4 de Octubre: Fiesta de San Francisco de Asís
Bendice la ciudad de Asís mientras es llevado a la Porciúncula
El bienaventurado Francisco permanecía todavía en el mismo palacio; pero, viendo que su mal empeoraba de día en día, hizo que le llevasen en camilla a la iglesia de Santa María de la Porciúncula, pues no podía ir a caballo, ya que se había agravado su enfermedad.
Al pasar junto al hospital, pidió a los que lo llevaban que dejaran la camilla en el suelo; y como, a consecuencia de la gravísima y larga enfermedad de los ojos, apenas podía ver, pidió que le giraran la camilla de suerte que quedara con el rostro vuelto a la ciudad de Asís. Enderezándose un poco, bendijo la ciudad, diciendo: «Señor, creo que esta ciudad fue en tiempos antiguos morada y refugio de hombres malos e injustos, mal vistos en todas estas provincias; pero veo que, por tu misericordia sobreabundante, cuando tú has querido, le has manifestado las riquezas de tu amor, para que ella sea estancia y habitación de quienes te conozcan, den gloria a tu nombre y difundan en todo el pueblo cristiano el perfume de una vida pura, de una doctrina ortodoxa y de una buena reputación. Te pido, por tanto, Señor Jesucristo, Padre de las misericordias, que no tengas en cuenta nuestra ingratitud, sino que recuerdes siempre la abundante misericordia que has mostrado en esta ciudad, para que ella sea siempre morada y estancia de quienes te conozcan y glorifiquen tu nombre bendito y glorioso en los siglos de los siglos. Amén». Acabada esta plegaria, le llevaron a Santa María de la Porciúncula.
(LP 5).
Y allí, en el mismo lugar donde había comenzado, Francisco volvió al Padre. Ya compartimos ayer el Tránsito, la escena de su paso al Cielo. Hoy, no nos queda sino celebrar, con gozo, que el Señor nos concediera el Don de Francisco, su Presencia, su Testimonio, su Amor incondicional a Jesús Crucificado, su entrega fraternal a sus hermanos y a la Creación, que consideraba, simple y llanamente, hermana.
Dar Gracias a Dios por el Don de un hombre que iluminó el mundo dándonos a conocer lo profundo de la vida divina, conocimiento adquirido no en la Teología sino en la experiencia, en el Encuentro con quien se da a quienes lo buscan.
Me uno a la Acción de Gracias de un hermano:
Gracias, Padre, por el Don de Francisco.
Pace Bene.
Por Miguel Blanes Coll
El bienaventurado Francisco permanecía todavía en el mismo palacio; pero, viendo que su mal empeoraba de día en día, hizo que le llevasen en camilla a la iglesia de Santa María de la Porciúncula, pues no podía ir a caballo, ya que se había agravado su enfermedad.
Al pasar junto al hospital, pidió a los que lo llevaban que dejaran la camilla en el suelo; y como, a consecuencia de la gravísima y larga enfermedad de los ojos, apenas podía ver, pidió que le giraran la camilla de suerte que quedara con el rostro vuelto a la ciudad de Asís. Enderezándose un poco, bendijo la ciudad, diciendo: «Señor, creo que esta ciudad fue en tiempos antiguos morada y refugio de hombres malos e injustos, mal vistos en todas estas provincias; pero veo que, por tu misericordia sobreabundante, cuando tú has querido, le has manifestado las riquezas de tu amor, para que ella sea estancia y habitación de quienes te conozcan, den gloria a tu nombre y difundan en todo el pueblo cristiano el perfume de una vida pura, de una doctrina ortodoxa y de una buena reputación. Te pido, por tanto, Señor Jesucristo, Padre de las misericordias, que no tengas en cuenta nuestra ingratitud, sino que recuerdes siempre la abundante misericordia que has mostrado en esta ciudad, para que ella sea siempre morada y estancia de quienes te conozcan y glorifiquen tu nombre bendito y glorioso en los siglos de los siglos. Amén». Acabada esta plegaria, le llevaron a Santa María de la Porciúncula.
(LP 5).
Y allí, en el mismo lugar donde había comenzado, Francisco volvió al Padre. Ya compartimos ayer el Tránsito, la escena de su paso al Cielo. Hoy, no nos queda sino celebrar, con gozo, que el Señor nos concediera el Don de Francisco, su Presencia, su Testimonio, su Amor incondicional a Jesús Crucificado, su entrega fraternal a sus hermanos y a la Creación, que consideraba, simple y llanamente, hermana.
Dar Gracias a Dios por el Don de un hombre que iluminó el mundo dándonos a conocer lo profundo de la vida divina, conocimiento adquirido no en la Teología sino en la experiencia, en el Encuentro con quien se da a quienes lo buscan.
Me uno a la Acción de Gracias de un hermano:
Gracias, Padre, por el Don de Francisco.
Pace Bene.
Por Miguel Blanes Coll
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