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MISIONEROS EN CAMINO: III Domingo de Cuaresma (Juan 4,5-42) - Ciclo A: AGUA PARA LA SED
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viernes, 25 de marzo de 2011

III Domingo de Cuaresma (Juan 4,5-42) - Ciclo A: AGUA PARA LA SED



El tema del agua viva resulta obvio del evangelio de hoy, en referencia directa con la primera lectura. La petición "dame de beber" dirigida por Jesús a la mujer que se acerca al pozo con su cántaro (evang.), recuerda la sed del pueblo israelita en el desierto del Sinaí (1° lect.). El tema del agua viva en labios de Jesús dice relación directa con el don de Dios que es su Espíritu de amor (2a lea.) y con el tema bautismal, que se acentúa a medida que vamos adentrándonos en la cuaresma. Además, en el evangelio de hoy se intercala un segundo tema: el culto a Dios en espíritu y verdad.

1. Sintonía pedagógica de Jesús. El pasaje en que se describe la auto-revelación de Jesús a la mujer samaritana a través del símbolo del agua es, psicológicamente hablando, una de las páginas más hermosas del cuarto evangelio. En el diálogo con la Samaritana desarrolla Jesús toda una pedagogía catequética. La conversación discurre desde la sed de Jesús que pide agua a la mujer hasta el agua que él ofrece. Agua viva que apaga la sed para siempre y se convierte dentro del que la bebe en surtidor que salta hasta la vida eterna.
Ése es el don de Dios que ignora la Samaritana: vida en plenitud eterna por medio de la fe en Cristo, Mesías e Hijo de Dios. Para captar esto hace falta una luz de Dios. Por eso Jesús va desvelando a la mujer su propia identidad hasta llegar a la plena manifestación en aquellas palabras: (El Mesías) soy yo, el que habla contigo. Eco en labios de Cristo de la fórmula de revelación divina en el antiguo testamento: El "yo soy" de Yavé.

El tema inicial del agua viva, y el segundo tema intercalado: la adoración al Padre en espíritu y verdad son los dos tiempos que realizan progresivamente la revelación del misterio de la persona de Jesús. Para la Samaritana y sus paisanos Cristo empieza por ser un judío más, para pasar a ser un profeta, el Mesías quizá y, finalmente, el salvador del mundo. Así la persona de Jesús se convirtió para la Samaritana y sus conciudadanos en una instancia progresiva de fe y conversión. Y todo esto sucede sin que Cristo violente su itinerario psicológico, sino más bien al ritmo simpatético de un encuentro en profundidad. ¡Maravillosa sintonía pedagógica!


2. El agua viva y el Espíritu. El agua viva es el don de Dios, unido necesariamente al conocimiento de Jesús porque él es el don del Padre para la salvación del hombre. Además el agua viva dice relación también al Espíritu Santo, según textos paralelos y aclarativos que encontramos en el mismo cuarto evangelio. Así, por ejemplo:

"El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: El que tenga sed que venga a mí; el que cree en mí que beba. Como dice la Escritura: De sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él" (Jn 7,37s).

En otro lugar Jesús le dice a Nicodemo: El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios (3,5). Agua y Espíritu están en mutua referencia bautismal para regeneración y vida del que cree en Jesús, de cuantos queremos en esta cuaresma recorrer de nuevo el itinerario de nuestra fe y renovación bautismales, como preparación al misterio pascual de muerte al pecado y vida nueva con el Señor resucitado.

El agua es, por tanto, signo de un don de Dios que es persona, Cristo Jesús; es signo del amor del Padre que nos justifica y salva por Cristo y el Espíritu. Cómo tema bíblico, es sabido que en los libros proféticos y sapienciales el agua es símbolo de los bienes mesiánicos y de la sabiduría, respectivamente. ¿Y en labios de Jesús? De todo lo que precede se desprende que el agua viva, don de Dios, es el punto de referencia para la revelación de su persona, su doctrina y sabiduría, capaces de apagar para siempre la sed espiritual del hombre.


3. Agua para una sed inextinguible. El agua es el bien más preciado para la sed multisecular de los pueblos nómadas del desierto. También para el corazón del hombre, sediento de felicidad y liberación total; porque la insatisfacción profunda es una constante del ser humano. Por eso la sed puede adquirir significados varios: materiales, unos; espirituales, otros. Tenemos sed de agua y de cariño, de dinero y felicidad, de pan y verdad, de cultura y dignidad, de paz y esperanza, de justicia y derechos humanos.

A medida que progresa la autosuficiencia material del hombre moderno va creciendo también su propia indigencia espiritual. ¿Cómo llenar el vacío interior, fruto de la ausencia de valores auténticos y producto del materialismo consumista, de la manipulación ideológica y de la alienación en todos los órdenes? Ofertas no faltan, desde las más burdas de siempre a las más sofisticadas.

Las primeras se centran en los viejos demonios del tener y gastar, del poder y la gloria, del sexo y el alcohol, o su relevo actual en las drogas alucinantes. Y entre las ofertas de cuño moderno y pretendidamente espiritual proliferan las sectas seudo-religiosas, muchas de las cuales venden paz interior, equilibrio emocional, autocontrol anímico, felicidad y dominio de sí mismo a muchos incautos, con tal que se sometan al indispensable lavado cerebral. Su final es el desencanto o la alienación inevitable.

En todo caso quedará siempre flotando en nuestro aire existencial la intuición genial y definitiva de aquel gran sediento de lo Absoluto que fue Agustín de Hipona: Me hiciste, Señor, para ti e inquieto estará mi corazón mientras no descanse en ti.

¿Cómo podríamos silenciar nuestro canto de alabanza, Señor, Dios de misericordia, cuando oímos de labios de Jesús la revelación sublime de tu nombre, que es don, amor y vida? Cristo nos da el agua viva que calma nuestra sed para siempre y se convierte dentro de nosotros en surtidor de vida eterna. ¡Gracias, Padre, porque el río de tu amor no conoce el estiaje!

Pero nuestra sed es infinita. Una sed de vida en plenitud, de felicidad profunda que no defraude, de liberación total, de pan y cariño, de verdad y dignidad, de amor y esperanza, de fraternidad y justicia, de solidaridad y derechos humanos. ¿Dónde sino en ti, Señor, encontraremos agua para tanta sed?

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WebJCP | Abril 2007