Publicado por DABAR
Cuanto nos gusta aconsejar a la gente y dar nuestra formada opinión sobre lo que está bien, lo que está mal, lo que es justo o injusto, lo afortunados o desgraciados que son o somos, lo apropiado o inapropiado de esto o aquello…y, en fin, sobre todas aquellas cosas dignas de juicio sobre las que volcamos nuestra categórica conclusión (que no opinión, pues esta supone subjetividad y aceptación de otros pareceres, mientras que en nuestra conclusión hacemos alarde de estar en posesión de una verdad absoluta)
¿Por qué digo todo esto?, porque la postura de Pedro en el Evangelio de hoy, nos parece fuera de tiesto: ¿Cómo osa increpar a Jesús cuando les explica su pasión?, pues porque la fuerza de lo absurdo e injusto de cuanto oía clamaba en él a reprender a Jesús en su equivocación.
Cuando alguien cercano y querido nos anuncia una enfermedad incurable, como un cáncer por ejemplo, y nos dice que vivirá 6 meses y que ha pensado en cómo organizar sus últimos días, nos indignamos ante la injusticia de su futura pérdida y le increpamos con nuestros “conocimientos médicos”: “¿pero qué dices?. Primero la operación y después la quicio, te quitan el tumor y matan las células cancerosas, una mala temporada y después te vas reponiendo poco a poco.,con paciencia y medicación…¡No me digas que te mueres!, ¡eso no puede ser!”
Jesús tiene muy claro desde donde habla Pedro y la tentación que supone: “¡Quítate de mi vista Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”
Todos nosotros pensamos como los hombres, pero no como Dios.
Pensar como él es imposible, pero en Jesús podemos acercarnos a esa forma de ser de Dios que él nos va revelando: Dios es amor absoluto y absoluta libertad.
Para nosotros es un auténtico drama la muerte de un ser querido o de u niño. Para Dios, la muerte humana es la puerta a la vida de amor con los hombres, es a lo que estamos llamados y lo que él desea para nosotros: compartir con él vida y amor.
He puesto el ejemplo de la muerte, como podrían ser tantas y tantas circunstancias que nos escandalizan, duelen o indignan y que en nuestra vida nos impiden “negarnos a nosotros, cargar con nuestra cruz y seguirle”
Afrontar (que no aceptar resignadamente) lo que nos toca desde la óptica de Dios, es dar sentido a nuestra vida, cargarla de contenido, tarea y proyección; es cargar con la Cruz y negarnos a nosotros para dejarle ser a él nuestro “Mesías”.
ISAIAS 50,5 9a
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
SANTIAGO 2,14 18
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe».
MARCOS 8, 27 35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado, y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».
El v. 10 de este capítulo del Déutero-Isaías reza: “Todo aquel que tema al Señor y escuche la voz de su siervo... confíe en el nombre del Señor y se apoye en su Dios”. La asamblea litúrgica se reúne semanalmente para ello. La “voz de su siervo” acaba de entonar el tercer canto, que podría titularse: confianza aun en el sufrimiento.
La Biblia de Jerusalén anota a pie de página: “En este tercer cántico, el Siervo se muestra no tanto como profeta sino como sabio, como discípulo fiel de Yhwh (vv. 4-5) encargado a su vez de enseñar a los que temen a Dios, es decir a todos los judíos piadosos (v. 10) pero también a los descarriados o a los infieles que caminan en tinieblas”.
¿Por qué insisten los comentaristas en el tono sapiencial de este tercer canto? Porque comienza diciendo: “El Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento” ( v. 4). Pero no se trata de la sabiduría que se imparte en las aulas o se encuentra en los libros; tampoco de la gramática parda que se adquiere en la calle; es ese saber que nadie ha formulado mejor que el anónimo autor de la carta a los Hebreos (5,8) refiriéndose al Cristo: “a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer”. Más aún, si hacemos caso a la LXX, el sujeto del v. 5 con el que se abre la estrofa que hoy se lee, no es el Señor, sino la paideia kyriou, la pedagogía del Señor, la disciplina divina.
El poeta de los capítulos 40-55 no es alguien que mira el dolor de soslayo o desde la barrera, como quizá el primer Isaías. Lo vive desde adentro, experimenta el abandono, la opresión, la desorientación y la tristeza profunda que cala hasta los huesos. Sin duda, la poesía del segundo Isaías lleva las cicatrices de alguien que sabe muy bien lo que es pasar por una situación de profundo dolor. Hacen falta muchos quilates de humanidad para mantenerse firme en medio de los ultrajes.
Los cantos del siervo son, asimismo, otras tantas promesas lanzadas a los humillados de todos los tiempos. Apropiarnos de esas promesas, sin identificarnos con esa realidad, es transitar el camino de la “gracia barata”. ¿Esperanza? ¡Sí!, pero en medio de la realidad del exilio. Y el exilio no es solamente una realidad geográfica, es también una opción teológica. Será de suma importancia que al analizar este cántico, pensemos en qué tipos de exilios vivimos como personas, y como iglesia. A menos que estemos dispuestos a afrontar los diversos exilios que vivimos, no podremos apropiarnos de esta poesía y mucho menos enriquecernos con ella.
El sorprendente anuncio que Jesús hace a los suyos en la escena del Cesarea de Filipo justifica la lectura de estos versos en la misa dominical.
Este texto en sí mismo es bastante comprensible para nosotros hoy, si nos atenemos simplemente a lo que dice y empleamos nuestro concepto corriente - y ¡pobre ! - de fe como algo más bien intelectual. Curiosamente esta forma de comprender la fe coincide bastante con la que parece tener el autor de ese escrito, lo cual resulta raro, dado que en los demás conceptos tiene ideas más típicamente judías y esta concepción intelectualista/teórica de la fe no entra dentro de ese marco conceptual. Pero así es.
Desde esa perspectiva es lógico todo lo que dice el párrafo. Efectivamente los seres humanos no somos sólo algo interior o mental, sino nuestra vida esta integrada por todo un conjunto de actividades, también las externas. De ahí que cuando la fe sólo se queda en uno de esos aspectos no sea real ni sirva de nada. Y el amor hacia los demás, lo mismo ; no se trata de pura compasión o buenas palabras, sino de realidades.
Pero la dificultad que algunos tienen nace cuando se compara el tenor, las palabras, de esta perícopa con las de San Pablo que insiste más en la fe y no en las obra como lo que salva y justifica. Parece una contradicción. Pero ello no es más que aparente y las distintas formulaciones se deben, por una parte, al contexto polémico en que Pablo - sobre todo en Gálatas - habla de la fe y, sobre todo, a que Pablo nunca piensa en una fe meramente teórica o intelectual separada de la actividad/ obras, sino en una actitud global humana integral que lleva consigo necesariamente la práctica del amor, de la ética y del resto de las “obras” (cfr. vg. Gal 5,6 donde habla de la fe que obra por el amor). Si no hay esa práctica, Pablo diría simplemente que no hay fe, sino ilusión.
En el fondo ambos autores coinciden en pensar en una actitud humana auténtica y real.
Texto. Una referencia geográfica sitúa a Jesús y sus discípulos al otro lado del Jordán, en la zona del Golán, una parte del reino que Herodes el Grande había otorgado a uno de sus hijos, Felipe.
La anterior referencia geográfica situando a Jesús en territorio no judío la relacionaba Marcos con un intento de ocultamiento por parte de Jesús: quería pasar inadvertido, pero no pudo ocultarse (7,24).
Aun sin decirlo expresamente, la referencia geográfica de hoy obedece al mismo motivo. La pregunta de Jesús a sus discípulos sobre lo que la gente y lo que ellos mismos piensan acerca de él y la posterior prohibición de hablar de él aconsejan interpretar en el sentido indicado la presencia de Jesús en el tranquilo y poco judío territorio de Felipe.
Desde 1,29-39 sabe el lector de Marcos que Jesús tiene un gran empeño en encauzar la atención de la gente no hacia su persona sino hacia la buena noticia de la llegada del Reino de Dios. Jesús quiere que el centro de la gente no sea él sino la buena noticia. De ahí el reiterado pacto de silencio que Jesús propone sobre su persona, hecho este que desde la obra de Wrede en 1901 se conoce como secreto mesiánico.
La primera parte, pues, del texto abunda en lo que el lector ya conoce. La auténtica novedad comienza a partir del v.31. Contra el proceder habitual de Marcos, quien hasta ahora ha empleado el verbo enseñar (traducción litúrgica: instruir) sin aportar contenidos de enseñanza, en este versículo 31 el empleo del verbo va acompañado de contenido docente concreto, contenido al que, a su vez, Marcos confiere realce especial con la apostilla del v.32: les hablaba con toda claridad.
La enseñanza aportada es, a su vez, otra novedad. Jesús habla de su futuro: muerte y resurrección al tercer día. Un futuro que adquiere rango de necesidad: el Hijo del hombre tiene que...
Otra novedad la constituye la equiparación de la suerte del seguidor de Jesús con la suerte de Jesús. Esta equiparación la introduce Marcos sirviéndose del mismo procedimiento empleado por vez primera en el texto de hace dos domingos: convocatoria expresa de la gente por parte de Jesús.
El término evangelio empleado por la traducción en el último versículo ha de entenderse en el sentido etimológico de buena noticia.
Comentario. El texto parte del supuesto de que es la buena noticia de la llegada del Reino de Dios lo que debe constituir el centro de la atención y del interés del seguidor de Jesús.
Pero este seguidor sabe algo más a partir del texto de hoy. Sabe que su suerte está ligada a la de Jesús y que, por tanto, es una suerte de muerte y de vida. Al igual que la de Jesús, la del seguidor de Jesús es una vida arriesgada, necesariamente arriesgada, aunque no fatalmente arriesgada.
El seguidor de Jesús sabe ahora que su vida no puede reducirse a algo dado previamente, a algo pasivo y monótono. Sabe que, por el contrario, su vida la hace él, la construye él. Por eso, el fruto de la vida no puede ser otro que la vida.
Trabajar por hacer diáfana aquí y ahora la presencia del Reino de Dios es ciertamente arriesgado, pero es el trabajo que de verdad vale la pena.
En otras ocasiones, el evangelio de hoy nos ha confrontado directamente –y así la reflexión posterior ha sido una invitación a responder directamente a esas preguntas– con un doble cuestionamiento que hace Jesús a sus discípulos:
- Por un lado, la pregunta inicial: ¿quién dice la gente que soy yo? Una pregunta que hoy también Jesús puede hacernos a nosotros. ¿Quién dice la gente que te rodea que soy yo? Tus amigos, tu familia, tus compañeros de trabajo, los que salen de fiesta contigo… ¿qué piensan de mi? O, quizás, podríamos preguntárnoslo nosotros mismos de otra manera: la gente que me es próxima, que ve que yo, cristiano, discípulo de Cristo, seguidor suyo, que digo que mi vida está marcada por la fe en Él,… ¿en que les afecta que yo sea cristiano? Quizás la respuesta a qué dicen ellos de Jesús no sea más que la consecuencia de mi testimonio: si mi actitud ante la vida y las personas no resulta ser la de un testigo de ese Jesús que es el Dios vivo que todo lo hace nuevo, ellos posiblemente continuarán pensando en Jesús como un mero personaje histórico, un revolucionario que quiso dinamitar el judaísmo desde dentro o un mero líder social al que nadie tras él ha hecho caso.
-En segundo lugar, la pregunta a cada uno. No una pregunta para contestar catecismo en mano. No, eso a Jesús no le interesa. ¿Y tú, qué piensas? ¿Qué crees sobre mi? ¿En qué te afecta el conocerme y saber de mí? ¿De qué te sirve? ¿En qué se te nota? Cuando en las catequesis de primer anuncio preguntas a los niños quién es Jesús en muchos casos dan respuestas aprendidas en casa o en el colegio y que son meros formulismos vacíos de contenido: ‘Dios’, ‘El Hijo de Dios’, ‘El Salvador’, ‘El Hijo de la Virgen María’, incluso alguna vez ‘El Amigo’. Pero si hurgas un poquito, ves que son cosas aprendidas de memoria y que no dicen nada. ¡Cuántas veces decimos nosotros lo mismo! Jesús es mi Amigo, el que nunca falla…. Y tras las palabras se encuentran muchas veces corazones repletos de soledad dolorosa, de necesidad de ‘alguien’ que no se sacia a pesar de la presunta presencia de ése que dicen es el Amigo, así, con mayúscula.
-En tercer lugar, el Evangelio nos muestra que tras la confesión que es capaz de reconocer que Él es el prometido, Jesús empieza a hablarles ya en otro tono, con palabras claras, directas, que es posible entender y que hablan de futuro. Fijarnos, pues, en cómo nos suenan a nosotros esas palabras, puede ser otro de los motivos de descubrir si nuestra fe es una fe viva y vivida, o si es mera respuesta aprendida. ¿La Palabra de Dios a menudo sirve para sentirnos “tocados”, cuestionados, reprendidos, animados, alentados? ¿O nos suena a algo ininteligible, lejano, que no va con nosotros? Si la palabra de Jesús es algo histórico y estético, está lejos de la realidad de lo que es su Palabra. Si, por el contrario, es algo que, sin dejar de estar en el campo de lo mistérico, nos toca el corazón, nos implica, nos conmueve… es que quizás de verdad hayamos dicho “Tú eres el Mesías”
¿Quién es Jesús para quienes te rodean? ¿Quién es Jesús para ti? ¿Te sientes tocado por su Palabra? Son cuestiones que necesitan una respuesta. Pero una vez dada, párate a pensar en tus últimas vivencias, no hace falta que te vayas muy atrás en el tiempo. Y piensa, ¿realmente tu vida ha dado la misma respuesta a Jesús que la que le has dado de labios para afuera?
Padre de la misericordia y de la bondad, que nos has hecho de barro y conoces nuestras limitaciones; líbranos de los miedos e indecisiones que no nos dejan optar por ti; envíanos tu Espíritu para que sea Él quien nos dé el aliento y el coraje suficiente para ser tus testigos; y que nuestra convicción de que tú eres nuestra salvación nos haga vivir como auténticos hijos tuyos.
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A nadie, Padre, le pides más de lo que realmente puede ofrecerte. Por eso confiamos en que si nos pides una vida de testimonio y de obras a favor de los demás es, sencillamente, porque nos has hecho capaces de ello. Todo lo que tenemos lo hemos recibido de ti… y a ti te lo ofrecemos, como este pan y este vino que ponemos siempre sobre el altar, y que con nuestro agradecimiento lleva también la súplica de que tú los transformes para que sean alimento de salvación, como nuestras propias vidas.
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La alegría y el gozo nos llenan al estar en tu presencia
y saber que tú nos acompañas.
Tu presencia es estímulo que nos lleva
a salir de nuestra comodidad para crear el mundo que tú has querido para todos los hombres,
y tu empujón de ánimo nos hace perder los miedos,
porque tú estás siempre con nosotros.
Por ese amor tan grande y tan cercano
te queremos cantar siempre himnos de bendición y de alabanza.
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Desde lo más hondo de nuestro corazón, donde tú sabes que nuestras palabras son sinceras y donde sabemos que no hay posibilidad de engaño, te queremos responder, Señor, que tú eres nuestro Dios y Salvador; que sin ti no somos nada y nos sentimos perdidos; y que toda la confianza que tenemos en que no nos dejarás solos en los momentos de debilidad, la podemos expresar en una única palabra: gracias.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos, hermanos, a nuestra celebración. Hoy se nos van a pedir respuestas a preguntas muy concretas, en las que se pone en juego nuestra fe. Igual que cuando dos amigos o dos enamorados se piden explicaciones acerca de quién es el uno para el otro, Jesús nos preguntará quién es Él para nosotros. Por eso, porque la respuesta debe ser sincera, abramos ya de entrada nuestros corazones al Espíritu de Dios para que sea Él, desde dentro, quien nos invite a dar la respuesta adecuada y que Jesús merece; ésa será la única que nos puede hacer realmente felices.
ACTO PENITENCIAL
Por tantas ocasiones en que no hemos sabido dar la respuesta que Dios nos pedía, pidamos perdón.
-Tú, que sabes de nuestra debilidad y de nuestros miedos a ser firmes cuando somos interpelados, Señor, ten piedad.
-Tú, que lo sabes todo, y sabes que te queremos, Cristo, ten piedad.
-Tú que nunca te cansas de mirarnos a los ojos e invitarnos una vez más a levantarnos de nuestros tropiezos y caminar junto a ti, Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Vamos a escuchar un pasaje del profeta Isaías; como profeta su tarea no es la de adivinar el futuro, como algunos creen, sino la de en nombre de Dios dirigirse al pueblo como auténtico mediador, olvidándose de sí mismo y haciendo que sus palabras en realidad sean la de Dios que habla por él. Y hoy Isaías, el profeta, nos hablará de quién es el Mesías, el Hijo de Dios. que vino a salvarnos ofreciéndonos un ejemplo de servicio, entrega y fidelidad hasta la muerte. Escuchémosle.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 114)
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida».
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas, me salvó.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Cuando nos piden que nos describamos, que hablemos de cómo somos, podemos decir muchas cosas… pero siempre el que escucha tendrá que confirmar lo que decimos sobre nosotros mismos a partir de lo que después nos ven hacer y decir. Puedo decir que soy el más altruista del mundo, pero si después mis obras lo desmienten, serán las obras y no las palabras las que me definirán. Así también pasa con la fe. Y así nos lo recuerda la carta de Santiago que vamos a escuchar.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Una vez más, vemos a Jesús reunido con sus discípulos. Como cada vez que ocurre eso, el evangelio nos ofrece hoy la posibilidad de visualizar cómo nosotros, sus discípulos, le tenemos hoy a Él delante. Y como a ellos, también tiene preguntas muy directas que dirigirnos. De cuál sea nuestra respuesta, dependerá que seamos capaces de escuchar lo que Jesús tiene que decirnos.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Unidos en una misma plegaria y en una misma intención, presentemos a Dios nuestro ruego común.
-Por la Iglesia. Para que cuantos la formamos, ministros y fieles, sepamos lanzar al mundo la misma interlocución de Jesús que quiere llegar al corazón de cada hombre para mostrarle que Él es mucho más que un revolucionario, o un buen hombre, o un personaje histórico, y descubran al Dios hecho hombre que quiere salvar a toda la humanidad, roguemos al Señor.
-Por los que no creen porque no han descubierto el verdadero rostro de Dios; por quienes han dejado de creer por la falta de testimonio de los creyentes. Para que el Espíritu les ofrezca el camino de encuentro con el verdadero Dios que salva, roguemos al Señor.
-Por quienes viven una fe que no les compromete. Para que descubran que la fe sin obras es fe muerta, y que el auténtico valor de la fe está en la transformación de la propia vida a imagen del reino de Dios, roguemos al Señor.
-Por quienes tienen su vida cargada de obras, pero no tienen fe. Para que el premio de su bondad y altruismo se vea acrecentado con el premio de ver a Dios cara a cara, roguemos al Señor.
-Por nuestra comunidad cristiana, por cuantos la formamos. Para que desde una respuesta sincera y unánime le contestemos al Señor: “Tú eres el Mesías”, y eso nos anime a crecer en obras de santidad, roguemos al Señor.
Oración: Padre de bondad y de amor, danos un corazón grande capaz de amar y de contagiarse del mismo espíritu que llevó a Jesús a aceptar todas las dificultades para ser fiel a la misión que le encomendaste. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
La fe, sin obras, está muerta. Las palabras, sin gestos, se quedan en meros efluvios grandilocuentes. Y una celebración de la Eucaristía en la que se nos pide que le respondamos a Jesús quién es Él para nosotros exige, para ser coherente y completa, que salgamos hoy del templo con propósitos concretos de cambiar nuestras mediocridades por acciones a favor de un mundo mejor. Por eso, que hoy salir del templo sea, como siempre, pero más que nunca, ocasión de alegría porque el Señor cuenta con nosotros para dar testimonio de su amistad. Vayamos en paz.
Salmo: Caminaré (I CLN 520).
Aleluya: Gloria, Gloria, Aleluya (1CLN 716)
Aclamación después del Evangelio: Victoria, tu reinarás.
Ofertorio: Te vengo a ofrecer (popular carismático) del disco Vaso nuevo.
Comunión: Oh Señor, yo no soy digno (Popular); No podemos caminar (1 CLN O 13); Alabad al Señor (Popular); Con vosotros está (I CLN 723).
Acción de gracias: Oh Dios, tu mereces un himno en Sión (I CLN509).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
¿Por qué digo todo esto?, porque la postura de Pedro en el Evangelio de hoy, nos parece fuera de tiesto: ¿Cómo osa increpar a Jesús cuando les explica su pasión?, pues porque la fuerza de lo absurdo e injusto de cuanto oía clamaba en él a reprender a Jesús en su equivocación.
Cuando alguien cercano y querido nos anuncia una enfermedad incurable, como un cáncer por ejemplo, y nos dice que vivirá 6 meses y que ha pensado en cómo organizar sus últimos días, nos indignamos ante la injusticia de su futura pérdida y le increpamos con nuestros “conocimientos médicos”: “¿pero qué dices?. Primero la operación y después la quicio, te quitan el tumor y matan las células cancerosas, una mala temporada y después te vas reponiendo poco a poco.,con paciencia y medicación…¡No me digas que te mueres!, ¡eso no puede ser!”
Jesús tiene muy claro desde donde habla Pedro y la tentación que supone: “¡Quítate de mi vista Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”
Todos nosotros pensamos como los hombres, pero no como Dios.
Pensar como él es imposible, pero en Jesús podemos acercarnos a esa forma de ser de Dios que él nos va revelando: Dios es amor absoluto y absoluta libertad.
Para nosotros es un auténtico drama la muerte de un ser querido o de u niño. Para Dios, la muerte humana es la puerta a la vida de amor con los hombres, es a lo que estamos llamados y lo que él desea para nosotros: compartir con él vida y amor.
He puesto el ejemplo de la muerte, como podrían ser tantas y tantas circunstancias que nos escandalizan, duelen o indignan y que en nuestra vida nos impiden “negarnos a nosotros, cargar con nuestra cruz y seguirle”
Afrontar (que no aceptar resignadamente) lo que nos toca desde la óptica de Dios, es dar sentido a nuestra vida, cargarla de contenido, tarea y proyección; es cargar con la Cruz y negarnos a nosotros para dejarle ser a él nuestro “Mesías”.
CONCHA MORATA
concha@dabar.net
concha@dabar.net
DIOS HABLA
ISAIAS 50,5 9a
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
SANTIAGO 2,14 18
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe».
MARCOS 8, 27 35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado, y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
PRIMERA LECTURA
El v. 10 de este capítulo del Déutero-Isaías reza: “Todo aquel que tema al Señor y escuche la voz de su siervo... confíe en el nombre del Señor y se apoye en su Dios”. La asamblea litúrgica se reúne semanalmente para ello. La “voz de su siervo” acaba de entonar el tercer canto, que podría titularse: confianza aun en el sufrimiento.
La Biblia de Jerusalén anota a pie de página: “En este tercer cántico, el Siervo se muestra no tanto como profeta sino como sabio, como discípulo fiel de Yhwh (vv. 4-5) encargado a su vez de enseñar a los que temen a Dios, es decir a todos los judíos piadosos (v. 10) pero también a los descarriados o a los infieles que caminan en tinieblas”.
¿Por qué insisten los comentaristas en el tono sapiencial de este tercer canto? Porque comienza diciendo: “El Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento” ( v. 4). Pero no se trata de la sabiduría que se imparte en las aulas o se encuentra en los libros; tampoco de la gramática parda que se adquiere en la calle; es ese saber que nadie ha formulado mejor que el anónimo autor de la carta a los Hebreos (5,8) refiriéndose al Cristo: “a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer”. Más aún, si hacemos caso a la LXX, el sujeto del v. 5 con el que se abre la estrofa que hoy se lee, no es el Señor, sino la paideia kyriou, la pedagogía del Señor, la disciplina divina.
El poeta de los capítulos 40-55 no es alguien que mira el dolor de soslayo o desde la barrera, como quizá el primer Isaías. Lo vive desde adentro, experimenta el abandono, la opresión, la desorientación y la tristeza profunda que cala hasta los huesos. Sin duda, la poesía del segundo Isaías lleva las cicatrices de alguien que sabe muy bien lo que es pasar por una situación de profundo dolor. Hacen falta muchos quilates de humanidad para mantenerse firme en medio de los ultrajes.
Los cantos del siervo son, asimismo, otras tantas promesas lanzadas a los humillados de todos los tiempos. Apropiarnos de esas promesas, sin identificarnos con esa realidad, es transitar el camino de la “gracia barata”. ¿Esperanza? ¡Sí!, pero en medio de la realidad del exilio. Y el exilio no es solamente una realidad geográfica, es también una opción teológica. Será de suma importancia que al analizar este cántico, pensemos en qué tipos de exilios vivimos como personas, y como iglesia. A menos que estemos dispuestos a afrontar los diversos exilios que vivimos, no podremos apropiarnos de esta poesía y mucho menos enriquecernos con ella.
El sorprendente anuncio que Jesús hace a los suyos en la escena del Cesarea de Filipo justifica la lectura de estos versos en la misa dominical.
JEREMÍAS LERA BARRIENTOS
jeremias@dabar.net
jeremias@dabar.net
SEGUNDA LECTURA
Este texto en sí mismo es bastante comprensible para nosotros hoy, si nos atenemos simplemente a lo que dice y empleamos nuestro concepto corriente - y ¡pobre ! - de fe como algo más bien intelectual. Curiosamente esta forma de comprender la fe coincide bastante con la que parece tener el autor de ese escrito, lo cual resulta raro, dado que en los demás conceptos tiene ideas más típicamente judías y esta concepción intelectualista/teórica de la fe no entra dentro de ese marco conceptual. Pero así es.
Desde esa perspectiva es lógico todo lo que dice el párrafo. Efectivamente los seres humanos no somos sólo algo interior o mental, sino nuestra vida esta integrada por todo un conjunto de actividades, también las externas. De ahí que cuando la fe sólo se queda en uno de esos aspectos no sea real ni sirva de nada. Y el amor hacia los demás, lo mismo ; no se trata de pura compasión o buenas palabras, sino de realidades.
Pero la dificultad que algunos tienen nace cuando se compara el tenor, las palabras, de esta perícopa con las de San Pablo que insiste más en la fe y no en las obra como lo que salva y justifica. Parece una contradicción. Pero ello no es más que aparente y las distintas formulaciones se deben, por una parte, al contexto polémico en que Pablo - sobre todo en Gálatas - habla de la fe y, sobre todo, a que Pablo nunca piensa en una fe meramente teórica o intelectual separada de la actividad/ obras, sino en una actitud global humana integral que lleva consigo necesariamente la práctica del amor, de la ética y del resto de las “obras” (cfr. vg. Gal 5,6 donde habla de la fe que obra por el amor). Si no hay esa práctica, Pablo diría simplemente que no hay fe, sino ilusión.
En el fondo ambos autores coinciden en pensar en una actitud humana auténtica y real.
FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
federico@dabar.net
EVANGELIO
Texto. Una referencia geográfica sitúa a Jesús y sus discípulos al otro lado del Jordán, en la zona del Golán, una parte del reino que Herodes el Grande había otorgado a uno de sus hijos, Felipe.
La anterior referencia geográfica situando a Jesús en territorio no judío la relacionaba Marcos con un intento de ocultamiento por parte de Jesús: quería pasar inadvertido, pero no pudo ocultarse (7,24).
Aun sin decirlo expresamente, la referencia geográfica de hoy obedece al mismo motivo. La pregunta de Jesús a sus discípulos sobre lo que la gente y lo que ellos mismos piensan acerca de él y la posterior prohibición de hablar de él aconsejan interpretar en el sentido indicado la presencia de Jesús en el tranquilo y poco judío territorio de Felipe.
Desde 1,29-39 sabe el lector de Marcos que Jesús tiene un gran empeño en encauzar la atención de la gente no hacia su persona sino hacia la buena noticia de la llegada del Reino de Dios. Jesús quiere que el centro de la gente no sea él sino la buena noticia. De ahí el reiterado pacto de silencio que Jesús propone sobre su persona, hecho este que desde la obra de Wrede en 1901 se conoce como secreto mesiánico.
La primera parte, pues, del texto abunda en lo que el lector ya conoce. La auténtica novedad comienza a partir del v.31. Contra el proceder habitual de Marcos, quien hasta ahora ha empleado el verbo enseñar (traducción litúrgica: instruir) sin aportar contenidos de enseñanza, en este versículo 31 el empleo del verbo va acompañado de contenido docente concreto, contenido al que, a su vez, Marcos confiere realce especial con la apostilla del v.32: les hablaba con toda claridad.
La enseñanza aportada es, a su vez, otra novedad. Jesús habla de su futuro: muerte y resurrección al tercer día. Un futuro que adquiere rango de necesidad: el Hijo del hombre tiene que...
Otra novedad la constituye la equiparación de la suerte del seguidor de Jesús con la suerte de Jesús. Esta equiparación la introduce Marcos sirviéndose del mismo procedimiento empleado por vez primera en el texto de hace dos domingos: convocatoria expresa de la gente por parte de Jesús.
El término evangelio empleado por la traducción en el último versículo ha de entenderse en el sentido etimológico de buena noticia.
Comentario. El texto parte del supuesto de que es la buena noticia de la llegada del Reino de Dios lo que debe constituir el centro de la atención y del interés del seguidor de Jesús.
Pero este seguidor sabe algo más a partir del texto de hoy. Sabe que su suerte está ligada a la de Jesús y que, por tanto, es una suerte de muerte y de vida. Al igual que la de Jesús, la del seguidor de Jesús es una vida arriesgada, necesariamente arriesgada, aunque no fatalmente arriesgada.
El seguidor de Jesús sabe ahora que su vida no puede reducirse a algo dado previamente, a algo pasivo y monótono. Sabe que, por el contrario, su vida la hace él, la construye él. Por eso, el fruto de la vida no puede ser otro que la vida.
Trabajar por hacer diáfana aquí y ahora la presencia del Reino de Dios es ciertamente arriesgado, pero es el trabajo que de verdad vale la pena.
ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net
alberto@dabar.net
NOTAS PARA LA HOMILIA
Preguntas directas merecen respuestas igual de directas
Preguntas directas merecen respuestas igual de directas
En otras ocasiones, el evangelio de hoy nos ha confrontado directamente –y así la reflexión posterior ha sido una invitación a responder directamente a esas preguntas– con un doble cuestionamiento que hace Jesús a sus discípulos:
- Por un lado, la pregunta inicial: ¿quién dice la gente que soy yo? Una pregunta que hoy también Jesús puede hacernos a nosotros. ¿Quién dice la gente que te rodea que soy yo? Tus amigos, tu familia, tus compañeros de trabajo, los que salen de fiesta contigo… ¿qué piensan de mi? O, quizás, podríamos preguntárnoslo nosotros mismos de otra manera: la gente que me es próxima, que ve que yo, cristiano, discípulo de Cristo, seguidor suyo, que digo que mi vida está marcada por la fe en Él,… ¿en que les afecta que yo sea cristiano? Quizás la respuesta a qué dicen ellos de Jesús no sea más que la consecuencia de mi testimonio: si mi actitud ante la vida y las personas no resulta ser la de un testigo de ese Jesús que es el Dios vivo que todo lo hace nuevo, ellos posiblemente continuarán pensando en Jesús como un mero personaje histórico, un revolucionario que quiso dinamitar el judaísmo desde dentro o un mero líder social al que nadie tras él ha hecho caso.
-En segundo lugar, la pregunta a cada uno. No una pregunta para contestar catecismo en mano. No, eso a Jesús no le interesa. ¿Y tú, qué piensas? ¿Qué crees sobre mi? ¿En qué te afecta el conocerme y saber de mí? ¿De qué te sirve? ¿En qué se te nota? Cuando en las catequesis de primer anuncio preguntas a los niños quién es Jesús en muchos casos dan respuestas aprendidas en casa o en el colegio y que son meros formulismos vacíos de contenido: ‘Dios’, ‘El Hijo de Dios’, ‘El Salvador’, ‘El Hijo de la Virgen María’, incluso alguna vez ‘El Amigo’. Pero si hurgas un poquito, ves que son cosas aprendidas de memoria y que no dicen nada. ¡Cuántas veces decimos nosotros lo mismo! Jesús es mi Amigo, el que nunca falla…. Y tras las palabras se encuentran muchas veces corazones repletos de soledad dolorosa, de necesidad de ‘alguien’ que no se sacia a pesar de la presunta presencia de ése que dicen es el Amigo, así, con mayúscula.
-En tercer lugar, el Evangelio nos muestra que tras la confesión que es capaz de reconocer que Él es el prometido, Jesús empieza a hablarles ya en otro tono, con palabras claras, directas, que es posible entender y que hablan de futuro. Fijarnos, pues, en cómo nos suenan a nosotros esas palabras, puede ser otro de los motivos de descubrir si nuestra fe es una fe viva y vivida, o si es mera respuesta aprendida. ¿La Palabra de Dios a menudo sirve para sentirnos “tocados”, cuestionados, reprendidos, animados, alentados? ¿O nos suena a algo ininteligible, lejano, que no va con nosotros? Si la palabra de Jesús es algo histórico y estético, está lejos de la realidad de lo que es su Palabra. Si, por el contrario, es algo que, sin dejar de estar en el campo de lo mistérico, nos toca el corazón, nos implica, nos conmueve… es que quizás de verdad hayamos dicho “Tú eres el Mesías”
¿Quién es Jesús para quienes te rodean? ¿Quién es Jesús para ti? ¿Te sientes tocado por su Palabra? Son cuestiones que necesitan una respuesta. Pero una vez dada, párate a pensar en tus últimas vivencias, no hace falta que te vayas muy atrás en el tiempo. Y piensa, ¿realmente tu vida ha dado la misma respuesta a Jesús que la que le has dado de labios para afuera?
RAMON GARCÍA
ramon@dabar.net
ramon@dabar.net
PARA LA ORACION
Padre de la misericordia y de la bondad, que nos has hecho de barro y conoces nuestras limitaciones; líbranos de los miedos e indecisiones que no nos dejan optar por ti; envíanos tu Espíritu para que sea Él quien nos dé el aliento y el coraje suficiente para ser tus testigos; y que nuestra convicción de que tú eres nuestra salvación nos haga vivir como auténticos hijos tuyos.
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A nadie, Padre, le pides más de lo que realmente puede ofrecerte. Por eso confiamos en que si nos pides una vida de testimonio y de obras a favor de los demás es, sencillamente, porque nos has hecho capaces de ello. Todo lo que tenemos lo hemos recibido de ti… y a ti te lo ofrecemos, como este pan y este vino que ponemos siempre sobre el altar, y que con nuestro agradecimiento lleva también la súplica de que tú los transformes para que sean alimento de salvación, como nuestras propias vidas.
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La alegría y el gozo nos llenan al estar en tu presencia
y saber que tú nos acompañas.
Tu presencia es estímulo que nos lleva
a salir de nuestra comodidad para crear el mundo que tú has querido para todos los hombres,
y tu empujón de ánimo nos hace perder los miedos,
porque tú estás siempre con nosotros.
Por ese amor tan grande y tan cercano
te queremos cantar siempre himnos de bendición y de alabanza.
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Desde lo más hondo de nuestro corazón, donde tú sabes que nuestras palabras son sinceras y donde sabemos que no hay posibilidad de engaño, te queremos responder, Señor, que tú eres nuestro Dios y Salvador; que sin ti no somos nada y nos sentimos perdidos; y que toda la confianza que tenemos en que no nos dejarás solos en los momentos de debilidad, la podemos expresar en una única palabra: gracias.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos, hermanos, a nuestra celebración. Hoy se nos van a pedir respuestas a preguntas muy concretas, en las que se pone en juego nuestra fe. Igual que cuando dos amigos o dos enamorados se piden explicaciones acerca de quién es el uno para el otro, Jesús nos preguntará quién es Él para nosotros. Por eso, porque la respuesta debe ser sincera, abramos ya de entrada nuestros corazones al Espíritu de Dios para que sea Él, desde dentro, quien nos invite a dar la respuesta adecuada y que Jesús merece; ésa será la única que nos puede hacer realmente felices.
ACTO PENITENCIAL
Por tantas ocasiones en que no hemos sabido dar la respuesta que Dios nos pedía, pidamos perdón.
-Tú, que sabes de nuestra debilidad y de nuestros miedos a ser firmes cuando somos interpelados, Señor, ten piedad.
-Tú, que lo sabes todo, y sabes que te queremos, Cristo, ten piedad.
-Tú que nunca te cansas de mirarnos a los ojos e invitarnos una vez más a levantarnos de nuestros tropiezos y caminar junto a ti, Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Vamos a escuchar un pasaje del profeta Isaías; como profeta su tarea no es la de adivinar el futuro, como algunos creen, sino la de en nombre de Dios dirigirse al pueblo como auténtico mediador, olvidándose de sí mismo y haciendo que sus palabras en realidad sean la de Dios que habla por él. Y hoy Isaías, el profeta, nos hablará de quién es el Mesías, el Hijo de Dios. que vino a salvarnos ofreciéndonos un ejemplo de servicio, entrega y fidelidad hasta la muerte. Escuchémosle.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 114)
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida».
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas, me salvó.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Cuando nos piden que nos describamos, que hablemos de cómo somos, podemos decir muchas cosas… pero siempre el que escucha tendrá que confirmar lo que decimos sobre nosotros mismos a partir de lo que después nos ven hacer y decir. Puedo decir que soy el más altruista del mundo, pero si después mis obras lo desmienten, serán las obras y no las palabras las que me definirán. Así también pasa con la fe. Y así nos lo recuerda la carta de Santiago que vamos a escuchar.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Una vez más, vemos a Jesús reunido con sus discípulos. Como cada vez que ocurre eso, el evangelio nos ofrece hoy la posibilidad de visualizar cómo nosotros, sus discípulos, le tenemos hoy a Él delante. Y como a ellos, también tiene preguntas muy directas que dirigirnos. De cuál sea nuestra respuesta, dependerá que seamos capaces de escuchar lo que Jesús tiene que decirnos.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Unidos en una misma plegaria y en una misma intención, presentemos a Dios nuestro ruego común.
-Por la Iglesia. Para que cuantos la formamos, ministros y fieles, sepamos lanzar al mundo la misma interlocución de Jesús que quiere llegar al corazón de cada hombre para mostrarle que Él es mucho más que un revolucionario, o un buen hombre, o un personaje histórico, y descubran al Dios hecho hombre que quiere salvar a toda la humanidad, roguemos al Señor.
-Por los que no creen porque no han descubierto el verdadero rostro de Dios; por quienes han dejado de creer por la falta de testimonio de los creyentes. Para que el Espíritu les ofrezca el camino de encuentro con el verdadero Dios que salva, roguemos al Señor.
-Por quienes viven una fe que no les compromete. Para que descubran que la fe sin obras es fe muerta, y que el auténtico valor de la fe está en la transformación de la propia vida a imagen del reino de Dios, roguemos al Señor.
-Por quienes tienen su vida cargada de obras, pero no tienen fe. Para que el premio de su bondad y altruismo se vea acrecentado con el premio de ver a Dios cara a cara, roguemos al Señor.
-Por nuestra comunidad cristiana, por cuantos la formamos. Para que desde una respuesta sincera y unánime le contestemos al Señor: “Tú eres el Mesías”, y eso nos anime a crecer en obras de santidad, roguemos al Señor.
Oración: Padre de bondad y de amor, danos un corazón grande capaz de amar y de contagiarse del mismo espíritu que llevó a Jesús a aceptar todas las dificultades para ser fiel a la misión que le encomendaste. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
La fe, sin obras, está muerta. Las palabras, sin gestos, se quedan en meros efluvios grandilocuentes. Y una celebración de la Eucaristía en la que se nos pide que le respondamos a Jesús quién es Él para nosotros exige, para ser coherente y completa, que salgamos hoy del templo con propósitos concretos de cambiar nuestras mediocridades por acciones a favor de un mundo mejor. Por eso, que hoy salir del templo sea, como siempre, pero más que nunca, ocasión de alegría porque el Señor cuenta con nosotros para dar testimonio de su amistad. Vayamos en paz.
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada: Cuando estéis reunidos en su nombre (2 CLN A6); Queremos construir una ciudad en paz (I CLN 732); Cristo es el camino del disco "Dios es amor".Salmo: Caminaré (I CLN 520).
Aleluya: Gloria, Gloria, Aleluya (1CLN 716)
Aclamación después del Evangelio: Victoria, tu reinarás.
Ofertorio: Te vengo a ofrecer (popular carismático) del disco Vaso nuevo.
Comunión: Oh Señor, yo no soy digno (Popular); No podemos caminar (1 CLN O 13); Alabad al Señor (Popular); Con vosotros está (I CLN 723).
Acción de gracias: Oh Dios, tu mereces un himno en Sión (I CLN509).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
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