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domingo, 4 de julio de 2010

ESTAS SON LAS INSTRUCCIONES



El anuncio de que es posible que los hombres seamos libres y la lucha por alcanzar la libertad y profundizar en ella mediante la práctica del amor (véase comentario anterior) es el núcleo de la tarea que tenemos encomendada los cristianos, la médula del compromiso cristiano: ser libres y liberadores para que entre los hombres sea posible el amor. Pero ¿es posible realizar esta tarea? ¿Se puede mantener la fidelidad a tal compromiso en medio de un mundo como éste? La misión no es fácil: no faltarán proble mas y basta puede correr la sangre. ¿Cómo, pues, realizar esta misión? En el evangelio de este domingo tenemos las instrucciones.


LA MIES ES MUCHA

Después de esto el Señor designó a otros setenta y los mandó por delante, dedos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les dijo:

-La mies es abundante y los braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que envíe braceros a su mies.



Subiendo a enfrentarse con Jerusalén, atraviesa Jesús la región de Samaria, despreciada por los judíos, que consideraban herejes a sus habitantes: los samaritanos correspondían a ese desprecio y no mantenían relaciones demasiado cordiales con los judíos; por eso, cuando se enteran de que Jesús va a Jerusalén, se niegan a recibirlo (Lc 9,52-53). Jesús, sin embar go, acepta nuevos discípulos, que se unen a él «mientras iban por el camino» (Lc 9,52-62); no importa que sean samaritanos, sólo es necesario que sepan que el camino que emprenden no los hará ricos -«Las zorras tienen madrigueras y los pá jaros nidos, pero el Hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58)-, que abandonen la herencia del mundo viejo para construir una humanidad nueva -«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar por ahí el reinado de Dios» (Lc 9,60)- y que, comprometidos con ese futuro radicalmente nuevo, no sucumban a la tentación de una nos talgia paralizadora que los incapacitaría para la misión -«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios» (Lc 9,62)-, pues en adelante «lo que impor ta es una nueva humanidad» (primera lectura).

Para Mateo y Marcos, Galilea es la puerta del paganismo; para Lucas, este papel lo desempeña Samaria; si Galilea era la región que limitaba geográficamente con los pueblos paga nos, Samaria estaba, desde el punto de vista religioso, entre Israel y el paganismo. Por otro lado, el número de los enviados a esta nueva misión, setenta, como el número de todas las naciones del mundo (véase Gn 10) indica que se trata de un anticipo de la misión entre los paganos: todo el mundo, la humanidad toda, espera que se le anuncie el mensaje liberador de Jesús.



COMO CORDEROS ENTRE LOBOS

En marcha! Mirad que os envío como corderos entre lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias, y no os paréis a saludar por el camino. Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: «Paz a esta casa ... comed y bebed de lo que tengan, que el obrero merece su salario».



La misión de los enviados de Jesús no será fácil (ni la de los setenta ni la de los que sigan tras ellos). Decir a los pobres que Dios está de su parte y que no es culpa suya, sino de los ricos, que sean pobres (véase comentario núm. 34); prevenir a los creyentes para que se anden con cuidado con todas las instituciones que, como Jerusalén se empeñan en mantener a sus fieles en permanente minoría' de edad y hacerles saber que Dios no necesita intermediarios para mostrar su amor a quienes El quiere que sean sus hijos (véase comentario núm. 24); decir que el poder no viene de Dios, sino que pertenece al diablo (Lc 4,6-7, véase comentario núm. 10)... Todo esto va a desenmascarar a muchos lobos con piel de oveja que atacarán sin piedad a los mensajeros de la Buena Noticia de Jesús. No llevarán escolta ni armas para defenderse de ellos, porque esto seria confiar en las mismas fuerzas en las que se sustenta el mundo que hay que cambiar; tampoco deben prever nada para asegurar su sustento; la humanidad que sufre es sensible a las necesidades de los demás, y aunque sufrirán persecución y en ocasiones ser verán rechazados, no faltarán muestras de solidaridad: «comed y bebed de lo que tengan...»

Los setenta enviados debieron seguir fielmente estas ins trucciones, pues tuvieron mucho éxito: «Los setenta regresa ron muy contentos y le dijeron: Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre». Los hombres se iban liberando no sólo por fuera, sino también por dentro, descubriendo la mentira de las ideologías que les hacían creer que las cosas eran como eran porque Dios así lo había decidido, que el mundo estaba bien y que nada había que cambiar, que a lo sumo alguna pequeña reforma...

Los setenta no parece que arrastraran masas; se limitaron a despabilar conciencias, como siguen haciendo hoy tantos y tantos cristianos que, corderos en medio de lobos, descubren a los hombres que pueden llegar a ser libres, y siendo libres, hacerse hijos de Dios viviendo como hermanos. Esta es nues tra tarea, y las instrucciones las mismas que recibieron aquellos setenta enviados. No nos vendría mal hacer una revisión para ver cómo las cumplimos y silos resultados se corresponden con los que ellos obtuvieron.

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WebJCP | Abril 2007