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MISIONEROS EN CAMINO: XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 21, 5-19) - Ciclo C: El reloj del fin del mundo
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miércoles, 10 de noviembre de 2010

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 21, 5-19) - Ciclo C: El reloj del fin del mundo


Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

En el reloj del fin del mundo que está en Chicago “medianoche” simboliza el fin del mundo.
Este reloj se creó en 1947 después del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki.
Se conoce también como el reloj del Apocalipsis e indica desde 2010, medianoche menos seis minutos, las 23:54 horas.
Quiere recordarnos la posibilidad de una guerra nuclear y los peligros del cambio climático y los riesgos de las nuevas tecnologías…y los grandes peligros que amenazan a la humanidad.
El número de minutos que quedan hasta la medianoche se pone al día periódicamente.
Se adelanta o retrasa unos minutos según las tensiones que se viven en cada momento.
En el reloj del Fin del Mundo quedan sólo seis minutos para la medianoche.
“Eso que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”.
Tengo una mala noticia para ustedes dice Jesús: ese templo que tánto admiráis será totalmente destruido.
Los noticieros son una letanía, más larga que la de los santos, de malas noticias: tornados, huracanes, tifones, volcanes que escupen fuego y cenizas, guerras, hambre…y miles de víctimas.
Y la peor noticia es que yo también, no sé ni cuándo ni cómo, yo tengo un fin, tengo que morir.
¿Han caído ustedes en la cuenta de que cuando hacemos turismo visitamos y admiramos, muchas veces, ruinas?
Si vamos a Jerusalén visitamos y oramos ante el Muro de las Lamentaciones, la única ruina que queda del gran Templo de los judíos.
Los que vienen a Soria visitan las ruinas de Numancia o de Termancia.
Es el ciclo vital de la naturaleza, de las obras humanas y de la vida. Todo pasa. Todo tiene un fin.
Nosotros, aquí en la iglesia, estamos terminando el ciclo litúrgico y la Palabra de Dios nos habla, nos recuerda, que hay un fin del mundo. No sabemos si faltan seis minutos o seis billones de años.
La mala noticia de Jesús, que sonaría a blasfemia a los oídos de sus oyentes, es que el Templo, caja fuerte de Dios y bunker de la religión judía, sería destruido.
El año 70 se cumplió la profecía de Jesús.
El Templo desapareció, la religión centralizada en el Templo divinizado se agotó.
Nació la sinagoga, otra manera de seguir conectados con Dios que no necesita de templos.
A Dios se le adora en espíritu y en verdad.
El autor del Apocalipsis nos dice que en la nueva Jerusalén, la del cielo, “no vi santuario, pues su santuario es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. Y sus puertas jamás se cerrarán de día, ya que allí no habrá noche”. Ap 21, 22.25
Jesús es el hombre de la Buena Noticia.
A la iglesia venimos a escuchar el noticiero de las buenas noticias.
Las buenas noticias que todos queremos oír se resumen siempre en dos frases.
“Es benigno” y “Te quiero”.
No se preocupe. Su tumor “es benigno”, dice el médico.
“Te quiero” le dicen sus padres, su esposo, su novia… Y sonríes, y bailas y abrazas y lloras…
Olvídese del fin del mundo, -que no le engañe el calendario Maya, ni Nostradamus, ni los predicadores visionarios- dice Jesús, ni yo mismo sé cuando ocurrirá.
“Ni un cabello de su cabeza perecerá, con su perseverancia salvará su alma”.
Usted muy pronto se dormirá, el morir cristiano es dormirse en el Señor, pero Yo le despertaré porque sólo mi amor es más fuerte que la muerte. Y como le amo vendrá usted conmigo y vivirá para siempre.
En el principio fue el Big Bang y Dios creó el cielo y la tierra. Y creó el hombre a su imagen y semejanza.
Al final será el definitivo Big Bang y Dios creará unos cielos nuevos y una tierra nueva. No habrá templos ni iglesias ni curas que nos digan lo que tenemos que creer, lo que podemos o no podemos hacer.
Dios lo será todo en todos.
En este descanso, hasta que juguemos el segundo tiempo del partido en la eternidad, alimentemos la fe, perseveremos en la fe y escuchemos el evangelio de la Buena Noticia.
El reloj del fin del mundo dará las doce, medianoche, cuando Dios lo tenga programado.

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WebJCP | Abril 2007