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martes, 12 de octubre de 2010

Libertad para escuchar y responder


Por J. Altavista
Publicado por Antena Misionera Blog

Por fin leo una buena noticia. Tanto un informe de Oxfam como otro de la FAO coinciden en que el año número de hambrientos ha disminuido el año pasado.

No es que haya sido una reducción espectacular. Si a principios de 2009 había en el mundo 1.020 millones de hambrientos, al terminar el año eran 98 millones menos. Casi un 10% que no está mal.

Ambos informes coinciden en que esa disminución no se debe a las ayudas de los países ricos, tantas veces prometidas y que casi nunca llegan, ni a decisiones políticas o cambios en las reglas del comercio mundial, sino a una disminución en el precio de los alimentos.

Andaba yo disfrutando la alegría de esa noticia, cuando me cae encima un jarro de agua fría.

Escucho en la televisión que en los últimos meses el precio del trigo se ha duplicado o triplicado. Los incendios del verano pasado en Rusia han destruido gran parte de su cosecha. Rusia ha cerrado la exportación de grano. Quienes tenían trigo almacenado lo guardan esperando el mejor momento para “especular” con él.

Una de las consecuencias más inmediatas será el aumento del número de hambrientos y alcanzaremos cifras nunca conocidas.

La vida de muchos millones de personas depende de un puñado de trigo o de arroz. Poco podemos esperar de las políticas de ayuda, del sistema comercial o de los altibajos en la producción agrícola.

La solución pasa por un compromiso ético que nos afecta a todos y a cada uno.

Hace unos domingos se leía en la eucaristía la frase de Jesús: “No podéis servir a dos señores, no podéis servir a Dios y al dinero”.

Comentando la expresión de Jesús escribía José Antonio Pagola: “Hay algo que los cristianos olvidamos con excesiva facilidad. Ser cristiano exige cambiar radicalmente nuestros criterios de actuación y encauzar nuestra vida por caminos completamente diferentes a los que nos ofrece la sociedad actual”.

Y añadía: “En concreto, el que toma en serio a Jesús, sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de poseer ilimitadamente siempre más y más, sino que debe aprender a compartir y solidarizarse con los más necesitados. Al hombre que vive dominado por el interés económico, aunque viva una vida piadosa y recta, le falta algo esencial para ser cristiano: romper la servidumbre del «poseer» que le quita libertad para escuchar y responder a las necesidades de los más pobres”.

Sin duda que para hacer que nuestro mundo sea más humano, que cada día mueran menos personas de forma injusta y antes de tiempo, son necesarios cambios económicos y políticos importantes, son imprescindibles nuevas respuestas técnicas, es urgente un nuevo orden internacional.

Pero la complejidad del problema no excluye nuestra responsabilidad personal y familiar, nuestra responsabilidad como comunidades cristianas.

Nos hemos convertido en esclavos de un nivel de vida basado en el poseer y eso ha ahogado nuestra libertad para escuchar y responder a las necesidades de los más pobres. Nos vamos encerrando en nuestro pequeño mundo y nos hacemos insolidarios.

Si recuperásemos esa libertad de escuchar y responder, no sólo aportaríamos unos cuantos granos a la solución del problema del hambre, sino que crecería nuestra capacidad de diálogo personal, familiar y social. Y de rebote hasta seríamos más felices.

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WebJCP | Abril 2007