Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Un joven párroco se encontró con su congregación dividida. Durante la plegaria eucarística la mitad de los feligreses permanecían de pie y la otra mitad de rodillas. Cada grupo insistía en que su tradición era la verdadera.
Para solucionar, de una vez por todas, el gran conflicto, el joven párroco, con un miembro de los arrodillados y otro de los de pie, fueron a visitar al Obispo.
Sr. Obispo, ¿no es verdad que la tradición de arrodillarse durante la plegaria eucarística ha sido siempre la correcta? No, esa no fue siempre la tradición, contestó el Obispo.
Entonces, estar de pie fue y es la tradición correcta, dijo el miembro de los de pie.
No, contestó el Obispo, esa no fue la tradición.
Sr. Obispo, dijo el joven párroco, lo que tenemos es el caos; la mitad arrodillados y la otra mitad de pie.
Ahora sí, dijo el Obispo, esa fue siempre la tradición.
En las cosas y en las tradiciones de los hombres siempre habrá discusiones y pequeñas guerras. Nosotros hemos heredado múltiples tradiciones. Todas son hermosas y buenas, pero…
No podemos olvidar que todas esas tradiciones son medios para un fin.
Nuestra Eucaristía, nuestra presencia aquí, esta liturgia que juntos celebramos es un medio, sólo un medio. Lo importante, hermanos, es el fin.
Y el fin es dar honor y gloria a nuestro Dios y el fin es formar la iglesia de Cristo y el fin es vivir juntos el amor y compartirlo con los hermanos. Somos una sola familia, unida en lo esencial que es buscar la salvación para todos y con diferentes opiniones en lo no esencial, en las formas, en los medios. El fin siempre será caminar juntos hacia Dios.
El evangelio de Jesús, hoy, es buena noticia para nosotros.
No viene a imponernos ni viejas ni nuevas tradiciones.
No viene a enseñarnos a guardar las apariencias. No viene a dividirnos en arrodillados y de pie, ni a enfrentar grupo contra grupo, lengua contra lengua, no viene a enseñarnos nuevas formas de educación.
Jesús viene a recordarnos lo esencial, nuestro verdadero fin.
Jesús viene a recordarnos que lo importante no es lo que dicen los labios, sino lo que dice el corazón, la música del corazón. Jesús disfruta más con la música de tu corazón que con la de tus labios.
¿Qué música hay en tu corazón?
La música del odio, de la avaricia, del sexo, del adulterio, de la pereza…
Esas son las tradiciones que hacen de la comunidad un caos, un infierno, un lugar en el que Dios no está.
"Todas esas maldades salen del corazón y manchan al hombre" y hacen que nuestro culto a Dios sea también vacío y malo.
La buena noticia es que Jesús viene a purificar nuestros corazones para que de ellos brote el amor, el perdón, la felicidad, la generosidad, la alabanza, la justicia…
Todo eso también debe salir del corazón y hacernos a todos buenos.
El reto es dejarnos purificar para ser música que agrade a Dios y sirva para el goce y bien de los hermanos.
Para solucionar, de una vez por todas, el gran conflicto, el joven párroco, con un miembro de los arrodillados y otro de los de pie, fueron a visitar al Obispo.
Sr. Obispo, ¿no es verdad que la tradición de arrodillarse durante la plegaria eucarística ha sido siempre la correcta? No, esa no fue siempre la tradición, contestó el Obispo.
Entonces, estar de pie fue y es la tradición correcta, dijo el miembro de los de pie.
No, contestó el Obispo, esa no fue la tradición.
Sr. Obispo, dijo el joven párroco, lo que tenemos es el caos; la mitad arrodillados y la otra mitad de pie.
Ahora sí, dijo el Obispo, esa fue siempre la tradición.
En las cosas y en las tradiciones de los hombres siempre habrá discusiones y pequeñas guerras. Nosotros hemos heredado múltiples tradiciones. Todas son hermosas y buenas, pero…
No podemos olvidar que todas esas tradiciones son medios para un fin.
Nuestra Eucaristía, nuestra presencia aquí, esta liturgia que juntos celebramos es un medio, sólo un medio. Lo importante, hermanos, es el fin.
Y el fin es dar honor y gloria a nuestro Dios y el fin es formar la iglesia de Cristo y el fin es vivir juntos el amor y compartirlo con los hermanos. Somos una sola familia, unida en lo esencial que es buscar la salvación para todos y con diferentes opiniones en lo no esencial, en las formas, en los medios. El fin siempre será caminar juntos hacia Dios.
El evangelio de Jesús, hoy, es buena noticia para nosotros.
No viene a imponernos ni viejas ni nuevas tradiciones.
No viene a enseñarnos a guardar las apariencias. No viene a dividirnos en arrodillados y de pie, ni a enfrentar grupo contra grupo, lengua contra lengua, no viene a enseñarnos nuevas formas de educación.
Jesús viene a recordarnos lo esencial, nuestro verdadero fin.
Jesús viene a recordarnos que lo importante no es lo que dicen los labios, sino lo que dice el corazón, la música del corazón. Jesús disfruta más con la música de tu corazón que con la de tus labios.
¿Qué música hay en tu corazón?
La música del odio, de la avaricia, del sexo, del adulterio, de la pereza…
Esas son las tradiciones que hacen de la comunidad un caos, un infierno, un lugar en el que Dios no está.
"Todas esas maldades salen del corazón y manchan al hombre" y hacen que nuestro culto a Dios sea también vacío y malo.
La buena noticia es que Jesús viene a purificar nuestros corazones para que de ellos brote el amor, el perdón, la felicidad, la generosidad, la alabanza, la justicia…
Todo eso también debe salir del corazón y hacernos a todos buenos.
El reto es dejarnos purificar para ser música que agrade a Dios y sirva para el goce y bien de los hermanos.
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