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MISIONEROS EN CAMINO: XVII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C: Reflexiones y Homilías
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sábado, 24 de julio de 2010

XVII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C: Reflexiones y Homilías



LA ORACIÓN ES EL OXIGENO DEL ALMA

Muy gentil amigo:

Decía el fisiólogo Alexis Carrel, premio nobel de medicina que: “de la misma manera en que nuestro cuerpo necesita del oxígeno nuestra alma necesita de la oración”.

Oye,... quisiera preguntarte: ¿Tú tienes tiempo para hacer oración? ¿Cómo está tu vida interior? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hiciste tu última jornada de oración? ¿Te has dado tiempo para apartarte de la vida cotidiana y hacer un día de retiro o efectuar unos ejercicios espirituales?

2- Al meditar sobre la petición que los discípulos le hacen al Señor para que les enseñe a orar, el día de hoy resulta necesario que reflexionemos acerca del tema de la oración en nuestra vida cristiana.

Decía Santo Tomás de Aquino que “la oración es el acto fundamental de la virtud de la religión” y no tan sólo él lo dice, ¿sabes? la oración ha sido considerada por los maestros espirituales como el alma de toda nuestra vida.

La experiencia de la Iglesia nos demuestra que todos los grandes santos en el cristianismo han sido almas de intensa oración. Y, poco importa que en su vocación ellos fueran religiosos contemplativos o que estuvieran en la vida diaria como unos incansables apóstoles, que ellos fueren laicos ejerciendo el sacerdocio bautismal o que hubiesen recibido y se les hubiese confiado el don del sacerdocio ministerial. La vida de oración es parte de la vida del cristiano.

3.- La práctica de la oración tiene siempre un papel privilegiado en la respuesta del cristiano tanto a la llamada de Dios así como a sus deseos manifiestos de comunicarnos la vida verdadera.

El Señor Jesús nos ha enseñado tanto sobre la grandeza de la oración en sí misma como sobre la forma en que sus discípulos debemos realizarla.

En ese sentido, la oración de Jesús se contraponía a la que realizaba el pagano por dos razones: él creía que Dios le iba a escuchar por la práctica del hablar mucho y porque él carecía del sentido de la paternidad divina. Para él, Dios era sólo un ser poderoso cuyo beneplácito era necesario conseguir a fuerza de súplicas repetidas constantemente hasta “cansarlo”, y no le veía como un Padre atento que se inclina sobre sus hijos.

La oración de Jesús también se contrapone a la que hacía el fariseo, para quien la alianza era un derecho adquirido automáticamente por su linaje, y no un regalo que el Padre sigue ratificando libremente. Por eso, a éll les gustaba orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para ser visto por la gente. Él había perdido de vista que el valor de la oración tiene su fundamento en la libertad de Dios, que escucha a los humildes y se resiste a los soberbios.

4- Jesús ha querido enseñarnos que la humildad como disposición del hombre y la confianza en la misericordia, que es la disposición de un Dios que es experimentado como Padre, deben ser las condiciones de una oración auténticamente cristiana. Más aún, Jesús añade que de ahora en adelante la oración tendrá que proceder del amor fraterno entre los hombres, basado en Él, y por ello nos pide que oremos dos o más reunidos, y nos enseña a llamarle a Dios Padre nuestro, así en plural, de tal manera que se pueda enfatizar tanto lo que es Dios para nosotros, como aquello que nosotros somos para Dios, así como lo que somos cada uno de nosotros para nosotros mismos.

Jesús, el Hijo eterno del Padre hecho hombre, fue un maestro de oración y nos dio el ejemplo al orar antes de las grandes decisiones y de los acontecimientos más importantes de la vida: En el Bautismo, al inicio de su vida pública, en la transfiguración, antes de elegir a los doce, a sus apóstoles les enseña a orar. La última voluntad expresada por Jesús en su oración efectuada en el huerto del Getsemaní se refiere a la Iglesia, en donde pide que todos seamos uno. Ya en la cruz desde su corazón divino le pide en la oración al Padre por los responsables de su muerte. Y esa su oeración de intercesión no era una mera imploración, sino una manifestación al Padre de su voluntad de salvación fijada desde toda la eternidad, aun a favor de los hombres más necios.

5- Siendo conscientes de que Jesucristo es el Hijo de Dios desde la eternidad, uno podría preguntarse: ¿Por qué Cristo vive en oración? Una respuesta nos la ofrece san Cirilo de Alejandría: “Conviene que Cristo como hombre pida y reciba del Padre lo que posee por naturaleza en cuanto Dios”.

6- Y así, el cristiano ha sido invitado por el Señor Jesús para que convierta la oración en su propia vida y para que transforme su vida en una oración.

La Oración en el cristiano puede definirse como nuestra adhesión espiritual a la propia existencia de gracia y a la propia vocación.

En la oración uno se adhiere a la propia existencia de gracia, es decir, a la existencia de hijos de Dios. Son las virtudes teologales, la Fe, la Esperanza y la Caridad, las que nos permiten una relación auténtica con Dios.

La oración también nos permitirá adherirnos de forma madura a la propia vocación. Nuestra vocación tiene dos aspectos: uno es la forma de santificación que Dios quiere de nosotros según nuestro propio estado de vida, el otro es la misión que hemos recibido en la Iglesia.

El esfuerzo de santidad que Dios nos pide a los cristianos sólo podrá realizarse en la búsqueda de la unión con Él y en la petición de las gracias que nos son necesarias para corresponder a su designio. Este es el sentido de las exhortaciones que el Señor nos hace para que oremos en medio de la tentación o para que elevemos una petición a Dios para solicitarle los bienes superiores, y sobre todo el don del Espíritu Santo.

Lo mismo ocurre con la misión que los cristianos recibimos de Dios. Tenemos que buscar nuestro lugar dentro de la Iglesia y a favor de nuestro mundo, a través de la oración y particularmente durante ejercicios espirituales o momentos equiparables a ellos, en los que somos capaces de ponernos en la presencia de Dios, ya que la misión en los bautizados es una obra divina y no el objeto de un solo discernimiento humano.

¡Date cuenta! Sí muchos de nosotros no vivimos realizados o no hemos podido encontrar el lugar de nuestra propia realización no suele ser por otra cosa sino por esa incapacidad al no tener tiempo para orar a Dios.

7.- Hoy en día, los mismos psicólogos manifiestan y exaltan los frutos de la oración: Paul E. Johnson en su obra PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN, hace un estudio amplio del efecto psicológico de la oración en el hombre, que en esencia consiste en cumplir la voluntad de Dios. La oración posee unos efectos manifiestos y bien ponderados por el especialista. El autor descubre que aquellos que oran obtienen estas experiencias:

Primero: Conocimiento de las necesidades y realidades: En la oración sincera las realidades de la vida se sitúan de cara a Dios, y entonces se dejan aparte las vanas ilusiones, dando paso a una mayor honradez y a una comprensión más auténtica de la realidad.

Segundo: Confianza y relajación: La oración acaba con los estados de tensión, aporta paz al espíritu, aleja la inquietud y el temor, y transforma la inseguridad en una confianza sólida.

Tercero: Perspectiva y claridad de Mira: La meditación resuelve muchos problemas, nos descubre planes para llevar a la práctica, ordena las experiencias confusas y hace que lleguemos a una acción efectiva.

Cuarto: Correspondencia social: La oración supera el aislamiento y nos une a la comunidad. En este sentimiento de respuesta social encontramos apoyo moral, valor y virilidad. La persona se hace sensible socialmente ante las necesidades de los otros y se está más dispuesto a cooperar por el bien de todos.

Quinto: Alegría, gratitud y reconciliación: La oración nos ayuda a afirmar valores, aumentar la estima y reconocer el bien presente. Estas afirmaciones proporcionan un gozoso doble sentido, despertando la gratitud y resignando a la persona ante la pena y la privación. Suceda lo que suceda, el individuo que hace oración se encuentra mejor preparado para afrontarlo.

Sexto y último elemento: Integración de la personalidad: En medio de la contradicción de la vida, la oración concentra nuestra atención en una suprema lealtad. En los conflictos de nuestros deseos irrefrenables la oración unifica las energías con una integralidad básica que da a la vida equilibrio y paz interior.

8.- Así pues, desde el punto de vista psicológico y, por lo tanto, humano la oración es la elevación de la mente a Dios. Pero, he de decirlo tanto por necesidad como por sinceridad, mucho más importante es comprender que desde el punto de vista cristiano: la oración es nuestra adhesión espiritual al designio salvífico de Dios.

El fundamento de nuestra actividad orante es doble. En el orden de la creación, el hombre depende radicalmente de Dios en su propio ser, obrar y vivir. En el orden de la encarnación, la actividad orante se basa en la disposición del Padre que ha querido asociarse a la humanidad en Cristo y en los que formamos su Cuerpo Místico.

9.- Y tú, ¿tienes tiempo para hacer oración?

¿Sabes? Al pensar en nuestro muy frecuente argumento de la falta de tiempo para las cosas de Dios, entre ellas la oración, me vino a la memoria aquel célebre sermón que sobre la oración predicó san Juan María Vianney a los fieles de Ars: “Quien de vosotros podrá oír, sin llorar de compasión, a esos pobres cristianos que se atreven a deciros que no tiene tiempo para orar? ¡Pobres ciegos! ¡No tenéis tiempo!, más decidme, ingratos, si Dios os hubiese enviado la muerte esta noche, ¿habrías trabajado? Si Dios os hubiese enviado tres o cuatro meses de enfermedad, ¿habrías trabajado?”.



LA ORACIÓN ES LA FORTALEZA DEL HOMBRE.

“Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enseñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”.

Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro Pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación.

1.- Muy querido amigo:

La oración es, junto al tema del amor, de la muerte y de la amistad, otro de esos temas sobre el que todo hombre tiene una opinión más que cualificada.

No obstante, quisiera esta tarde recuperar algunos pensamientos cristianos de grandes maestros de oración sobre aquello que tantas gentes dicen tantas cosas: “Ora como si todo dependiera de Dios, y trabaja como si todo dependiera del hombre” nos decía el cardenal Spellman.

Santa Teresa de Avila, por su parte, en su biografía nos menciona: “No es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama”. Y ella misma, en el Camino de Perfección, nos refiere su propia experiencia: “Sin este cimiento de la oración todo edificio va falso”.Y ella, nuevamente en su biografía nos mencionará: “Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas”.

La oración le da solidez a nuestra vida: Escribía Juan Casiano en su colación 9: “Si la oración no mantiene este edificio y sostiene todas sus partes conjugándolas entre sí, no podrá ser firme y sólido, ni subsistir por mucho tiempo”.

2.- Orígenes, por su parte, refiere el lugar que tiene la oración en nuestras debilidades humanas: “Hay que orar, no para dejar de ser tentados –cosa imposible-, sino para no ser enredados por la tentación, como sucede a los que son atrapados y vencidos por ella”.

Sobre la utilidad de la oración nos referirá san Agustín: “ En la oración tiene lugar la conversión del alma hacia Dios, y la purificación del corazón”. Y más adelante nos dirá: “Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe”. ¿Sabes? San Agustín tiene un Sermón célebre sobre la naturaleza y la gracia en el que se nos enseña acerca de la fuerza que el hombre obtiene en la oración : “Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedas, y Dios te dará para que puedas”.

Acerca de esta nuestra fuerza ubicada en la oración escribe san Juan Crisóstomo: “ Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que la del mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar”.

Pero, hace falta, conforme a lo que nos enseña Orígenes en su tratado sobre la oración saber que es lo que le pedimos a Dios: “Es preciso no sólo orar, sino orar como es debido y pedir lo que conviene”.

3.- Y dentro de este ejercicio, la perseverancia, la constancia, como nos lo dice el Evangelio el día de hoy, es una cualidad exigitiva, sobre todo en los momentos de aridez: “Y aunque no halle gusto en estos ejercicios, no desista de ellos, porque no se requiere que sea siempre sabroso lo que ha de ser provechoso”, así enseñaba san Pedro de Alcántara.

No obstante, en la oración habrá necesidad de ser menos egoístas y mucho más fraternos, tal y como nos lo enseña san Ambrosio de Milán en su homilía sobre Caín y Abel: “ Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti”.

Si perseveramos y si somos fraternos en nuestra oración obtendremos lo que pedimos y mucho más de lo que pedimos como gritaba desde el púlpito el ya referido san Ambrosio de Milán: “El Señor concede siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice: Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.

Es la oración, la que puede darle orientación a nuestros pasos, de tal manera que si muchos nos hayamos naufragando en la mar de la confusión no es por otra cosa sino por esa nuestra deficiencia en la oración. Así lo percibe san José María Escrivá de Balaguer: “La oración es un norte claro para nuestra existencia cristiana”.

4.- Oye, prometo ya no alargarme más, pero escucha este pensamiento que sobre la oración escribió el Cardenal Merry del Val: “reza despacio, pero si notas que has dicho la oración apresurada y distraídamente, no la repitas, sino pídele a Dios que te dé la gracia para decirla mejor la próxima vez.

Cuando te des cuenta de que has fallado en algo, de inmediato haz actos de virtud, contrarios a tu falta.

Dios da sus gracias en el momento en que uno las necesita. No nos atormentemos previendo sacrificio que de momento Él no nos está pidiendo y no dudemos que Dios nos dará fuerzas suficientes para hacer lo que Él nos pide”.

Aunque yo sé que me parezco al insistente Abraham de la primera lectura, te pido que seamos caballerosos, el último pensamiento de esta breve antología se lo dejamos a una dama, a una gran santa y mística como lo es Santa Teresa de Avila: “Hay cuatro tipos de oración y sus respectivos símiles: MEDITACION: agua de pozo para regar el huerto. QUIETUD: agua de noria que supone menos trabajo. UNION: Agua de río o de fuente; basta encauzar el agua. ARROBAMIENTO MISTICO O EXTASIS: Agua de lluvia, en la que Dios lo hace todo. Siempre ha de haber cuidado de cuando falte la una agua, procurar la otra”.

5.- Y así podríamos seguir hablando sin interrupción y sin respiro sobre el tema de la oración,... No obstante en el tema de la oración y en la oración lo importante será siempre aquello que hablemos con Dios. Pero,... ¿Qué palabras podemos usar para hacer oración?

¿Cuántos tipos de oración existen? ¡Creo que es el momento para referirlo!

Habitualmente, las grandes formas de oración se ponen en paralelismo con las formas que había de sacrificio en el culto antiguo: alabanza, acción de gracias, adoración, reparación de los pecados, petición, propiciación, intercesión. Tenemos que tener en cuenta que tanto la oración como los sacrificios bien pueden realizarse en lo individual y también en lo comunitario, pero que la oración a diferencia de los sacrificios, en su expresión puede ser sólo mental o bien externarse vocalmente.

Independientemente de lo anterior: Considerando el principio eterno, que es Dios mismo, brota nuestra oración de alabanza y de adoración: La alabanza suele ser una pura mirada hacia Dios; la adoración le añade a la pura mirada hacia Dios, la consideración del hombre como una criatura salida de la nada.

Considerando a Dios en su actuación en los diversos momentos del tiempo en nuestra vida, brota nuestra oración de acción de gracias, de petición y de intercesión. La acción de gracias considera una salvación ya realizada y se refiere a todos los beneficios ya concedidos por Dios y obtenidos por nosotros; la oración puede ser de petición si se dirige al futuro y afecta a todo cuanto pertenece al Reino de Dios directa e indirectamente para la obtención de los bienes temporales; y una oración puede ser de intercesión, en cuanto que la oración se presenta en favor de otros.

Las oraciones penitenciales, por su parte, van ligadas a la condición histórica del hombre pecador. Puede ser también una oración de intercesión y de reparación cuando se refiere a los pecados de otros.

Si consideramos la presencia inicial del Reino de Dios en el tiempo y que tendrá su realización en la eternidad, la oración se convierte en contemplativa. Finalmente, en cuanto que nuestra oración, como lo hacían con el sacrificio ritual, quiere expresar un ofrecimiento a Dios, ella misma se convierte en ofrenda y en una oblación interior.

6.- No olvidemos que la oración auténtica, conforme a lo que hoy nos enseña el Señor, tiene que basarse en una actitud fundamental de certeza que se arraiga en la convicción de que Dios concede todo cuanto se le pide, ya que es un Padre condescendiente con sus hijos.

Pero,... regresemos al mensaje del Evangelio: Los discípulos van a buscar a Jesús, y resulta que Él está allá rezando en un lugar solitario.

Es hermoso pensar que la oración pueda llegar a ser ese lugar seguro donde todos puedan encontrarnos, pero que es más cristiano el pensar que la oración nos pueda disponer y fortalecer como para salir de nosotros y que podamos alcanzarlos a todos.

7.- El contemplar, en un mismo cuadro, al Señor Jesús sumergido en la más profunda de las oraciones y enseñando a los discípulos a orar, nos debería dar la pauta para que hablemos sobre las familias como escuelas de oración.

El día de hoy te quiero invitar para que percibas que es la oración personal aquello que nos ayuda a hacer mejor el trabajo, a cumplir adecuadamente con nuestras obligaciones y deberes con la familia y con la sociedad, a tratar mejor a los demás. Es la oración la que nos hace firmes ante las pruebas y las dificultades.

En la pedagogía de la santidad es necesario que el cristiano se distinga por el arte de la oración. Es necesario aprender a orar y permanecer en Cristo. La oración se realiza por el Espíritu Santo que nos abre, por y en Cristo, a la contemplación del Padre. Debemos favorecer la oración litúrgica y la de la experiencia personal.

8.- Sin llegar al menosprecio del otro y al fariseísmo en nuestras actitudes debemos evitar confundir los frutos que se obtienen en Cristo de aquellos que prometen los nuevos movimientos religiosos. Un signo de nuestro tiempo es la difusa exigencia de la espiritualidad, en el Padrenuestro aquello que se le pide tiene que ver con el mundo.

Decía, el bien amado y gratamente recordado Juan Pablo II, en una de sus alocuciones casi al empezar su Pontificado, el 14 de Marzo de 1979: “¡No dejen de orar! ¡Que no pase un día sin que hayan orado un poco! ¡La oración es un deber, pero también es una gran alegría, porque es un diálogo con Dios por medio de Jesucristo! ¡Cada domingo, la Santa Misa, y si es posible, alguna vez también durante la semana; cada día, las oraciones de la mañana y de la noche, y en los momentos más oportunos!”

¡Oye!, místico de la ilusión, te has preguntado sí: ¿Se restringe nuestra fe a la oración, a las reuniones de amistades o al ámbito del Templo? ¿Se manifiesta en compromisos sociales? ¿Trasciende el ámbito de la familia?





ZAHORÍ DEL ALMA-

“En aquel tiempo Jesús les dijo a sus discípulos: “Supongan que alguno de ustedes tienen un amigo que viene a medianoche a decirle: “Préstame, por favor, tres panes, pues, un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle. Pero él le responde desde dentro: No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados”. Si el otro sigue tocando yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantara y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe, quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿ O cuando le pida pescado le dé una víbora? ¿ O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan?

1.- Cuando era estudiante en el Seminario decidí profundizar y hasta pretendía convertirme en un especialista en oración. En esta presunción acudí a la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino; pero me quedé frío en cuanto a la oración personal. Consulte libros especializados acerca de esta materia: manuales y devocionarios; pero no progresaba en la oración. Un día mientras estaba en la Universidad, un sacerdote con el que me confesaba me dijo: “Rogelio, usa más las rodillas que el cerebro y aprenderás a rezar”. Consejo del todo acertado.

A la oración sólo nos podemos acercar con mucha humildad, o como lo dice aquel refrán irlandés: “para mantenerse de pie hay que aprender a estar de rodillas”.

2.- Muy queridos amigo:

El ejercicio piadoso de la oración, sobre el que hemos profundizado en los dos primeros segmentos, nos debe ayudar ahora a visualizar el marco en el que se mueve nuestra vida cristiana: una relación cercana de aquellos que nos experimentamos hijos ante aquel que experimentamos tan cercano como un Padre.

¡Que existe una nueva relación del hombre con Dios en Jesucristo, y por el nuevo lazo existente entre nosotros!, lo hemos aprendido tú y yo desde niños: Todos, independientemente del lazo que nos una aquí en la tierra (esponsal, fraterno, filial, paterno, de amistad...), llevamos otro lazo común que ha brotado de nuestro bautismo: somos hijos de un Padre común, y por lo tanto entre nosotros todos somos hermanos.

3.- Mis padres nos enseñaron a llamarle Padre a quién ellos reconocían como Padre, y nos enseñaron a llamarle madre a quién ellos reconocieron y experimentaron como Madre.

Mis padres, no podían imaginar que sus hijos pudieran tardar meses de nacidos sin recibir el más grande de los regalos: ser hijos de Dios.

El bautizarnos no era, como lo cuestiona el cantante, que no el cantor, un imponer sin consultar una religión. Era por el contrario, el más grande de los obsequios, y el preocuparse porque recibiéramos de Dios la mejor de las herencias: la gracia que santifica.

Antes no se pensaba tanto, las cosas eran tan inmediatas y necesarias. Hoy nos esperamos tanto, que si los padrinos tienen que venir de fuera, que si el clima tiene que cambiar, que si los salones de eventos están saturados, que si el espectáculo... ¡Qué lamentable!

Mis padres eran ya hijos de Dios, y querían que también sus hijos fueran hijos de Dios. Y así una relación nueva se establecía en el sacramento del Bautismo y se manifestaba claramente en la oración.

Era algo tan bello rezar el Padre Nuestro todos juntos. Recuerdo los quince años de la primera de mis sobrinas con la presencia de mi madre, así como las celebraciones de mis otras sobrinas con el gozo de tener todavía a mi padre. Cómo recuerdo las celebraciones de la Santa Misa y esos otros muchos momentos de oración en familia: en donde todos estábamos tomados de la mano: mis padres, estábamos los hijos y se encontraban ya los 15 sobrinos actuales, y todos le decíamos: “Papá” a Dios, le llamamos “Abba”, es decir “Papito” a Dios. Tal como Jesús lo hace y nos lo enseñó.

4- Hoy, disfruto tanto al ver a mis hermanos enseñar a mis sobrinos a rezar,... dí: Padre Nuestro, que estás en el cielo...

Nuestras familias tienen que ser escuelas de oración de petición, acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza del afecto. Pero, debemos ser cuidadosos para que la oración no nos separe del compromiso en la historia, sino todo lo contrario: el amor a Dios nos debe abrir al amor al hermano.

5- Sé que los tiempos son difíciles porque nuestras muchas actividades nos saturan y nos cansan, pero, ¡ojalá comprendiéramos que no existe peor cansancio que aquel que brota del corazón de un hombre que no tiene tiempo para encontrarse con Dios!

6.- Te quería compartir que Madeleine Délbrel en 1997, hace diez años, publicó un libro titulado: LA ALEGRIA DE CREER, en el que presenta al hombre y a la mujer de la así llamada postmodernidad, hombres y mujeres que se asfixian en un vertiginoso viaje emprendido día tras día, en donde los días se convierten en noches y las noches en días, en donde las casas se convierten en dormitorios, en donde es más rápido tomar el avión y llegar a otra ciudad que llegar al trabajo o a la escuela. Este hombre que relativiza las verdades. Hombres y mujeres que han dejado de leer y escribir con pulsocaracteres gráficos pero que son genios de la informática. El hombre que no tiene tiempo para sí mismo y mucho menos para los demás, aunque sea su misma familia.

Madeleine dibuja a éste hombre como un ser encapsulado, como alguien sumergido en un torrente que vertiginosamente le lleva en la vida por la inercia del movimiento y por la fuerza del impulso. Se trata de un hombre que tampoco tiene tiempo para Dios. E invita, Délbrel, a éste hombre a perforar la vida, a crear espacios, a crear respiraderos para evitar el intoxicarse y el asfixiarse, caer en la angustia. La invitación es a perforar la vida para así crear los respiraderos necesarios para hacer oración.

“Nuestro tiempo tiene sus propios respiraderos; a nosotros nos corresponde descubrirlos y utilizarlos... Para ver los respiraderos capaces de restablecer nuestro contacto con Dios, necesitamos determinadas condiciones psicológicas... Nada menos exigente que una perforación... A veces pienso que, si el Señor estuviese entre nosotros, utilizaría las perforaciones en sus parábolas. A falta de ello podemos imaginar como serían... En nuestras vidas sin superficie y sin tiempo, en nuestras vidas sin espacios, no debemos buscar el espacio que antaño reclamaba la vida cristiana. Para la oración tenemos racionado el espacio, y ese espacio que nos falta deben sustituirlo las perforaciones.

Estemos en donde estemos, allí está Dios también. El espacio necesario para reunirnos con él es el lugar de nuestro amor, que no quiere estar separado de Dios, que quiere encontrarle... Este deseo es el que configura la oración, y la configuración está en cualquier lugar. Sea cual sea el lugar, el amor lleva consigo el deseo... Amar a Dios lo bastante como para querer estar con Él... Algunos minutos de una oración así, nos darán a Dios, y nos lo darán más que muchas horas, quizá sumamente recogidas, pero que no han estado precedidas por un deseo vivo y voluntario.

El retiro en el desierto puede consistir en cinco estaciones de metro al final de un día en que hemos “perforado” un pozo hacia esos pequeños instantes... Nuestras idas y venidas –aunque sean breves como el pasar de una habitación a otra, o cuando el médico pasa de un lugar a otro para atender a un enfermo-, los momentos en que nos vemos obligados a esperar –ya sea para pagar en una caja, o para que el teléfono esté libre, o para que haya un sitio en el autobús, o para ser atendido en alguna oficina- son momentos de oración preparados para nosotros, en la medida en que nosotros estemos preparados para ellos... Y es que estos pequeños huecos existen para todo el mundo, pero algunos soñamos o estamos en la luna.

Para comprender que lo que más cuenta en el Evangelio no es el tiempo, serían necesarias multitud de comparaciones... Vivir, en efecto, no requiere tiempo: vivimos todo el tiempo; y el Evangelio, sea lo que sea para nosotros, debe ser, ante todo, vida.

En el castellano hay una palabra que usamos poco: “ZAHORÍ”, la cual significa, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: “Esa persona a quien se atribuye la facultad de descubrir lo que está oculto, especialmente los manantiales subterráneos. Persona perspicaz y escudriñadora, que descubre lo que otras personas piensan o sienten.”

Después de muchas perforaciones nuestras vida continua con su curso, debemos bajar de la montaña y encontrarnos con la realidad. Pero nos dirigiremos a la vida cotidiana transformados nosotros.”

7.- Muy querido amigos:

La oración debe brotar de la convicción de nuestro ser hijos y debe tener su sustento en la asimilación de un rostro de Dios que contemplamos con los rasgos paternos.

Este es quizá el énfasis más importante del Evangelio: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá,... porque al que pide se le da, al que busca encuentra y al que toca se le abre...

Jesús está en perfecta familiaridad con Dios, y nos invita a que nosotros también estemos en perfecta familiaridad con Dios. Jesús encuentra muy natural el ser escuchado tal como es natural el ver abrirse la puerta cando se le ha llamado a alguien... ¿Pero y las oraciones que aparentemente no han sido escuchadas? El Señor se dirige entonces a una imagen demasiado familiar para cualquiera: ¿Quién de ustedes sí su hijo le pide un pan, le da una piedra, o si le pide un pez, le da una serpiente?

Un padre de familia sabe lo que tiene que dar,... y también lo que en ocasiones debe de negar. Si tú eres padre sabes que no das siempre,... que no das todo,... lo que tus hijos te piden. No para rehusárselo, ni para que sufran, sino para su bien y porque les quieres.

¿Si ustedes siendo padres malos dan cosas buenas? Cuanto más el Padre del cielo...

8.- La eficacia de la oración no procede de la insistencia del que pide..., sino de la bondad y del amor del que lo otorga! Más que resaltar la perseverancia en la oración, el Evangelio resalta la benevolencia de Dios. Lo importante en la oración no son las palabras sino los latidos del corazón ,... de Dios

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WebJCP | Abril 2007