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MISIONEROS EN CAMINO: Homiliías y Reflexiones para el XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lucas 12. 13-21) - Ciclo C
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sábado, 31 de julio de 2010

Homiliías y Reflexiones para el XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lucas 12. 13-21) - Ciclo C


Publicado por Iglesia que Camina

GRANDES GRANEROS

A mayores graneros, corazones más pequeños. A medida que construimos nuevos y más grandes graneros, más se empequeñece el corazón. Esto es lo que viene a decirnos la parábola de Jesús hoy en el Evangelio.

No es fácil entender el corazón humano, ni el nuestro ni el de los otros porque, como alguien escribió, por mucho que lo disimulemos, todos llevamos un corazón capitalista. Es decir, un corazón acaparador, que no se llena con nada, que lo quiere todo. Cuanto más busca “almacenar” sus bienes, menos piensa en compartir con el resto de necesitados.

La parábola es bien gráfica. Agrandar los graneros, llenarlos hasta arriba. ¿Y todo para qué? Para repetirse secretamente a sí mismo: “Hombre tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.” A mayores bienes mayor egoísmo y mayor frialdad para con los demás. A mayor abundancia de bienes, una mayor materialización del corazón que se insensibiliza y sólo piensa en tumbarse, en comer, en beber y en darse la gran vidorra.

Es que cuanto más llenamos el corazón de cosas, más tenemos que vaciarlo de personas. Si llenamos el corazón de amor y generosidad, si lo llenamos de amor para con los demás, pareciera que no hay espacio ya para las cosas. Mientras que cuanto más lo llenamos de cosas queda menos espacio para que puedan entrar en él las personas.

No es una parábola en la que Jesús impida tener bienes. Es una parábola en la que Jesús quiere plantearnos el problema de la codicia de tener más, querer más. No es una parábola contra la abundancia de bienes ni contra una buena y abundante cosecha. Es una parábola del corazón. De un corazón que ama o de un corazón insensible ante las necesidades de los demás. De un corazón que pone su tesoro no en las personas sino en las cosas.

Hace unos años, me contaba una mamá el tremendo problema que tenía con su hijita de ocho años. Había amontonado diez muñecas y orgullosa se fue el Colegio haciendo exhibición de su almacén de muñecas. Era feliz con sus diez muñecas. Cuando de pronto salió otra que exclamó: “¡Qué poquitas, yo tengo quince!” Ahí se armó el lío. Era todo un llanto exigiendo que su mamá le comprase más muñecas. Es que, en realidad, la competencia del tener más que los demás la llevamos en el corazón desde niños. No es una cosa cultural. No es algo que digamos que es de nuestra cultura. Es cosa del corazón, del corazón que o piensa en compartir o piensa en acaparar.




JESÚS “ALBACEA” ENTRE HERMANOS

Jesús ha pasado por todas. Por eso su tremenda experiencia del corazón humano. Le pedimos cualquier cosa. Ya no es la salud, ni la buena suerte. Le pedimos que haga de “repartidor” de herencias.

A Jesús le gusta muy poco la casuística. No sienta a los dos hermanos y trata de convencerles para que se pongan de acuerdo. Se ve que lo padres habían muerto sin dejar testamento y ahora quieren que sea Él quien haga de juez para que haya un equilibro en el reparto.

Por eso, Jesús, no se mete en el lío. Lo único que hace, como suele suceder siempre, es dar los criterios para que ellos mismos sean justos en el reparto. Les dice que, antes de repartir, sanen sus corazones de “toda codicia” porque la fuente de las desigualdades en todo reparto es la codicia de cada uno. Todos se creen con más derechos que los demás. Todos quieren aprovecharse de los demás. Y así no hay equidad ni justicia. Hay que sanar el corazón, hay que limpiarlo. El egoísmo, la codicia, la avaricia, son enfermedades propias del corazón y es inútil que alguien pretenda dar nuevas leyes, porque no son las leyes las que crean la verdadera justicia entre hermanos, sino la libertad del corazón.

La felicidad y la vida no dependen tanto de cuanto tenemos sino de cuanto amamos y cuán generosos somos. Jesús lo dice con claridad: “La vida no depende de los bienes.” La verdadera vida depende del amor. La medida de la grandeza de nuestro corazón es la generosidad, la bondad, el amor, el compartir. Aunque parezca mentira, solo el amor ensancha el corazón, las cosas lo estrechan y achican.





¡PAPÁS, HAGAN TESTAMENTO!

Son muchos los que tienen miedo a hacer testamento. Se imaginan que al hacer testamento ya se están sentenciando a muerte, que yo sepa, nadie a muerto de víspera por hacer testamento a tiempo.

¿Por qué hacer testamento? Por una razón muy sencilla. Para evitar líos entre hermanos. Porque luego que ustedes se mueran los hijos más que hermanos parecen una jauría de leones sobre la presa que han cazado.

Muchas familias se han destruido por peleas de “cuanto me toca a mí y cuánto te toca a ti”. Todos se creen con privilegios y entonces viene la lucha del más fuerte. Somos hermanos mientras viven los viejos, pero cuando éstos se nos van, nos olvidamos de ser hermanos y nos convertimos en hienas que cada una lucha y pelea por su presa.

¿Qué problema hay en hacer el testamento a tiempo? Total, los bienes siguen siendo de ustedes mientras vivan porque el testamento sólo vale después de la muerte de ustedes y no saben cuántos líos y problemas se evitarían si se tomaran la molestia de hacer ese papelito que llamamos “ultima voluntad” o “testamento”. Así cada uno sabe cuánto es lo suyo y se acabaron las peleas internas que dividen a los hermanos porque luego nadie se imagine que Jesús hará de albacea, repartiendo los bienes del difunto.

No hay cosa que me repugne más que cuando vienen quejándose de que no se hablan entre hermanos desde que murieron los viejos por causa de la lucha de herencia. Algo que parece le sucedía a este del Evangelio que le pide a Jesús interceda para que “su hermano reparta la herencia”.

Hacer el testamento no significa que ya me voy a morir, sólo significa que quiero dejar las cosas claras y evitar luego peleas y líos entre los hijos. Porque en vida todos son un encanto, pero cuando ven la presa por delante, se convierten en fieras. Por eso, una súplica a todos los padres: “Hagan testamento a tiempo.”





PARA PENSAR UN POCO

Las riquezas son un don de Dios,
pero en mis manos las hago mías y dejan de ser un don.
Dios lo pone todo al servicio de todos,
pero mi corazón lo pone todo a mi servicio.
Dios da vida a las semillas sembradas,
pero yo me hago dueño de las espigas y de los granos.
Dios regala la riqueza para que podamos vivir con dignidad,
pero nosotros la convertimos en algo que nos esclaviza.

Jesús siendo rico se hizo pobre por nosotros.
Nosotros podemos ser ricos empobreciéndonos por los demás.
Compartir no es empobrecerse.
Compartir es hacer que otros sean menos pobres.
Compartir es hacer que lo que tenemos tenga sentido humano.
Compartir es liberarnos de la codicia de amontonar.
Compartir es disfrutar de lo que tenemos haciendo felices a otros.

Lo que Dios nos regala es para nosotros y también para los demás.
Dios regala a los demás a través de lo que yo les regalo.
Cuando extiendo mis manos,
Dios extiende las suyas en las mías.
Mis manos pueden ser la prolongación de las manos de Dios.
Mi generosidad es el sacramento de la generosidad de Dios.
Mi abundancia me habla de la generosidad de Dios.
Compartir de mi abundancia es expresar la generosidad con los demás.

Las cosas son buenas. Así las vio Dios al crearlas.
Las cosas pueden ser malas en el uso que hacemos de ellas.
No culpemos a Dios del hambre que hay en el mundo.
Será mejor que primero miremos la verdad de nuestro corazón.

Dios no tiene molinos para moler nuestros granos,
pero nosotros podemos regalar la harina molida.
Dios no tiene hornos para cocer el pan,
pero yo puedo compartir el que se cuece en mi horno.





CLASES DE HOMBRES

El hombre "araña". No. No es el de la televisión. Es el hombre que como la araña teje su tela sólo para sí y si alguien se le acerca lo atrapa en ella. Tú no puedes ser el egoísta que excluye al resto y te tragas a todo el mundo que se te acerca.
El hombre "lobo". Tampoco es el de la película. Es el hombre a quien todos tienen miedo. Lo ven falso y peligroso. ¿Inspiras confianza? ¿Inspiras amabilidad? ¿Se te acerca la gente o más bien te tienen miedo y tratan de huir de ti? En vez de ferocidad, ¿por qué no revelas y manifiestas cariño y bondad?
El hombre "hormiga". Es el hombre callado, silencioso, que se pasa el día haciendo cosas sin levantar la voz. No cae en el consumismo de cada día. Piensa que mañana también tendrá necesidades. ¿Eres de los que hablas, pero no haces nada? ¿Eres de los que sin ruido no se cansan de hacer el bien?
El hombre "canario". Es el hombre que se pasa el día cantándole a la vida. ¿Por qué canta? Por nada. Canta porque le sale de dentro. Su plenitud interior le hace expresarse en canto. Me encantan los hombres que cantan. Me fastidian los hombres que sólo se lamentan.
El hombre “cucú”. Sí, que también los hay. El cucú no hace nido. Pone sus huevos en los nidos ajenos, para que otros cuiden y den de comer a sus hijos. ¿Serás de los que engendra hijos por ahí, en nidos ajenos, para que otros se hagan cargo de ellos, les den de comer, los eduquen? ¿Y tú, bien gracias…?
El hombre “mosquito”. Esos fastidiosos insectos que no los puedes sacar de encima y lo único que hacen es picar a los demás. ¿Eres de esos tipos insoportables que se meten en todo y en todas partes lo único que hacen es fastidiar, incomodar? Qué lindo cuando alguien puede decir de ti, qué pena que ya se va…
El hombre que ha tomado en serio ser hombre… No quiere ser sino eso, hombre. Y que no es fácil. Porque ser caballero, sí lo puede ser cualquiera. Pero ser persona… ser responsable, ser libre, ser coherente… ser él mismo… es empresa que requiere mucho esfuerzo. El que me supongo que tú mismo estás haciendo.

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WebJCP | Abril 2007