Publicado por Esquila Misional
¿Cuántas veces no nos proponemos ser más independientes?, ¿qué tanto
y en qué ámbitos? ¿Promovemos independencias reales en la esfera personal, histórica, social y religiosa?
Internet dice que esta palabra es una cualidad o condición de no depender de otro, de actuar con cierta libertad y autodeterminación, esto no significa que podamos hacerlo a nuestro antojo y de forma irresponsable, sino afrontando nuestros quehaceres con entereza. ¡Órale!
¿Cómo saber si realmente somos independientes? En un primer sentido, la misma vida va preparando nuestras capacidades para liberarnos de situaciones a las que antes estábamos adheridos, lo que ocasiona afrontar nuevos retos que exigen mayor responsabilidad. Por ejemplo, si aprendemos a caminar nos liberamos de los brazos de mamá y papá, pero aún tendrán que conducirnos para saber por dónde; para no poner nuestra vida en riesgo...
En el sentido histórico, como pueblos ya liberados de antiguos colonialismos (ya sea de 50 ó 200 años para acá), nuestras independencias conquistadas parecen «valernos gorro» a los jóvenes, ya que con apatía vemos cómo se desvanecen debido a que nos sentimos muy pachangueros y, al final, terminamos siendo «esclavos de nuevos imperios» como el de los aparatitos gringos, chinos o de la cola y el tabaco... Nuestra supuesta libre elección se encierra en un pequeño conjunto de mercancías «nice»; de ahí nace nuestra ciega debilidad juvenil, misma que nos subyuga a un grupo de «gente poderosa y “millonetas”».
Ésta es la dependencia más urgente por resolver: la de una «bola» de individualistas que somos y que abanderamos el consumismo desmedido de productos como nuestra supuesta expresión del libre derecho de elegir (entre «mike» o «ardidas», entre «cola» o «lima-limón»...), cuando la realidad es una trampa que termina por convertirnos en «peones» de esa misma maquinaria voraz que destruye la naturaleza, los derechos laborales y toda «fuerza juvenil» enfocada en reeducarnos para ser más pacíficos, sensibles y solidarios con los demás.
La «independencia real», además de situarte de dónde vienes, quién eres y qué posición «juegas», requiere una madurez intachable y una educación para la paz y la justicia. Asuntos que están profundamente ligados con tu compromiso personal y social por ayudar a los demás y conducirlos a un bien común; de lo contrario, no podremos llamarnos «independientes», sino «fantoches y fanfarrones».
Siguiendo las enseñanzas de Cristo, los jóvenes no debemos optar por esa «pasividad desalentadora», incluso no sólo convertirnos en críticos o jueces de la historia, sino «volvernos» la historia misma, es decir, abanderar las causas justas con acciones concretas; pese a recibir todos los días noticias tristes de muchos niños, mujeres, indígenas, curas, pensadores y activistas que «caen» en el frente de batalla. Nos alienta y esperanza la fuerza real del Evangelio, que a últimas consecuencias nos pide «dar la vida» y nos exige hacer «del dolor de los demás, nuestro propio dolor».
Estimados jóvenes, los invito a que sus lágrimas de impotencia se conviertan en las esperanzadoras fuerzas para hacer un mundo más humano. Así la gente dirá: «No sé si fue católico, pero, por el actuar de este «chavo» sabemos que Dios está vivo, y que las leyes y la paz son para todos». Las independencias no se piden, se conquistan; ¿y las tuyas, para cuándo?
Poesía
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?...
También les queda no decir amén, no dejar que les maten el amor, recuperar el habla y la utopía. Ser jóvenes sin prisa y con memoria, situarse en una historia que es la suya, no convertirse en viejos prematuros...
Les queda respirar, abrir los ojos, descubrir las raíces del horror, inventar paz así sea a ponchazos, entenderse con la naturaleza, y con la lluvia y los relámpagos, y con el sentimiento y con la muerte; esa loca de atar y desatar.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo?... También les queda discutir con Dios, tanto si existe como si no existe, tender manos que ayudan a abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno. Sobre todo, les queda hacer futuro a pesar de los ruines del pasado y los sabios granujas del presente. Mario Benedetti (Extracto)
y en qué ámbitos? ¿Promovemos independencias reales en la esfera personal, histórica, social y religiosa?
Internet dice que esta palabra es una cualidad o condición de no depender de otro, de actuar con cierta libertad y autodeterminación, esto no significa que podamos hacerlo a nuestro antojo y de forma irresponsable, sino afrontando nuestros quehaceres con entereza. ¡Órale!
¿Cómo saber si realmente somos independientes? En un primer sentido, la misma vida va preparando nuestras capacidades para liberarnos de situaciones a las que antes estábamos adheridos, lo que ocasiona afrontar nuevos retos que exigen mayor responsabilidad. Por ejemplo, si aprendemos a caminar nos liberamos de los brazos de mamá y papá, pero aún tendrán que conducirnos para saber por dónde; para no poner nuestra vida en riesgo...
En el sentido histórico, como pueblos ya liberados de antiguos colonialismos (ya sea de 50 ó 200 años para acá), nuestras independencias conquistadas parecen «valernos gorro» a los jóvenes, ya que con apatía vemos cómo se desvanecen debido a que nos sentimos muy pachangueros y, al final, terminamos siendo «esclavos de nuevos imperios» como el de los aparatitos gringos, chinos o de la cola y el tabaco... Nuestra supuesta libre elección se encierra en un pequeño conjunto de mercancías «nice»; de ahí nace nuestra ciega debilidad juvenil, misma que nos subyuga a un grupo de «gente poderosa y “millonetas”».
Ésta es la dependencia más urgente por resolver: la de una «bola» de individualistas que somos y que abanderamos el consumismo desmedido de productos como nuestra supuesta expresión del libre derecho de elegir (entre «mike» o «ardidas», entre «cola» o «lima-limón»...), cuando la realidad es una trampa que termina por convertirnos en «peones» de esa misma maquinaria voraz que destruye la naturaleza, los derechos laborales y toda «fuerza juvenil» enfocada en reeducarnos para ser más pacíficos, sensibles y solidarios con los demás.
La «independencia real», además de situarte de dónde vienes, quién eres y qué posición «juegas», requiere una madurez intachable y una educación para la paz y la justicia. Asuntos que están profundamente ligados con tu compromiso personal y social por ayudar a los demás y conducirlos a un bien común; de lo contrario, no podremos llamarnos «independientes», sino «fantoches y fanfarrones».
Siguiendo las enseñanzas de Cristo, los jóvenes no debemos optar por esa «pasividad desalentadora», incluso no sólo convertirnos en críticos o jueces de la historia, sino «volvernos» la historia misma, es decir, abanderar las causas justas con acciones concretas; pese a recibir todos los días noticias tristes de muchos niños, mujeres, indígenas, curas, pensadores y activistas que «caen» en el frente de batalla. Nos alienta y esperanza la fuerza real del Evangelio, que a últimas consecuencias nos pide «dar la vida» y nos exige hacer «del dolor de los demás, nuestro propio dolor».
Estimados jóvenes, los invito a que sus lágrimas de impotencia se conviertan en las esperanzadoras fuerzas para hacer un mundo más humano. Así la gente dirá: «No sé si fue católico, pero, por el actuar de este «chavo» sabemos que Dios está vivo, y que las leyes y la paz son para todos». Las independencias no se piden, se conquistan; ¿y las tuyas, para cuándo?
Poesía
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?...
También les queda no decir amén, no dejar que les maten el amor, recuperar el habla y la utopía. Ser jóvenes sin prisa y con memoria, situarse en una historia que es la suya, no convertirse en viejos prematuros...
Les queda respirar, abrir los ojos, descubrir las raíces del horror, inventar paz así sea a ponchazos, entenderse con la naturaleza, y con la lluvia y los relámpagos, y con el sentimiento y con la muerte; esa loca de atar y desatar.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo?... También les queda discutir con Dios, tanto si existe como si no existe, tender manos que ayudan a abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno. Sobre todo, les queda hacer futuro a pesar de los ruines del pasado y los sabios granujas del presente. Mario Benedetti (Extracto)
0 comentarios:
Publicar un comentario