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jueves, 29 de julio de 2010

Testigos del Amor: La pobreza no es sólo falta de dinero


–Entrevista a Peter Kodwo Turkson, presidente
del Pontificio Consejo Justicia y Paz–

El cardenal ghanés Peter Kodwo Turkson, es arzobispo emérito de Cape Coast y relator del último Sínodo para África. Es un hombre con valor para señalar a Occidente como culpable de algunos problemas que sufre África. Reclama justicia social, no caridad, y exige límites morales y éticos al capitalismo, que gobierna el mundo con su avara búsqueda del beneficio por encima de cualquier consideración. Este cardenal aporta una nueva explicación al recelo del Primer Mundo frente a la inmigración: la angustia por un cambio en la sociedad debido a la bajísima natalidad de los locales y al gran número de hijos de los extranjeros.

¿Qué impacto puede tener el reciente Sínodo para África en aquella Iglesia?
–La Iglesia africana afronta diversos desafíos, como el religioso, que viene del encuentro con el islam, con las creencias tradicionales, entre ellas el vuduismo, y con los movimientos cristianos evangélicos, que cuentan con el apoyo de grupos estadounidenses. La población se siente atraída hacia estas Iglesias, que cuentan con importantes fondos económicos. En el Sínodo, la Iglesia universal se ha reunido para considerar la situación de la Iglesia africana. La cuestión de base es ser y hacer Iglesia a través de lo que siempre se ha hecho: la predicación del Evangelio y encomendarnos a Dios a través de la oración. En el Sínodo hemos renovado las cuestiones tratadas en la Asamblea de Obispos para África, subrayando la unión como pueblo de Dios entre las distintas tribus y nacionalidades.

¿Cómo se han tratado las cuestiones de la reconciliación y de la justicia?
–No tiene caso hablar de comunión si no existe una reconciliación previa. Para ello, hay que alcanzar la justicia, que es la que sana las heridas. Hemos hablado de estas cuestiones en el Sínodo sin olvidar la relación entre la población y los empresarios, entre los obreros y los patrones. El objetivo de este Sínodo es estudiar los elementos que pueden ayudarnos a vivir como una Iglesia en comunión con el Papa y entre nosotros como familia de Dios.

Una de las responsabilidades del dicasterio que usted preside es luchar por la justicia social. ¿De dónde vienen las principales dificultades en este trabajo?
–Cuando se describe una cultura como pobre debemos prestar atención. La pobreza no es sólo falta de dinero. Hay personas que no tienen recursos económicos pero disfrutan de una vida llena de satisfacciones. Visto desde fuera, se concluye que es pobreza todo lo que no sea vivir con los parámetros occidentales. El bienestar no sólo se identifica con la presencia de dinero: hay muchos ricos que no están contentos y también hay personas que no tienen una cuenta bancaria y son felices. La situación podría ser más favorable en estas naciones en donde no hay tanto dinero si existiera seguridad alimentaria y acceso a las medicinas.

¿La cuestión clave es, entonces, la justa distribución de la riqueza?
–Por mucho tiempo hemos luchado para que los agricultores tengan acceso con sus productos al mercado mundial. Tanto Europa como Estados Unidos ayudan a sus campesinos con subvenciones que no tienen las naciones menos desarrolladas. Aunque hagan el mismo trabajo y cultiven los mismos productos, el acceso al mercado no es igual de fácil para los africanos. Este desequilibrio es una de las causas de la pobreza.

¿Quién tiene la culpa de estos desequilibrios, el sistema capitalista?
–Sí, en parte. El sistema económico mundial está gobernado por la búsqueda del beneficio: ésta es el alma del capitalismo. Hay que controlar el ansia por las ganancias por medio de la moralidad y la ética ya que, de lo contrario, se convierte en algo exagerado. Cuando la búsqueda del beneficio es la ambición principal, la persona no se da cuenta de los efectos que esa ambición provoca. Por ejemplo, cuando una compañía minera va a un país africano y tala un bosque, no se plantea que, cuando acabe la explotación, deja un enorme agujero donde la gente ya no puede vivir ni obtener recursos.

Una de las consecuencias de la pobreza es la emigración. ¿Qué le parece la postura que Occidente tiene hacia los inmigrantes?
–Siempre ha existido la inmigración. Es un fenómeno universal que sólo es percibido como problema cuando una determinada zona del mundo la encuentra inconveniente. El movimiento de personas de un lugar a otro ha existido desde siempre. Lo que pasa es que, ahora, algunas naciones reaccionan de manera diferente respecto a los inmigrantes. La emigración siempre ha estado en curso; sólo ahora se diferencia entre las poblaciones que son aceptables y las que no lo son.

Las nuevas leyes sobre la inmigración están relacionadas con la demografía. Ha caído drásticamente la natalidad, que es la que sostiene a una población. Se teme que ésta cambie con la llegada de inmigrantes, que tienen muchos hijos. En el pasado, nadie se planteó que fuera un problema que los musulmanes construyeran mezquitas en Europa con minaretes. Ahora sí que lo es. Hay otro factor, que es la conexión que se hace entre ciertos países pobres y terrorismo. Eso contribuye a que las puertas se cierren aún más.

¿Cuál es al situación del catolicismo hoy en África?
–Al hablar de la Iglesia africana debemos tener en cuenta tres contextos regionales diferentes. El primero es el norte, donde la mayoría de la población es de origen árabe y su religión es el islam. Allí el carácter del ministerio del apostolado es de presencia. No se intenta realizar la evangelización y la conversión porque está prohibido por la ley. La Iglesia debe mantener su presencia. Más al sur están los países subsaharianos. Cuando se habla de la expansión de la Iglesia africana, se tiene en cuenta esta zona. Es cierto que el catolicismo crece, pero eso no significa que no deba afrontar desafíos. Uno de ellos es el islam, que pretende hacer de África tierra musulmana. Otro desafío es el de las religiones tradicionales. El tercero es el de la parte meridional del continente. Hay que recordar que esta zona estuvo dominada por el régimen del apartheid. La Iglesia con mayor presencia era la Iglesia reformista holandesa. El catolicismo es una minoría con ganas de crecimiento.

Publicado por Esquila Misional

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WebJCP | Abril 2007