Por Angel Sanz, cmf
Danos, Señor, la experiencia de los humildes,
esa oculta sabiduría
por la cual tú diste gracias
al Padre de los cielos.
Haznos comprender la razón última
por la cual tú elegiste el camino de la pequeñez,
de la pobreza de espíritu,
de la sencillez de corazón.
Ayúdanos a comprender
por qué entraste en el mundo y saliste de él
extramuros de la ciudad,
como un marginado cualquiera.
Dinos, Señor, por qué extraño motivo
pasaste la mayor parte de tu vida
en un oficio oscuro
y en un pueblo pequeño, mísero
y de mala fama;
por qué, teniendo en tus manos,
todo el poder de Dios
no curaste a todos los enfermos
ni enriqueciste a todos los pobres
ni evangelizaste a todos los gentiles
ni solucionaste todos los problemas
ni resucitaste a todos los muertos.
Por qué te limitaste a hacer algunos signos
para sostener nuestra fe
y enseguida elegiste el camino duro
de la humillación, la debilidad,
el sacrificio y la muerte en cruz.
Por qué quisiste aprender balbuciendo
nuestro torpe lenguaje
para hablarnos con palabras humanas,
tú que eres el Verbo, la Palabra de Dios.
Danos, Señor Jesús,
esa desconcertante Sabiduría que eres tú mismo,
tú que con tu vida y tu muerte
te has convertido en la única respuesta
a todas nuestras preguntas.
Danos, Señor, la experiencia de los humildes,
esa oculta sabiduría
por la cual tú diste gracias
al Padre de los cielos.
Haznos comprender la razón última
por la cual tú elegiste el camino de la pequeñez,
de la pobreza de espíritu,
de la sencillez de corazón.
Ayúdanos a comprender
por qué entraste en el mundo y saliste de él
extramuros de la ciudad,
como un marginado cualquiera.
Dinos, Señor, por qué extraño motivo
pasaste la mayor parte de tu vida
en un oficio oscuro
y en un pueblo pequeño, mísero
y de mala fama;
por qué, teniendo en tus manos,
todo el poder de Dios
no curaste a todos los enfermos
ni enriqueciste a todos los pobres
ni evangelizaste a todos los gentiles
ni solucionaste todos los problemas
ni resucitaste a todos los muertos.
Por qué te limitaste a hacer algunos signos
para sostener nuestra fe
y enseguida elegiste el camino duro
de la humillación, la debilidad,
el sacrificio y la muerte en cruz.
Por qué quisiste aprender balbuciendo
nuestro torpe lenguaje
para hablarnos con palabras humanas,
tú que eres el Verbo, la Palabra de Dios.
Danos, Señor Jesús,
esa desconcertante Sabiduría que eres tú mismo,
tú que con tu vida y tu muerte
te has convertido en la única respuesta
a todas nuestras preguntas.
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