(A)
La fe verdadera se mide por la solidaridad; también por la oración y por un estilo de vida sencillo y desprendido.
Estos valores de sana espiritualidad vuelven a ser destacados hoy por la Palabra.
Una generosidad grande, hasta el sacrificio, es el culto que se nos pide en la vida diaria. Esto es lo que vale a los ojos de Dios. Entender el culto de otro modo es un desacierto.
(B)
Dar, es ceder algo propio para el servicio de los demás.
En el Evangelio de hoy nos dirá Jesús: "Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás echan lo que les sobra y ella ha echado lo que necesitaba para vivir".
Jesús nos dice que los que tienen mucho, por dar lo que les sobra, no dan nada en comparación con la viuda, que por dar lo que necesita para seguir viviendo, da la vida misma.
También entre nosotros hay ricos y necesitados. El Evangelio de hoy es la piedra de toque para juzgar nuestra postura de solidaridad y colaboración.
Este Evangelio de hoy es bendición para unos y denuncia para otros.
Que esta Celebración nos sirva para reflexionar: ¿Damos lo que nos sobra, o sabemos entregar nuestra vida al servicio de la Comunidad Cristiana?.
Saludo del Sacerdote
Que el Dios Generoso, y Jesús que entregó su vida por la humanidad estén con todos vosotros...
Pedimos perdón
(A)
En nuestra vida, no siempre hemos colaborado. Muchas veces el egoísmo domina nuestras acciones. Por eso vamos a pedir perdón:
* Muchas veces nos olvidamos de los demás o les dejamos que se arreglen solos. Por eso: Señor, ten piedad.
* Muchas veces no queremos colaborar con los otros para conseguir mejoras sociales o laborales. Por eso: Cristo, ten piedad.
* Muchas veces entregamos lo que nos sobra y por ello nos creemos ya los benefactores de la sociedad. Por eso: Señor, ten piedad.
(B)
No sabéis que sois templo de Dios y que su Espíritu habita en vosotros?. No estamos solos, podemos asumir nuestra tarea con tranquilidad, confianza y responsabilidad. Porque no siempre vivimos con esta confianza, pedimos perdón al Señor.
Tú, que a todos los que dudan les animas a vivir con esperanza. SEÑOR, TEN PIEDAD…
Tú, que nos das fortaleza para ayudarnos en la debilidad. CRISTO, TEN PIEDAD…
Tú, que nos llamas a dar frutos de fe y de amor. SEÑOR, TEN PIEDAD...
El Señor tenga misericordia de nosotros perdone nuestros pecados y nos lleva a la vida eterna.
Escuchamos la Palabra
Monición
La Lectura nos habla de una pobre viuda que salva su vida y la de su hijo, ayudando a otro necesitado.
Monición al Evangelio
Dar lo que a uno le sobra está bien. Pero lo importante es dar la vida por los demás, como la pobre viuda.
Homilías
(A)
Hablando un médico barcelonés sobre la importancia y el valor de los pequeños detalles y de las cosas insignificantes contaba que, en sus primeros años de médico cirujano, un día se encontró con un pobre tendido, revolcándose en el dolor en una calle de Barcelona. Se acercó y comprobó que padecía un ataque de apendicitis. Llamó a un taxi, se lo llevó al quirófano y lo operó. A los ocho días, al darle el alta, el pobre de solemnidad, que no podía pagar nada porque nada tenía, metió su mano en el bolsillo y, mostrando una peseta, le dijo: «Doctor, le doy todo cuanto
tengo». Y se la depositó en la palma de la mano. El médico cirujano terminaba diciendo: «Nadie me pagó tanto ni tan bien como aquel pobre. Me dio todo lo que tenía. Por eso le puse un marco a aquella peseta, que tanto ha significado en mi vida; y colgué aquel cuadro en un lugar preferente de mi despacho».
Según el Evangelio de hoy, Jesús vio que una viuda pobre echaba unos reales en el arca de las ofrendas del templo, mientras muchos ricos echaban en cantidad, y dijo a sus discípulos: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie, porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Mc 12,43,44).
No olvidemos que en aquellos tiempos, en que no había la Seguridad Social, los huérfanos y las viudas eran las personas más necesitadas.
En nuestro mundo, en este mundo de los hombres, la generosidad se mira por la cantidad y no por la calidad. Se valora más al que da mil euros que al que da diez, y al que da diez más que al que da uno. La prensa, las revistas alaban al que da una gran cantidad.
Y en la valoración del trabajo ocurre lo mismo. El trabajo del pobre, del humilde, no cuenta, pasa desapercibido, mientras que el trabajo de los grandes, de los poderosos es muy nombrado y recompensado.
Un sacerdote cordobés, contó lo siguiente: «En mi parroquia, llamada Ojuelos Bajos, vivía un hombre paralítico de sus dos piernas. Pues bien; este señor se dedicaba a vender pescado para poder vivir y, para ello, le hacían montar en un borriquillo y a las cuatro de la mañana salía todos los días para Pueblonuevo, distante veinticinco kilómetros de su aldea. Recogía dos cajas de pescado, que allí le ponían sobre el borriquillo, y volvía de aldea en aldea vendiendo su pescado, terminando a las tres o a las cuatro de la tarde; y esto todos los días, en invierno y en verano.
En una reunión que se tuvo en Fuenteovejuna para organizar un homenaje a una maestra de escuela, se me ocurrió preguntar por qué no se proponía a este hombre para la medalla al mérito del trabajo o para alguna otra condecoración, pero esta idea pareció tan descabellada que por respuesta sólo recibí una burlona sonrisa».
Hermanos, muy bien que a aquella maestra se le dedicase el homenaje, que por otra parte no había hecho sino cumplir fielmente con su deber. Hasta eso llegamos; se cumple tan poco que el que lo cumple se hace merecedor de un homenaje, pero ¿por qué no a aquel humilde vendedor de pescado, que por otra parte prestaba un magnífico servicio a todas aquellas aldeas?
Dios, sin embargo, como hemos visto en las lecturas de hoy, tiene otra forma de valorar. No se fija tanto en la cantidad de la limosna sino en la calidad, porque no es lo mismo dar mil euros cuando se tienen doscientos mil y quedan todavía ciento noventa y nueve mil, que dar cien euros cuando sólo se tienen doscientos o nada más que los cien que se dan.
Y en el trabajo de los hombres ocurre otro tanto. Dios valora la intención, el esfuerzo, la alegría con que se hace; y los hombres, sin embargo, lo valoramos por su brillantez.
Ante los ojos de Dios el mismo valor puede tener el trabajo de un simple albañil que el trabajo de un ministro.
(B)
La pobre viuda ha echado ...
Una de las aportaciones más valiosas de la fe cristiana al hombre contemporáneo es, quizás, la de ayudarle a vivir con un sentido más humano en medio de una sociedad enferma de «neurosis de posesión».
El modelo de sociedad y de convivencia que configura nuestro vivir diario está basado no en lo que cada hombre es, sino en lo que cada hombre tiene. Lo importante es «tener» dinero, prestigio, poder, autoridad... El que posee esto, sale adelante y triunfa en la vida. El que no logra algo de esto, queda descalificado.
Desde los primeros años, al niño se le «educa» más para tener que para ser. Lo que interesa es que se capacite para que el día de mañana «tenga» una posición, unos ingresos, un nombre, una seguridad. Así, casi inconscientemente, preparamos a las nuevas generaciones para la competencia y la rivalidad.
Vivimos en un modelo de sociedad que fácilmente empobrece a las personas. La demanda de afecto, ternura y amistad que late en todo hombre es atendida con objetos. La comunicación humana queda sustituida por la posesión de cosas.
Los hombres se acostumbran a valorarse a sí mismos por lo que poseen o lo que son capaces de llegar a poseer. Y, de esta manera, corren el riesgo de irse incapacitando para el amor, la ternura, el servicio generoso la ayuda amistosa, el sentido gratuito de la vida. Esta sociedad no ayuda a crecer en amistad, solidaridad y preocupación por los derechos del otro.
Por eso, cobra especial relieve en nuestros días la invitación del evangelio a valorar al hombre desde su capacidad de servicio y solidaridad.
La grandeza de una vida se mide en último término no por los conocimientos que uno posee, ni por los bienes que ha conseguido acumular, ni por el éxito social que ha podido alcanzar, sino por la capacidad de servir y ayudar a los otros a ser más humanos,
El hombre más poderoso, más sabio y más rico, queda descalificado como hombre si no es capaz de hacer algo gratis por los demás.
Cuántas gentes humildes, como la viuda del evangelio, aportan más a la humanización de nuestra sociedad con su vida sencilla de solidaridad y ayuda generosa a los necesitados, que tantos protagonistas de nuestra vida social, económica y política, hábiles defensores de sus intereses, su protagonismo y su posición.
(C)
¿Qué es dar?
En nuestra sociedad se nos está olvidando algo aparentemente tan sencillo como es dar. Muchos hombres y mujeres están dispuestos a dar pero sólo a cambio de recibir. Dar sin recibir les parece una estafa, un mal negocio, algo perjudicial.
Son personas que no se han desarrollado más. Han quedado ahí, sin superar esa etapa meramente receptiva y acaparadora. Sólo saben recibir. No han aprendido a dar.
Viven convencidos de que dar gratis, sin recibir nada a cambio, es empobrecerse, privarse de algo, hacerse daño a uno mismo. Algo propio de personas poco inteligentes y despiertas.
Sin embargo, estas personas saben dar lo que les sobra. Han encontrado el método sencillo para vivir encerrados en su egoísmo, sin sentirse turbados por las necesidades que hay a su alrededor. El dar lo que les sobra les proporciona la tranquilidad que necesitan para seguir su vida sin preocuparse apenas de nadie.
Se celebran fiestas fastuosas pero con un toque de carácter benéfico. Se mejora constantemente la comodidad del hogar pero con el cuidado de enviar el vicio mobiliario a "Traperos de Emaús" o a Cáritas.
Se renueva constantemente el atuendo y las prendas propias de cada estación y se adquieren nuevos equipos de montaña y de toda clase de deportes, pero con la preocupación de entregar la ropa usada a los pobres.
Hace unos meses subí a comer con la comunidad de "Los Traperos de Emaús". Pude contemplar una vez más toda clase de muebles, ropas, electrodomésticos, televisores y enseres increíbles. Allí se acumula gran parte de lo que nos sobra.
Pero allí mismo pude saber que aquellos hombres habían reunido con su trabajo y con la renuncia a la pequeña paga de Navidad, una cantidad de dinero para el pueblo de Etiopía, azotado por la sequía.
Entonces comprendí mejor que nunca la reacción de Jesús ante aquella pobre viuda que echó dos monedas pero, según Jesús, fue la que dio más que nadie.
Bajé convencido de que aquellos vagabundos, que viven en un edificio ruinoso reparado por ellos mismos, que duermen en habitaciones donde corre el viento y hasta la lluvia, que trabajan aprovechando los desperdicios de nuestra ciudad, habían dado más que todos nosotros a los hambrientos de Etiopía.
Estos hombres, aunque no lo sepan, son ricos. Porque no es rico el que tiene mucho sino el que da mucho. Estos son capaces de hacer lo que la mayoría hemos olvidado: dar algo más que las sobras.
(D)
Lo que nos sobra.
Es gozoso descubrir cómo los ojos de Jesús se fijan siempre en los hombres y mujeres sencillos que saben vivir el amor de manera limpia y generosa.
Jesús observa a la gente que deposita sus limosnas en el templo. Muchos ricos ofrecen espléndidos donativos, pero pasan desapercibidos a sus ojos. Sorprendentemente, su mirada se detiene en una pobre viuda que echa la cantidad ridícula de «dos reales».
La alabanza de Jesús es aleccionadora. Esta pobre mujer ha sabido dar más que nadie, porque «los demás han echado lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
No está de moda la compasión. Se diría que para muchos es un sentimiento desfasado y anacrónico. Una actitud innecesaria en una sociedad capaz de organizar de manera eficiente los diversos servicios sociales.
En esta sociedad en que «creamos máquinas que obran como hombres y producimos hombres que obran como máquinas» (E. Frornm), corremos el riesgo de endurecer nuestro corazón y hacernos impermeables al dolor ajeno.
Se nos está olvidando lo que es la «compasión». Ese saber «padecer con» el necesitado y vibrar con el sufrimiento ajeno. Miramos a las personas desde fuera, como si fueran objetos, sin acercarnos a su dolor.
Cada uno corre tras su felicidad. Cada uno se preocupa de satisfacer sus propios deseos. Los demás quedan lejos.
Si la viuda sabe dar todo lo que tiene es, sin duda, porque «pasa necesidad» y comprende desde su experiencia dolorosa las necesidades de los demás.
Pero cuando uno se ha instalado ya en su pequeño mundo de bienestar y comodidad, es difícil «entender» el sufrimiento de los otros.
Sin embargo, parece que necesitamos conservar la ilusión de que hay en nosotros todavía algo humano y bueno. Y entonces, damos lo que nos sobra».
Nos tranquilizamos desprendiéndonos de objetos inútiles, muebles inservibles, electrodomésticos gastados. Pero no nos acercamos a los que sufren y necesitan quizás nuestra cercanía.
Y, sin embargo, el desvalido necesita siempre un calor, una defensa y una acogida que sólo el que sabe compadecerse le puede ofrecer. «El estado no puede visitar a los enfermos. Las estructuras no pueden ir a pasear con un inválido. ¡Tú sí!» (Ph. Bosmans).
Oración de los fieles
(A)
Vamos a orar con confianza y a pedir a Dios por los necesitados. También esto es entregar nuestras vidas al servicio de los demás.
1- Por la Iglesia, por los Pastores que la dirigen, para que no utilicen la Religión como pretexto para dominar. "Roguemos al Señor".
2- Por los pobres y necesitados, por los que no tienen trabajo o se encuentran solos y abandonados. "Roguemos al Señor".
3- Por los que entregan su vida al servicio de los demás, para que Dios les dé fuerzas y alegría en su tarea. "Roguemos al Señor".
4- Por todos nosotros, para que pongamos al servicio de todos lo que tenemos: el dinero, el trabajo y nuestras vidas. "Roguemos al Señor".
Señor, todos somos necesitados, pero todos tenemos algo que puede servir a los demás. Danos fuerzas para ponernos al servicio de una sociedad más justa y mejor. Ayúdanos. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
(B)
Delante de Dios Padre presentamos nuestra oración confiada, diciendo: ¡Señor, danos tu Paz!
Para que el mundo sea la casa común de todas las personas, construida desde el respeto, la justicia y la igualdad. Oremos.
Para que los países ricos hagan suya la llamada de tantos pueblos injustamente empobrecidos y les ayuden en un desarrollo justo y solidario. Oremos.
Para que seamos creadores de paz, de la paz que nace de la justicia y del reconocimiento de cada persona humana. Oremos.
- Para que honremos, sobre todo, los templos de carne y hueso que son los hermanos, en quienes habita el Espíritu del Señor. Oremos
Para que nuestra comunidad (parroquial) sepa afrontar las dificultades que nacen del anuncio del Evangelio, y lo haga con entrega y confianza. Oremos.
Oración: Señor, danos tu paz que nos haga vivir como verdaderos hermanos. Por Jesucristo.
Plegaria Eucarística
Te damos gracias, Señor,
por habernos enviado a tu Hijo Jesús,
que nos trajo la solidaridad y el amor.
Te damos gracias por habernos dado este mundo:
mundo lleno de riquezas y bienes para nuestro servicio.
Te damos gracias
por habernos dado un cuerpo
y unas manos que nos sirven
para transformar este mundo
y conseguir alimentos para nuestras familias.
Te damos gracias por hacernos hijos tuyos
y enseñarnos a vivir unidos entre nosotros.
Porque hay buenas personas que nos ayudan,
porque hay buenas gentes que luchan en favor de todos.
Ahora nos unimos a los santos,
y a esas personas de buena voluntad
para entonar un himno de alabanza
diciendo:
Santo, Santo, Santo ...
Padre Nuestro
En el Padre Nuestro pedimos: "Danos hoy nuestro pan de cada día ....". Vamos a pedir que este pan llegue para todos. Que sepamos repartir las riquezas que hay en el mundo y el alimento de cada día. Por eso a una voz decimos: Padre Nuestro ...
Nos damos la paz
La paz es fruto de la justicia. Si sabemos compartir nuestras cosas sin egoísmo, entonces llegará a nosotros la paz. Si todos colaboramos, la paz dejará de ser una utopía y será una realidad.
- Por eso que la Paz del Señor esté con todos vosotros ...
- Nos damos la Paz.
Comunión
Jesús reparte su comida. Se hizo alimento sencillo y más bueno que el pan y nos invita a todos. Vamos a participar en la Comunión de su Cuerpo.
- Dichosos nosotros por haber sido invitados a su Mesa.
- Señor no soy digno .....
Bendición…
Tú valoraste la pequeña moneda que la viuda echó en el templo,
tú te fijas en las actitudes del corazón de cada uno.
Tus valores son claros, aunque estén en desuso,
Lo malo es que nosotros nos dejamos enganchar por otros valores…
Conviértenos a tu manera de actuar, cámbianos el corazón y haznos comportarnos como hermanos.
Para ello que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Estos valores de sana espiritualidad vuelven a ser destacados hoy por la Palabra.
Una generosidad grande, hasta el sacrificio, es el culto que se nos pide en la vida diaria. Esto es lo que vale a los ojos de Dios. Entender el culto de otro modo es un desacierto.
(B)
Dar, es ceder algo propio para el servicio de los demás.
En el Evangelio de hoy nos dirá Jesús: "Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás echan lo que les sobra y ella ha echado lo que necesitaba para vivir".
Jesús nos dice que los que tienen mucho, por dar lo que les sobra, no dan nada en comparación con la viuda, que por dar lo que necesita para seguir viviendo, da la vida misma.
También entre nosotros hay ricos y necesitados. El Evangelio de hoy es la piedra de toque para juzgar nuestra postura de solidaridad y colaboración.
Este Evangelio de hoy es bendición para unos y denuncia para otros.
Que esta Celebración nos sirva para reflexionar: ¿Damos lo que nos sobra, o sabemos entregar nuestra vida al servicio de la Comunidad Cristiana?.
Saludo del Sacerdote
Que el Dios Generoso, y Jesús que entregó su vida por la humanidad estén con todos vosotros...
Pedimos perdón
(A)
En nuestra vida, no siempre hemos colaborado. Muchas veces el egoísmo domina nuestras acciones. Por eso vamos a pedir perdón:
* Muchas veces nos olvidamos de los demás o les dejamos que se arreglen solos. Por eso: Señor, ten piedad.
* Muchas veces no queremos colaborar con los otros para conseguir mejoras sociales o laborales. Por eso: Cristo, ten piedad.
* Muchas veces entregamos lo que nos sobra y por ello nos creemos ya los benefactores de la sociedad. Por eso: Señor, ten piedad.
(B)
No sabéis que sois templo de Dios y que su Espíritu habita en vosotros?. No estamos solos, podemos asumir nuestra tarea con tranquilidad, confianza y responsabilidad. Porque no siempre vivimos con esta confianza, pedimos perdón al Señor.
Tú, que a todos los que dudan les animas a vivir con esperanza. SEÑOR, TEN PIEDAD…
Tú, que nos das fortaleza para ayudarnos en la debilidad. CRISTO, TEN PIEDAD…
Tú, que nos llamas a dar frutos de fe y de amor. SEÑOR, TEN PIEDAD...
El Señor tenga misericordia de nosotros perdone nuestros pecados y nos lleva a la vida eterna.
Escuchamos la Palabra
Monición
La Lectura nos habla de una pobre viuda que salva su vida y la de su hijo, ayudando a otro necesitado.
Monición al Evangelio
Dar lo que a uno le sobra está bien. Pero lo importante es dar la vida por los demás, como la pobre viuda.
Homilías
(A)
Hablando un médico barcelonés sobre la importancia y el valor de los pequeños detalles y de las cosas insignificantes contaba que, en sus primeros años de médico cirujano, un día se encontró con un pobre tendido, revolcándose en el dolor en una calle de Barcelona. Se acercó y comprobó que padecía un ataque de apendicitis. Llamó a un taxi, se lo llevó al quirófano y lo operó. A los ocho días, al darle el alta, el pobre de solemnidad, que no podía pagar nada porque nada tenía, metió su mano en el bolsillo y, mostrando una peseta, le dijo: «Doctor, le doy todo cuanto
tengo». Y se la depositó en la palma de la mano. El médico cirujano terminaba diciendo: «Nadie me pagó tanto ni tan bien como aquel pobre. Me dio todo lo que tenía. Por eso le puse un marco a aquella peseta, que tanto ha significado en mi vida; y colgué aquel cuadro en un lugar preferente de mi despacho».
Según el Evangelio de hoy, Jesús vio que una viuda pobre echaba unos reales en el arca de las ofrendas del templo, mientras muchos ricos echaban en cantidad, y dijo a sus discípulos: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie, porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Mc 12,43,44).
No olvidemos que en aquellos tiempos, en que no había la Seguridad Social, los huérfanos y las viudas eran las personas más necesitadas.
En nuestro mundo, en este mundo de los hombres, la generosidad se mira por la cantidad y no por la calidad. Se valora más al que da mil euros que al que da diez, y al que da diez más que al que da uno. La prensa, las revistas alaban al que da una gran cantidad.
Y en la valoración del trabajo ocurre lo mismo. El trabajo del pobre, del humilde, no cuenta, pasa desapercibido, mientras que el trabajo de los grandes, de los poderosos es muy nombrado y recompensado.
Un sacerdote cordobés, contó lo siguiente: «En mi parroquia, llamada Ojuelos Bajos, vivía un hombre paralítico de sus dos piernas. Pues bien; este señor se dedicaba a vender pescado para poder vivir y, para ello, le hacían montar en un borriquillo y a las cuatro de la mañana salía todos los días para Pueblonuevo, distante veinticinco kilómetros de su aldea. Recogía dos cajas de pescado, que allí le ponían sobre el borriquillo, y volvía de aldea en aldea vendiendo su pescado, terminando a las tres o a las cuatro de la tarde; y esto todos los días, en invierno y en verano.
En una reunión que se tuvo en Fuenteovejuna para organizar un homenaje a una maestra de escuela, se me ocurrió preguntar por qué no se proponía a este hombre para la medalla al mérito del trabajo o para alguna otra condecoración, pero esta idea pareció tan descabellada que por respuesta sólo recibí una burlona sonrisa».
Hermanos, muy bien que a aquella maestra se le dedicase el homenaje, que por otra parte no había hecho sino cumplir fielmente con su deber. Hasta eso llegamos; se cumple tan poco que el que lo cumple se hace merecedor de un homenaje, pero ¿por qué no a aquel humilde vendedor de pescado, que por otra parte prestaba un magnífico servicio a todas aquellas aldeas?
Dios, sin embargo, como hemos visto en las lecturas de hoy, tiene otra forma de valorar. No se fija tanto en la cantidad de la limosna sino en la calidad, porque no es lo mismo dar mil euros cuando se tienen doscientos mil y quedan todavía ciento noventa y nueve mil, que dar cien euros cuando sólo se tienen doscientos o nada más que los cien que se dan.
Y en el trabajo de los hombres ocurre otro tanto. Dios valora la intención, el esfuerzo, la alegría con que se hace; y los hombres, sin embargo, lo valoramos por su brillantez.
Ante los ojos de Dios el mismo valor puede tener el trabajo de un simple albañil que el trabajo de un ministro.
(B)
La pobre viuda ha echado ...
Una de las aportaciones más valiosas de la fe cristiana al hombre contemporáneo es, quizás, la de ayudarle a vivir con un sentido más humano en medio de una sociedad enferma de «neurosis de posesión».
El modelo de sociedad y de convivencia que configura nuestro vivir diario está basado no en lo que cada hombre es, sino en lo que cada hombre tiene. Lo importante es «tener» dinero, prestigio, poder, autoridad... El que posee esto, sale adelante y triunfa en la vida. El que no logra algo de esto, queda descalificado.
Desde los primeros años, al niño se le «educa» más para tener que para ser. Lo que interesa es que se capacite para que el día de mañana «tenga» una posición, unos ingresos, un nombre, una seguridad. Así, casi inconscientemente, preparamos a las nuevas generaciones para la competencia y la rivalidad.
Vivimos en un modelo de sociedad que fácilmente empobrece a las personas. La demanda de afecto, ternura y amistad que late en todo hombre es atendida con objetos. La comunicación humana queda sustituida por la posesión de cosas.
Los hombres se acostumbran a valorarse a sí mismos por lo que poseen o lo que son capaces de llegar a poseer. Y, de esta manera, corren el riesgo de irse incapacitando para el amor, la ternura, el servicio generoso la ayuda amistosa, el sentido gratuito de la vida. Esta sociedad no ayuda a crecer en amistad, solidaridad y preocupación por los derechos del otro.
Por eso, cobra especial relieve en nuestros días la invitación del evangelio a valorar al hombre desde su capacidad de servicio y solidaridad.
La grandeza de una vida se mide en último término no por los conocimientos que uno posee, ni por los bienes que ha conseguido acumular, ni por el éxito social que ha podido alcanzar, sino por la capacidad de servir y ayudar a los otros a ser más humanos,
El hombre más poderoso, más sabio y más rico, queda descalificado como hombre si no es capaz de hacer algo gratis por los demás.
Cuántas gentes humildes, como la viuda del evangelio, aportan más a la humanización de nuestra sociedad con su vida sencilla de solidaridad y ayuda generosa a los necesitados, que tantos protagonistas de nuestra vida social, económica y política, hábiles defensores de sus intereses, su protagonismo y su posición.
(C)
¿Qué es dar?
En nuestra sociedad se nos está olvidando algo aparentemente tan sencillo como es dar. Muchos hombres y mujeres están dispuestos a dar pero sólo a cambio de recibir. Dar sin recibir les parece una estafa, un mal negocio, algo perjudicial.
Son personas que no se han desarrollado más. Han quedado ahí, sin superar esa etapa meramente receptiva y acaparadora. Sólo saben recibir. No han aprendido a dar.
Viven convencidos de que dar gratis, sin recibir nada a cambio, es empobrecerse, privarse de algo, hacerse daño a uno mismo. Algo propio de personas poco inteligentes y despiertas.
Sin embargo, estas personas saben dar lo que les sobra. Han encontrado el método sencillo para vivir encerrados en su egoísmo, sin sentirse turbados por las necesidades que hay a su alrededor. El dar lo que les sobra les proporciona la tranquilidad que necesitan para seguir su vida sin preocuparse apenas de nadie.
Se celebran fiestas fastuosas pero con un toque de carácter benéfico. Se mejora constantemente la comodidad del hogar pero con el cuidado de enviar el vicio mobiliario a "Traperos de Emaús" o a Cáritas.
Se renueva constantemente el atuendo y las prendas propias de cada estación y se adquieren nuevos equipos de montaña y de toda clase de deportes, pero con la preocupación de entregar la ropa usada a los pobres.
Hace unos meses subí a comer con la comunidad de "Los Traperos de Emaús". Pude contemplar una vez más toda clase de muebles, ropas, electrodomésticos, televisores y enseres increíbles. Allí se acumula gran parte de lo que nos sobra.
Pero allí mismo pude saber que aquellos hombres habían reunido con su trabajo y con la renuncia a la pequeña paga de Navidad, una cantidad de dinero para el pueblo de Etiopía, azotado por la sequía.
Entonces comprendí mejor que nunca la reacción de Jesús ante aquella pobre viuda que echó dos monedas pero, según Jesús, fue la que dio más que nadie.
Bajé convencido de que aquellos vagabundos, que viven en un edificio ruinoso reparado por ellos mismos, que duermen en habitaciones donde corre el viento y hasta la lluvia, que trabajan aprovechando los desperdicios de nuestra ciudad, habían dado más que todos nosotros a los hambrientos de Etiopía.
Estos hombres, aunque no lo sepan, son ricos. Porque no es rico el que tiene mucho sino el que da mucho. Estos son capaces de hacer lo que la mayoría hemos olvidado: dar algo más que las sobras.
(D)
Lo que nos sobra.
Es gozoso descubrir cómo los ojos de Jesús se fijan siempre en los hombres y mujeres sencillos que saben vivir el amor de manera limpia y generosa.
Jesús observa a la gente que deposita sus limosnas en el templo. Muchos ricos ofrecen espléndidos donativos, pero pasan desapercibidos a sus ojos. Sorprendentemente, su mirada se detiene en una pobre viuda que echa la cantidad ridícula de «dos reales».
La alabanza de Jesús es aleccionadora. Esta pobre mujer ha sabido dar más que nadie, porque «los demás han echado lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
No está de moda la compasión. Se diría que para muchos es un sentimiento desfasado y anacrónico. Una actitud innecesaria en una sociedad capaz de organizar de manera eficiente los diversos servicios sociales.
En esta sociedad en que «creamos máquinas que obran como hombres y producimos hombres que obran como máquinas» (E. Frornm), corremos el riesgo de endurecer nuestro corazón y hacernos impermeables al dolor ajeno.
Se nos está olvidando lo que es la «compasión». Ese saber «padecer con» el necesitado y vibrar con el sufrimiento ajeno. Miramos a las personas desde fuera, como si fueran objetos, sin acercarnos a su dolor.
Cada uno corre tras su felicidad. Cada uno se preocupa de satisfacer sus propios deseos. Los demás quedan lejos.
Si la viuda sabe dar todo lo que tiene es, sin duda, porque «pasa necesidad» y comprende desde su experiencia dolorosa las necesidades de los demás.
Pero cuando uno se ha instalado ya en su pequeño mundo de bienestar y comodidad, es difícil «entender» el sufrimiento de los otros.
Sin embargo, parece que necesitamos conservar la ilusión de que hay en nosotros todavía algo humano y bueno. Y entonces, damos lo que nos sobra».
Nos tranquilizamos desprendiéndonos de objetos inútiles, muebles inservibles, electrodomésticos gastados. Pero no nos acercamos a los que sufren y necesitan quizás nuestra cercanía.
Y, sin embargo, el desvalido necesita siempre un calor, una defensa y una acogida que sólo el que sabe compadecerse le puede ofrecer. «El estado no puede visitar a los enfermos. Las estructuras no pueden ir a pasear con un inválido. ¡Tú sí!» (Ph. Bosmans).
Oración de los fieles
(A)
Vamos a orar con confianza y a pedir a Dios por los necesitados. También esto es entregar nuestras vidas al servicio de los demás.
1- Por la Iglesia, por los Pastores que la dirigen, para que no utilicen la Religión como pretexto para dominar. "Roguemos al Señor".
2- Por los pobres y necesitados, por los que no tienen trabajo o se encuentran solos y abandonados. "Roguemos al Señor".
3- Por los que entregan su vida al servicio de los demás, para que Dios les dé fuerzas y alegría en su tarea. "Roguemos al Señor".
4- Por todos nosotros, para que pongamos al servicio de todos lo que tenemos: el dinero, el trabajo y nuestras vidas. "Roguemos al Señor".
Señor, todos somos necesitados, pero todos tenemos algo que puede servir a los demás. Danos fuerzas para ponernos al servicio de una sociedad más justa y mejor. Ayúdanos. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
(B)
Delante de Dios Padre presentamos nuestra oración confiada, diciendo: ¡Señor, danos tu Paz!
Para que el mundo sea la casa común de todas las personas, construida desde el respeto, la justicia y la igualdad. Oremos.
Para que los países ricos hagan suya la llamada de tantos pueblos injustamente empobrecidos y les ayuden en un desarrollo justo y solidario. Oremos.
Para que seamos creadores de paz, de la paz que nace de la justicia y del reconocimiento de cada persona humana. Oremos.
- Para que honremos, sobre todo, los templos de carne y hueso que son los hermanos, en quienes habita el Espíritu del Señor. Oremos
Para que nuestra comunidad (parroquial) sepa afrontar las dificultades que nacen del anuncio del Evangelio, y lo haga con entrega y confianza. Oremos.
Oración: Señor, danos tu paz que nos haga vivir como verdaderos hermanos. Por Jesucristo.
Plegaria Eucarística
Te damos gracias, Señor,
por habernos enviado a tu Hijo Jesús,
que nos trajo la solidaridad y el amor.
Te damos gracias por habernos dado este mundo:
mundo lleno de riquezas y bienes para nuestro servicio.
Te damos gracias
por habernos dado un cuerpo
y unas manos que nos sirven
para transformar este mundo
y conseguir alimentos para nuestras familias.
Te damos gracias por hacernos hijos tuyos
y enseñarnos a vivir unidos entre nosotros.
Porque hay buenas personas que nos ayudan,
porque hay buenas gentes que luchan en favor de todos.
Ahora nos unimos a los santos,
y a esas personas de buena voluntad
para entonar un himno de alabanza
diciendo:
Santo, Santo, Santo ...
Padre Nuestro
En el Padre Nuestro pedimos: "Danos hoy nuestro pan de cada día ....". Vamos a pedir que este pan llegue para todos. Que sepamos repartir las riquezas que hay en el mundo y el alimento de cada día. Por eso a una voz decimos: Padre Nuestro ...
Nos damos la paz
La paz es fruto de la justicia. Si sabemos compartir nuestras cosas sin egoísmo, entonces llegará a nosotros la paz. Si todos colaboramos, la paz dejará de ser una utopía y será una realidad.
- Por eso que la Paz del Señor esté con todos vosotros ...
- Nos damos la Paz.
Comunión
Jesús reparte su comida. Se hizo alimento sencillo y más bueno que el pan y nos invita a todos. Vamos a participar en la Comunión de su Cuerpo.
- Dichosos nosotros por haber sido invitados a su Mesa.
- Señor no soy digno .....
Bendición…
Tú valoraste la pequeña moneda que la viuda echó en el templo,
tú te fijas en las actitudes del corazón de cada uno.
Tus valores son claros, aunque estén en desuso,
Lo malo es que nosotros nos dejamos enganchar por otros valores…
Conviértenos a tu manera de actuar, cámbianos el corazón y haznos comportarnos como hermanos.
Para ello que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros.
R. Amén.
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