inimaginable, le contesta.

-¿Y de donde la conseguirás tu, si ni siquiera te has traído una soga para alcanzarla? Continúa ella, medio burlándose.

-El agua que yo podría darte no es como la de este pozo, yo te puedo conseguir “agua viva” (aquí, para entenderlo, hay que estar sumergido en las concepciones judías. La de aquel pozo podía beberse, pero, al no ser “viva”, no podía utilizarse para ciertas finalidades religiosas exclusivas. No era agua de calidad espiritual).

-¿Te crees más importante que el patriarca Jacob que excavó este pozo? Le dice irónica.

-No quiere Jesús sacar conocimientos eruditos. No es bueno que con la gente del lugar se utilice argumentos históricos. Él va a lo práctico y concreto. El agua de la que Él habla, quita la sed definitivamente, se vuelve ella misma manantial, le dice.

-Escurre ella el bulto, huye de ideologías, va a lo práctico, a una de las obligaciones de género, diríamos hoy en día. Ir a buscar agua a diario y cargar con el recipiente hasta casa, es una de las esclavitudes femeninas. Que le proporcione solución, pues, si es tan poderoso y sabio.

-Cambio de tercio:

-Que venga tu marido, le dice el Señor.

-No lo tengo, responde de inmediato. Y aquí resbala en el terreno de la interioridad, que acostumbra a ser el ámbito interior más blindado, que quiere conservar siempre la mujer.

-La ocasión la pintan calva, decimos vulgarmente. Y el Señor no la desaprovecha. Con no disimulada sonrisa le dice: cinco has tenido y el que comparte ahora tu vida, no lo es.

-¡Aquí fue Troya!, hubiera pensado la mujer, de haber tenido cultura clásica. Pero, pese a ello, no se amilana. Su interlocutor es un hombre y a estos les entusiasma la política. Así que huye de intimidades y le plantea la cuestión: ¿cual es la elevación de más categoría, la de junto a ellos o la del monte del Templo, en Jerusalén?

-Parece que Jesús se salga por la tangente, al responderle que de ahora en adelante, los dos perderán protagonismo. Pero no, quiere que sepa que la divinidad auténtica, es Dios espiritual, sin ataduras terrenales. De aquí que pueda adorársele en cualquier momento y lugar.

-Se da por vencida la mujer. Deja salir su vena más valiosa, ingenuamente, le menciona al Mesías, una de sus inquietudes, pese a que las mujeres de esto no se les ocurra nunca hablar en público.

-Soy yo, le dice cordialmente.

- Ella con humildad lo acepta, es un gran tanto a su favor y, como todo acto de Fe, es digno de mérito.

-El dialogo ha sido denso, mentalmente el Señor está agotado. Llegan los discípulos con comida. Nunca le habían visto hablar con una mujer a solas, ninguno de ellos se hubiera atrevido a prestarle atención a esta. El Maestro sí. Deberán aprender la lección.

-Le ofrecen comida, no es lo que Él precisa. Su alimento esencial es la oración, la comunicación profunda con el Padre, cosa que no olvida nunca. Ellos no lo entienden.

Acudirán los vecinos a la llamada de esta mujer, que, por la vida que había llevado, sería archiconocida en la población. Empieza en este momento a llegarles la Buena Nueva. Experimentan por ellos mismos la calidad del Señor, su valer y la bondad de su doctrina.

¿Qué hubiera pasado si Jesús, conociendo sus antecedentes, no se hubiera fiado de ella? Lo único que ha visto, ha sido una cierta generosidad y la posibilidad de que se preste a ser su colaboradora. Creer contra toda esperanza, según el parecer de los hombres. Confiar, pese a las apariencias, es el criterio del Maestro.

Es toda una lección que también a nosotros nos toca aprender. Y, de paso, sentir admiración y gratitud por el que un día se declaró amigo nuestro y sabemos es Hijo de Dios.

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WebJCP | Abril 2007