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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y Catequeticos: XV Domingo del T.O. (Lucas 10, 25-37) - Ciclo C
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jueves, 8 de julio de 2010

Materiales liturgicos y Catequeticos: XV Domingo del T.O. (Lucas 10, 25-37) - Ciclo C


Monición de entrada

(A)

"Los que cada domingo van a Misa, no son mejores personas que los demás.
Muchas veces tenemos muy buenos sentimientos y deseos en la Iglesia, en el templo, pero el resto de la semana nos olvidamos de ellos y somos como los demás.
Tenemos el peligro, y caemos en él, de justificar nuestra postura, e instalarnos en una situación tranquila y cómoda.
Lo que decimos creer, lo celebramos muros adentro, en el interior del edificio del templo, y luego en la vida, nos olvidamos de ello o nos sentimos sin fuerzas.

(B)

¿Quién es mi prójimo?, preguntó el letrado del Evangelio a Jesús, para ponerlo a prueba. Pero la pregunta resultó ser una trampa, porque lo importante es saber hacerse prójimo de los demás, o lo que es lo mismo, prestar esa ayuda concreta y real que los otros están necesitando. Y la verdad es que la «lista» de quienes necesitan que se les eche una mano es cada vez mayor. Pero nuestra fe cristiana sigue siendo una fe de esperanza, de valentía, de encarnación. Si tratamos de vivir así, seguro que nos estaremos haciendo prójimos.
Que la Eucaristía que ahora celebramos sea fuerza para la tarea de vivir en entrega a todos.

(C)

La ley fundamental de la vida es el amor. Quien la cumple es un discípulo de Cristo. El Señor me espera a veces en tiempos y lugares desacostumbrados, como nos dirá la parábola del Buen Samaritano. Busquemos al Señor en esta hora y en este lugar.
(D)

Aunque estemos en verano, el Señor nos sigue convocando e invitando a celebrar la Eucaristía, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos.
El verano y las vacaciones no es tiempo en que debamos olvidarnos de Dios, porque Él no nos olvida nunca; nos acompaña siempre; nos perdona; nos espera.
Acudamos todos los domingos a esta invitación del Señor.

(E)

La Palabra de Dios que hoy vamos a escuchar en la Eucaristía que celebramos, la hemos oído con frecuencia.
Estamos muy acostumbrados a decir y oír que el mandamiento principal, y único, de Dios es "amar a todos como a nosotros mismos". Acaso por tenerlo tan oído, nos olvidamos de cumplirlo.
Por ello, el Señor nos lo recuerda hoy, una vez más, de modo claro y tajante.

Saludo

Que el Amor que Dios Padre nos tiene, el Mensaje de Jesús, que nos habla de Samaritanos, y la Fuerza del Espíritu estén con todos vosotros...

Pedimos perdón

Como no siempre en la vida hemos sido buenos seguidores de Jesús, vamos a aprovechar el comienzo de la Misa, para pedir perdón a Dios, por nuestras faltas y pecados.

* Porque muchas veces hemos escuchado tu Palabra, y no hemos querido, luego llevarla a la práctica: SEÑOR, TEN PIEDAD...
* Porque muchas veces hemos rezado, orado y pedido a Dios, por los demás, pero luego en la tarea de cada día, no hemos sabido ayudarles: CRISTO, TEN PIEDAD...
* Porque muchas veces hemos comulgado junto a nuestros hermanos, pero luego en la vida no hemos querido compartir con ellos nuestras vidas, con sus penas y alegrías: SEÑOR, TEN PIEDAD...

(B)

Dios quiso reconciliar por Jesús a todos los seres. Pidamos, pues, perdón de todo lo que nos aparta de su Amor:

Tú, que nos ofreces tus palabras como garantía de plenitud y de felicidad. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, que estás en medio de la Iglesia y de todos nosotros como el que sirve. CRISTO, TEN PIEDAD.
Tú, fuente de entrega, de servicio y de misericordia. SEÑOR, TEN PIEDAD.

(C)

Pedimos perdón, por las veces que, preocupados y ocupados en nuestros quehaceres, nos desentendemos de los que pueden necesitar nuestra ayuda.

Por no amar a Dios sobre todas las cosas. Señor, ten piedad.
Por no seguir el ejemplo de Jesús que, como Buen Samaritano, nos acoge siempre. Cristo, ten piedad.
Por no atender con respeto y cariño a las personas más cercanas a nosotros. Señor, ten piedad.

Dios, nuestro Padre, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.



Escuchamos la Palabra

Monición a la lectura

Moisés, como enviado de Dios, habla al pueblo de Israel indicándole cómo han de escuchar la voz del Señor y guardar lo que está escrito en la ley, que era señal de pertenencia a la alianza entre ambos. Y para esto la actitud concreta es la conversión, el abandono de ídolos que no dan la libertad.


EVANGELIO DIALOGADO (Niños)

Narrador: Un día se acercó a Jesús un doctor de la ley religiosa judía y le preguntó para ponerle a prueba:
Doctor: Maestro, ¿qué tengo que hacer para merecer la vida eterna?
Jesús: Tú que eres doctor sabrás lo que está escrito en la Biblia. ¿Qué es lo que dice la Biblia?
Doctor: Amarás a Dios con todo tu corazón y con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento más importante que éste.
Jesús: Muy bien, eso es lo que dice la Biblia. Por tanto, haz eso y tendrás vida eterna.
Narrador: Pero el doctor de la Ley le preguntó a Jesús:
Doctor: Y ¿quién es mi prójimo?
Narrador: A esta pregunta Jesús le contestó con esta historia:
Jesús: Un hombre iba de Jerusalén a Jericó. A mitad del camino le salieron unos bandidos, le dieron una fuerte paliza, le robaron todo lo que llevaba y le dejaron en la cuneta medio muerto.
Al de poco rato pasaron por allí un sacerdote y uno que ayudaba en los actos religiosos del templo. Vieron al herido, pero pasaron de largo y no le socorrieron.
Un poco más tarde pasó un samaritano, que es enemigo de los judíos, y al ver al malherido, se acercó a él, le curó las heridas en lo que pudo, le montó en su cabalgadura y lo llevó a la posada más cercana. Y como el samaritano tenía que irse, le dio al dueño de la posada una cantidad de dinero para que cuidara del herido. Y, además le dijo: “Cuídalo bien. Y si gastas más de lo que te dejo, cuando vuelva por aquí te lo pagaré”.
Narrador: Jesús, dirigiéndose al doctor de la Ley le preguntó:
Jesús: ¿Cuál de éstos tres crees que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
Doctor: El que se compadeció del herido y se preocupó de que lo cuidaran.
Jesús: Anda, haz tú lo mismo con todos los que necesiten ayuda.

Palabra del Señor

Homilías

(A)

Hay cosas que uno creía olvidadas y que de cuando en vez vuelven a la memoria. Por ejemplo, recuerdo que, cuando era niño, era bastante frecuente escuchar que a los niños se les decía: “no mires, mira al otro lado”. Esto, cuando no se quería que el niño viese algo inconveniente.

Pero ahora me doy cuenta de que hemos aprendido muy bien la lección.
Porque, ¡vaya si hemos aprendido a mirar “para otro lado”!

Cuando vemos los niños de la calle que nos piden para un pan, nosotros miramos para otro lado.
Cuando vemos esa basura de nuestras calles, nosotros miramos para otro lado.
Cuando vemos a alguien necesitado, nosotros miramos para otro lado.

Cuando vemos que los hijos nos quieren hablar de algo, nosotros miramos para otro lado.
Cuando la esposa quiere compartir algún problema, nosotros miramos para otro lado.
Cuando alguien nos quiere pedir algún servicio, nosotros miramos para otro lado.
Cuando vemos a ese anciano que necesita que alguien le escuche, nosotros miramos para otro lado.
Cuando hay que dar cara por la verdad, nosotros miramos para otro lado.
Cuando hay que defender la justicia, nosotros miramos para otro lado.
Cuando es preciso defender al ausente porque están rajando de él, nosotros miramos para otro lado.
Cuando los hijos comienzan a salirse del camino, nosotros miramos para otro lado.
Cuando la familia se está destruyendo, nosotros miramos para otro lado.
Cuando la sociedad se está hundiendo en la cultura de la vulgaridad, nosotros miramos para otro lado.
Incluso cuando Dios comienza a hablarnos al corazón, nosotros preferimos mirar para otro lado.

Porque eso de “mirar para otro lado” es una manera muy diplomática de no comprometerse con nada.
Quedar bien porque nosotros no hemos visto nada.
Y tener suficientes razones para que nadie nos fastidie.
Lo que todavía no me explico es cómo todos seguimos teniendo una cara que mira de frente y no para un lado.
Todavía no me explico cómo tenemos dos ojos que miran de frente y no para un lado.
Como tampoco logro explicarme cómo es que caminamos de frente y no como los borrachos para un lado.

Mirar la realidad “mirando para otro lado”, puede ser algo muy sencillo para desentendernos de las cosas. Pero que así no se soluciona nada, también es cierto.
Además, ¿no sería mucho más noble mirar las cosas de frente, como son, aunque luego nos desentendiésemos de ellas?

El sacerdote y el levita de la parábola no sólo “miraron al otro lado”, estos fueron más listos. Dieron un rodeo, así ni necesitaban correr el peligro de quedarse bizcos. Quien mira “al otro lado” siempre le queda la curiosidad. Pero cuando das un rodeo no te enteras de nada. Claro que quien “da un rodeo” es porque algo ya vio. Pero ni siquiera sintieron la curiosidad de ¿qué había pasado?

Tú te imaginas a Jesús “mirando al otro lado” o “dando un rodeo”:
Cuando se le cruza un ciego en su camino.
Cuando se encuentra con un leproso que le grita desde la acera.
Cuando le ponen por delante a un paralítico.
Cuando pasa delante de Mateo sentado a la mesa de los impuestos.
Cuando pasa delante de los pescadores en el lago.

¡Claro que miró al otro lado!
Miró al lado donde estaban los hombres.
Miró al lado donde estaba el enfermo.
Miró al lado donde estaba el publicano.
Miró al lado donde estaban la barca y las redes y los pescadores.

Lo más fácil sería seguir adelante, “mirando al otro lado”:
No perdiendo el tiempo con los demás.
No perdiendo el tiempo en su camino.
No distrayéndose de sus preocupaciones.

Pero, para Jesús, el hombre que tiene en su camino:
Es más importante que el tiempo que se cree perder con él.
Cuando se trata del hombre Dios tiene todo el tiempo.
Porque el hombre es más importante que todas las prisas de llegar.
Jesús critica severamente a quien por vivir abstraído en sus obligaciones para con Dios pasa de largo de cuantos le necesitan.
Nuestra experiencia humana es muy sabia. Se nos quedan grabadas personas que no son «un prodigio de nada», pero que son bondadosas, serviciales... Hay gente «prodigio» que no nos dice nada. Sin embargo, siempre nos dicen algo las gentes de bondad, los dispuestos a prestar un servicio, los que tienen una palabra amiga, los que van con el corazón en la mano y lo reparten, los que cuando necesitas algo y piensas a quién le puedes pedir que te eche una mano no dudas en ir a ellos ¡y no te equivocas!
Jesús nos recuerda hoy que no hay verdadero amor a Dios si no atendemos al hermano.
La parábola es tan clara que no necesita que le demos muchas vueltas. Lo único importante es el final: «Anda, haz tú lo mismo».

(B)

En el Evangelio de hoy podemos fijarnos en la religiosidad de los tres que vieron al herido. Para el sacerdote y el levita la religiosidad era ir al templo, participar en las ceremonias, rezar y cumplir otras normas, pero los demás les traían sin cuidado. Todavía hoy somos muchos los cristianos que nos contentamos con ir a la iglesia, rezar, cumplir ciertas normas y los demás nos importan un comino.
Para el samaritano y para Jesús la religiosidad era, por encima de todo, hacer bien al hombre, porque todo lo que de bien o de mal hacemos al hombre se lo hacemos a Dios.
Los judíos tenían la ley de no curar a los enfermos en sábado porque era para ellos día de descanso. Jesús pasaba por encima de las leyes y nada le paraba cuando estaba en juego el bien del hombre. Para pararlo tuvieron que matarlo.
En la religiosidad de Jesús está la oración, pero la oración no es sólo hablar con Dios; es también escucharlo. La oración no es ocuparse de Dios para olvidarse del hombre; no. La oración es ocuparse de Dios para mejor servir al hombre.
La oración no es mala. Lo malo es la falta de oración o, si queréis, la oración falsa. Pongamos, por ejemplo, la de aquel sacerdote y aquel levita que después de orar en el tempo pasan de largo ante la miseria humana.
En el mundo hay muchos problemas. Y algunos los arreglan los Estados. Pero siempre hay lugar para la compasión. Un minusválido puede recibir una pensión y recibir una silla de ruedas; pero un minusválido, sin una mano que le ayude a subir las escaleras, se quedará sentado en su silla de ruedas. Los ancianos tienen todas las comodidades en una residencia, pero en esa residencia pueden morirse de tristeza. Y hay hijos que no tienen compasión ni de sus propios padres.
Jesús nos dice a cada uno de nosotros: «Sed compasivos como Dios es compasivo». «Dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia».
En el mundo hay muchos caminos de Jericó. Yen esos caminos hay muchos heridos: jóvenes descontrolados y víctimas de traficantes sin conciencia, mujeres maltratadas, mujeres explotadas y engañadas por los bajos instintos, niños sin nacer amenazados de muerte, familias hundidas por bandidos que se las dan de personas honradas y andan por ahí tan campantes. ¡Hay tantas y tantas necesidades...!
Y estas necesidades tenemos que verlas. El sacerdote y el levita vieron al herido y, como si no lo vieran, pasaron de largo. A veces hay accidentes de tráfico y algunos automovilistas aprietan el acelerador para no complicarse la vida. Hay necesidades que se ven, pero como si no se vieran; se quedan en los ojos sin bajar al corazón.
El samaritano vio y se compadeció. Prestó los primeros auxilios, dio su tiempo y su dinero, y estaba dispuesto a hacer todo lo que hiciera falta a favor de aquel necesitado, a pesar de que los samaritanos y los judíos eran enemigos y aquel necesitado era judío.
Jesús jamás hizo milagros en beneficio propio, ni siquiera en los momentos de dolor, pero los hizo en beneficio de los demás. Hablando de sus milagros, los evangelistas escriben una y otra vez: Jesús tuvo compasión, Jesús se conmovió, Jesús dijo: Me da lástima esta gente.
Hermanas y hermanos: La palabra prójimo significa «próximo», «cercano», «el que está al lado». Un doctor de la ley, un especialista en leyes le preguntó a Jesús: «¿Quién es mi prójimo?». Y Jesús, a su vez, le hace esta pregunta: ¿Cuál de los tres fue el prójimo del herido? ¿Cuál estuvo a su lado? Contestó el doctor: «El que practicó la misericordia con él». «Anda -le dice Jesús-, haz tú lo mismo» (Lc 10,25,37).
Y estas palabras resuenan para nosotros desde hace casi dos mil años: Anda y haz tú lo mismo. Sé compasivo.


(C)

La parábola del Buen Samaritano, tan conocida por todos, tiene una carga muy fuerte de reflexión y de compromiso: "El camino del cristiano es el amor a los demás, sobre todo a los más necesitados".
La respuesta de Jesús al letrado es clara y contundente: "Haz tú lo mismo que el samaritano y tendrás vida".
Las personas, muchas veces en la vida, nos preguntamos por el sentido de la vida y la respuesta la encontramos en este evangelio: "Haz tú lo mismo “. Jesús une, identifica, el amor a Dios y al prójimo, como una misma cosa:
"No se puede amar a Dios si no se ama al prójimo y amando al prójimo, se ama a Dios".
"Quien dice que ama a Dios, pero no ama al prójimo, es un mentiroso". Todo lo que hagáis a los demás, a mí me lo hacéis".
"Venid, benditos de mi Padre" A pesar de todo esto que Jesús nos ha dicho, los cristianos muchas veces cambiamos los planteamientos de Jesús y decimos que amamos a Dios porque le rezamos mucho y al mismo tiempo nos despreocupamos del prójimo o nos preocupamos del prójimo para hundirlo.
Y esto es todo lo contrario de lo que Jesús nos dijo:"Nadie puede amar a Dios, si al mismo tiempo no ama al prójimo".
¿En qué personaje de los que habla Jesús en la parábola me veo yo retratado?
¿En los que pasan de largo?
¿En el sacerdote que dio un rodeo para no encontrarse con el herido?
¿En el samaritano, que sintió lástima, se acercó, le ayudó y le cuidó?
Este suele ser nuestro problema: Ante el prójimo necesitado, abandonado, maltratado, quizá pasamos de largo. Y el que pasa de largo ante cualquier necesitado, es un fracasado como persona, pero sobre todo como creyente es incapaz de entender a Jesús y de seguirle.
Que la PAZ que nos damos todos los domingos, antes de comulgar, sea de verdad un gesto de paz y de fraternidad, pero que sobre todo sea un compromiso sincero de que a lo largo de la semana vamos a procurar construir un poco más de amor y de solidaridad a nuestro alrededor.


(D)

Acabamos de escuchar la lectura de la parábola del Buen Samaritano. A Jesús le preguntan: ¿Quién es mi prójimo? y Jesús les responde con una parábola, explicando cómo pueden ser ellos, y cada uno de nosotros, prójimo para los demás.
Todas las personas son nuestros prójimos. Las necesidades de los otros es la norma que debe dictar nuestra ayuda. No el mirar si son amigos, o de mi grupo, o de mi religión.
Jesús, para dar la explicación, escoge unos personajes significados de la sociedad: un sacerdote y un levita, oficiales sagrados y dignos de respeto; y un samaritano, personaje despreciado por los judíos, un hereje.
Los profesionales de la religión, el sacerdote y el levita, que debían ser fieles cumplidores del Mandamiento del Amor al prójimo: pasan de largo frente al necesitado.
El samaritano, el hereje, el enemigo de lo religioso, según los judíos, se para y le ayuda.
Nos podemos figurar el escándalo de los oyentes y por qué no, nuestro propio escándalo.
¿Qué nos quiere decir a nosotros, cristianos del Siglo XXI esta parábola?
En primer lugar, que el ser oficialmente cristianos, el hecho de estar bautizados, no nos hace, sin más, el ser fieles seguidores de Jesús y de sus Mandamientos.
Por el hecho de estar bautizados, ¿somos los mejores cumplidores del amor al prójimo? . Los que venimos a menudo al templo, ¿somos los que más ayudamos a los demás?
Si la respuesta a estas preguntas es el "sí", entonces esta parábola no está dicha para nosotros.
Pero si la respuesta es "no": entonces debemos aplicarnos el cuento de la parábola.
Lo cierto es que los cristianos al considerarnos en posesión de la "verdadera religión", al ser los cumplidores de las prácticas religiosas y piadosas, tenemos el peligro de actuar como el sacerdote y el levita: pasar de largo. Y además, solemos buscar disculpas para ello: tengo que acudir al templo, debo ir a orar, tengo otras ocupaciones, Dios sabe quién será, ¿de verdad será necesitado? Estas y otras excusas pueden y suelen apartarnos de la ayuda a los demás.
Creernos en posesión de la verdad, y creernos fieles cristianos, puede endurecernos el corazón, hacernos orgullosos y olvidarnos de las necesidades de los otros.
Solemos decir que amamos a Dios. Pero yo he podido constatar en mis años de cristiano y de sacerdote, que sólo he encontrado una forma de amar a Dios a quien no veo: Amar a los hombres y mujeres a los que veo y tengo cerca o lejos.
Ese otro amor, que decimos tener a Dios, en más bien, un buscar consuelos, satisfacciones en la oración y en las prácticas piadosas.
¡Ojo!, no es que desprecie, que deje a un lado las prácticas religiosas. Pero acabo de decir, que eso es falso, si no nos lleva al amor hacia los demás.
Porque, repito: para amar a Dios, debemos hacerlo, amando a nuestros hermanos.
Esta debe ser la norma de nuestra vida: aunque cueste. Jesús nos lo ha dicho muy claro en el Evangelio de hoy. "Vete y haz tú lo mismo".

(E)

¿Y quién es mi prójimo?
Es claro que no podemos oír el evangelio como una cantinela que no nos sirve gran cosa para hacer nuestra vida. Cuando actuamos como gentes satisfechas y rutinarias, que vamos a la iglesia por cumplir, pero no estamos dispuestas a cambiar nuestra vida, es como si tomáramos el nombre de Dios en vano. En el evangelio no hay sólo una doctrina que tenemos que conocer, sino una forma de ser que tenemos que vivir. Un letrado le preguntó a Jesús qué tenía que hacer para heredar la vida eterna. Como era un letrado, se lo sabía bien. Hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con todo el ser. Y hay que amar al prójimo como a nosotros mismos. Lo de amar a Dios parece que no le ofrecía demasiadas dudas al letrado. Su problema radicaba en el amor al prójimo. ¿y si el prójimo resultaba ser un extranjero, un delincuente, un pagano, un publicano o un enemigo? Quizás las sinagogas y las instituciones judías, en vez enseñar el amor universal y la tolerancia, se habían convertido en escuelas de sectarismo y de intolerancia. Parece que allí el amor al prójimo también tenía sus limitaciones.
Entonces Jesús contó una parábola muy sencilla. Habla de un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo dejaron medio muerto a la orilla del camino. Esta imagen me recuerda a muchas personas que también han caído en manos de bandidos o explotadores y son arrojados al paro, a la emigración, a la incultura, a la pobreza o a la marginalidad. Si abrimos los ojos, los podemos ver al borde de los caminos de la vida. En la parábola, Jesús cuenta que por aquel camino pasaron un sacerdote y un levita, que dieron un rodeo y pasaron de largo. Seguro que Jesús quiere poner en cuestión una religión que cuida mucho el culto externo y descuida la misericordia y el buen corazón. Nos quiere decir Jesús que se puede ser gente de Iglesia y al mismo tiempo ser gente insolidaria. Seguro que Jesús había visto gente así.
Ahora, por esos caminos de la vida donde yacen gentes
malheridas, también transitan personas religiosas que dan un rodeo y pasan de largo. Pienso en todas esas gentes que en sus fiestas de bautizos, primeras comuniones o bodas hacen ostentación de vestidos, dinero y derroches, que son también una ofensa a los pobres del mundo. Y pienso también en todas esas gentes de Iglesia, dispuestas a sacrificarse por comprarle a la Virgen una corona, un manto o una carroza, pero que no están para aproximarse a los pobres del mundo. Y cuando se les pone cerca a los pobres (centros de ayuda a emigrantes, enfermos, ancianos, minusválidos, transeúntes, etc.) protestan y piden que se los lleven a otro sitio. Éste es el mundo de la insolidaridad y del egoísmo que mucha gente está construyendo y donde se da un rodeo para no aproximarse a los caídos de la vida.
Después Jesús habló de un samaritano, que sintió lástima del herido y lo cuidó con verdadero mimo. Para los judíos, este hombre seguramente representaba a los que no vivían con intensidad su vida religiosa, pero Jesús dice de él que se acercó al herido, se hizo prójimo y le ayudó. Termina Jesús diciendo al letrado: «Vete y haz tú lo mismo». Este mensaje tan sencillo es también para nosotros. Los cristianos hemos aprendido de Jesús a acercamos con cariño a los desgraciados del mundo. Queremos amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma, pero también queremos estar cercanos y ser prójimos de todos los pobres del mundo.


Oración de los fieles

Pidamos a Dios Padre que atienda nuestras necesidades: ¡Escúchanos, Señor!

Para que en medio de la Iglesia surjan profetas anunciadores de la verdad, que nos ayuden a descubrir al Dios que se entrega por todos. Oremos...
Para que el centro y la motivación del actuar de los cristianos sea la entrega de Jesús y el testimonio de su vida. Oremos...
Para que seamos personas entregadas, buscadores del bien humano, implicados en la tarea de hacer un mundo justo y fraterno. Oremos...
Para que nuestra comunidad (parroquial) dedique esfuerzo, tiempo, acogida, dinero... a los más necesitados y a los excluidos de la sociedad. Oremos...

Oración: Escúchanos, Señor, y atiende nuestras necesidades no por nuestros pocos méritos, sino por el mismo Jesús que nos habla del amor que se hace realidad. Y que vive y reina...

(B)

Presentemos muestras peticiones al Señor

Por todos los que en este pueblo compartimos la misma fe: para que formemos una auténtica comunidad cristiana. ROGUEMOS AL SENOR
Para que todo el mundo tenga acceso al trabajo: ese derecho fundamental de toda persona. ROGUEMOS AL SENOR ...
Por los que sufren el dolor de la guerra, del hambre, de la violencia, de la pobreza. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por todos los que trabajan en el mundo por la paz y la justicia: por todas las personas que dedican su vida a ayudar a personas necesitadas. ROGUEMOS AL SEÑOR...

OREMOS: Escucha, Padre, estas peticiones y fortalece nuestra vida cristiana.

(C)

Animados por el Espíritu de Jesús, dirigimos confiadamente nuestra oración al Padre.

Por la Iglesia: para que en todas sus actuaciones y decisiones se perciba el espíritu y el estilo de Jesús. ROGUEMOS AL SEÑOR
Por todas las personas que trabajan por construir una sociedad más justa y solidaria: para que no se cansen en su empeño. ROGUEMOS AL SEÑOR
Para que nosotros seamos siempre tolerantes y respetuosos con quienes son y piensan distinto a nosotros. ROGUEMOS AL SEÑOR
Por todos los que se encuentran solos: para que no les falte nunca la ayuda ni la amistad que necesitan. ROGUEMOS AL SEÑOR ...

Oremos: Escucha, Padre, nuestras peticiones y danos la fortaleza y la sabiduría de tu Espíritu. Por JNS...

(D)

Juntos vamos a pedir a Dios por todos y de forma especial por los más necesitados. Y para nosotros, fuerzas para ayudarles.

Por los Pastores de la Iglesia y los "oficiales" del culto, para que sepan ver a su prójimo en los más necesitados. Roguemos al Señor.
Por los empleados en el campo sanitario, para que sepan ver en cada enfermo a Cristo, y lo atiendan como tal. Roguemos al Señor.
Por las víctimas de la violencia y de las injusticias humanas, para que sus tristes experiencias no les aparten de la posibilidad de seguir creando un mundo más fraterno. Roguemos al Señor.
Por los que están solos y abandonados, para que se atrevan a dar pasos de acercamiento y encuentren en los demás el cariño que necesitan. Roguemos al Señor.
Por todos nosotros, para que estemos atentos, para ver quién nos necesita y de verdad le ayudemos. Roguemos al Señor.

Oremos: Tú nos enseñas que el culto es rezar y actuar en favor de los otros. Haz que nuestro corazón esté siempre cerca de ellos.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(E)

Oremos a Dios Padre, que en Cristo se ha hecho prójimo y compañero nuestro. Diremos: Haznos hermanos, Señor.

- Para que los cristianos vivamos el amor al hermano como lo propio y característico del discípulo de Jesucristo. Oremos

- Para que en nuestro mundo la lengua, la raza, la clase social o la religión no sirva de pretexto para la violencia, las divisiones y la injusta distribución de los bienes y recursos. Oremos.

- Para que los indefensos, los abatidos y los que sufren hallen en nosotros unos compañeros de camino, dispuestos a la autentica y fraterna caridad. Oremos.

- Para que en nuestra comunidad parroquial no demos rodeos ni busquemos excusas a la hora de acoger y ayudar a los que necesitan nuestro apoyo y hospitalidad. Oremos

Dios y Señor nuestro, escucha nuestros ruegos. Que descubramos tu presencia en nuestro amor fraterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Ofrendas

Termómetro: Te presentamos, Señor, este termómetro para medir la temperatura de nuestra solidaridad.
Libro abierto: Señor, no nos pides cosas imposibles. Lo que nos pides está ya escrito en nuestro corazón.

(B)

PRESENTACIÓN DE LAS LLAGAS DE LA HUMANIDAD

Señor, somos esta pequeña comunidad de ________, que se ha reunido para celebrar el triunfo de tu Hijo sobre la muerte, expresada hoy, en este mundo, a través de esa lista de problemas, que nosotros hemos encontrado y que, seguro, no son los únicos que afectan a los hombres y mujeres de hoy. Te pedimos que nos hagas sensibles para poder descubrir y sanar las heridas de los demás; que, como buenos samaritanos, no pasemos de largo de ninguno de los que yacen en el camino de la vida.


PRESENTACIÓN DE UN MEDICAMENTO

Mira, Señor, traemos este medicamento, porque pensamos que es un buen signo de la misericordia, una de las cualidades fundamentales del Pastor. Queremos ser eso: medicina para los otros. Bálsamo y aceite que curen las heridas de los demás. Mera capacidad de escucha, que alivie y aligere los problemas de los otros. Y lo queremos hacer a imagen de tu Hijo Jesucristo, tal como Él lo hizo antes y lo hace ahora con nosotros.

Prefacio…

Realmente es nuestro deber y salvación
darte gracias en todo momento
y expresarte nuestro agradecimiento
estando cercanos a cuantos hombres heridos y abandonados encontramos en el camino de la vida.
Tú eres el verdadero samaritano
que sanas nuestras heridas y curas nuestros corazones
de los golpes de la vida, y esperas que sepamos socorrer
a aquellos hermanos que han caído víctimas del egoísmo,
de la injusticia, del pecado.
Por eso ahora, alegres y agradecidos por tu amor,
queremos proclamar esta alabanza en tu honor:

Santo, Santo, Santo...

Padrenuestro

El llamar a Dios “Padre”, no es sólo una cosa bonita; es una realidad. Por eso vamos a tratar como hermanos a los que viven junto a nosotros. Vamos a ser para ellos “el Buen Samaritano” que les ayuda. Por eso, juntos decimos: Padre nuestro...

Nos damos la paz

El gesto de la paz, nos debe salir espontáneo si hemos rezado de verdad el Padre nuestro. Porque no se puede hablar de hermanos, de hijos de Dios, y vivir de espaldas unos a otros. Que este gesto de la Paz sea, hoy, un comienzo o una continuación de los lazos que nos unen en la tarea de cada día.

Compartimos el pan

Lo que hemos rezado en el Padre nuestro, lo que hemos sellado en el rito de la paz. Ahora, vamos a rubricarlo comiendo juntos. Es la señal de la verdadera amistad. Dichosos los invitados...

Bendición

Que tengamos los ojos bien abiertos para ver al prójimo antes de que haya pasado de largo.
No cerremos los ojos ante el dolor y la miseria que nos podamos encontrar, no pasemos de largo ante quienes sufren. Hay que socorrer y ayudar.
Jesús critica severamente a quien por vivir abstraído en sus obligaciones para con Dios pasa de largo de cuantos le necesitan...
La parábola es tan clara que no necesita que le demos muchas vueltas. Lo único importante es el final: “Anda, haz tú lo mismo”.
Para ello que la bendición de Dios...

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WebJCP | Abril 2007