LUGAR DE ENCUENTRO DE LOS MISIONEROS DE TODO EL MUNDO
MISIONEROS EN CAMINO: Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14, 1.7-14) - Ciclo C
NO DEJES DE VISITAR
www.caminomisionero.blogspot.com
El blog donde encontrarás abundante material para orar y meditar sobre la liturgia del Domingo. Reflexiones teológicas y filosóficas. Videos y música para meditar. Artículos y pensamientos de los grandes guías de nuestra Iglesia y Noticias sobre todo lo que acontece en toda la vida eclesial
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

jueves, 26 de agosto de 2010

Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14, 1.7-14) - Ciclo C



Monición de entrada

(A)
Celebramos la Eucaristía como "acción de gracias" al Señor. Para muchos es el recuerdo semanal que tenemos para Dios nuestro Padre. Y en la celebración de hoy vamos a escuchar un mensaje de la Palabra de Dios que nos invita a practicar una virtud que está un tanto olvidada en nuestras costumbres: es la virtud de la humildad.
Solamente quien es humilde es capaz de reconocer la necesidad que tenemos de Dios y de los demás.

(B)
Bienvenidos a este encuentro de fe.

Hermanos: el Señor hoy nos dirá: “¡Dichoso tú si no pueden pagarte!”. El lenguaje de la gratuidad nos resulta extraño y, en cierta manera, incomprensible. Estamos olvidando lo que es vivir gratuitamente y no acertamos ya ni a dar ni a darnos. Hemos construido una sociedad donde predomina el intercambio, el provecho y el interés. Casi nada es gratuito. Sin embargo, los momentos más intensos y culminantes de nuestra vida son los que sabemos vivir en la gratuidad.

El camino de la gratuidad es duro y supone ir a contracorriente. Sólo es posible cuando uno mismo se sabe regalo inmerecido del amor de Dios y cree que, en definitiva, en la vida el que pierde gana. Ésta es la lógica del Reino; ésta es la lógica de la nueva comunidad de Jesús. Queremos aprovechar este encuentro de la comunidad con el Señor para pedirle que nos cambie el corazón, que nos enseñe a VIVIR EN GRATUIDAD.

Ahora, con el corazón despierto, damos comienzo a nuestra celebración.

(C)

Queridos amigos, con frecuencia comenzamos nuestra celebración tomando conciencia de que nos reunimos en torno a la mesa que Dios nuestro Padre nos prepara para que aprendamos a vivir en fraternidad.
Hoy, además, Jesús quiere que nos demos cuenta de que esta mesa no es como las demás, que debe tener algo muy especial, muy diferente de cualquier otra mesa en torno a la cual se reúnan los hombre: aquí, los primeros invitados, los llamados a ocupar, los puestos preferentes no son las autoridades sino los pobres, los desgraciados, los que no cuentan, los que no son nada en la sociedad. Ellos deben ser los primeros entre nosotros; de lo contrario quizá debamos plantearnos si seguir con la celebración o dejarla para mejor ocasión.
A Jesús, como veremos en el Evangelio de hoy, le produjo una desagradable sensación descubrir que, en un convite, los invita- dos buscaban los primeros puestos. Y les propuso una parábola para que aprendiesen lo que es de verdad importante. ¿Hemos aprendido ya esa lección de que los últimos serán los primeros, y los que se ponen los primeros acabarán los últimos?

(D)

Jesús nos habla en el Evangelio de su experiencia en un banquete al que ha sido invitado. Todos querían ocupar los primeros puestos. Un hecho que sigue siendo tan real como actual. En nuestra sociedad se da un desfase entre el deseo de ocupar cargos importantes y el poco interés por cumplir los servicios que el cargo exige. Muchos apetecen y buscan los mejores puestos, pero los buscan como una recompensa no como un servicio a la sociedad.
Jesús nos invita a participar en una sociedad distinta donde lo que se valora no es el ocupar un cargo importante, sino prestar un servicio a la comunidad. En el Reino de Dios, los últimos serán los primeros. Jesús nos invita a competir en el amor y entrega a los demás. Los cristianos tenemos que esforzarnos para que haya sitio para todos. Vamos a recibir la fuerza de Jesús y de su Espíritu de amor para ponernos a la cola de los que quieren hacer algo por los demás.

Saludo del Sacerdote

El Señor Jesús que hace presente en el mundo el amor, la misericordia y la justicia de Dios nuestro Padre, esté con todos vosotros...

Acto Penitencial

(A)

Reconozcamos ahora, en silencio, nuestra debilidad, y pidámosle a Dios perdón por nuestros pecados. (Silencio).

- Tú que amas a los pobres. Señor, ten piedad...
- Tú que fortaleces a los débiles. Cristo, ten piedad...
- Tú que eres nuestra vida. Señor, ten piedad...

(B)

Tú nos amas a todos, pero sientes debilidad por los pobres y los pequeños porque están más capacitados para conocerte. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú no te has encarnado en un hombre poderoso e importante sino en un humilde carpintero que murió como un maldito. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú sigues confiando en nosotros y respetándonos totalmente, a pesar de nuestras traiciones e infidelidades. SEÑOR, TEN PIEDAD...

(C)

Como en nuestra vida de cada día no siempre buscamos el servicio, sino que a veces lo que intentamos es figurar o crecer a costa de los demás, vamos ahora a pedir el perdón de Dios y de los hermanos.

Por nuestra falta de respeto a los demás, dejándoles de lado... Señor, ten piedad...
Por nuestro deseo de subir en la vida, aunque sea a costa de los demás... Cristo, ten piedad...
Por intentar ocupar puestos, y olvidarnos de prestar un servicio a la comunidad... Señor, ten piedad...

(D)

Solamente quien es humilde es capaz de reconocer la necesidad de ser perdonado y de perdonar. En un momento de silencio, pedimos perdón al Señor, a la vez que perdonamos a quien nos haya hecho algún mal.

Porque vivimos nuestro cristianismo con una serie de ritos que no nos comprometen con los más débiles. Señor, ten piedad.
Porque nos creemos seguros, autosuficientes, mejores que los demás. Cristo, ten piedad.
Porque vivimos el cristianismo como una carga, como una doctrina, sin acoger la esperanza que viene de Dios. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos acompañe hasta la vida eterna.


Gloria

A Dios que es Padre misericordioso, le damos gracias por su gran amor...


Escuchamos la Palabra

Monición a la lectura

El hombre de corazón sencillo y humilde, que no se deja deslumbrar por las riquezas y los poderes del mundo, es el hombre que mejor conoce la realidad de lo que es la vida y lo que es el hombre, y, por tanto, está en las mejores condiciones para escuchar la palabra de Dios y acoger sus promesas en su corazón.


Monición al Evangelio

Buscar la fama y el prestigio social, relacionarse con unos y no con otros, parecen necesidades instintivas del hombre. Pero Jesús nos va a enseñar que ser cristiano es tener otro estilo en la vida, que hay que volverse radicalmente nuevo, hacerse totalmente diferente a la gran mayoría.


EVANGELIO DIALOGADO (Niños)

Haz favores a quien no te los pueda pagar. Dios te los pagará. (Lc. 14,7-14)

Narrador: En cierta ocasión le invitaron a Jesús a comer en casa de un fariseo muy importante. Y se fijó que los invitados que iban llegando eran también personas importantes. Entonces dijo al que lo había invitado:

Jesús: - Cuando organices una comida, no invites sólo a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos. Porque ellos te invitarán otro día a ti y, así, ya te han pagado.
Por el contrario, cuando des una comida invita a los pobres, a los marginados. Ellos no podrán invitarte a ti, no podrán pagarte, pero Dios será quien te lo pague.

Palabra del Señor


Homilías

En estos tiempos en que se lleva lo grande, lo vistoso, lo espectacular... Y en que lo pequeño pasa inadvertido, tú, Señor nos sigues recordando tu preferencia por lo sencillo...
Ya la primera lectura nos decía, que al humilde lo quieren todos, y sobre todo Dios.
Al humilde lo quiere Dios: "hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios", dice el sabio; y Jesús
concreta: "todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". Si por alguien tiene predilección Dios, es por los débiles, por los últimos, los pequeños.
Al que es humilde y no alardea de sus cualidades o de sus riquezas, todos le quieren; al orgulloso y engreído, o le desprecian o le tienen envidia. Por eso el consejo: "En tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso". Cuanto más grande es una persona en su interior, menos se hace valer y más sencilla es en el trato con los demás; y esto es lo que hace que se tenga más aprecio. Y la humildad nos hace bien sobre todo a nosotros mismos: nos hace conocernos y aceptarnos mejor a nosotros mismos, nos ahorra disgustos y nos proporciona una gran armonía interior. La advertencia no resulta superflua. Todos tenemos la tentación de aparecer, de buscar protagonismo, de ser y tener más que los demás, de modo que los que nos rodean nos admiren o nos envidien.
Jesús vio cómo los invitados se apresuraban a elegir los mejores puestos. ¿Nos estaría viendo a nosotros: que queremos muchas veces salir "en la foto", ser el centro de la conversación, salirnos siempre con la nuestra? ¿Nos estaría viéndonos a nosotros que queremos superar a los demás familiares, a los compañeros de trabajo, a las demás personas que colaboran en la parroquia, como los apóstoles, que discutían quién iba a ser el mayor entre ellos?
El aviso es para toda la Iglesia, y para cada cristiano. Jesús no está enseñando normas de urbanidad, sino una actitud humana y cristiana que para él es básica: la humildad delante de Dios y de los demás. Una actitud que podría parecer totalmente contraria a la conducta que prevalece en este mundo, que parece una feria de vanidades ...
Cuando todos queremos parecer más guapos, más listos, más modernos, más actuales, más, más y más...
tú nos invitas a buscar lo menos, tú valoras lo menor...
En medio de la competitividad en la que vivimos, en la que se nos invita a ser triunfadores, aunque sólo unos pocos consigan serlo, tú nos empujas a ayudarnos unos a otros, a levantarnos y a hacer a los demás sentirse mejor...

Hace algunos años, en las Olimpiadas Especiales de Seattle, nueve participantes, todos con deficiencias mentales o físicas, se alinearon para correr una carrera de 100 metros lisos.
Al sonar la señal, todos salieron, no exactamente a toda velocidad, pero con la voluntad de dar lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar. Todos, con la excepción de un muchacho que tropezó, cayó al piso y comenzó a llorar.
Los otros ocho escucharon el llanto. Disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Entonces, todos ellos se detuvieron y dieron la vuelta.
Una de las muchachas, con Síndrome de Down, se agachó, le dió un beso al muchacho y le dijo: "ESO TE VA A CURAR”.
Y todos los nueve competidores se tomaron de las manos y caminaron juntos hasta la meta.
El estadio entero se puso de pie y los aplausos duraron varios minutos. Y las personas que estaban allí continúan repitiendo esa historia hasta hoy.
¿Por qué?
Porque dentro de nosotros sabemos una cosa: Lo importante en esta vida va más allá de ganar nosotros mismos. Lo importante en esta vida es ayudar a ganar a otros.

Tal vez los atletas tenían "deficientes" mentales. Pero con seguridad no eran deficientes en sensibilidad.¿Por qué? Porque, allá en el fondo, todos sabemos que lo que importa en esta vida es más que ser un ganador solitario.
Lo que importa en esta vida es ayudar a los otros a vencer, aunque esto signifique disminuir el paso y caminar más despacio junto a los demás o cambiar de rumbo.

En este mundo loco que hemos inventado, en el que muchos son los perdedores y unos pocos ganan todas las carreras estéticas, intelectuales, laborales y económicas, tú, Señor, quieres despertar nuestros corazones para que escuchemos al pobre, al caído, al necesitado, al fracasado y al que sufre...
En todo momento, tú, cambias los valores, lo bajo lo conviertes en alto, engrandeces lo pequeño, al último le pones el primero y al primero el último. Seguirte a ti, Señor, es vivir al revés, es ser distinto, es aprender sencillez y humildad...

(B)

Los domingos y las semanas del Tiempo ordinario nos invitan a fijarnos en aspectos básicos de la vida cristiana.
La Palabra de Dios de este año tomada del Evangelio de Lucas, nos va dando domingo tras domingo, lecciones muy concretas para nuestro camino. Hoy, la lección de la humildad y de la generosidad desinteresada. Hablar de humildad y de ser desinteresados no parece un tema muy moderno.
La lección de la sencillez y la humildad nos viene bien a todos, niños, jóvenes y mayores. Jesús nos la presenta con su habitual pedagogía, con ocasión de una comida a la que es invitado.
Ya la primera lectura nos decía, que al humilde lo quieren todos, y sobre todo Dios.
Al humilde lo quiere Dios: "hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios", dice el sabio; y Jesús
concreta: "todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". Si por alguien tiene predilección Dios, es por los débiles, por los últimos, los pequeños.
Al que es humilde y no alardea de sus cualidades o de sus riquezas, todos le quieren; al orgulloso y engreído, o le desprecian o le tienen envidia. Por eso el consejo: "En tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso". Cuanto más grande es una persona en su interior, menos se hace valer y más sencilla es en el trato con los demás; y esto es lo que hace que se tenga más aprecio. Y la humildad nos hace bien sobre todo a nosotros mismos. El ser humildes, o sea, discretos en la ambición y modestos en la autoestima, afecta a la raíz de nuestro ser: nos hace conocernos y aceptarnos mejor a nosotros mismos, nos ahorra disgustos y nos proporciona una gran armonía interior. La advertencia no resulta superflua. Todos tenemos la
tentación de aparecer, de buscar protagonismo, de ser y tener más que los demás, de modo que los que nos rodean nos admiren o nos envidien.
Jesús vio cómo los invitados se apresuraban a elegir los mejores puestos. ¿Nos estaría viendo a nosotros: que queremos muchas veces salir "en la foto", ser el centro de la conversación, salirnos siempre con la nuestra? ¿Nos estaría viéndonos a nosotros que queremos superar a los demás familiares, a los compañeros de trabajo, a las demás personas que colaboran en la parroquia, como los apóstoles, que discutían quién iba a ser el mayor entre ellos?
El aviso es para toda la Iglesia, y para cada cristiano. Jesús no está enseñando normas de urbanidad, sino una actitud humana y cristiana que para él es básica: la humildad delante de Dios y de los demás. Una actitud que podría parecer totalmente contraria a la conducta que prevalece en este mundo, que parece una feria de vanidades...
Y Jesús une a la lección de la humildad la del desinterés cuando invitamos o damos algo a los demás. Tampoco es moderno este tema, porque nuestro mundo está fundado en el "do ut des", "te doy, para que luego tú me des" y a ser posible con intereses.
¿Hay alguien que dé gratuitamente? Pues eso es lo que Jesús invita a hacer.
¡Vaya dos lecciones, a cuál menos popular: la de ser humildes y la de dar gratuitamente, sin esperar recompensa! Hay que reconocer que es difícil asimilar esa bienaventuranza que nos dice hoy Jesús: "Dichoso tú, porque no te pueden pagar'. Ya nos pagará Dios.
Invita a tu mesa a todos los que no puedan corresponderte: Y ahí está nuestra Europa "cristiana", nuestra España "católica", que mira con recelo y con desprecio a todos los que se acercan a nuestras tierras en busca de pan y de trabajo; y bajo las formas más sutiles de legalismo farisaico les devuelve a ese mundo de muerte y de hambre...
El mejor ejemplo de lo que hoy nos dice la liturgia, lo tenemos en Jesús, que no vino a ser servido sino a servir, y que en su cena de despedida se ciñó la toalla y lavó los pies a los discípulos...Y nosotros, que hoy celebramos aquella misma Eucaristía tendríamos que sacar de ella, las fuerzas y el ánimo para vivir en medio del mundo sirviendo como Jesús. Ese es nuestro camino desde el día de nuestro Bautismo.
El bautismo fue cosa de nuestros padres. Vivir como bautizados es cosa nuestra...

(C)

El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

En el evangelio de este domingo Jesús nos quiere enseñar a ser sencillos. Cuenta que Jesús entró a comer en casa de un fariseo principal. Sabemos por el evangelio que a los fariseos les gustaba ocupar los primeros puestos y que les hicieran reverencias por las calles. Allí Jesús también notó que los invitados escogían los primeros puestos. Debió de parecerle mal. Ya sabemos que Jesús actuaba de una manera muy distinta. Él mismo había dicho que había venido al mundo no a ser servido, sino a servir. En la última cena se puso a lavarles los pies a sus discípulos ante las protestas de Pedro, que creía que Jesús se estaba pasando. Sabemos que no hizo alarde de su categoría de Dios. Siempre anduvo por los últimos lugares, desde nacer en una cueva, como los más pobres del mundo, hasta morir en una cruz en las afueras de la ciudad. Nunca toleró que sus discípulos ambicionaran los primeros puestos y proclamó de muchas maneras las preferencias de Dios por los pobres, los humildes, los pequeños y los que más sirven. Ése fue su estilo y así lo enseñó a sus discípulos. Y porque Jesús era así, se le juntaban con gusto los pobres, los pecadores, los despreciados, los niños, los últimos. Nadie le tenía miedo.
No es de extrañar que a Jesús no le gustara aquel día el empeño de los convidados por escoger los primeros puestos. Entonces Jesús puso el ejemplo de una boda en la que uno, por subir de puesto y de categoría, es humillado delante de todos, y asegura que «todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». Jesús no nos estaba explicando sólo una norma de urbanidad. Nos estaba diciendo que es Dios quien humilla al que se enaltece.
Ahora nosotros podemos recordar que la Virgen María nos hablaba también de un Dios que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes y que dispersa a los soberbios de corazón. Y en la primera lectura también encontramos un consejo hermoso: «Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios».
Sin embargo, sabemos que todas estas cosas no se valoran en la sociedad que andamos construyendo. Se valora mucho el sobresalir, el distinguirse, el estar por encima, el ser presidente de lo que sea. Me parece que hasta en la Iglesia de Dios hay demasiadas categorías, escalafones, dignidades y títulos verdaderamente malsonantes. Es que nunca nos ha resultado fácil vivir en humildad. Nos parece que, si nos ponemos entre los últimos, no se nos reconoce en lo que valemos y nos señalarán como unos pobres fracasados. Nunca terminamos de aprender del todo que, en el Reino de Dios, la verdadera grandeza se adquiere en el servicio humilde a los hermanos. Tenemos que hacernos a la idea de que nuestro sitio en la vida no está donde más resplandezcamos, sino donde mejor podamos ayudar y servir a los hermanos.
Jesús decía: «Cuando des un banquete, no invites a tus amigos ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a tus vecinos ricos. Invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú porque no pueden pagarte». Los cristianos, como no buscamos que nos paguen con honores ni con vanidades mundanas, podemos andar cerca de los desgraciados del mundo, que no nos pueden pagar. Cuando hayamos servido a los más pobres, nos pagará el Señor, que paga bien. Nuestro empeño será estar con los últimos, hacernos pequeños, no ser importantes y parecernos a Jesús, manso y humilde de corazón.
(D)

Dichoso tú, porque no pueden pagarte Lc 14,1.7-14
La consolidación de Europa se está llevando a cabo con la afirmación de una conciencia europea en cuyo interior es fácil detectar algunas líneas de fuerza que nos llevarán en una dirección muy alejada del espíritu que animaba a sus primeros impulsores.
Europa se está construyendo desde la decisión unánime de incrementar aceleradamente su desarrollo y su potencial económico para emerger como un gran mercado internacional con pretensiones de beneficiarse de un imperialismo comercial.
Por otra parte, Europa tiene hoy como eje principal de su sistema la promoción de un individualismo hedonista desde el que se busca exclusivamente el disfrute de los propios derechos, mientras se van olvidando las grandes responsabilidades colectivas de la sociedad.
Es patente también un laicismo expansivo y militante que reacciona fuertemente contra las Iglesias cristianas. En nombre del respeto a la libertad religiosa, Dios es silenciado y la dimensión religiosa del hombre queda prácticamente atrofiada.
No es fácil criticar estos vectores de la conciencia europea, pues constituyen hoy la cultura del «progresismo europeo», palabra mágica con la que se puede descalificar a quien ofrezca
alguna resistencia o plantee alternativas diferentes. Y, sin embargo, es cada vez más claro el riesgo de una Europa inhumana.
Una Europa centrada en su propio desarrollo puede convertirse en un peligro no sólo para el Tercer Mundo, sino también para la Europa del Este. Y puede ir generando cada vez más en su propio interior ese Cuarto Mundo de marginados y desempleados, abocado a la desintegración social y humana.
Una Europa promotora de hedonismo materialista tiende a pervertir el contenido mismo de los derechos humanos. Banalizando el valor de la familia y del matrimonio estable, despreciando la vida humana desde una postura cada vez más permisiva frente al aborto y la eutanasia, Europa se está derrotando a sí misma.
Por último, una Europa laicista y agnóstica, olvidada de Dios, puede también olvidar peligrosamente el sentido de la vida y de la muerte. El abandono de Dios la puede privar de la fuerza más importante para generar un estilo de vida lleno de humanidad y esperanza.
Europa está necesitada de un nuevo espíritu y una nueva conciencia que la liberen del egoísmo colectivo y la orienten hacia la solidaridad con los más necesitados.
Para ello, Europa ha de estar más atenta a las víctimas que puede producir y está ya produciendo, y ha de aprender a compartir su riqueza, no con los poderosos de la Tierra, sino con esos «pobres» de los que habla Cristo, que ni siquiera pueden «corresponder»,pues se hallan hundidos en la miseria. Europa ha de escuchar la voz de ese Dios que sigue preguntando: «¿Dónde está tu hermano?»

(E)

Invita a los pobres. Lc 14, 1. 7-14
Vivimos en una sociedad en donde prácticamente todo se compra y se paga. El trabajo, los servicios, la enseñanza, el deporte, el ocio...
Nuestra sociedad produce con frecuencia un tipo de hombre egoísta, insolidario, consumista, de corazón pequeño y horizonte estrecho, incapaz de amar con auténtica generosidad.
Es difícil en nuestra sociedad ver gestos verdaderamente desinteresados y gratuitos. Con frecuencia, hasta la amistad y el amor aparecen directa o indirectamente mediatizados por el interés y el egoísmo.
Por eso resulta duro a nuestros oídos escuchar la invitación desconcertante de Jesús: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des una comida, invita a los pobres...».
Jesús no critica la amistad, las relaciones familiares ni el amor gozosamente correspondido. Pero nos invita a reflexionar sobre la verdad última de nuestra conducta.
Amar al que nos ama, ser amable con el que lo es con nosotros, puede ser todavía el comportamiento normal de un hombre egoísta en donde el propio interés sigue siendo el criterio principal de nuestras preferencias y nuestra predilección.
Sería una equivocación creer que uno sabe amar de verdad y con generosidad por el simple hecho de vivir en armonía y saber desenvolverse con facilidad en el círculo de sus amistades y en las relaciones familiares. También el hombre egoísta «ama» mucho a quienes le aman mucho.
Saber amar no es simplemente saber tratar debidamente a aquél al que me liga una amistad, una simpatía o una relación social. Saber amar es no pasar de largo ante nadie que me necesita cerca.
Jesús pensaba en una sociedad en la que cada uno se sintiera servidor de los más necesitados. Una sociedad muy distinta de la actual, en la que los hombres aprendiéramos a amar no a quien mejor nos paga sino a quien más nos necesita.
Es bueno preguntarnos con sinceridad qué buscamos cuando nos acercamos a los demás. ¿Buscamos dar o buscamos recibir? Sólo ama el que es capaz de comprender aquellas palabras de Jesús: «Hay más felicidad en dar que en recibir».


Oración de los Fieles

(A)

Delante de Dios, nuestro Padre, siempre nos sentimos necesitados, pero también seguros de que nos escucha. Por eso le dirigimos nuestra oración.

- Por la Iglesia, para que sepa renunciar a las grandezas humanas que le alejan del mensaje de Jesús y de su misión entre los más humildes y olvidados. Roguemos al Señor.
- Por todos los cristianos, para que descubramos el sentido de la vida como tarea que nos compromete a ser sus testigos, en una sociedad en la que impera la ley del más fuerte. Roguemos al Señor.
- Por los campesinos y por todos los que han pasado el verano trabajando; para que sepamos reconocer sus esfuerzos y el servicio que nos prestan. Roguemos al Señor.
Por quienes celebramos la Eucaristía, para que seamos personas de corazón sencillo y humilde, sin dejarnos deslumbrar por los valores del mundo, y así poder escuchar a Dios. Roguemos al Señor.

Acoge, Señor, nuestra oración. Te lo pedimos por JNS.

(B)

Con el corazón abierto a toda la humanidad, elevemos nuestra oración a Dios por las necesidades de todo el mundo.

Pidamos por los cristianos: Para que busquemos y sigamos siempre los caminos que siguió Jesús. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Pidamos por los que más sufren: Para que encuentren
ayuda en nosotros y puedan descubrir el amor de Dios a través nuestro. ROGUEMOS AL SEÑOR ...
Pidamos por todas las naciones del mundo: Para que no se discrimine a nadie por razón de raza, religión o sexo. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Pidamos por todos los que celebramos la Eucaristía: Para que salgamos animados a seguir el camino de Jesús. ROGUEMOS AL SEÑOR ...

Oremos: Por el nacimiento de tu Hijo Jesús, te pedimos Padre,
los dones de la unidad y de la paz.

(C)

Oremos a Dios-Padre, pidiéndole que nos enseñe a ser humildes y a compartir.

Por la Iglesia: Para que dé ejemplo de servicio y de disponibilidad. ROGUEMOS AL SEÑOR ...
Por nuestra sociedad: Para que valore más la honradez, la solidaridad, la dignidad humana que el dinero, el éxito, el poder. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por todas las personas del mundo que viven la tragedia del hambre, de la guerra. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por todos nosotros: Para que aceptemos la invitación de Jesús a ser humildes y sencillos. ROGUEMOS AL SEÑOR...

Oremos.
Dios y Padre nuestro:
Ayúdanos a ser humildes ante Ti y ante los demás. Ayúdanos, también, a ser solidarios con los más necesitados.

(D)

Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, que ha dado a los hombres la plenitud de la esperanza por la venida de su Hijo Jesucristo, diciendo: Padre, danos un corazón nuevo.

Para que la Iglesia no se deje atrapar por los usos y costumbres sociales y viva siempre en fidelidad al estilo del Evangelio. Oremos...
Para que sostenga a las comunidades y a los cristianos perseguidos por su fidelidad al Evangelio. Oremos...
Para que busquemos ser siempre servidores de todos, especialmente de los que no son nada en la sociedad. Oremos...
Para que las personas, las sociedades y los países más ricos ayuden a paliar las necesidades de los más pobres. Oremos...
Para que nuestra comunidad (parroquial) tenga siempre presente que sólo gana la vida quien la invierte en bien de los demás. Oremos...

Oración: Dios, Padre nuestro, mira con amor a tu pueblo, y ya que quieres que vivamos como tu Hijo, danos la fe necesaria para no defraudarte nunca. Por Jesucristo.


Ofrendas

(A)

(Silla con un letrero: es del pobre a quien no hemos invitado...)
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte...”
¿A quién invitamos a comer a nuestra mesa?

La pregunta no te la estoy haciendo a ti, querido amigo, sino que me la estoy haciendo a mí mismo.
¿No podríamos comenzar por poner un silla más en torno a nuestra mesa donde desayunamos, almorzamos y cenamos?
Esa pudiera ser la silla que nos recuerde al pobre a quien no hemos invitado y que por eso mismo está vacía.
¿Y qué pasaría, Señora, si al preparar la mesa, usted pone esa silla y delante un plato y un letrerito pegado en el respaldo de la silla que diga: “es del pobre a quien no hemos invitado”.
Es posible que esa silla, a la larga, nos vaya sensibilizando e inquietando nuestra conciencia.

(B)

Tarjetas personales o tarjetas de invitación: Presentamos, Señor, estas tarjetas, como un símbolo de generosidad desinteresada según nos ha dicho el Evangelio.

Taburete simple y silla elegante: Señor: creemos de verdad que ensalzas a los humildes y humillas a los orgullosos (Se coloca el taburete sobre la silla)


Prefacio

Bendito seas, Padre, porque te preocupas de todos.
Y a pesar de que entre nosotros hay rupturas,
tensiones, clases y categorías,
a pesar de que hay egoísmo, injusticias e insolidaridad,
Tú sigues junto a nosotros queriéndonos como a hijos.
Sigues junto a nosotros y nos animas a trabajar por tu Reino,
a instaurar la fraternidad en el mundo,
a ponernos los primeros sólo a la hora de hacernos
servidores de los demás,
a entregar nuestra vida a tu causa
para que Tú nos la devuelvas un día transformada
en una vida en plenitud, sin limitaciones ni desigualdades,
para vivirla junto a ti y con todos nuestros hermanos.
Por todo esto, porque Tú sigues poniendo tu justicia
y tu vida en quien decide ponerse en tus manos,
proclamamos con gozo este himno en tu honor:

Santo, Santo, Santo...


Pedimos el pan

El Señor nos alimenta en nuestra marcha por el mundo, enciende un fuego de amor en nuestros corazones y nos llama a reunirnos para compartir el mismo pan. Llenos de esperanza y alegría, le decimos... Padre Nuestro

Hacemos las paces

Si somos sencillos y estamos unidos, la paz se hará realidad entre nosotros. La guerra y la violencia surgen cuando queremos ser más que los demás o estar por encima de ellos. Hoy queremos vivir en paz...

Compartimos el pan

Jesús nos invita al Banquete de su Comunión. No nos vamos a pelear por llegar los primeros. Jesús quiere que todos unidos y en plan de igualdad nos sentemos a su Mesa. Dichosos los invitados al Banquete de Jesús...

Oración

Se te ha dicho:
Sé siempre el primero.
Saca las mejores notas en la escuela
y rompe con tu pecho la cinta
de la meta en toda competición.
Que no veas a nadie delante de tus pasos,
ni se sienten delante de ti en los banquetes.
Asombra a todos los amigos luciendo el último invento,
caros juguetes de adulto para despistar el aburrimiento.
Que sólo el peldaño más alto sea el lugar de tu descanso.

Pero la Palabra de Dios nos dice:
Siente la mirada de Dios posarse sobre ti,
porque Él alienta posibilidades infinitas para tu vida.
Despliégate todo entero, sin trabas que te amarren,
ni el miedo dentro, ni los rumores en la calle,
ni la codicia de los ricos,
ni las amenazas de los poderosos...
y no temas sentarte en una silla pequeña
con los últimos del pueblo.
Allí encontrarás la alegría de colaborar con el Padre,
creando libertad y vida para todos
sin la esclavitud de exhibir un certificado de excelencia.
A la hora de crear el Reino de Dios,
los últimos de este mundo pueden ser los primeros.


La Bendición de Dios, Todopoderoso...

Podemos ir en paz...

0 comentarios:


WebJCP | Abril 2007