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Navidad es sin duda la fiesta más universal. Todos la celebran de alguna manera. Aunque hay quien la teme o ignora, e incluso quien la aborrece. Ciertamente son muchos los factores que la han convertido en una ocasión para el consumo, los regalos, la diversión, etc., sobresaliendo la secularización de la sociedad y la desintegración de la vida familiar. Algunos se preguntan incluso qué hay que festejar.
Sin embargo, son muchísimas las personas y las familias que encuentran motivos para celebrar la Navidad en coherencia con su significado auténtico, pese al paro imparable, la escalada de los precios y la crisis que paraliza empresas y llena de angustia a muchas personas. Por otra parte, no hay que olvidar tampoco la cultura popular navideña que ha recuperado una riquísima gama de expresiones desde el Ramo leonés hasta las representaciones de La Pastorada.
Hay muchas maneras de celebrar la Navidad. La más coherente con su sentido originario requiere acercarse al Portal de Belén junto a la Cuna del Niño-Dios, adorarlo y acogerlo en el corazón con la ternura de la Virgen María, el asombro de San José o la generosidad de los pastores. Esto debe hacerse en la iglesia con la comunidad cristiana, porque sin la Eucaristía falta algo esencial a la Navidad, pero puede vivirse también en el hogar, en la residencia o con el grupo de amigos.
Muchos padres quieren presentar a sus hijos esta fiesta de manera atractiva, para que sea alegre y entretenida sin que por eso deje de ser cristiana. Hay una primera diligencia imprescindible. Consiste en informarse mirando la escena del Nacimiento y dejando que brote en nuestro interior la emoción del asombro y de la gratitud. Así se llega de verdad a la alegría, aunque esto suponga a los mayores sentirse niños durante un momento. Ya lo dijo Jesucristo: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”.
Por supuesto, Navidad es también la fiesta de la caridad y del compartir. No según la caricatura de la película Plácido de Berlanga, sino con la sencillez y generosidad que no buscan ostentación sino eficacia. Oportunidad e instituciones no faltan en León. Ahí están Caritas con su campaña navideña, la Asociación Leonesa de Caridad y otras entidades dispuestas a que nadie se quede sin comer o sin calor en este frío invierno. El Estudio de la pobreza y la exclusión social en León y su provincia en 2010, dado a conocer la semana pasada, ha sido un fuerte aldabonazo. Los datos están en la prensa. Aquí no se trata de transeúntes o de personas sin techo sino de familias enteras y de mujeres y ancianos en situación de pobreza, y de jóvenes sin trabajo. ¿Cómo será la situación el año que viene cuando se recorten las pensiones, se elimine el subsidio para los parados de larga duración y se sigan cerrando o ajustando empresas?
Jesucristo nació en un establo porque no hubo lugar para él en el albergue. ¿Quién no se ha conmovido con el nacimiento de la niña en la patera? Actuemos en consecuencia. La mejor felicitación navideña que podemos desearnos se llama caridad social.
+ Julián, Obispo de León
Sin embargo, son muchísimas las personas y las familias que encuentran motivos para celebrar la Navidad en coherencia con su significado auténtico, pese al paro imparable, la escalada de los precios y la crisis que paraliza empresas y llena de angustia a muchas personas. Por otra parte, no hay que olvidar tampoco la cultura popular navideña que ha recuperado una riquísima gama de expresiones desde el Ramo leonés hasta las representaciones de La Pastorada.
Hay muchas maneras de celebrar la Navidad. La más coherente con su sentido originario requiere acercarse al Portal de Belén junto a la Cuna del Niño-Dios, adorarlo y acogerlo en el corazón con la ternura de la Virgen María, el asombro de San José o la generosidad de los pastores. Esto debe hacerse en la iglesia con la comunidad cristiana, porque sin la Eucaristía falta algo esencial a la Navidad, pero puede vivirse también en el hogar, en la residencia o con el grupo de amigos.
Muchos padres quieren presentar a sus hijos esta fiesta de manera atractiva, para que sea alegre y entretenida sin que por eso deje de ser cristiana. Hay una primera diligencia imprescindible. Consiste en informarse mirando la escena del Nacimiento y dejando que brote en nuestro interior la emoción del asombro y de la gratitud. Así se llega de verdad a la alegría, aunque esto suponga a los mayores sentirse niños durante un momento. Ya lo dijo Jesucristo: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”.
Por supuesto, Navidad es también la fiesta de la caridad y del compartir. No según la caricatura de la película Plácido de Berlanga, sino con la sencillez y generosidad que no buscan ostentación sino eficacia. Oportunidad e instituciones no faltan en León. Ahí están Caritas con su campaña navideña, la Asociación Leonesa de Caridad y otras entidades dispuestas a que nadie se quede sin comer o sin calor en este frío invierno. El Estudio de la pobreza y la exclusión social en León y su provincia en 2010, dado a conocer la semana pasada, ha sido un fuerte aldabonazo. Los datos están en la prensa. Aquí no se trata de transeúntes o de personas sin techo sino de familias enteras y de mujeres y ancianos en situación de pobreza, y de jóvenes sin trabajo. ¿Cómo será la situación el año que viene cuando se recorten las pensiones, se elimine el subsidio para los parados de larga duración y se sigan cerrando o ajustando empresas?
Jesucristo nació en un establo porque no hubo lugar para él en el albergue. ¿Quién no se ha conmovido con el nacimiento de la niña en la patera? Actuemos en consecuencia. La mejor felicitación navideña que podemos desearnos se llama caridad social.
+ Julián, Obispo de León
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