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MISIONEROS EN CAMINO: XXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 13, 22-30) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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viernes, 20 de agosto de 2010

XXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 13, 22-30) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


Publicado por DABAR

La puerta estrecha

En muchas ocasiones usa Jesús ejemplos relativos a la vida cotidiana para ilustrarnos acerca de las enseñanzas del Padre. La mostaza, la levadura, la vid y los sarmientos, la moneda perdida, la oveja extraviada, la herencia derrochada… Cosas todas ellas familiares a los que en aquel tiempo le escuchaban, y que también nos suenan cercanas por mucho tiempo que haya pasado desde entonces.

Me llamó la atención la mención de la puerta estrecha, pensando que se refería a cualquier puerta angosta por la que pueda resultar difícil pasar. Y antes de tener ocasión de preguntar, he tropezado con la explicación de esta mención a una puerta tan curiosa. (Gracias, Pedro).

La puerta estrecha era una puerta abierta en las murallas que rodeaban las ciudades de entonces. Había grandes puertas, una o varias, que llegada la noche o ante la amenaza de enemigos, se cerraban a cal y canto. Pero quedaba la puerta estrecha, camuflada en algún rincón, por la que se podía pasar después de la hora de cierre. Esta puerta siempre accesible tenía sus pegas: no daba para entrar cargado con todas las mercancías y propiedades, había que soltar todo lo no estrictamente necesario. Se pasaba, pero a base de mucho esfuerzo y bastante renuncia. ¿Se acuerdan del joven rico, aquel al que Jesús le dijo que si quería acompañarle tenía que dejar todas sus posesiones? Pues eso mismo.

Los judíos tenían un puñado de normas que, bien cumplidas, garantizaban la salvación. Venían a ser como la puerta grande: si vas en horario y pagas lo que toca, sin más preocupación, entras y puedes quedarte, a cubierto y seguridad. Los que preguntan a Jesús en este pasaje van con segundas intenciones, esperando que les ratifique la idea de que ellos, y sólo ellos irán al cielo. Pero Jesús les sorprende, como siempre, con una respuesta novedosa. Apela a su responsabilidad personal, negando su aspiración de salvarse por cumplimiento y pertenencia a un grupo especial.

Ha pasado mucho tiempo desde los judíos que mareaban a Jesús, pero ciertas actitudes suyas las seguimos repitiendo todavía hoy. Nos sabemos privilegiados, pero no desde un espíritu de agradecimiento y humildad, sino desde la soberbia del que se cree elegido por sus propios méritos. Sabemos que nuestras vidas no se corresponden exactamente con lo que Jesús quiere de nosotros, pero nos quedamos en nuestra tibieza con la convicción de que bastan las buenas intenciones para justificarnos. Y ni se nos ocurre pensar que hay otras maneras de llegar a nuestro destino, otras puertas que al Padre le son mucho más gratas. Mientras nos contemplamos el ombligo en nuestro esplendor de escogidos hay quien, silenciosamente, día a día, va ganándose el derecho de paso con esfuerzo y tesón.

Las puertas estrechas requieren discernimiento para saber qué es lo esencial y qué lo superfluo. Por la puerta grande pasan todos los bultos, por la pequeña hay que seleccionar. En las puertas estrechas hace falta generosidad, porque no se cabe todos a la vez y conviene dejar pasar al que viene más agobiado que nosotros. Y también es necesario ser solidarios, porque será más fácil pasar si aunamos fuerzas para empujar las cargas ajenas que si nos empeñamos cada uno solo con la nuestra.

Jesús habla de primeros y de últimos. Podemos consolarnos pensando que entraremos todos, en el orden que sea. Quizá nos iría mejor si de verdad tuviéramos urgencia de ver al Padre: eso nos haría afanarnos en las cosas importantes (el discernimiento, el amor, la solidaridad) antes que en el cumplir para dormir tranquilos.

A. GONZALO
aurora@dabar.net




DIOS HABLA

ISAÍAS 66,18 21
Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén dice el Señor , como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» dice el Señor .

HEBREOS 12,5 7.11 13
Hermanos: Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos». Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

LUCAS 13,22 30
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él os replicará: “No sé quiénes sois.” Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados”. Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
Estamos casi en los últimos versículos del último capítulo del libro de Isaías. Se atribuyen estos capítulos (cc. 56-66) al llamado Tercer Isaías, el autor de la tercera parte del libro. El pensamiento de esta parte es ligeramente pesimista pero lleva dentro el mismo mensaje de esperanza, optimismo y confianza en Dios, de apertura a un futuro más luminoso que el Segundo Isaías, el autor del Libro de la Consolación (40-55). Cuenta con el gran retorno, una época de libertad, de promesas cumplidas, de renacimiento del Pueblo de Dios. Y esto, no como comunidad humillada y exterminada sino como punto de referencia y salvación para todos los pueblos, porque los guía el Dios único con poder sobre los pueblos todos, pastor de su pueblo, que los lleva sobre sus hombros como a corderillos, ‘porque te aprecio y eres valioso a mis ojos y yo te quiero (4,34).

La experiencia del retorno fue, sin embargo, muy dura; y no todos en el pueblo se mantuvieron tan firmes como era de esperar; y por otra parte las duras diatribas con que el profeta ha ridiculizado a los ídolos (c.46 y otros) nos indican que ejercían alguna atracción sobre los miembros recién retornados y que quedan admirados por la prosperidad de sus vecinos, mientras ellos se debaten en la miseria y la inseguridad. El profeta por ello insiste en la reafirmación de la fe de su pueblo en el Dios único y señor de los pueblos (cfr.Cap.46,9ss). Los argumentos que utiliza para recordar a sus hermanos judíos que sólo el Señor hace el cielo y la tierra, y dirige la historia y nada ni nadie escapa a su poder son puestos en duda ante las dificultades del retorno, la pobreza, la hostilidad y el aparente poder de los dioses paganos y de sus pueblos.

Se ve que más de uno duda de que esta revelación sea tan fuerte, y se sienten tentados por los dioses y las riquezas que les rodean; no acaban de comprender este futuro espléndido, cuando el templo sigue por los suelos y arrecian los enemigos entorno (c.64). Y muchos ya no preguntan, no buscan al Señor (15,1-6).

A todo esto ha de añadirse lo más novedoso; que siendo todo eso y más el Señor, el pueblo ha de comprender que no es sólo para ellos. Es Dios y Señor de todo y de todos. Todo y todos van a invocarlo como pueblo suyo que son. Y esto no les cuadra tampoco a muchos creyentes.

De ahí esta conclusión universalista, salvífica y generosa. Donde a nadie se le dejará fuera de tarea alguna. Incluso de la del sacerdocio.

TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net



SEGUNDA LECTURA
La perícopa presente es de género parenético-exhortativa que, en Hebreos se va alternando ordenadamente con otras secciones de tipo doctrinal.

En el contexto del escrito la exhortación tiene como objeto inmediato el camino de la fe, expuesto en el capítulo anterior. Las alusiones a los aspectos desagradables y duros, tienen mucho que ver con el ambiente cultural del siglo I y de la antigüedad en general, donde la exhortación paterna iba, más a menudo que en la actualidad, unida con la reprensión y el castigo. Son temas que hoy han caído más en desuso. Pero no es malo recordar que, cuando, como aquí, se habla de un castigo o corrección divina es una metáfora y, en todo caso, sólo se puede destacar su aspecto pedagógico y no de represalia. No es, con todo, fácil, aplicar este punto precisamente a la fe. En mi opinión se trata de subrayar que la vida de fe exige la aceptación de algunos puntos duros que pueden remotamente recibir el calificativo de corrección divina, como un posible forma de comprender porqué algo realmente positivo puede resultar costoso. Pero hay otras explicaciones que el texto no toca aquí.

Una salvedad: lo duro, lo ascético, el soportar los sufrimientos y cosas por estilo, cosas todas que, a veces, van unidas con el mensaje y su vivencia, no son ni su centro ni su base más importante, aunque, dada la presente condición humana sean inevitables, como lo fueron para el propio Jesús. Pero en el cristianismo no cabe en absoluto el dolor ni el masoquismo.

Bastante a menudo una presentación pedagógicamente comprensible, pero doctrinalmente equivocada, ha creado en no pocos fieles, sobre todo del pasado, la conciencia en esa línea masoquista de que en el cristianismo "cuanto peor, mejor".

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net

EVANGELIO

1. Observaciones al texto
V.22 De camino hacia Jerusalén. Nuevo recordatorio de un dato importante del evangelio de Lucas desde 9,51.
V.23 ¿Serán pocos los que se salven? La pregunta parte del supuesto de que sólo los judíos se salvan. De acuerdo, además, a la opinión común, la salvación de Israel estaba garantizada de antemano. Puede considerársele hijo del mundo futuro al que habita en Israel, habla la lengua santa y recita mañana y tarde el Chemá (rabino Meir). ¿Pocos o muchos judíos? ¿Todos los judíos o sólo los observantes de la Ley?
La salvación se entendía como la entrada en la región misteriosa del más allá, donde se celebra el banquete del Reino de Dios. De ahí el sentarse a la mesa en el v.29. La puerta de la que se habla en los vs.24-25 es la puerta de acceso a la sala del banquete en el palacio divino.
V.24 Puerta estrecha. Imagen para expresar la dificultad de la tarea. Os digo que muchos: Estos muchos son exclusivamente judíos.
Vs.25 y 27. No sé quiénes sois. Esta traducción tiene un escaso soporte textual. La lectura más y mejor atestiguada es la siguiente: No sé de dónde sois. Desconocimiento y deslegitimación de la procedencia étnica.
V.28 Llanto y rechinar de dientes: expresiones de impotencia y de rabia de los judíos, al verse desgajados y separados dramáticamente de sus personajes más queridos y emblemáticos (Abrahán, Isaac, Jacob, los profetas).
V.29 Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur: los cuatro puntos cardinales. Coordenadas no locales o nacionales, sino universales. Aquí sí se conoce la procedencia, en contraste con el desconocimiento expresado en los vs. 25 y 27.

2. Texto
Pregunta: ¿Serán pocos los que se salven? Respuesta: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Una vez más, y es ya la tercera (10,29-37; 12,41-48), Jesús no está de acuerdo con el planteamiento de la pregunta y, por eso, no acompasa su respuesta a los términos de la misma.
Como en las dos veces anteriores, Jesús responde proponiendo una parábola y haciendo una afirmación final, en la que resume su propio planteamiento del problema. En esta ocasión la afirmación final dice así: Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
A la luz de la parábola previa, los últimos-primeros no son judíos sino gentes venidas de los cuatro puntos cardinales; comparten mesa con los patriarcas y los profetas, que sí son judíos. Los primeros-últimos son los judíos conciudadanos del amo de la casa, de los que éste dice que desconoce su procedencia; quedan excluidos de compartir mesa con los patriarcas y los profetas.
A la actitud pagada de sí misma Jesús opone el esfuerzo en una tarea que no es fácil (esforzaos, puerta estrecha). Éste es el planteamiento de Jesús; su mensaje es el siguiente: nadie es acreedor a la salvación; la salvación es tarea ardua, que requiere esfuerzo y que, por ello, nadie nace con derecho a ella. La salvación es un don y no un derecho. Por ello mismo, los judíos pueden no salvarse.

3. Comprensión actualizante
El texto es un aviso y una invitación al Pueblo de Dios, Israel en tiempos de Jesús, Iglesia en nuestro tiempo.
Aviso: ser miembro del Pueblo de Dios no da derecho a la salvación. Los miembros del Pueblo de Dios no se hacen más acreedores a la salvación que los que no lo son. Los miembros del Pueblo de Dios pueden no salvarse.
Invitación: Salvarse es tarea ardua y difícil; requiere esfuerzo hoy, mañana y pasado. La salvación está al alcance de todos, pero con esfuerzo. Esto es lo que significa la imagen de la puerta estrecha.
Resumen: Hoy se nos invita, en definitiva, a deponer todo atisbo de actitud autosuficiente y a adoptar la actitud del esfuerzo continuado. No digamos a Dios que somos los más dignos sino que nos haga dignos de Él.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net


NOTAS PARA LA HOMILIA

El Evangelio de hoy nos presenta un interrogante que, lejos de estar resuelto o ser de otro tiempo, tiene total vigencia. En efecto, la pregunta que se hace a Jesús acerca de aquellos que se salvarán, no sólo hace referencia a una cuestión que, de un modo u otro, siempre ha estado presente en el corazón humano, sino también a la forma en que dicha salvación ocurrirá y como derivación, a quiénes afectará.

Así, si bien la cuestión tiñe todo el pasaje, a Jesús le interesa subrayar el cómo de la misma. Por eso la pregunta preocupada de sus interlocutores judíos, recibe de su parte una doble advertencia. Por un lado, que la salvación no responde a mecanismos de retribución, es decir, a que como don del Amor de Dios no responde a la lógica del mérito calculado de los hombres. Por otro, que la misma no queda circunscripta a un sentido de pertenencia o cumplimiento formal, exterior, por caso, a ser miembros del pueblo de Israel o si se quiere, de la Iglesia.

La salvación tal cual Jesús la entiende, como regalo de Dios, acontece, es ofrecida, desde la libertad absoluta del Amor de Aquel, por lo tanto, más allá de todas nuestras imposiciones o condicionalidades al mismo Dios. De ahí su insistencia, no en el rigorismo estrecho, agobiante, y en definitiva, estéril y superficial de los fariseos de ayer y siempre, sino en la radicalidad de una existencia nueva, orientada a lo que únicamente cuenta: Dios y los hombres en tanto hermanos.

Por eso el planteamiento salvífico de Jesús, al poner nuestro sistema de creencias -el por qué actuamos o dejamos de actuar y bajo qué motivaciones lo hacemos- en la línea de un nuevo modo de relación, trastoca aquel malsano sentido de salvación afincado en la exclusividad y el derecho de unos pocos: los mejores, los cumplidores, los de siempre…

Este sentido, tan fariseo, pero hoy también tan de Iglesia vieja, arcaica, obsoleta en sus fondo y formas, es el que pregunta por cuántos se salvan. Un cuántos más dramático y egoísta si tenemos en cuenta que se expresa desde el “pocos”, es decir, desde el rigorismo más exclusivista, por tanto, excluyente.

Contra esta idea avanza Jesús, y sobre ello nos interroga. El Reino, no es un privilegio que se adquiere a partir de privilegios o etiquetas; es un don del que gozan los que luchan por él, sean creyentes o no. Está abierto a todos. Creerse en posesión de él, como de la verdad absoluta siempre ha creído estarlo un cierto sentido de Iglesia poco eclesial, pensar en que se tiene la exclusividad marginando a otros… es vivir no sólo desorientados, sino fuera de la dinámica del Reino que ya está presente, fuera de la Buena Nueva de Jesús.

Aunque parezca una frase hecha, hay que decirla: ¡No son todos los que están, ni están todos los que son!

SERGIO LOPEZ
sergio@dabar.net




PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos
(Lc 13,30)

Sugerencias, preguntas, cuestiones
-Revisar nuestro enfoque de las "correcciones divinas".
-Revisar desde nuestro corazón contemplativo, nuestra ‘mirada’ a las personas, al mundo, fijándonos si está abierta a esa mirada divina abierta, universal ‘vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios’.
-Considerar el ‘petate’ con el que cargamos y que nos dificulta, incluso nos impide pesar por la puerta estrecha…¿podremos aligerarlo?. Seguro.


PARA LA ORACION

Dios, Padre nuestro, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tu voluntad y la esperanza en tus promesas para que, en medio de las dificultades de la vida, se mantenga siempre firme en la confianza en Ti y en la verdadera alegría.
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Dios Padre nuestro, por medio de Jesucristo el Señor nos ha constituido a todos en hijos tuyos; por este pan y este vino que te presentamos te rogamos que nos ayudes a vivir como tales, viendo y tratando a todos los hombres como hermanos.
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Realmente es justo y necesario darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, pues tú exaltas a los humildes y encumbras a los marginados, perdonas a los que se reconocen pecadores y salvas a los que confían en ti.
En cambio rechazas a los engreídos, a los que te exigen intereses, a los que pretenden comprarte con unos ritos y unas oraciones en las que buscan más su tranquilidad que tu voluntad.
Por eso, porque nos anuncias que muchos últimos serán primeros y que muchos primeros quedarán los últimos, elevamos nuestras voces hacia ti con esta proclamación de tu gloria y tu honor.
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Te pedimos, Padre, que lleves en nosotros a su plenitud la obra salvadora de tu amor; concédenos vivir como verdaderos creyentes y mantennos siempre firmes en la fe, de forma que en todo sepamos agradarte.



LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Hermanos, nos hemos reunido aquí en respuesta a la llamada de Jesucristo, que nos convoca para celebrar el día del Señor, el día en que recordamos y celebramos su resurrección, su triunfo sobre el mal, el pecado y la muerte.

Por eso nuestra celebración es una fiesta, la fiesta de la vida que Dios nuestro Padre nos da por mediación de su Hijo Jesucristo; una fiesta y una vida que no están reservadas sólo para unos pocos privilegiados sino que están destinadas a todos los hombres. Por eso nosotros, que tenemos la suerte de estar aquí reunidos, hemos de ser conscientes de que Dios cuenta con nosotros para que seamos sus mensajeros, para que nos sintamos sus enviados a todo el mundo para anunciar su Evangelio, su Buena Noticia a todos los hombres.

Alegres por saber que el Señor cuenta con nosotros y espera de nuestra cooperación para que su Reino se haga cada día más presente entre nosotros, comenzamos la celebración de la Eucaristía.

SALUDO
El Dios Padre de toda esperanza, que por la acción del Espíritu Santo nos colma con su alegría y con su paz, permanezca siempre con todos vosotros.

ACTO PENITENCIAL
-Tú que eres la plenitud de la verdad y de la vida. Señor, ten piedad
-Tú que no has venido a condenar sino a perdonar. Cristo, ten piedad
-Tú que te has hecho pobre para enriquecernos. Señor, ten piedad

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Por medio del profeta Isaías, Dios anuncia el retorno universal de todos los hombres: todos son sus hijos, y a todos los espera con amor; los pueblos se ir n acercando a la libertad, a la justicia y a la paz, y ese ser el camino para el reencuentro con el Padre.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 116)
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
El autor de la carta a los Hebreos nos recuerda que Dios siempre se comporta con los hombres como un Padre amoroso; los reveses, las contrariedades y las dificultades de la vida no pueden ser motivo para que surjan dudas y recelos en el corazón del hombre sobre el amor de Dios.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
La verdadera preocupación del hombre no debe ser la de satisfacer la curiosidad sobre el número de los que se salvarán, sino preocuparse de buscar el Reino de Dios y su justicia, confiar en el amor del Padre e interesarse por las necesidades de los hermanos; lo demás se nos dará por añadidura.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, inspirados por el Espíritu, por mediación de Jesucristo, diciendo: Señor, escucha y ten piedad.
-Concede, Señor, a tu Iglesia fidelidad para anunciar la Buena Noticia a todos los hombres hasta el final de los tiempos. Oremos.
-Concede, Señor, a los catequistas, la luz necesaria para que transmitan fielmente tu mensaje. Oremos.
-Concede, Señor, a los necesitados tu esperanza y nuestra ayuda fraternal. Oremos.
-Concede, Señor, a todos los pueblos una convivencia justa y pacífica. Oremos.
-Concede, Señor, a esta comunidad (parroquial) ser la última en privilegios y la primera en el servicio al prójimo. Oremos.
Oración: Escucha, Padre, las oraciones de tu pueblo y concédenos todo aquello que nos ayude a ser verdaderos testigos tuyos en el mundo. Por Jesucristo.



CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Dios nos convoca (disco “16 Cantos para la Misa”); Cristo es el camino (disco “Dios es amor”); Somos un pueblo que camina (1CLN-719).
Salmo. LdS; el Aleluya (del reciente disco de Erdozáin “12 Cantos religiosos y litúrgicos para el siblo XXI”; a veces conviene utilizar el aleluya como estribillo del Salmo); Laudate omnes gentes (Taizé).
Ofertorio. Te presentamos el vino y el pan (1CLN-H 3); el canto de Alfonso García (2CLN-H 8).
Santo. De Gabaráin; o el de G. Arrondo (el más popular).
Aclamación al embolismo. 1CLN-M 3.
Comunión. Cerca está el Señor (1CLN-731). Pange lingua; Cerca de ti, Señor.
Final. Gracias quiero darte (Vaso nuevo, de Verde, disco “Vaso Nuevo”).



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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WebJCP | Abril 2007