El Papa ha querido darle al Domund del 2009 un sentido paulino, de ahí que lo haya llamado “Como Pablo, misionero por vocación”. El anuncio del Evangelio a todos los hombres no es uno de tantos quehaceres de la Iglesia y del cristiano, es un mandato esencial. La Iglesia puede hacer muchas cosas, pero si no anuncia el Evangelio pierde su propia identidad. El modelo de Iglesia misionera es sin duda alguna la figura de San Pablo.
“Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe, Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 15,16) La verdadera misión de la Iglesia y su verdadero sentido entre los hombres es precisamente este: “anunciar el Evangelio” a todos los hombres. “Como el Padre me envió también yo os envío a vosotros.” El último mensaje de Jesús en su despedida el día de la Ascensión fue: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio.”
Predicar el Evangelio no puede reducirse ni al pequeño grupo que cada domingo nos escucha ni a ese pequeño grupo que ronda cada día las parroquias. El mensaje es claro: “Id al mundo entero.” La única geografía de la evangelización es la humanidad entera. Es decir, tenemos que salirnos de nuestro pequeño círculo y abrirnos a todos los hombres, porque Jesús no salvó solo a unos pocos sino a todos. Cada vez que celebramos la Eucaristía lo repetimos: “esta es mi sangre que será derramada por todos los hombres”.
Pablo entendió perfectamente el mandato de Jesús por eso no se quedó encerrado en el mundo de su raza, de la que se sentía tan orgulloso, más bien dejó para otros la evangelización de Israel y él se dedicó cuerpo entero a la evangelización de los gentiles. Luego no se encerró en las pequeñas comunidades que formaba sino que las dejaba para que ellas mismas se formasen y creciesen y él se iba a formar comunidades nuevas. Pablo no fue el misionero que se sentó en un escritorio, ni se encerró en una comunidad, sino que fue el misionero peregrino por el mundo. Fue él quién abrió la Iglesia a la cultura helénica saliéndose de la cultura judía. No renunció nunca a su sangre, pero tampoco su sangre y su cultura y la religiosidad de su pueblo fueron un obstáculo para hacerse “todo para todos”. Pablo es el misionero sin fronteras.
Éste es el tipo y modelo de misionero que Benedicto XVI nos propone tanto a la Iglesia universal, como a las Iglesias particulares, como a cada cristiano. El Domund 2009 es el Domund de la universalidad del Evangelio y de la fe cristiana.
El Documento Aparecida hablando del compromiso con la misión “ad gentes” nos dice: “Conscientes y agradecidos porque el Padre amó tanto al mundo que envió a su Hijo para salvarlo (Jn 3,16) queremos ser continuadores de su misión, ya que ésta es la razón de ser de la Iglesia y que define su identidad más profunda.”
Entonces cita a Benedicto XVI: “El campo de la Misión ad gentes se ha ampliado notablemente y no se puede definir sólo basándose en consideraciones geográficas o jurídicas. En efecto, los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios no son sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones.”
Si la razón de ser de la Iglesia es continuar la misión de Jesús, esta también es la razón de cada cristiano y de cada comunidad parroquial. Si la identidad más profunda de la Iglesia es la misión, también será la mejor y más profunda identidad de cada cristiano y de cada Iglesia particular y de cada comunidad parroquial y de cada grupo parroquial.
Esto nos está diciendo que nuestra preocupación no puede quedar reducida a la salvación personal de cada uno sino que tiene que estar marcada por nuestra preocupación por la salvación del mundo entero, la humanidad entera con sus valores y culturas y que ninguna geografía ni ninguna cultura pueden ser razones para anclarnos en nuestro propio mundo y desentendernos de los demás.
Muchas naciones europeas comenzaron de declinar en su fe cristiana cuando se encerraron en sus provincialismos o regionalismos y se olvidaron de abrirse al mundo y a la humanidad universal.
Hoy tenemos “Médicos sin fronteras”, “Ingenieros sin fronteras”, “Voluntarios sin fronteras”. El Documento Aparecida nos habla de “Misioneros sin fronteras” y añade “dispuestos a ir “a la otra orilla”. Siempre me han gustado los espacios amplios, por eso me encantan los bosques y los parques, uno siente como el espíritu se ensancha y crece. Mientras que los reduccionismos, los provincialismos, los regionalismos y los nacionalismos, siempre me han parecido como especies de camisas de fuerza que nos impiden volar más lejos.
Familias que solo piensan en sus hijos y no les preocupan los hijos de los demás.
Parroquias que solo miran hacia dentro, encerradas en lo locales parroquiales o en la Iglesia parroquial.
Diócesis cuyos horizontes terminan donde termina su territorio.
Pero hoy vivimos en un mundo universalizado por los medios de comunicación, la globalidad, los contratos comerciales con otros países o regiones culturales. ¿Ha de ser precisamente el momento en que los creyentes guardemos nuestra fe en nuestras arcas o cajas de seguridad? San Pablo no se dejaba enclaustrar ni en sus comunidades ni en las geografías. Es curioso cuando escribe que está pensando llegar hasta España. Para quien tenía una conciencia tan honda del misterio y la universalidad del Evangelio toda geografía le resultaba pequeña.
Estamos llamados a no quedarnos en esta orilla sino pasar a la otra. Estamos llamados a convertir nuestra fe personal en una fe para todos los hombres. Seremos más auténticos cuanto más nos arriesguemos en el compartir de nuestra fe y en el anuncio del Evangelio, no a los que ya creen sino a aquellos a los que aún no les ha llegado el anuncio.
Cuando vas al mercado con veinte soles en el bolsillo te parece tan poco que no vas a poderte llevar nada, pero cuando se nos pasan las ánforas de la Colecta por las Misiones, veinte soles nos parece un capitalazo, una barbaridad.
Es cierto que no todos pueden ir al mercado con veinte soles. A veces no tienen sino cinco y hacen piruetas para ver qué se pueden llevar. Pero otros muchos de nosotros no tenemos ese problema y, ciertamente, muchos echan mucho más y con más generosidad. Las cosas no se pueden universalizar.
¿Por qué será que nuestros billetes suben de valor cuando se trata de invertirlos en la misión de evangelizar al mundo? En el fondo, no creo que se deba a tacañería, el corazón humano es generoso, más bien pienso que se debe a que aún no hemos tomado conciencia del deber cristiano de comprometernos con la evangelización. Todavía no somos capaces de decir como Pablo: “¡Ay, de mí si no evangelizare!” Por eso es tan importante el que tanto en la Catequesis como en los Centros Educativos católicos se dé una formación religiosa mucho más universalizada y comprometida.
Se dice que el Día de la Madre deben ser todos los días del año y estoy de acuerdo. Pero el DOMUND también debiera ser tarea de todos los domingos del año. Hasta me atrevo a hacer una sugerencia: ¿No pudiéramos hacer una segunda colecta misionera, aunque no sea sino una vez al mes apadrinando a algún misionero o a algún proyecto misionero? Dejo la inquietud ahí.
Porque siempre tendrán alguien con quien compartir.
Porque siempre tendrán alguien que los necesita.
Porque siempre tendrán alguien que lo está pasando mal.
Porque siempre tendrán quien les tienda la mano pidiendo algo.
Porque siempre tendrán alguien que necesita de su alegría.
Porque siempre tendrán alguien que necesita una palabra de aliento.
Porque siempre tendrán alguien que necesita una compañía.
Porque siempre tendrán alguien que espera una palabra de bondad.
Porque siempre tendrán alguien que espera una mano para levantarse.
Porque siempre tendrán alguien que está sufriendo en silencio.
Porque siempre tendrán alguien que llora en silencio en su corazón.
Porque siempre tendrán alguien que no sabe el camino.
Porque siempre tendrán alguien que busca y no encuentra.
Porque siempre tendrán alguien que quiere y no puede.
Porque siempre tendrán alguien a quien regalar un abrazo.
Porque siempre tendrán alguien a quien sonreír.
Porque siempre tendrán alguien a quien dedicar un poco de su tiempo.
Porque siempre tendrán alguien que espera que le escuchen.
Porque siempre tendrán alguien que necesita sentir el amor de los demás.
Porque siempre tendrán alguien que quiere contarnos sus penas.
Porque siempre tendrán alguien a quien decirle “Te amo”.
“Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe, Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 15,16) La verdadera misión de la Iglesia y su verdadero sentido entre los hombres es precisamente este: “anunciar el Evangelio” a todos los hombres. “Como el Padre me envió también yo os envío a vosotros.” El último mensaje de Jesús en su despedida el día de la Ascensión fue: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio.”
Predicar el Evangelio no puede reducirse ni al pequeño grupo que cada domingo nos escucha ni a ese pequeño grupo que ronda cada día las parroquias. El mensaje es claro: “Id al mundo entero.” La única geografía de la evangelización es la humanidad entera. Es decir, tenemos que salirnos de nuestro pequeño círculo y abrirnos a todos los hombres, porque Jesús no salvó solo a unos pocos sino a todos. Cada vez que celebramos la Eucaristía lo repetimos: “esta es mi sangre que será derramada por todos los hombres”.
Pablo entendió perfectamente el mandato de Jesús por eso no se quedó encerrado en el mundo de su raza, de la que se sentía tan orgulloso, más bien dejó para otros la evangelización de Israel y él se dedicó cuerpo entero a la evangelización de los gentiles. Luego no se encerró en las pequeñas comunidades que formaba sino que las dejaba para que ellas mismas se formasen y creciesen y él se iba a formar comunidades nuevas. Pablo no fue el misionero que se sentó en un escritorio, ni se encerró en una comunidad, sino que fue el misionero peregrino por el mundo. Fue él quién abrió la Iglesia a la cultura helénica saliéndose de la cultura judía. No renunció nunca a su sangre, pero tampoco su sangre y su cultura y la religiosidad de su pueblo fueron un obstáculo para hacerse “todo para todos”. Pablo es el misionero sin fronteras.
Éste es el tipo y modelo de misionero que Benedicto XVI nos propone tanto a la Iglesia universal, como a las Iglesias particulares, como a cada cristiano. El Domund 2009 es el Domund de la universalidad del Evangelio y de la fe cristiana.
NOS DEFINIMOS COMO MISIONEROS
El Documento Aparecida hablando del compromiso con la misión “ad gentes” nos dice: “Conscientes y agradecidos porque el Padre amó tanto al mundo que envió a su Hijo para salvarlo (Jn 3,16) queremos ser continuadores de su misión, ya que ésta es la razón de ser de la Iglesia y que define su identidad más profunda.”
Entonces cita a Benedicto XVI: “El campo de la Misión ad gentes se ha ampliado notablemente y no se puede definir sólo basándose en consideraciones geográficas o jurídicas. En efecto, los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios no son sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones.”
Si la razón de ser de la Iglesia es continuar la misión de Jesús, esta también es la razón de cada cristiano y de cada comunidad parroquial. Si la identidad más profunda de la Iglesia es la misión, también será la mejor y más profunda identidad de cada cristiano y de cada Iglesia particular y de cada comunidad parroquial y de cada grupo parroquial.
Esto nos está diciendo que nuestra preocupación no puede quedar reducida a la salvación personal de cada uno sino que tiene que estar marcada por nuestra preocupación por la salvación del mundo entero, la humanidad entera con sus valores y culturas y que ninguna geografía ni ninguna cultura pueden ser razones para anclarnos en nuestro propio mundo y desentendernos de los demás.
Muchas naciones europeas comenzaron de declinar en su fe cristiana cuando se encerraron en sus provincialismos o regionalismos y se olvidaron de abrirse al mundo y a la humanidad universal.
“MISIONEROS SIN FRONTERAS”
Hoy tenemos “Médicos sin fronteras”, “Ingenieros sin fronteras”, “Voluntarios sin fronteras”. El Documento Aparecida nos habla de “Misioneros sin fronteras” y añade “dispuestos a ir “a la otra orilla”. Siempre me han gustado los espacios amplios, por eso me encantan los bosques y los parques, uno siente como el espíritu se ensancha y crece. Mientras que los reduccionismos, los provincialismos, los regionalismos y los nacionalismos, siempre me han parecido como especies de camisas de fuerza que nos impiden volar más lejos.
Familias que solo piensan en sus hijos y no les preocupan los hijos de los demás.
Parroquias que solo miran hacia dentro, encerradas en lo locales parroquiales o en la Iglesia parroquial.
Diócesis cuyos horizontes terminan donde termina su territorio.
Pero hoy vivimos en un mundo universalizado por los medios de comunicación, la globalidad, los contratos comerciales con otros países o regiones culturales. ¿Ha de ser precisamente el momento en que los creyentes guardemos nuestra fe en nuestras arcas o cajas de seguridad? San Pablo no se dejaba enclaustrar ni en sus comunidades ni en las geografías. Es curioso cuando escribe que está pensando llegar hasta España. Para quien tenía una conciencia tan honda del misterio y la universalidad del Evangelio toda geografía le resultaba pequeña.
Estamos llamados a no quedarnos en esta orilla sino pasar a la otra. Estamos llamados a convertir nuestra fe personal en una fe para todos los hombres. Seremos más auténticos cuanto más nos arriesguemos en el compartir de nuestra fe y en el anuncio del Evangelio, no a los que ya creen sino a aquellos a los que aún no les ha llegado el anuncio.
HISTORIA DE UN BILLETE DE VEINTE SOLES
Cuando vas al mercado con veinte soles en el bolsillo te parece tan poco que no vas a poderte llevar nada, pero cuando se nos pasan las ánforas de la Colecta por las Misiones, veinte soles nos parece un capitalazo, una barbaridad.
Es cierto que no todos pueden ir al mercado con veinte soles. A veces no tienen sino cinco y hacen piruetas para ver qué se pueden llevar. Pero otros muchos de nosotros no tenemos ese problema y, ciertamente, muchos echan mucho más y con más generosidad. Las cosas no se pueden universalizar.
¿Por qué será que nuestros billetes suben de valor cuando se trata de invertirlos en la misión de evangelizar al mundo? En el fondo, no creo que se deba a tacañería, el corazón humano es generoso, más bien pienso que se debe a que aún no hemos tomado conciencia del deber cristiano de comprometernos con la evangelización. Todavía no somos capaces de decir como Pablo: “¡Ay, de mí si no evangelizare!” Por eso es tan importante el que tanto en la Catequesis como en los Centros Educativos católicos se dé una formación religiosa mucho más universalizada y comprometida.
Se dice que el Día de la Madre deben ser todos los días del año y estoy de acuerdo. Pero el DOMUND también debiera ser tarea de todos los domingos del año. Hasta me atrevo a hacer una sugerencia: ¿No pudiéramos hacer una segunda colecta misionera, aunque no sea sino una vez al mes apadrinando a algún misionero o a algún proyecto misionero? Dejo la inquietud ahí.
BIENAVENTURADOS LOS QUE SABEN COMPARTIR
Porque siempre tendrán alguien con quien compartir.
Porque siempre tendrán alguien que los necesita.
Porque siempre tendrán alguien que lo está pasando mal.
Porque siempre tendrán quien les tienda la mano pidiendo algo.
Porque siempre tendrán alguien que necesita de su alegría.
Porque siempre tendrán alguien que necesita una palabra de aliento.
Porque siempre tendrán alguien que necesita una compañía.
Porque siempre tendrán alguien que espera una palabra de bondad.
Porque siempre tendrán alguien que espera una mano para levantarse.
Porque siempre tendrán alguien que está sufriendo en silencio.
Porque siempre tendrán alguien que llora en silencio en su corazón.
Porque siempre tendrán alguien que no sabe el camino.
Porque siempre tendrán alguien que busca y no encuentra.
Porque siempre tendrán alguien que quiere y no puede.
Porque siempre tendrán alguien a quien regalar un abrazo.
Porque siempre tendrán alguien a quien sonreír.
Porque siempre tendrán alguien a quien dedicar un poco de su tiempo.
Porque siempre tendrán alguien que espera que le escuchen.
Porque siempre tendrán alguien que necesita sentir el amor de los demás.
Porque siempre tendrán alguien que quiere contarnos sus penas.
Porque siempre tendrán alguien a quien decirle “Te amo”.
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