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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones para el II Domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9) - Ciclo A
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viernes, 18 de marzo de 2011

Homilías y Reflexiones para el II Domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9) - Ciclo A


Publicado por Iglesia que Camina

CUANDO VEMOS LO DE DENTRO

Todos estamos hartos de vernos por fuera. Todos estamos hartos de que nos miren y juzguen desde afuera. Por eso nos pasamos la vida maquillándonos para esconder lo que cada uno encierra dentro. Curioso, en el momento en que comienzo a escribir esta página llegan los periódicos a la comunidad y lo primero que me encuentro en uno de ellos es este título en grandes letras: “Peruanas gastarán US$ 3,000 millones en cosméticos para el año 1015.” Como no me fiaba mucho del título seguí leyendo: “Según las cifras de la Cámara de Comercio de Lima las ventas y productos de higiene superarán los US$ 1.400 millones en el 2010, reflejando así un crecimiento del 15% al año.” No me había equivocado, era cierto. Ahora entiendo por qué todos nos quedamos con lo exterior y nadie tiene tiempo para mirar por dentro, cuando la verdad la llevamos dentro. El maquillaje hay que limpiarlo cada noche y reponerlo al día siguiente. En tanto que lo de dentro está ahí con su propia belleza, incluso en aquellos que no pueden comprar cosméticos para maquillarse. Sin embargo, la belleza de su corazón sigue ahí dentro.

¿Qué decir de esto en este Segundo Domingo de Cuaresma? También los discípulos estaban acostumbrados a ver a Jesús por fuera, como a uno de ellos, pero recién en el Tabor pudieron ver y disfrutar la interioridad de Jesús. “Su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.” No, no fue un maquillaje de fiesta.

Por un instante se rompieron todos los contornos externos de su humanidad y pudieron disfrutar de la belleza interior que brillaba y resplandecía. Hasta ellos se quedaron pasmados y llenos de alegría decidieron que aquello siguiese y estaban dispuestos a instalarse haciendo tres tiendas.

La verdad no está en nuestra piel. La verdad la llevamos en el corazón. Mientras no seamos capaces de ver nuestro corazón y el corazón de los demás, seguiremos engañándonos con tanto cosmético.

La bondad brota del corazón. La alegría brota del corazón. La gracia habita en nuestro corazón. Dios mismo mora en nuestro corazón. ¡Qué pena que lo tapemos con nuestras exterioridades! Es posible que también nosotros sintiésemos ganas de quedarnos dentro de nosotros mismos y dentro de los demás. Cuando vemos a una chica hermosa todos nos quedamos admirados diciendo: ¡Dios mío qué cuerpo! ¿Cuándo será que podamos exclamar: “¡Dios mío qué corazón, qué alma!”?



TABOR Y EUCARISTÍA

La celebración de la Eucaristía tiene mucho de Tabor.

Vemos al sacerdote presidiendo en el altar, y sabemos que es Jesús mismo quien celebra misa en medio de nosotros.
Escuchamos de la Palabra, escuchamos la voz del lector y sabemos que es la Palabra en la que Dios nos habla cada domingo.
Vemos un pedacito de pan y sabemos que es el Cuerpo vivo y sacramental de Jesús.
Comulgamos un poco de pan, y sabemos que estamos comienzo el Cuerpo mismo de Jesús. “Quién come me carne y bebe mi sangre”.
Vemos un altar más o menos adornado y sabemos que es la mesa de la Ultima Cena o la Cruz del Calvario.
Vemos un montón de gente sentada, arrodillada o parada a nuestro lado, y vemos que es el Cuerpo Místico de Cristo, la comunidad y la familia de Dios.

Para el que asiste con actitud de fe a la Misa lo vemos todo muy humano, pero a la vez, vemos la transfiguración de Dios y de Jesús que se hacen presentes en medio de nosotros.

Por eso mismo, la Misa no es algo que celebra allá al fondo el sacerdote, sino que es la actualización del misterio pascual de Jesús. “Anunciamos tu Muerte, proclamamos tu Resurrección...”

A la Misa no podemos ir en actitud pasiva, sino que vamos a celebrar, actualizar, hacer memoria y hacer contemporáneo el misterio pascual de Jesús. Sólo así podemos disfrutar de la misa. Sólo así, en vez de mirar al reloj para ver cuando acaba, podremos exclamar todos: “Señor, ¡qué bien estamos todos aquí!”





EL TABOR DE LOS ESPOSOS

Estoy pensando si también los esposos no necesitarán de tiempo en tiempo subirse a una montaña, que puede ser una roca mirando al mar o puede ser la naturaleza de bosque.

Porque también los esposos tienen el peligro de lo cotidiano, de lo ordinario, de “siempre lo mismo”, y se olvidan que en sus vidas hay flores que nunca ocuparán un centro de mesa, pero que están ahí.

Porque también los esposos necesitan de tiempo en tiempo transfigurarse. Dejar que afloren esos sentimientos secretos que muchas veces no se atreven a compartir.

Porque también los esposos necesitan de tiempo en tiempo transfigurarse y volver a mirarse y a verse por dentro.

Porque también los esposos necesitan apartarse, hasta de los mismos hijos, y dedicarse a sí mismos ese momento de quedarse a solas mirándose el uno al otro, tal vez sin decirse palabra, pero conde los corazones vuelven a fundirse en silencio en un mismo amor.

Porque también los esposos necesitan de tiempo en tiempo decirse que se aman, expresar sus sentimientos, tantas veces callados en el fondo del alma porque la vida los distrae demasiado y no tiene cuándo decírselos.

Porque también los esposos necesitan de ese aire fresco de la montaña donde los nervios se relajan y el espíritu se esponja.

Porque también los esposos necesitan transfigurarse el uno ante el otro y los dos fundidos en un solo grito exclamar: “Cariño, qué bien estamos aquí”, aunque luego tengan que bajar también ellos de su montaña a seguir peleando con los hijos y con la vida.

¿Cuánto tiempo hace que no sabes lo que siente ella por dentro?
¿Cuánto tiempo hace que no sabes los sentimientos que él lleva dentro?
Os habéis visto muchas veces vuestros cuerpos, pero cuánto tiempo hace que no os veis por dentro.





QUISIERA VERTE POR DENTRO

Muchos quisieran verte al desnudo para contemplar tu cuerpo.
Yo quisiera verte por dentro para contemplar tu corazón.
Muchos quisieran ver tu cuerpo entero.
Yo quisiera ver entero tu corazón.
Ver tu cuerpo es posible que tenga ya poco de novedad.
Pero ver tu corazón es posible nos dé muchas sorpresas.

Quisiera ver cómo late tu corazón de amor.
Quisiera sentir tus propios sentimientos.
Quisiera compartir contigo con tus penas.
Quisiera compartir contigo tus alegrías.

Quisiera ser testigo de tus sueños.
Quisiera ser testigo de tus esperanzas.
Quisiera ser testigo de cómo sientes ahí dentro a Dios.
Quisiera ser testigo de cómo hablas cada día con El.
Quisiera ser testigo de tu amor de esposo.
Quisiera ser testigo de tu amor de esposa.
Quisiera ser testigo de tu amor de padre.
Quisiera ser testigo de tu amor de hijo.
Quisiera ser testigo de tu amor de hermano.
Quisiera ser testigo de tu corazón cuando comulgas.
Quisiera ser testigo de tu corazón cuando perdonas.
Quisiera ser testigo de tus vacíos y desencantos.
Quisiera ser testigo de cuando tu corazón sonríe.
Quisiera ser testigo de cuando tu corazón llora.

Quisiera verte por dentro, ahí donde estás tú mismo.
Quisiera verte por dentro, ahí donde estás tú lleno de Dios y lleno de todos tus hermanos.

Estoy seguro que me sentaría al borde del camino de tu vida y me dedicaría a contemplar el variado jardín de tu corazón donde florecen las rosas y las florecillas pequeñas. ¿Crees que habrá mejor espectáculo?





PENSAMIENTOS REALES DE LA VIDA

El espejo nos devuelve nuestro rostro bello o feo.
Una mirada de fe nos devuelve la verdad del alma.
Los demás ven y contemplan nuestro rostro maquillado.
Dios nos ve y contempla lo que somos dentro del alma.

El maquillaje hay que cambiarlo cada día.
La belleza interior de la gracia dura toda la vida.
El maquillaje es algo postizo y resulta caro.
La gracia se hace vida en nuestra vida y es gratuita.
Delante de los demás tenemos que maquillarnos.
Delante de Dios no hace falta maquillaje alguno.
Muchos rostros necesitan ir a un maquillador.
Las almas bastan se dejen tocar por la gracia de Dios.

Con los años los rostros se van arrugando.
Con los años el alma se va volviendo cada día más tersa.
Con los años muchos rostros necesitan cirugía estética.
Cada día Dios nos hace la cirugía estética de la confesión.

Dicen que hay hierbas que embellecen el rostro.
Cada día la comunión embellece nuestras almas.

Dicen que el sol puede causar cáncer a la piel.
El sol de la eucaristía cura la piel de nuestra alma.
Para ir a tumbarnos en la playa necesitamos de cremas protectoras.
Para acercarnos a Dios en la eucaristía o en la oración tenemos que ir con el alma y el corazón abiertos y sin la protección de nuestros egoísmos.

Como veis es posible que no todos seamos bellos y hermosos por fuera.
Lo cierto es que, viviendo en gracia, todos somos bellísimos por dentro.
Siempre es un consuelo, ¿verdad?

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WebJCP | Abril 2007