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MISIONEROS EN CAMINO: Evangelio Misionero del Dia: 19 de Agosto de 2010 - SEMANA XX DURANTE EL AÑO
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miércoles, 18 de agosto de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 19 de Agosto de 2010 - SEMANA XX DURANTE EL AÑO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 22, 1-14

Jesús se dirigió a los sumos sacerdotes y fariseos, diciendo esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren».
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. «Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?» El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes».
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

También hacerse digno
“Muchos son llamados, mas pocos escogidos”

Después de plantear un cuestionamiento acerca de la autoridad de Jesús (ver Mt 21,33-27), las autoridades de Israel son confrontadas por Jesús por medio de tres parábolas:
(1) la de los dos hijos (21,28-32);
(2) la de los viñadores homicidas (21,33-46) y
(3) la del banquete nupcial (22,1-14).

Hoy nos detenemos en la última parábola. No olvidemos que se trata de una confrontación a aquellos que fueron destinatarios de la bondad y la salvación del Señor pero que al final no estuvieron a la altura de tal dignidad. Dios no nos obliga, no nos lleva a la fuerza a aceptarlo y a vivir según sus caminos, sino que apela a nuestra libre decisión.

La parábola del banquete nupcial en realidad son dos parábolas:
(1) la de los invitados que rechazan la invitación (22,1-10) y
(2) la del hombre que entró sin el vestido de boda (22,11-14).
En ambos casos se pone de relieve la gran bondad del rey para con sus llamados.

La invitación es un signo de su amor. El rechazo de la invitación es cerrarle a las puertas a una vida de comunión profunda con Dios.

Los primeros invitados se hicieron indignos porque le dieron prioridad a sus ocupaciones personales, no quisieron verse incomodados en los proyectos en los cuales se movían. El ofrecimiento de la comunión con Dios fue liquidado como algo que no tenía valor e impertinente.

El rey convoca entonces a nuevos comensales: la puerta se abre para todos sin excepción. Pero también en este caso puede salir a relucir la indignidad. Un hombre llega a la sala del banquete sin el vestido de fiesta. En el lenguaje simbólico bíblico, el vestido indica el estado completo de una persona, cómo aparece ante Dios (ver por ejemplo: Apocalipsis 3,4.5.18).

En esta parábola se quiere decir que la comunión con Dios no se da en cualquier estado, que es necesario estar preparado. Y es que para la comunidad de Mateo ésta era una realidad muy concreta: a ella llegaba de todo, buenos y malos, todos eran acogidos (ver Mt 18,1-10), pero surgían entonces conflictos porque algunos pensaban que podían llegar de cualquier forma y no se les notaba un esfuerzo de conversión.

El evangelio de Mateo nos enseña que escuchando a Jesús y haciendo la voluntad del Padre, adquirimos el vestido nupcial, alcanzamos la disposición global que es necesaria para la comunión con Dios. Por el camino del tomar en serio la Palabra se entra en el proceso de conversión.

La frase final, “muchos son los llamados pero pocos los escogidos” (22,14), no quiere darnos datos estadísticos sobre el número inicial de los corredores y el bajo número de los que llegan a la meta. Se trata de una advertencia para que no nos acomodemos, sintiéndonos seguros de todo, no sea que fracasemos al final.

Debemos emplear todas nuestras fuerzas para corresponder con altura a la llamada del Señor.


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Por qué Jesús confronta a las autoridades de Israel? ¿De qué manera esta parábola anuncia la apertura a los paganos?

2. ¿Podemos vivir nuestra dignidad de cristianos sin asumir la exigencia de la conversión?

3. ¿Sé valorar la invitación que Dios me hace? ¿Qué me impide estar a la altura?

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WebJCP | Abril 2007