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MISIONEROS EN CAMINO: Los pobres: protagonistas de su historia
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miércoles, 19 de enero de 2011

Los pobres: protagonistas de su historia



Si todavía vas a misa los domingos, con casi seguridad te encontrarás uno o más pobres pidiendo en la puerta de la iglesia. Normalmente son los mismos. A cada uno le ha costado encontrar su “lugar de trabajo”. Y estarás acostumbrado a dar unas monedas todas las semanas al mismo pobre.

Si por casualidad un domingo aparece un “pobre nuevo” en el lugar del que siempre ayudas, sentirás un poco de recelo. Nos hemos acostumbrado a tener “nuestro pobre” y nos cuesta que de repente nos lo cambien.

Lo anterior no está mal. Es una forma de ser solidarios con alguien que lo necesita. Pero es una visión limitada que necesita ser ampliada.

El tener a “mi pobre” al que ayudo me puede servir para tranquilizar mi conciencia. Con frecuencia “mi pobre” es más un “objeto” al que ayudo que una persona… ¡Por favor, que no intente contarme su vida, que ya todos tenemos bastantes problemas! Toma unas monedas y no pretendas que yo cargue sobre mi conciencia la historia de tu vida.

Para los misioneros “el pobre” no es, principalmente, el que está a las puertas de la iglesia o va a la cola de Cáritas. El pobre se identifica con la mayoría de las personas que se encuentra día a día en las ciudades, en los barrios, en las comunidades rurales.

En muchos casos personas que no piden. Son personas que luchan cada día para sobrevivir, para sacar adelante una familia, mujeres que trabajan para otros por unas monedas, niños que trabajan de forma inhumana para llevar algo a su casa cada noche y si no lo hacen reciben una buena paliza.

No puedes tener “tus pobres”, porque la lista incluiría a demasiadas personas y sentirías la incapacidad de llegar a todos.

Podrás ayudar a unos pocos, pero la inmensa mayoría quedan fuera de tu ayuda y sus rostros te vendrían continuamente a la cabeza… son todos los que quedaron fuera de un sistema de caridad asistencialista que da pan para hoy, pero mañana no podrá hacer nada frente al hambre.

Hace años que los misioneros lo intentamos, pero sigue siendo una asignatura pendiente: cambiar nuestra forma de ver al “pobre” y desde ahí modificar nuestra forma de ser solidarios con ellos.

En situaciones extremas el pobre debe ser objeto de nuestra ayuda puntual. Pero ante todo el pobre es “una persona” llamada a ser y crecer. Forma parte del corazón del mensaje de Jesús. Es importante tener en cuenta las circunstancias donde la persona del pobre está llamada a realizarse.

Como persona, el pobre es un sujeto con capacidad de transformar el ambiente social donde vive, sus propias circunstancias, y en caso de no poder superarlas buscar la forma de asumirlas de forma activa y lo más digna posible. Debemos darle “herramientas” para modificar su realidad.

Lo que decimos del pobre como persona, vale para los pueblos pobres. Están llamados a ser sujetos creadores de su propia historia. Por eso la misión no puede quedarse en un mero asistencialismo.

La misión debe ser sensible al hambre y sed de justicia social de las personas y de los pueblos. Y ayudarles a descubrir que detrás de ese hambre y sed está la voluntad de Dios de que todos los hombres y mujeres, todos sus hijos, puedan vivir con la dignidad de ser seres humanos.

Jesús nos enseñó que como Iglesia, animada por el espíritu de la misión, tenemos la tarea de salir a los caminos para invitar a los excluidos al banquete del Reino. Eso implica una real y fraterna solidaridad.

No nos conformemos con un par de monedas el domingo.

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WebJCP | Abril 2007