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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones: XXV Domingo del T.O. (Marcos 9, 30-37) - Ciclo B
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domingo, 20 de septiembre de 2009

Homilías y Reflexiones: XXV Domingo del T.O. (Marcos 9, 30-37) - Ciclo B


Publicado por Iglesia que Camina
PREGUNTAS QUE INCOMODAN

Resulta curioso el Evangelio de hoy. Mientras Jesús los va adoctrinando sobre la verdad de su persona y les habla de que su final tiene que ser la Pasión y la Cruz, los discípulos prefieren desviar la conversación y se ponen a discutir primacías. ¿Quién de ellos será el mayor, el principal, el primero, en el nuevo Reino a instalarse por Jesús?

Diera la impresión de que Dios y el hombre hablan lenguas distintas. Mientras uno habla de la Cruz, otros hablan de títulos. Mientras Dios habla de morir y dar la vida por el mundo, otros prefieren hablar del poder. Hablar de la fidelidad hasta la cruz es muy aburrido. Hablar de un Reino nacido de la debilidad de Dios no resulta demasiado optimista. El poder ejerce una fuerza especial en el corazón humano. Nadie discute sobre quién ha de amar más, quién ha de servir más a los demás, quién ha de ser el último. Nosotros discutimos cómo subirnos al carro del poder, cómo trepar a como dé lugar. La vida termina siendo una lucha por el poder. Los niños aprenden a dominarse el uno al otro. Los adultos hemos aprendido demasiado bien la lección de que lo que vale es el poder.

Hasta en ese recinto que llamamos del amor, que es la familia, la mayoría de los problemas tienen sus raíces en el poder. ¿Quién manda en casa, el hombre o la mujer? Siempre necesitamos que alguien esté por debajo de nosotros y lo hacemos con la mayor naturalidad.

Por eso, llegando a casa, Jesús les hace una pregunta muy disimulada: “¿Y de qué hablabais por el camino?” Y “ellos no contestaron, porque por el camino habían discutido quién era el más importante”. En medio de todo, su silencio revela que también ellos se daban cuenta de que aquello no podía funcionar así.

Hay preguntas que incomodan porque nos destapan en el corazón y lo ponen en evidencia. Hay preguntas que incomodan porque ponen al descubierto nuestras mentiras. Hay preguntas que incomodan porque nos dejan en mal lugar.

A esas preguntas respondemos con el silencio. Un silencio que es una manera de no querernos complicar la vida, pero que también revela a las claras de que tampoco estamos dispuestos a cambiar, que seguimos con lo nuestro. Sin embargo, la pregunta sigue bailando ahí dentro, por mucho que la queramos disimular e incluso tapar con nuestros silencios. Podremos callar frente al que nos pregunta, pero nadie puede callar la voz de su corazón. No se limpia el cuarto escondiendo la basura bajo la alfombra. Podemos ocultarla, pero no suprimirla. Alguien moverá la alfombra en cualquier momento y aparecerá la basura. Con frecuencia preferimos caminar con nuestras “calladas mentiras”, pero a quien ve el corazón no se las podremos ocultar.



¿Y QUÉ HABLAN LOS DEMÁS?

No. No se trata de una curiosidad, se trata de una preocupación, porque los demás no me pueden ser indiferentes. La indiferencia es la mayor distancia entre las personas.

Además la indiferencia significa que los otros no me interesan, no son importantes para mí. Cuando un amigo está enfermo y nos encontramos con un familiar, lo primero que le preguntamos es cómo está el enfermo; nos preocupa su salud.

¿Y acaso no nos va a preocupar el problema de la fe de nuestros hermanos y hermanas? ¿O para nosotros nos es indiferente si creen o no creen? Porque mi hermano me interesa me preocupa su salud espiritual. Porque mi hermano me interesa me preocupa su relación cristiana con Jesús. Para Jesús nadie le era indiferente. Todos eran para Él importantes, los buenos y los malos, y hasta diría que más los malos.

Pero, además, nos interesa saber lo que piensan los demás de su fe, de la Iglesia, de Jesús, de Dios, porque para anunciarles el Evangelio primero necesitamos saber cuáles son sus inquietudes y preocupaciones y también sus obstáculos o dificultades. De lo contrario, les estaremos hablando en el vacío. No basta conocer bien el Evangelio, necesitamos saber cuál es la realidad de aquellos a quienes queremos anunciarlo.

Aquí tenemos que ser realistas. Todos somos importantes, pero todos somos diferentes porque todos tenemos sensibilidades distintas. Todos tenemos esos muros de prejuicios diferentes. No todos están en las mismas actitudes y condiciones. Incluso cuando se trata de los hijos. Todos están hechos en el mismo molde, pero todos nos salen diferentes. Ni siquiera podemos educar y formar a nuestros hijos con el mismo modelo. Cada uno es cada uno. Cada uno tiene su propia receptividad y su propia respuesta.

El cristiano es aquel que mira a Dios desde los hombres y mira a los hombres desde Dios. Ni Dios sin los hombres, ni los hombres sin Dios. Por eso, los demás no nos pueden ser ajenos.

Necesitamos responder de nosotros mismos, pero también desde los otros. Es posible que también a nosotros nos pregunte el Señor: ¿Dónde está tu hermano?



PREGUNTAS INCÓMODAS EN FAMILIA

En la familia debiera haber un clima de verdad, de sinceridad, de transparencia. Sin embargo, con frecuencia, la familia se convierte en silencios culpables o en respuestas evasivas.

Preguntas entre esposos:

Cariño, ¿por qué has llegado tan tarde? Silencio o respuesta evasiva.
Cariño, ¿todavía que amas de verdad? Silencio o “ya lo sabes”.
Cariño, ¿cuánto ganas mensualmente? Respuesta que se va por los cerros. ¿Acaso te falta algo?
Cariño, ¿salimos juntos este fin de semana? Tengo trabajo atrasado en la oficina.
Cariño, ¿no tendrás por ahí algo a escondidas? Eres una celosa.
Cariño, ¿cuándo vas a hablar con tus hijos adolescentes? Sabes que no tengo tiempo.
Cariño, ¿vamos a misa este domingo? Sabes que estoy muy cansado.
Cariño, ¿he encontrado esto en tu carro? Sigues con tus eternos celos.
Cariño, ¿me han dicho que te han visto...? Era una amiga de la oficina.
Cariño, ¿sabes cuanto tiempo hace que….? No se oye, padre.
Cariño, ¿tú sales a las cinco de la oficina, sabes qué hora es? Tu reloj anda mal.

Preguntas de padres a hijos

Hijo, ¿sabes qué hora es para venir a casa? No fastidien.
Hijo, ¿ya has hecho las tareas? No nos han dado tareas hoy.
Hijo, ¿con qué amigos andas? ¿También en eso tenéis que meteros?
Hijo, ¿supongo que no consumirás droga? ¿No tenéis confianza en mí?
Hijo, ¿cómo andan tus notas? Aún no me las han dado.
Hijo, ¿cuándo vas a bajar el volumen de esa música?

Papá, ¿cuándo puedo hablar contigo? Hijo, sabes que estoy hasta la coronilla...
Papá, ¿por qué le gritas tanto a mamá? Hijo, tu mamá está sorda.
Papá, ¿cuándo vamos a estar todos a la mesa? Si no trabajo, ¿de qué comes?
Papá, ¿por qué siempre estás de mal humor en casa? Estoy estresado.

Mamá, ¿cuándo nos vas regalar una sonrisa? No me fastidien.
Mamá, ¿pero con las amigas eres simpatiquísima? Ustedes me tienen harta con sus sonseras.
Mamá, ¿cuánto tiempo hace que no le besas a papá? Eso era antes ya no estamos para eso.
Mamá, ¿por qué tú y papá dormís en cuartos aparte? Hace mucho calor, hijo.
Mamá, ¿me das permiso para ir a jugar con mis amigos? Pregúntale a tu padre.

En familia hay demasiadas preguntas y pocas respuestas.
En familia hay demasiados silencios que hacen pesada la convivencia.
En la familia más que transparencia suele haber un exceso de frases hechas que no dicen nada.



“YO VIVO MI VIDA”

Un padre de familia fue invitado a asistir a una reunión del Colegio de sus hijos. Como no fue, alguien le dijo: “No te hemos visto ayer en la reunión de padres.” Cada uno tiene sus problemas. Yo vivo mi vida y no me interesan los problemas de los demás.

Aparte de una actitud de egoísmo, se olvidó de algo fundamental. Sus hijos no son islas, ni en el Colegio ni en la calle. Pensaba que sus hijos eran únicos. hasta que un día le llega la noticia de que su hijo mayor estaba metido en drogas. Era un chico bueno, pero entró en un grupo de amigos del barrio que eran consumidores y terminó siendo uno más en el grupo. Desesperado recriminó a su hijo y hasta le levantó la mano. El chico guardó silencio. Cuando creyó que su padre se había calmado, le dice: “Papá, yo no consumía, pero mis amigos me convencieron.”

A su hijo la pasó lo que a aquella chica a la que su abuelita le decía: “Hija, no te quiero ver con Carlitos”. Pero abuela, ¿dudas de mí? No hija, tengo plena fe en ti. ¿Dudas entonces de Carlos? Tampoco, hija, es un santo. ¿Entonces de qué dudas? De los dos juntos, hija, de los dos juntos”.

Está bien que vivamos nuestra vida, pero también nos interesa la vida de los demás que, de alguna manera, condiciona la nuestra y la de nuestros hijos. No basta que tu hijo sea bueno, es preciso que el ambiente que frecuenta sea también lo sea. Por eso, no basta preocuparte de tu hijo, te deben preocupar también los demás.



LAS AUTORIDADES NO ME VAN

Es posible que tampoco a ellas les vayas tú.

¿No te gustan los que mandan?
Tampoco a ellas les gustan los que no obedecen.
¿Qué están corrompidas?
¿Sólo ellas? ¿Cuántas veces has corrompido a alguien?
¿Son muy autoritarias?
¿Y tú, has mandado alguna vez? ¿Cómo?
¿Que son unos aprovechados del puesto?
¿Y de cuántos nos hemos aprovechado nosotros?
¿Que no bajan al llano y viven allá arriba?
¿Y tú y yo a cuántos pobres hemos ido a visitar?
¿Qué el poder las hace insensibles?
¿Y qué sensibilidad tenemos nosotros para con los demás?
¿Que no hacen nada por el pueblo?
¿Y tú y yo cuánto estamos haciendo?

De los de arriba es fácil murmurar y criticar.
¿Cuánto les ayudamos?
¿Cuánto pedimos por ellas?
¿Cuándo tenemos el amor de corregirlas?
¿Si ellas nos faltasen cómo andaríamos todos?
¿Qué orden habría en todo?
Que ser autoridad y tener poder es una tentación,
pero también lo es tentación tenerles envida y desacreditarlas.



¿QUIERES SER CARRETERA?

1. ¿Te parece raro el título? Es maravilloso. Las carreteras unen los pueblos unos con otros, los intercomunican. ¿Por qué no te decides tú a ser ese puenete de unión que una a la gente, une al grupo donde estás, une a los pueblos? Cuanto más unidos vivamos somos más humanos. ¿Te decides?
2. Las carreteras son esas vías por las que todo el mundo pasa y nadie se detienen ellas. ¿Qué importa que a ti no te hagan caso? Lo importante es si tú haces de carretera por donde los demás puedan caminar, pasar, transitar de aquí para allá. Hasta Jesús dijo de sí mismo que “Él era el camino”. Claro, entonces no había carreteras. ¿No diría hoy “yo soy carretera”? ¿Te decides?
3. Por las carreteras se transportan los alimentos de un pueblo a otro, para que la gente pueda comer. ¿No podías ser tú esa carretera por donde Dios hace llegar el pan de cada día a los hermanos que no lo tienen? ¡Qué sabor más agradable tiene que tener el pan que pasa por ti y no se detienen sólo en tu mesa sino que llega hasta la mesa de los demás! ¿Te decides?
4. Hay carreteras por las que da gusto caminar. Están bien cuidadas. No tienen baches. ¿No crees que tú pudieras ser esa carretera donde los demás no tropiecen, no corran riesgo de herirse, y transiten a gusto? Qué bueno si los demás, al pasar por ti, no se han enterado de ti. Era tan suave el caminar que ni te notaban. Saber servir en silencio es hermoso. ¿Te decides?
5. Hay carreteras con tremendos baches, es horrible transitar por ellas. Hay corazones por los que es imposible cruzar, tienen demasiados baches de egoísmo, demasiados baches de posesividad. Uno se queda atrapado en ellos. Rellena tus baches, los de tu corazón. Una buena confesión puede ayudarte. Así los demás no se herirán al tocarlo. ¿Te decides?
6. Hay carreteras que son puras cuestas, por ellas se camina muy lento. Hay vidas que son pura cuesta arriba, son corazones duros, no es precisamente el tuyo, ¿verdad? Porque tu corazón prefiere ser cuesta abajo por donde uno pueda deslizarse con facilidad. ¿Te decides?
7. Hay carreteras abandonadas que ya no llevan a ninguna parte. Hay vidas que realmente no llevan a ningún sitio, son vidas sin trascendencia alguna. Por tanto, vidas que terminan en ellas mismas. Sólo hablan de ellas mismas y no apuntan a ninguna parte. Pero la tuya estoy seguro de que lleva lejos. Quien se acerque a tu vida sentirá muy cerca la proximidad de Dios. ¿Te decides?

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WebJCP | Abril 2007