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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: VI Domingo del T.O. (Mt 5, 17-37) - Ciclo A
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jueves, 10 de febrero de 2011

Materiales liturgicos y catequeticos: VI Domingo del T.O. (Mt 5, 17-37) - Ciclo A



Monición de entrada

(A)
Uno de los valores que más apreciamos es el de la libertad. Pero ésta tiene sus riesgos: la podemos utilizar mal. Por eso dice el salmo: "Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor". Por medio del Espíritu se nos ha revelado una sabiduría para saber penetrar y comprender lo que pasa dentro y fuera de nosotros y para actuar con acierto. El texto evangélico del Sermón de la Montaña coloca a Jesús como dividiendo la historia: "Habéis oído que se dijo... Pero yo os digo".
Ambientamos la celebración acercando unos símbolos:
- Presentamos el libro de la Constitución española: un proyecto de sabiduría humana al servicio de nuestra convivencia. Pero dirá el Evangelio: "Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos".
- Por eso presentamos también un Nuevo Testamento. Contiene, como dirá la segunda lectura, "una sabiduría divina, misteriosa... predestinada por Dios... para nuestra gloria". Equivale al "Yo os digo" de Jesús.

(B)

En la vida cristiana parece muchas veces que lo único importante es cumplir unas normas y unas costumbres que no producen vida, ni alegría, ni nada de nada. Basta con mirar la mayoría de nuestras celebraciones. Parece que el mandamiento del Amor que Jesús nos da a sus amigos lo hemos olvidado y lo hemos sustituido por un sin fin de otras cosas, muchas de las cuales no son importantes y, peor aún, están entorpeciendo la verdad del Evangelio: Ritos, tradiciones, costumbres sociales, mandatos humanos... tantas cosas que no nacen de una vivencia positiva y rica del Mensaje de Jesús. Pidamos saber dar a cada cosa su importancia, y que descubramos la grandeza de la vida cristiana, que es plenitud y es amor.

Pedimos perdón

(A)

Tú que acoges a todos. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú, que eres el camino seguro. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, que eres la vida en plenitud. SEÑOR, TEN PIEDAD...

(B)

Tú que nos ofreces la vida como un camino a recorrer, lleno de posibilidades. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú, que nos das tu Espíritu Santo como fuerza permanente de vida. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, que pones la plenitud de la vida en la entrega y el servicio a las personas. SEÑOR, TEN PIEDAD...


Oración

A traer plenitud a las vidas mediocres, has venido, Señor...
A traer libertad a los que estamos atados, has venido, Señor...
A traer ilusión a las vidas cansadas, has venido, Señor...
A traer sorpresa a la gris rutina, has venido, Señor...
A traer descanso a los agobiados, has venido, Señor...
A traer sabiduría a los pequeños, has venido, Señor...
A levantar a los encorvados, has venido, Señor...
A perdonar una y mil veces, has venido, Señor...
A liberarnos de los compromisos, has venido, Señor...
A enseñarnos a ser los últimos, has venido, Señor...
A demostrarnos el valor de la pobreza y del compartir, has venido, Señor...
A construir tu Reino de justicia, has venido, Señor...
A sacamos de la esclavitud del poder, del dinero y del prestigio, has venido, Señor
A cambiarnos el corazón de piedra, has venido, Señor...
A revitalizar nuestra historia personal, has venido, Señor...
A contagiarnos la misericordia, has venido, Señor...
A potenciar lo mejor de nosotros mismos, has venido, Señor...
A dinamizar nuestra existencia, has venido, Señor...
A poner a las personas por encima de las normas, has venido, Señor...
A despertar nuestra coherencia y fraternidad, has venido, Señor...
A entusiasmarnos con tu Reino, has venido, Señor...
A hablarnos al corazón a cada uno, has venido, Señor...
A llenar nuestra vida de sentido y de tu Espíritu, has venido, Señor...
A hacernos grandes en el Reino de los cielos, has venido y vienes siempre, Señor.


Escuchamos la Palabra

Lectura del libro del Eclesiástico

Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
R. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.

+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: (No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos.) Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los cielos.
Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. [y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.]
Habéis oído el mandamiento: «No cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola ya ha sido adúltero con ella en su interior. [Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al abismo.
Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio». Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.]
Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: [ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo]. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

Palabra del Señor




Homilías

(A)

Un día un fariseo se le acerca a Jesús y le pregunta cuál era el mandamiento principal. Jesús le contesta: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y el primero.
El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22,37, 40).
En resumidas cuentas, para Jesús todos los mandamientos se reducen a uno solo, a este: a amar de verdad. Y basta. El que de verdad ama a Dios, también ama al prójimo y el que de verdad ama al prójimo también está amando a Dios aun sin darse cuenta. Que nadie pretenda amar a Dios sin amar al prójimo; sería como pretender abrazar a un amigo y, al mismo tiempo, pisarle los pies.
Por eso Jesús en el Evangelio nos dice: «Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda
ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda» (Mt 5,23~25).
Hermanas y hermanos: una iglesia edificada por alguien a base de no pagar debidamente a los obreros es una iglesia que no agrada a Dios. Más importante que una iglesia edificada de piedra o de ladrillos, más importante que las imágenes de su interior es la iglesia formada por personas.
Juan Pablo I, el papa de la sonrisa, cuando era patriarca de Venecia, vendió la cruz que llevaba sobre el pecho y una cadena de oro, que le había regalado el papa Pío XII, y empleó el dinero en ayudar a un centro de subnormales. Y siendo ya papa, a pesar de ser tan partidario de las devociones populares, comentaba: «Da pena ver collares y anillos de oro colgados al cuello y dedos de las imágenes de la Virgen, mientras hay personas que mueren de hambre».
Juan Pablo II dijo en Canadá el 14 de septiembre de 1984: «Dios no necesita cálices de oro, sino almas de oro. Comenzad a dar de comer a los hambrientos y, con lo que sobre, adornad el altar».
Por supuesto que hemos de tener la iglesia decente. Ha de estar limpia y hemos de adornada en lo posible. Esto es una muestra de devoción y amor a Dios, y dice bien de una parroquia; pero lo más importante son las personas.
En Padua hay un cuadro del gran pintor italiano Giotto; en él aparece la Caridad ofreciendo con una mano a Dios el corazón y con la otra un cesto de frutas a los hombres.
Son los dos amores: el amor a Dios y el amor al prójimo. Y los dos no pueden separarse.
Gandhi, aquel famoso personaje que tanto luchó contra la violencia, manifestaba: «Si yo estuviese convencido de encontrar a Cristo en una cueva del Himalaya, iría allí inmediatamente. Pero yo sé que no puedo encontrarlo lejos de los seres humanos».
Si esto lo decía Gandhi, que no profesaba la religión cristiana, nosotros, que la profesamos, tenemos que saber que Cristo está en cada uno de los seres humanos y que todo lo que hagamos al prójimo se lo hacemos a Cristo; y por tanto, una injusticia contra cualquier persona es una bofetada que golpea el rostro de Cristo. Tenemos que convencernos de esto; de lo contrario, nunca encontraremos a Dios ni en la iglesia ni en nuestro corazón.
No olvidemos que el amor al prójimo es el termómetro que marca el amor que le tenemos a Dios.


(B)
DESARMAR LA PALABRA
Si uno llama a su hermano «imbécil»...
El conocido escritor italiano, Alessandro Pronzato, en su libro titulado «En busca de las virtudes perdidas» (Ed. Sígueme, Salamanca 2001). Su tesis es clara: hemos de cuidar mejor actitudes como la paciencia, el respeto, la discreción, la dulzura, la honradez, el sentido del deber..., si queremos vivir de manera más humana en una sociedad donde el individualismo, la búsqueda de eficacia o el éxito fácil parecen invadirlo todo.
Entre otras cosas, Pronzato denuncia en su libro la «profanación del lenguaje» en nuestros días. No está de moda hablar respetuosamente y con delicadeza. Es más frecuente el lenguaje decadente y de mal gusto. Es fácil detectar tres hechos lamentables: la violencia verbal, la maledicencia en el hablar y la vulgaridad.
El hablar actual refleja con frecuencia la agresividad que habita el corazón de las personas. De su boca brota un lenguaje duro e implacable. Palabras ofensivas e hirientes, pronunciadas sólo para humillar y despreciar, para descalificar y destruir. ¿Por qué está tan extendido este lenguaje hecho de insultos e injurias? A veces, todo proviene de la agresividad, el rechazo o el deseo de venganza. Otras, de la antipatía o la envidia. A veces, de la ligereza e inconsciencia.
Otro rasgo del lenguaje actual es la maledicencia. Las conversaciones están llenas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza. Palabras que no alientan ni construyen. .
Otro síntoma penoso es la vulgaridad, el lenguaje desvergonzado y hasta procaz. Hay quienes no pueden expresarse sin aludir de forma irreverente a lo sagrado, o sin utilizar términos groseros e indecentes. No está de moda el lenguaje amable o las palabras educadas. Impacta más el mal gusto y la transgresión.
No ha perdido actualidad la advertencia de Jesús pidiendo a sus seguidores no insultar al hermano llamándolo «imbécil» o «renegado». Cuando se tiene un corazón noble y una actitud digna, se habla de otra manera más respetuosa y pacífica.

(C)


JESÚS, EL CONTESTATARIO

Muchos judíos que escuchaban la Buena Noticia de Jesús de sus mismos labios o de labios de sus discípulos después de su muerte en las diferentes sinagogas sentían el mismo desconcierto que muchos de nuestros fieles conservadores, "católicos de siempre", chapados a la antigua: "Siempre se nos había dicho que Dios castigaba; se nos enseñó que hay que confesar antes de comulgar; faltar a misa un domingo era pecado mortal; se nos había prohibido asistir a un templo no católico; había que bautizar a los niños a los pocos días de nacer; los que no están casados por la Iglesia son unos amancebados... Ahora, en cambio, todo vale...". Es significativa la anécdota de la abuela a la que indicaron que se podía comer una hora antes de comulgar, puesto que lo había permitido el Papa. Ella replicó: "Pues si el Papa se quiere condenar, que se condene; allá él, pero yo no". Cuántos repiten: "Nos están haciendo perder la fe".
Este mismo desconcierto era el que tenían los judíos tradicionales. ¿No les habían enseñado los escribas y fariseos, los doctores de la ley, que había que apartarse de los "contaminados", de los paganos, de las prostitutas, de los leprosos, de los pecadores, de los publicanos? ¿No les habían dicho que había que guardar escrupulosamente la ley del descanso sabático, de las abluciones y todo lo referente a las ofrendas y sacrificios hasta completar los 643 preceptos y prohibiciones que todo judío observante de la ley de Moisés debía guardar? ¿Por qué enseña a los suyos a pasar por alto la ley de las abluciones, a quebrantar las normas sobre el descanso sabático, a mezclarse con los paganos, los leprosos, los publicanos, las prostitutas? ¿Por qué Jesús aparece como un transgresor de las leyes? Este desconcierto reinaba no sólo en los judíos contemporáneos de Jesús, sino también en las generaciones posteriores a las que Mateo dirige su evangelio.
A estas dudas y perplejidades responde el pasaje evangélico de hoy. Frente a ellas Jesús dice: "No he venido a abolir la ley y los profetas, sino a darles cumplimiento". Con su actitud ante la Ley y ante las leyes Jesús se muestra como el gran Maestro y el gran humanista. Sus consignas son permanentemente válidas y humanizadoras. Son las actitudes que la Iglesia primitiva hace suyas.

"ÉSTE ES MI MANDAMIENTO"

Los teólogos y moralistas del tiempo de Jesús (sacerdotes y escribas), así como los laicos piadosos (fariseos), habían hecho de la ley un absoluto, un compendio de toda la sabiduría humana y divina, una revelación definitiva de Dios y una guía completa y segura de conducta, dotada de capacidad salvadora para el hombre, aunque sólo se observara de forma mecánica y externa. Frente a ellos, Jesús absolutiza a la persona y relativiza las leyes: "No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre" (Mc 2,27). Es evidente que no siempre los cristianos tenemos en cuenta esta consigna y que hemos caído a veces en la absolutización de normas y leyes a expensas del bien de la persona. Ésta es una tentación insidiosa contra la cual hay que estar siempre prevenidos para que las leyes sean caminos de libertad y no camisa de fuerza o propicien comportamientos contra el mismo Evangelio. En este sentido decía Pablo VI: "La Iglesia ha de renunciar a viejas tradiciones para ser fiel a la Tradición".
Por lo demás, los guías espirituales hacen numerosas trampas contra la Ley. La codifican e introducen preceptos adicionales que van contra la misma Ley de Dios, como en el caso de la ley del corbán: "Decís: si uno declara a su padre y a su madre: 'Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco en donativo al templo', ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando el mandamiento de Dios con esa tradición que habéis transmitido, y de éstas hacéis muchas" (Mc 7,11-13). También aquí se olvidan de lo que ha de constituir la orientación básica en la vida: el servicio al prójimo. Por eso Jesús simplifica al máximo la ley: "Toda la ley se resume en dos mandamientos: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37-40). Y reclama toda la atención y todo el esfuerzo en un mandamiento esencial: "Que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 13,34).
Frente a una línea del "cumplimiento" legalista de ofrendas y promesas, Jesús rebate y proclama con tono profético: "Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,23-24). La ofrenda más grata al Padre-Madre común es que sus hijos se reconcilien, viene a decir Jesús. Señala que lo trascendental en la leyes es el amor al prójimo, que exige reconciliación y respeto. ¿Es esto lo que hacemos sus discípulos o incurrimos a veces en el mismo culto farisaico? ¿No hay numerosos "cristianos" que en su relación con Dios olvidan que tienen hermanos? Jesús no sólo invita a vivir los valores de la Ley, sino que lleva sus exigencias hasta la plenitud. Las prescripciones morales judías admiten el perdón al ofensor, pero tarifado en su número según el grado de proximidad del que ha ofendido. A esto responde la pregunta de Pedro: "¿Cuántas veces he de perdonar?". Jesús señala que hay que perdonar al estilo del Padre celestial: siempre. Y de forma semejante se pronuncia frente a las minucias legales de escribas y fariseos que "cuelan un mosquito y se tragan un camello", "que pagan el diezmo de la hierbabuena, del anís y del comino y descuidan lo más grave de la ley: la honradez, la compasión y la sinceridad" (Mt 23,23-24).

"AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS"

Hay un rasgo que diferencia radicalmente el "cumplimiento legal" propiciado por los guías del pueblo judío y la "fidelidad" que proclama Jesús. Para aquellos, lo que importa es el cumplimiento externo, la ejecución material de lo mandado: "no matar", "no adulterar", "dar limosna", "orar en público"; no importan las motivaciones. Para ellos no cuentan los malos deseos, ni las malas intenciones, ni los malos juicios. Jesús, por el contrario, advierte: "El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha adulterado". Y Juan comenta: "El que odia a su hermano es un asesino" (1 Jn 3,15). Y Jesús: "El que ayuna, ora y da limosna para ser visto por los hombres, se queda sin paga del Padre celestial" (Mt 6,1-6).
Pablo glosa "divinamente" el pensamiento de Jesús en el canto a la caridad: "Ya puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, ya puedo mover montañas, ya puedo dar en limosna todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo, que si no tengo amor, no me sirve de nada" (1 Co 13,1-3). ¿No tenemos los cristianos mucho que revisar en este sentido?
Con pedagogía divina Jesús va a la raíz, invita a cambiar el corazón, a dejarnos transformar por dentro, a que nuestra conversión sea de dentro a fuera, a que nuestra honestidad, gestos, decisiones humanas no las tomemos presionados por una ley externa, sino que nos nazca del corazón. Por eso, Jesús invita a sanear el centro de la personalidad (Mc 7,14-23).
Invita también a vivir la experiencia de ser amados por Dios Padre-Madre y por él; esa experiencia nos llevará inexorablemente a amar a los hermanos, a descubrir el privilegio que supone compartir su amor por ellos (1 Jn 3,16), a expresarle nuestro amor de la manera que él quiere: en sus hermanos prójimos, sobre todo en los crucificados (Mt 25,40). Un amor que ha de ser, al mismo tiempo, afectivo y efectivo. La gran pregunta que ha de hacerse el discípulo de Jesús es: "¿Qué significa el otro para mí, qué actitud fundamental tengo ante él? El que ama no necesita leyes. Por eso Agustín pronunció aquella afirmación genial: "Ama y haz lo que quieras".

"SE OS HA DICHO, PERO YO OS DIGO"

Es evidente que los cristianos hemos incurrido en un legalismo similar al de los escribas y fariseos. Por eso Juan XXIII hizo aquella afirmación "escandalosa": "Es preciso abrir las puertas y ventanas de la Iglesia, porque el ambiente está viciado".
Pero no sólo entonces. Después de casi cuarenta años, Juan Pablo II la repite con otras palabras refiriéndose a la vieja
Europa: "Por doquier es necesario un nuevo anuncio del Evangelio, incluso a los bautizados. Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las nociones fundamentales de la fe. Muchos 'bautizados' viven como si Cristo no existiera. Se repiten los gestos y los signos de la fe, especialmente en las prácticas de culto, pero no se corresponden con una acogida real del contenido de la fe y con una adhesión a la persona de Jesús... Se difunden diversas formas de agnosticismo y ateísmo práctico que contribuyen a agravar la disociación entre fe y vida..." (E/E47). El cuadro no puede ser más sombrío.
También podríamos afirmar al estilo de Jesús: "Se os ha dicho explícita o implícitamente que lo importante es 'cumplir' como sea, no cometer pecado grave para no arriesgar la salvación eterna, recibir los sacramentos, respetar a la autoridad religiosa, ayudar con alguna limosna, que cada uno dé buena cuenta de sí mismo...". Pero el Concilio Vaticano II, leyendo el Evangelio, proclama: "El que entrega su vida, la conserva" (Jn 12,24); hay que hacer rentar los talentos, no como el siervo perezoso (Mt 25,26); hay que vivir en actitud de servicio (Mt 20,26-28); hay que entregarse con generosidad al que sufre como buenos samaritanos (Lc 10,25-37); hay que ser luz, fermento y sal (Mt 5,13-16).
Ser cristiano no es un juego de niños, es entregar la vida entera (Mt 22,37). Se trata, simple y llanamente, de volver al Evangelio. Y ahí está el manantial secreto de la alegría. Todo es posible para quien se deja fascinar por Jesús.

(D)

PREOCUPACIONES DIFERENTES

Deja tu ofrenda ante el altar

Al parecer, preocupan no poco en algunos sectores de la Iglesia los abusos que se puedan cometer en la liturgia. Al menos, esto parece desprenderse de un documento oficial en el que se señalan hasta 37 abusos de diversa naturaleza, que alteran los ritos, expresan un excesivo protagonismo de los laicos y laicas o no tienen en cuenta algunas normas.
La preocupación es tal que en un párrafo inusitado y sorprendente se dice que cualquier católico, sacerdote, diácono o laico, «tiene derecho a denunciar cualquier abuso litúrgico» ante el obispo diocesano o ante la Sede Apostólica de Roma.
Ciertamente no eran éstas las preocupaciones de Jesús en torno a la liturgia ni éstos los caminos y el espíritu para corregir actuaciones inadecuadas entre sus seguidores. A Jesús le preocupa la liturgia que no crea una vida más digna y humana entre las gentes. Si un día realiza un gesto amenazador contra el Templo no es porque los ritos no se ajustan a lo prescrito, sino porque aquel culto no crea justicia.
Según Jesús, todas las ofrendas han de quedar ante el altar y la liturgia ha de ser interrumpida si no nos urge a construir una sociedad más reconciliada. Sus comidas y cenas, abiertas a publicanos, pecadores y prostitutas, no tenían otro fin: despertar la fe en el Dios del perdón y crear una sociedad fraterna.

¿Cuál es el verdadero problema de nuestra liturgia? ¿Los abusos que se pueden cometer o la falta de verdad, coherencia y credibilidad? ¿Qué hemos de denunciar? ¿Los «abusos» de algunos o la falta de sensibilidad y creatividad de todos para buscar formas de celebración más adecuadas para el hombre y la mujer de hoy?
Las iglesias se vacían, los jóvenes no entienden nuestro lenguaje multisecular, no pocos asisten pacientemente a unas misas en las que no resuenan sus verdaderos problemas y preocupaciones... Sin embargo, nadie reacciona. ¿Es tan difícil preguntarse (sólo preguntarse) qué liturgia necesitan los hombres y las mujeres de hoy, sumidos en la desorientación, necesitados de esperanza y hambrientos de un Dios Amigo?
Lo que ha de alertar nuestra conciencia son las palabras de Jesús: «Si te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda».


Oración de los fieles

(A)

. Oremos para que el progreso sea cauce de libertad y de justicia para las personas y los pueblos. ROGUEMOS AL SEÑOR...
. Pidamos por quienes son más responsables de la justicia social y de la distribución de los bienes. ROGUEMOS AL SEÑOR...
. Oremos para crear entre todos una cultura solidaria. ROGUEMOS AL SEÑOR...
. Oremos para que dentro de la Iglesia crezca el testimonio de vivir con sencillez y pobreza elegidas. ROGUEMOS AL SEÑOR...
. Tengamos especialmente un recuerdo orante por todos los que trabajan en el Tercer Mundo al servicio de los más pobres. ROGUEMOS AL SEÑOR...
. Por éstas y por todas nuestras intenciones, ROGUEMOS AL SEÑOR...


(B)

Padre, haznos capaces de descubrir el Reino que nos ha dado alcance, tu presencia y tu hacer misericordioso en nosotros y en nuestro mundo.
PADRE, VENGA A NOSOTROS TU REINO

* Para que la violencia y la injusticia de nuestro mundo no nos acobarden ni desalienten. OREMOS...
* Para que sepamos descubrir y valorar todas las capacidades y todos los gestos humanos de amor, de solidaridad y de justicia que dignifican la vida y crean esperanza. OREMOS...
* Para que aprendamos a mirar el mundo con cariño y a implicarnos con valentía en la tarea de transformarlo y hacerlo más humano. OREMOS...
* Para que descubramos que el Reino está en nosotros, en la capacidad y en la posibilidad, que todos tenemos, de amar, perdonar y servir al prójimo. OREMOS...
* Para que seamos capaces de mirarnos a nosotros mismos desde el convencimiento de que tú estás con nosotros amándonos y valorándonos. OREMOS...
* Para que seamos una auténtica comunidad de creyentes que busca y hace realidad "el Reino de Dios y su justicia". OREMOS...

Padre, danos el Espíritu de tu Hijo Jesús, su corazón y sus ojos para mirar y amar todas las cosas desde tu misericordia.

(C)

En tu corazón, Padre, caben todas nuestras inquietudes; acógelas y bendícelas con tu Espíritu.

Brille tu luz sobre nosotros

1. Para que la Iglesia de Jesús practique y anuncie la justicia del evangelio y de la misericordia. Oremos
2. Para que quienes elaboran leyes y los que son responsables de que se cumplan entiendan su trabajo como contribución al bien común y defensa de los intereses de los más débiles. Oremos
3. Para que la justicia de los hombres no cierre el futuro a los delincuentes e infractores de la ley sino que favorezca su rehabilitación. Oremos
4. Para que seamos capaces de denunciar las acciones injustas de gentes sin escrúpulos que producen víctimas inocentes. Oremos
5. Para que todos nosotros que deseamos ir más allá de cualquier cumplimiento legal, sepamos discernir el bien del mal y tratemos a los demás como hermanos y hermanas. Oremos

Señor, que esta oración y la eucaristía transforme nuestro corazón según el corazón de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. AMÉN.

Ofrenda

Gesto.-Una persona presenta una planta joven; otra una regadera pequeña o jarra con agua. La primera levanta la planta y dice:Señor, acogemos tu Palabra llena de sabiduría; riéganos con tu Espíritu para que crezca. La segunda echa agua.


Prefacio...

Bendito seas, Dios, Padre nuestro.
Te has acercado por medio de Jesús
y por El nos has dejado un testamento fecundo
en doctrina y en amor.
Nos invitas a conocerlo
porque es de sabios cumplir tu voluntad.
Nos regalas tu propio Espíritu
para entenderlo y asumirlo con mayor aprecio.
Esta pequeña Comunidad te agradece
los muchos dones con que nos animas.
Todo el Evangelio está repleto de calidad.
Es la alternativa de los sencillos
y de cuantos apuestan por tu Reino.
Un día y otro es para nosotros
un reto de santidad, de conversión.
Padre, bendito seas por esa Palabra de Jesús
que nos penetra hasta el fondo del corazón.
Envueltos en tu cariño y arropados por tu Espíritu,
con los ángeles y con los santos
cantamos tu gloria diciendo:

Santo, Santo, Santo...



Padrenuestro

Envueltos en tu cariño y arropados por tu Espíritu, decimos juntos la oración que Jesús nos enseñó: Padre nuestro...


Despedida

Lo que hemos vivido en la celebración se prolonga ahora en otro ambiente y con otras personas, las que tenemos a nuestro lado a lo largo de la semana... Recibamos para ello la fuerza de lo alto.
Que la bendición de Dios...


Reflexión

LA LEY Y LOS PROFETAS
Señor, Señor Jesús: ¿Qué nos dice Mateo este Domingo? De verdad... ¿Tú viniste a hacer más exigentes la Ley y los Profetas? De verdad... ¿Tú pensabas que se quedaban cortos en su empeño aquellos fariseos: de la Torá pendientes, todo el día? ¿Tú quieres que apliquemos - con más ahínco aún que letrados - cada letra pequeña de todos los mandatos de Moisés? Letrados, fariseos... quedaron como malos de la historia: pero eran gente entera en un mundo cruel y descreído. Yo sé que no les llego a la suela siquiera del zapato en cuanto a su pasión por ser hombres cabales, rectos, justos. Y si ellos no pudieron llevar a cuestas fardos tan pesados... ¿Pretendes que yo, solo, vaya a cargar el doble de tal peso?
¿Cargar tú solo? Calla. ¡Nunca solo! - me dices al oído, Jesús mío.
¡Bien sé que no es posible, para nadie, cumplir los mandamientos de mi Padre! ¿Acaso crees que puedes "no matar"?. Si te empeñas a fondo, tal vez logres no asesinar a nadie con tus manos. Más matas a lo lejos, sin saberlo, con obras y omisiones, cada día. Si quieres, de verdad, cumplir la Ley habrás de ir más arriba: lánzate a amar al prójimo que encuentres a tu paso, como amas al dinero, o a un hijo nacido de tu sangre. Pero ¡Espera! No he dicho hacerlo solo: ¡Ven conmigo!

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WebJCP | Abril 2007