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MISIONEROS EN CAMINO: II Domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9) - Ciclo A: TRANSFIGURACIÓN. LA CIRUGÍA DE DIOS.
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miércoles, 16 de marzo de 2011

II Domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9) - Ciclo A: TRANSFIGURACIÓN. LA CIRUGÍA DE DIOS.


Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

EL VIEJO ÁRBOL

Henri Nouwen dedicó su vida a la enseñanza y a los pobres en la Fundación El Arca.
No escribió novelas, sí escribió muchos libros de espiritualidad que han alimentado a muchas personas.
El Regreso del Hijo Pródigo, Puedes beber este cáliz, Semillas de Esperanza…son algunos títulos de su reflexión sobre el evangelio y el ser cristiano.
En su libro Sobre la Soledad nos dice que: “en la soledad caemos en la cuenta de que nuestro valor no es lo mismo que nuestra utilidad” y narra la historia del viejo árbol.
Un carpintero y su aprendiz paseaban un día por el bosque. Contemplaron un roble alto, enorme, lleno de nudos, viejo y muy hermoso.
El carpintero le preguntó a su aprendiz: ¿sabes por qué es este roble tan gigantesco y tan hermoso?
No sé, le contestó. ¿Por qué?
Porque no sirve para nada. Si hubiera sido útil hace mucho tiempo que habría sido cortado para hacer sillas y mesas, pero como no sirve para nada se ha hecho viejo para que te sientes a su sombra y descanses.

Vivimos tan obsesionados por nuestra utilidad, por lo mucho que valemos, por la consideración social, que pensamos que sólo somos lo que hacemos.

Y la pregunta obvia cuando saludamos a alguien es saber a qué se dedica esa persona, nos interesa lo que hace, lo que tiene…todo lo demás se nos antoja inesencial.

El evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos narra la Transfiguración de Jesús, escena de película que tiene lugar en la cima de la montaña.

“Su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”.

Transfigurarse o transformarse por fuera es un fenómeno que sucede todos los días.

Las ciudades se transfiguran, se hacen más hermosas, se iluminan los monumentos, se crean muchas zonas verdes, se multiplican los centros de ocio, se limpian las fachadas…Luz y sonido como en el Tabor.

Las personas también se transfiguran: maquillajes, cirugías estéticas, new look, fashion weeks, trajes de fiesta…Máscaras que ocultan el vacío interior.

Transfiguraciones externas, siempre posibles, siempre deseadas. Todos queremos impresionar a los demás y ganarnos su aprobación.

Jesús el día de su Transfiguración tenía un aspecto diferente y sorprendente.

Jesús estaba de fiesta, la fiesta de la oración en la soledad de la montaña.

La conversación con los dos testigos, los dos candelabros del Antiguo Testamento: Moisés y Elías. Conversación sobre su éxodo, su salida, su muerte, su última Transfiguración.

En ese ámbito de soledad y de oración la humanidad de Jesús es transfigurada por la divinidad, lo externo es iluminado por lo interior.

Su ser interior se manifiesta por fuera sin necesidad de más cirugía que la de la presencia de Dios y de la oración.

Juan, el siervo del Apocalipsis, escribe: “el domingo caí en éxtasis y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta…Y cuando lo vi caí como muerto a sus pies”.

Hoy, domingo, aquí y ahora, en éxtasis o sin él, estamos en la montaña de la Transfiguración.

SALIR. Hemos salido de nuestra cotidianidad, atrás queda el ajetreo del trabajo, de los compromisos sociales, del deporte…y gozamos de un rato de soledad y oración en el área de descanso. Es el tiempo de nuestra personal transfiguración. Llamados a ser fieles a la salida: Domingo.

ESCUCHAR. El siervo Juan, en éxtasis, escuchó una voz potente. Pedro y sus compañeros, en estado de shock ante el show maravilloso del Tabor, escucharon una voz que les decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”.

Frente a las muchas voces, para nosotros, una voz es importante, la del Hijo Transfigurado.

BAJAR. Que bien se está aquí, dice Pedro atolondrado. Hay que bajar del Tabor, hay que dejar el área de descanso, la religión y nadar a contra corriente en las aguas turbulentas de la sociedad. Bajar con el rostro de cada día, pero con el espíritu alimentado y el corazón transformado.

Cuentan que un buscador iba de país en país en busca de la religión más auténtica.

Al cabo de los días encontró un grupo cuya fama era extraordinaria. Se les conocía por la bondad de sus vidas, por la integridad de sus corazones y por la sinceridad de su servicio.

He observado todo lo que hacen, dijo el buscador, y la verdad es que estoy muy impresionado. Pero antes de que me haga su discípulo quisiera hacerles una pregunta:

¿Su Dios hace milagros?

Los discípulos le contestaron: “todo depende de lo que usted entienda por milagro. Algunos hablan de milagro cuando Dios hace la voluntad de la gente. Nosotros hablamos de milagro cuando la gente hace la voluntad de Dios”.

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WebJCP | Abril 2007