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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones para el I Domingo de Adviento (Mt 24, 37-44) - Ciclo A
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sábado, 27 de noviembre de 2010

Homilías y Reflexiones para el I Domingo de Adviento (Mt 24, 37-44) - Ciclo A


Publicado por Iglesia que Camina

AHORA LE TOCA A LA ESPERANZA

Todos los tiempos son tiempos de fe porque sin fe todo carece de base y fundamento. Todos los tiempos son tiempos de amor y caridad porque sin amor la vida carece de sentido. ¿Y dónde están los tiempos de la esperanza? Cada año comenzamos el Adviento como tiempo de esperanza, pero en realidad le damos poca importancia. Como decía Peguy la esperanza es la “hermana menor”, pero luego añade que es “la hermana preferida de por Dios”.

Sin la fe carecemos de base y sin amor, carecemos de vida; pero sin esperanza carecemos de futuro. Sin esperanza no hay amanecer. Sin esperanza no hay ilusión y nos quedamos todos encerrados en el pasado que ya no existe. Sólo la esperanza es capaz de sacarnos del poco de nuestras desilusiones y fracasos y abrirnos al cambio y a lo nuevo. Sin esperanza la vida es como un camino que tropieza contra un muro sin saber lo que hay al otro lado.

Dios es amor, pero también es esperanza. Vive de la esperanza de un nuevo futuro, un nuevo mundo, un hombre nuevo, por eso el libro del Eclesiástico nos dice: “ No preguntes: ¿Por qué los tiempos pasados fueron mejores que los presentes? Eso no lo pregunta el sabio”. (Ecl 7,10)

Hemos hablado mucho de la fe, ahora le toca a la esperanza, hemos hablado mucho de la caridad, ahora la toca a la esperanza. Nos han hablado mucho de la fe, ahora le toca el turno a la esperanza. Nos han hablado mucho de la caridad, ahora le toca el turno a la esperanza.

Nuestra vida cristiana tiene necesita del trípode de la fe, la caridad y de la esperanza. Si le falta una de las patas al trípode, el resto se nos viene abajo. La fe sostiene la esperanza, pero la esperanza da futuro a la fe. Sin esperanza somos pasado, es decir, ya no somos.

José Luís Martín Descalzo escribía en el Prólogo a su libro Razones para la esperanza: “Dicen que la gran enfermedad de ese mundo es la falta de fe o la crisis moral que atraviesa. No lo creo. Me temo que en nuestro mundo lo que está agonizando es la esperanza, las ganas de vivir y luchar, el redescubrimiento de las infinitas zonas luminosas que hay en las gentes y en las cosas que nos rodean.”

Por eso es maravilloso que el Ciclo o Año Litúrgico comience siempre con el Adviento como tiempo de Esperanza. Tiempo de espera. De espera del triunfo definitivo de Jesús al final de los tiempos, pero la espera de algo más inmediato que es la venida misma de Jesús en Navidad. Esa es la gran espera de Dios durante siglos. Nosotros celebramos esa espera y esperanza de Dios para convertirla también en esperanza nuestra.

Esperar es saber que hay un futuro distinto. Cuando descubrimos este futuro como cierto y como “realidad positiva, se hace llevadero también el presente”. ¿Reconocemos a la Navidad como algo que esperamos no por los regalos sino porque con ella podemos encontrar la razón de nuestras vidas?”




LAS ALMAS CRECEN DE NOCHE

Bueno, también de día.
Pero a mí me encantan las almas que crecen de noche.
Son la mayoría aunque nadie las cuente.

Almas que crecen en el dolor.
Almas que crecen en la oscuridad del sufrimiento.
Almas que crecen en las dificultades de la vida.
Almas que crecen en silencio de la soledad.
Almas que crecen en el silencio de la indiferencia de los demás.
Almas que crecen en el silencio de las ofensas.
Almas que crecen sin que nadie les dé importancia.
Almas que crecen en el abandono del ser amado.
Almas que crecen en el dolor del hijo que sufre.
Almas que crecen en el dolor de la pobreza.
Almas que crecen cuando no son correspondidas.
Almas que crecen cuando alguien las humilla,
Almas que crecen cuando nadie reconoce su bondad.
Almas que crecen cuando su corazón llora.
Almas que crecen cuando todo lo ven negro.
Almas que crecen cuando todo lo ven imposible.
Almas que crecen cuando sienten el silencio de Dios.
Almas que crecen tienen hambre de amor.
Almas que crecen cuando nadie cree en ellas.
Almas que crecen en el silencio de su corazón.
Almas que crecen en sus días de tristeza.

Son almas que crecen de noche como las flores.
No hacen ruido pero son almas llenas de grandeza.
Almas que no hacen ruido porque la bondad no hace ruido.
Almas que no hacen ruido porque Dios tampoco lo hace.

Dios suele trabajar en el silencio y en la noche.
Como dice Descalzo:
“No gritan. Pero aman. No son ilustres, pero están vivas.
No salen en los periódicos, pero sostienen el mundo.”





LA ESPERANZA Y LA REALIDAD

No se trata de cerrar los ojos a la realidad, se trata de verla de otra manera.

Se trata de ver:
Que el mundo está mal,
pero ver que puede estar mejor.
Que el matrimonio anda mal,
pero ver que podemos vivirlo mejor.
Que los esposos no se entienden,
pero ver que somos capaces de dialogar.
Que los hijos ya están perdiendo la fe,
pero ver que las semillas que sembramos pueden brotar en cualquier momento.
Que sólo existe justicia para el que puede pagarla,
pero ver que algún día puede haber justicia también para los pobres.
Que existe mucho individualismo,
pero ver que algún día nos sentiremos solidarios.
Que existen demasiados hombres y mujeres que viven en esteras,
pero ver que algún día podrán tener una casa digna.
Que existe demasiada infidelidad conyugal,
pero ver que algún día podremos ser fieles a nuestra palabra comprometida.
Que existe demasiada mentira en el mundo,
pero ver que algún día podremos vivir en la verdad.
Que vivimos sin conocernos,
pero ver que algún día todos nos sentiremos hermanos.

No, no es una utopía porque entonces Jesús sería el más utópico.
Él nos enseñará que todo eso es posible
porque Jesús desde su misma cuna hará posible que todo pueda cambiar y ser distinto.

Celebrar la Navidad no es celebrar un simple nacimiento, es celebrar que desde el pesebre de Belén todo puede comenzar a ser diferente. Porque Jesús no se encarnó entre nosotros por simple utopía, aunque sea la utopía de Dios, sino porque Él nos mostrará el camino de lo nuevo.





INVOCACIONES DE LA ESPERANZA

Que en el desaliento,
alumbre la esperanza.
Que en el cansancio,
se encienda la esperanza.
Que en el sufrimiento,
se encienda la esperanza.
Que en la falta de trabajo,
se encienda la esperanza.
Que ante los problemas,
nos ilumine la esperanza.
Que ante las dificultades,
nos ilumine la esperanza.
Que cuando todo lo veamos negro,
nos ilumine la esperanza.
Que ante la muerte,
nos ilumine el camino la esperanza.
Que ante los imposibles,
se encienda un rayo de luz de la esperanza.
Que cuando sientas que no puedes,
la esperanza levante tu espíritu.
Que cuando sientas que ya no hay nada que hacer,
sientas que aún queda la esperanza.
Que cuando todo lo veas perdido,
sientas que aún queda la esperanza.
Que cuando lo pierdas todo,
aun te queda la esperanza.
Que cuando te digan que no hay nada que hacer,
aún no ha dicho su palabra la esperanza.
Que cuando te digan que es inútil luchar,
enciendas la luz de la esperanza.
Que cuando te digan que pierdes el tiempo,
que se encienda en ti la esperanza.

Hasta el refrán lo dice:
“Cuando lo pierdas todo, que no pierdas la esperanza.”
Porque sólo la esperanza nos dará ánimos para luchar.
Porque sólo la esperanza nos hará fuertes ante los imposibles.
Porque sólo la esperanza nos hará ver luz en la oscuridad.
Dios esperó siglos para encarnarse y no se cansó de esperar.
Por eso Dios no es solo amor, es también esperanza.





¡¡¡VEN, SEÑOR JESÚS!!!

Es el grito del Adviento y es el grito de las almas que esperan.
Es el grito de los que se han decepcionado de la vida y esperan un rayo de luz que les anuncie un amanecer.
Es el grito de cuantos sienten el vacío de Dios, pero en el fondo secreto de sus almas lo necesitan.
Es el grito de tantos hombres y mujeres que esperan que el mundo pueda cambiar su suerte.
Es el grito de cuantos desean la paz en las familias, en la sociedad y en el mundo.
Es el grito de cuantos desean un mundo más humano y menos injusto.
Es el grito de cuantos desean un hogar con más calor humano.
Es el grito de tantos hijos que ni siquiera conocen a sus padres.

Es el grito de tantos que viven esclavos de sí mismos y buscan la libertad que se les escapa de las manos. “Quiero y no puedo”.
Es el grito de los hombres que esperan al Mesías prometido durante siglos.
Es el grito de Dios que les dice a los hombres que ya es el tiempo de su llegada.
Es el grito de cuantos tenemos fe y lo esperamos en Navidad.
Es del grito de cuantos esperan al Mesías y solo reciben paquetes de regalos.
Es el grito de cuantos quieren vivir sin Dios, pero no pueden vivir sin Él.
Es el grito de cuantos decimos creer en Él, pero vivimos como si no existiese.
Es el grito de cuantos estamos bautizados, pero vivimos como paganos.
Es el grito de cuantos a pesar de todo seguimos creyendo que Él es la respuesta que necesitamos.

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WebJCP | Abril 2007