Por CAMINO MISIONERO
Jesús dijo a sus discípulos:
Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.
Comenzamos este día domingo con la intención de profundizar la Palabra del Señor, para llevarla a compartir en la Eucaristía junto a nuestra comunidad, con la intención de poner en ella nuestras peticiones y acciones de gracias, para fortalecernos y tomar el vigor necesario, para seguir adelante en nuestras vidas, asumiendo un estilo radical, a la manera de Jesús, difundiendo el Evangelio, brindando nuestro testimonio y el servicio de amor a nuestros hermanos.
La liturgia de hoy nos propone un pasaje del evangelio de Mateo, donde se narra los consejos del Maestro acerca del vínculo que debe haber entre los integrantes de una comunidad. No es una ley, ni una norma al estilo de los judíos, que se debe tomar fría y superficialmente, para llevar la etiqueta de cristianos. Muy por el contrario, es un mensaje por elevación a toda la humanidad, sobre como dirimir las diferencias y poder construir el Reino de Dios en esta bendita tierra.
¿Por qué hablamos que no es una regla? Porque no se trata de cumplir con una serie de pasos para demostrar que nosotros estamos en lo cierto y el otro, es el que ha errado. No estamos en presencia de un juicio, porque el único capaz de juzgar es Dios, y nadie más, por más ofendido o dolido que se sienta, ante el pecado de la otra persona.
Jesús nos está invitando a dos cosas esenciales, que lamentablemente muy pocas veces la ponemos en práctica y es por ello, que nuestra Iglesia debe pasar por furiosas tormentas, dificiles de apaciguar. Ellas son:
1- GANAR AL HERMANO: Lo que nos aconseja Cristo es que agotemos hasta las últimas instancias para poder traer de nuevo al buen camino a esa persona (que al igual que nosotros) en alguna oportunidad de la vida, hizo una mala elección. Pero antes de pensar en corrección y la posterior reconciliación, debemos hablar de perdón.
Nuestro corazón ha de tener que realizar primero el doloroso y salvador camino del perdón. Si no erradicamos todas las ansias de venganzas, revanchas y rencor por el mal recibido, nunca podremos ver a un hermano en el otro (y mucho menos a Cristo).
Porque para perdonar hay que amar. Y como decía Teresa de Calcuta, amar es dar hasta que duele. Pues duele mucho ir en la búsqueda de una persona que nos hizo daño. Y duele mucho más, tener que renunciar a nosotros mismos, para perdonarlo, mucho antes que él reconozca su error. Pero eso nos hace libres para poder gozar, junto con Dios, con el Padre Misericordioso, con la vuelta al redil de una de sus ovejas perdidas.
2- VIVIR EN COMUNIÓN. Ese reencuentro con el prójimo, entendido como un hermano, no es por capricho puro del Señor, lo pide explícitamente para enseñarnos cual es la dinámica en el Reino de su Padre, donde todo es armonía y Amor fluído entre los que tienen la gracia de morar allí.
No es algo mágico, en donde nos vamos a juntar y pedir algo en nombre de Dios y las cosas ya estarán hechas, porque así lo dice la letra de este evangelio. ¡CUIDADO! Con pensar que la cosa es tan fácil, porque con esta actitud, nuestra Iglesia ha cometido los peores errores en su historia.
El Señor nos llama a vivir en comunidad y a orar en ella, como un estilo de vida asumidos por todos sus integrantes, para conocer y profundizar el evangelio, hacerlo carne y experimentar las enseñanzas de Jesús, poniéndolas en práctica junto a esos hermanos, que el Señor ha provisto en ese grupo humano.
Se trata de compartir las luchas diarias, las alegrías y tristezas, los avances y retrocesos espirituales, anhelos y sentimientos humanos, pero todo puestos en marcha a la luz del Evangelio y del discernimiento continuo de la Voluntad del Padre. Es a eso a lo que apunta Jesús, porque si nuestras búsquedas e intereses son la de participar y construir una comunidad (por más pequeña que fuere), estamos cumpliendo con lo querido por Cristo, y Él cumple la promesa de acompañar el proceso.
Se entiende entonces el número tan pequeño que nos proporciona Jesús cuando nos habla de la unión: “Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.”; es porque está apuntando no sólo a la mega iglesia, sino a todo vínculo humano, que debe transformarse en comunitario. Entonces hablamos del matrimonio. De padres e hijos. De amigos. De jefes y empleados. De profesores y estudiantes. De religios@s. De sacerdotes. De movimientos laicos. En fin... todos estamos llamados a compartir nuestra vida y a Dios con nuestros hermanos.
Pues de esa unión en común, que de allí se desprende, el Espíritu sopla para forjar aquellos cristianos que saldrán a proclamar la Buena Noticia al mundo, y a imagen de San Pablo (y muchos otros santos) promover nuevas comunidades que se reunan en nombre de Dios, no sólo para orar, sino para ser otros cristos en cada uno de sus ambientes.
Te invito en este día a reflexionar y orar seriamente sobre estos dos puntos que hemos compartido brevemente sobre "ganar al hermano" y el "vivir en comunión". Para ello te pronpongo algo diferente de lo que hacemos todos los domingos, busca a alguien cercano a ti, que acceda a compartir contigo la siguiente oración comunitaria, que no es de mi autoría, pero que me parece muy profunda e interesante como propuesta. Haz lo posible de no quedarte hoy en una oración personal, en la medida de tus posibilidades comparte la oración y meditación del evangelio con otra persona, porque desde allí podras dimensionar mejor el mensaje del Maestro.
“El conocimiento de Dios produce el amor y el conocimiento de sí mismo produce la humildad. La humildad no es más que la verdad. ¿Qué tenemos que no hayamos recibido? Si estamos convencidos de ello, nunca alzaremos la cabeza con orgullo. Si sois humildes, nada os conmoverá, ni alabanza ni oprobio, pues sabéis
lo que sois. Si os censuran no os desanimaréis por ello. Si os proclaman santos, no os pondréis sobre un pedestal. El conocimiento de nosotros mismos nos pone de rodillas.”
1. Toma una postura orante. Cierra los ojos y ponte en la presencia del Señor. Jesús dice:
“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Siente la presencia de Jesús: su bondad, su amor, su perdón, su cercanía... (silencio)
2. Colócate en el centro de la Santísima Trinidad y déjate amar por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo... (silencio)
3. Puede ser que te encuentres, sin darte cuenta, con la frente arrugada, los hombros encogidos, el estómago apretado y los brazos rígidos. Todo el cuerpo tenso, como un automóvil que avanza con los frenos puestos. Date cuenta de que en este momento estás con los frenos puestos. En este instante suelta todos los frenos.
4. Suéltate de un golpe, de arriba a abajo, todo entero. Respira profundamente y tranquilamente, siente paz.
5. Quédate quieto, respira tranquilamente, profundamente, olvídate de todo, deja tu cerebro vacío, nada, olvídate de tu trabajo, tu casa, tus problemas, preocupaciones, olvídate de todo, quédate como vacío de todo recuerdo, prepara tu templo que es tu cuerpo. Paz, descanso.
6. Haz dos o tres respiraciones profundas. Dios reside escondido en el corazón de cada ser humano y cada uno puede ser consciente de esta realidad. Date cuenta de ello:
Dios está en ti. Tú eres templo de Dios, santuario donde Dios habita. Camina hacia tu interior, cuando alcance la experiencia de Dios te transformarás del todo.
7. Vacíate completamente hasta quedar sin sentir, sin pensar, sin imaginar. Dentro de mí no hay nada. Ahora dejo que ese vacío se llene de la presencia de Dios. Amo y me dejo amar.
8. Ahora contempla “Dios es amor”. Quédate en silencio. Toma una postura cómoda y descansa contemplando “Dios es amor” (silencio)
9. Para salir de la oración mueve lentamente las manos y los pies, y abre lentamente los ojos.
LA ORACIÓN: EN LA CORRIENTE DEL AMOR
La vida es un don maravilloso de Dios y todos han sido creados para ser amados.
Ayudar a los pobres material y espiritualmente, mas que un deber es un privilegio, porque Jesús, Dios hecho Hombre, nos ha asegurado: “Cuanto hagáis a uno de estos hermanos míos más pequeños, me lo hacéis a mí.”
Cuando ayudamos a otras personas nuestra recompensa es la paz y el gozo, porque hemos dado
un sentido a nuestra vida y ya no estamos aislados.
No dejéis que falsas metas de la vida -dinero, poder, placer- os conviertan en esclavos y os hagan perder el auténtico sentido de la vida.
Aprended a amar tratando de conocer cada vez más profundamente a Jesús, de creer firmemente en Él, de escucharlo en la oración intensa y en la meditación de sus palabras y de sus gestos, que revelan perfectamente el amor, y entraréis en la corriente del Amor divino que hace partícipes a los otros del amor. Sólo en el cielo veremos cuán grande es nuestra deuda hacia los pobres por habernos ayudado a amar mejor a Dios. Que Dios os bendiga.
Un zapatero remendón acudió al rabino Isaac de Ger y le dijo: “No sé qué hacer con mi oración de la mañana. Mis clientes son personas pobres que no tienen más que un par de zapatos. Yo se los recojo a última hora del día y me paso la noche trabajando. Al amanecer aún me queda trabajo por hacer si quiero que todos ellos los tengan listos para ir a trabajar.
Y mi pregunta es: ¿Qué debo hacer con mi oración de la mañana?”
“¿Qué has venido haciendo hasta ahora?”, preguntó el rabino.
“Una veces hago la oración a todo correr y vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me pase la hora de mi oración y también entonces tengo la sensación de haber faltado; y de vez en cuando, al levantar el martillo para golpear un zapato, casi puedo escuchar cómo mi corazón suspira: ¡Qué desgraciado soy, pues no soy capaz de hacer mi oración de la mañana...!”
Le respondió el rabino: “Si yo fuera Dios, apreciaría más ese suspiro que la oración.”
(Tony de Mello, Oración de la rana I, p 9)
SILENCIO
Señor Jesús; en el Evangelio de hoy nos recuerdas dos cuestiones fundamentales. Por un lado la corrección fraterna y por otro tu presencia en la comunidad cuando dos o tres estamos reunidos en tu nombre... Haz que cuantos creemos en Ti, como Hijo de Dios, alcancemos la libertad verdadera, que nuestra fe nos haga más humanos y que facilite nuestra convivencia con los demás. Y que nunca olvidemos que necesitamos de los otros y ellos de nosotros.
EVANGELIO
Dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
(Mateo 18, 15-20)
SILENCIO
PETICIONES
PADRENUESTRO, AVEMARÍA Y GLORIA
Cristo Jesús, núcleo de la comunidad evangélica; haznos comprender que el diálogo no es una discusión ni un debate de ideas, sino una búsqueda de la verdad entre dos o más personas. Haznos comprender que mutuamente nos necesitamos y nos complementamos porque tenemos para dar y necesitamos recibir, ya que yo puedo ver lo que los otros no ven, y ellos pueden ver lo que yo no veo.
Señor Jesús, cuando aparezca la tensión, dame la humildad para no querer imponer mi verdad atacando la verdad del hermano; de saber callar en el momento oportuno; de saber esperar a que el otro acabe de expresar por completo su verdad.
Dame la sabiduría para comprender que ningún ser humano es capaz de captar enteramente la verdad toda, y que no existe error o desatino que no tenga alguna parte de verdad.
Dame la sensatez para reconocer que también yo puedo estar equivocado en algún aspecto de la verdad y para dejarme enriquecer con la verdad del otro. Dame, en fin, la generosidad para pensar que también el otro busca honestamente la verdad, y para mirar sin prejuicios y con benevolencia las opiniones ajenas.
Señor Jesús, danos la gracia de dialogar. Así sea.
(Ignacio Larrañaga, Encuentro, p.65)
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.
Compartiendo la Palabra
Comenzamos este día domingo con la intención de profundizar la Palabra del Señor, para llevarla a compartir en la Eucaristía junto a nuestra comunidad, con la intención de poner en ella nuestras peticiones y acciones de gracias, para fortalecernos y tomar el vigor necesario, para seguir adelante en nuestras vidas, asumiendo un estilo radical, a la manera de Jesús, difundiendo el Evangelio, brindando nuestro testimonio y el servicio de amor a nuestros hermanos.
La liturgia de hoy nos propone un pasaje del evangelio de Mateo, donde se narra los consejos del Maestro acerca del vínculo que debe haber entre los integrantes de una comunidad. No es una ley, ni una norma al estilo de los judíos, que se debe tomar fría y superficialmente, para llevar la etiqueta de cristianos. Muy por el contrario, es un mensaje por elevación a toda la humanidad, sobre como dirimir las diferencias y poder construir el Reino de Dios en esta bendita tierra.
¿Por qué hablamos que no es una regla? Porque no se trata de cumplir con una serie de pasos para demostrar que nosotros estamos en lo cierto y el otro, es el que ha errado. No estamos en presencia de un juicio, porque el único capaz de juzgar es Dios, y nadie más, por más ofendido o dolido que se sienta, ante el pecado de la otra persona.
Jesús nos está invitando a dos cosas esenciales, que lamentablemente muy pocas veces la ponemos en práctica y es por ello, que nuestra Iglesia debe pasar por furiosas tormentas, dificiles de apaciguar. Ellas son:
1- GANAR AL HERMANO: Lo que nos aconseja Cristo es que agotemos hasta las últimas instancias para poder traer de nuevo al buen camino a esa persona (que al igual que nosotros) en alguna oportunidad de la vida, hizo una mala elección. Pero antes de pensar en corrección y la posterior reconciliación, debemos hablar de perdón.
Nuestro corazón ha de tener que realizar primero el doloroso y salvador camino del perdón. Si no erradicamos todas las ansias de venganzas, revanchas y rencor por el mal recibido, nunca podremos ver a un hermano en el otro (y mucho menos a Cristo).
Porque para perdonar hay que amar. Y como decía Teresa de Calcuta, amar es dar hasta que duele. Pues duele mucho ir en la búsqueda de una persona que nos hizo daño. Y duele mucho más, tener que renunciar a nosotros mismos, para perdonarlo, mucho antes que él reconozca su error. Pero eso nos hace libres para poder gozar, junto con Dios, con el Padre Misericordioso, con la vuelta al redil de una de sus ovejas perdidas.
2- VIVIR EN COMUNIÓN. Ese reencuentro con el prójimo, entendido como un hermano, no es por capricho puro del Señor, lo pide explícitamente para enseñarnos cual es la dinámica en el Reino de su Padre, donde todo es armonía y Amor fluído entre los que tienen la gracia de morar allí.
No es algo mágico, en donde nos vamos a juntar y pedir algo en nombre de Dios y las cosas ya estarán hechas, porque así lo dice la letra de este evangelio. ¡CUIDADO! Con pensar que la cosa es tan fácil, porque con esta actitud, nuestra Iglesia ha cometido los peores errores en su historia.
El Señor nos llama a vivir en comunidad y a orar en ella, como un estilo de vida asumidos por todos sus integrantes, para conocer y profundizar el evangelio, hacerlo carne y experimentar las enseñanzas de Jesús, poniéndolas en práctica junto a esos hermanos, que el Señor ha provisto en ese grupo humano.
Se trata de compartir las luchas diarias, las alegrías y tristezas, los avances y retrocesos espirituales, anhelos y sentimientos humanos, pero todo puestos en marcha a la luz del Evangelio y del discernimiento continuo de la Voluntad del Padre. Es a eso a lo que apunta Jesús, porque si nuestras búsquedas e intereses son la de participar y construir una comunidad (por más pequeña que fuere), estamos cumpliendo con lo querido por Cristo, y Él cumple la promesa de acompañar el proceso.
Se entiende entonces el número tan pequeño que nos proporciona Jesús cuando nos habla de la unión: “Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.”; es porque está apuntando no sólo a la mega iglesia, sino a todo vínculo humano, que debe transformarse en comunitario. Entonces hablamos del matrimonio. De padres e hijos. De amigos. De jefes y empleados. De profesores y estudiantes. De religios@s. De sacerdotes. De movimientos laicos. En fin... todos estamos llamados a compartir nuestra vida y a Dios con nuestros hermanos.
Pues de esa unión en común, que de allí se desprende, el Espíritu sopla para forjar aquellos cristianos que saldrán a proclamar la Buena Noticia al mundo, y a imagen de San Pablo (y muchos otros santos) promover nuevas comunidades que se reunan en nombre de Dios, no sólo para orar, sino para ser otros cristos en cada uno de sus ambientes.
Te invito en este día a reflexionar y orar seriamente sobre estos dos puntos que hemos compartido brevemente sobre "ganar al hermano" y el "vivir en comunión". Para ello te pronpongo algo diferente de lo que hacemos todos los domingos, busca a alguien cercano a ti, que acceda a compartir contigo la siguiente oración comunitaria, que no es de mi autoría, pero que me parece muy profunda e interesante como propuesta. Haz lo posible de no quedarte hoy en una oración personal, en la medida de tus posibilidades comparte la oración y meditación del evangelio con otra persona, porque desde allí podras dimensionar mejor el mensaje del Maestro.
INTRODUCCIÓN
“El conocimiento de Dios produce el amor y el conocimiento de sí mismo produce la humildad. La humildad no es más que la verdad. ¿Qué tenemos que no hayamos recibido? Si estamos convencidos de ello, nunca alzaremos la cabeza con orgullo. Si sois humildes, nada os conmoverá, ni alabanza ni oprobio, pues sabéis
lo que sois. Si os censuran no os desanimaréis por ello. Si os proclaman santos, no os pondréis sobre un pedestal. El conocimiento de nosotros mismos nos pone de rodillas.”
(Teresa de Calcuta. La oración. Frescor de una fuente)
BUSCA EL SILENCIO
Busca el silencio,
ten alerta el corazón,
calla y contempla.
Busca el silencio,
ten alerta el corazón,
calla y contempla.
ENTRAR EN LA SOLEDAD CON DIOS.
1. Toma una postura orante. Cierra los ojos y ponte en la presencia del Señor. Jesús dice:
“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Siente la presencia de Jesús: su bondad, su amor, su perdón, su cercanía... (silencio)
2. Colócate en el centro de la Santísima Trinidad y déjate amar por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo... (silencio)
3. Puede ser que te encuentres, sin darte cuenta, con la frente arrugada, los hombros encogidos, el estómago apretado y los brazos rígidos. Todo el cuerpo tenso, como un automóvil que avanza con los frenos puestos. Date cuenta de que en este momento estás con los frenos puestos. En este instante suelta todos los frenos.
4. Suéltate de un golpe, de arriba a abajo, todo entero. Respira profundamente y tranquilamente, siente paz.
5. Quédate quieto, respira tranquilamente, profundamente, olvídate de todo, deja tu cerebro vacío, nada, olvídate de tu trabajo, tu casa, tus problemas, preocupaciones, olvídate de todo, quédate como vacío de todo recuerdo, prepara tu templo que es tu cuerpo. Paz, descanso.
6. Haz dos o tres respiraciones profundas. Dios reside escondido en el corazón de cada ser humano y cada uno puede ser consciente de esta realidad. Date cuenta de ello:
Dios está en ti. Tú eres templo de Dios, santuario donde Dios habita. Camina hacia tu interior, cuando alcance la experiencia de Dios te transformarás del todo.
7. Vacíate completamente hasta quedar sin sentir, sin pensar, sin imaginar. Dentro de mí no hay nada. Ahora dejo que ese vacío se llene de la presencia de Dios. Amo y me dejo amar.
8. Ahora contempla “Dios es amor”. Quédate en silencio. Toma una postura cómoda y descansa contemplando “Dios es amor” (silencio)
9. Para salir de la oración mueve lentamente las manos y los pies, y abre lentamente los ojos.
LA ORACIÓN: EN LA CORRIENTE DEL AMOR
La vida es un don maravilloso de Dios y todos han sido creados para ser amados.
Ayudar a los pobres material y espiritualmente, mas que un deber es un privilegio, porque Jesús, Dios hecho Hombre, nos ha asegurado: “Cuanto hagáis a uno de estos hermanos míos más pequeños, me lo hacéis a mí.”
Cuando ayudamos a otras personas nuestra recompensa es la paz y el gozo, porque hemos dado
un sentido a nuestra vida y ya no estamos aislados.
No dejéis que falsas metas de la vida -dinero, poder, placer- os conviertan en esclavos y os hagan perder el auténtico sentido de la vida.
Aprended a amar tratando de conocer cada vez más profundamente a Jesús, de creer firmemente en Él, de escucharlo en la oración intensa y en la meditación de sus palabras y de sus gestos, que revelan perfectamente el amor, y entraréis en la corriente del Amor divino que hace partícipes a los otros del amor. Sólo en el cielo veremos cuán grande es nuestra deuda hacia los pobres por habernos ayudado a amar mejor a Dios. Que Dios os bendiga.
(Madre Teresa de Calcuta)
QUÉDATE A MI LADO, SEÑOR
Quédate a mi lado, Señor, sí quédate,
y haz de mí una fuente de amor donde otros beban.
Quédate a mi lado, Señor, sí quédate,
y haz de mí una fuente de amor donde otros beban.
CUENTO PARA ORAR
Un zapatero remendón acudió al rabino Isaac de Ger y le dijo: “No sé qué hacer con mi oración de la mañana. Mis clientes son personas pobres que no tienen más que un par de zapatos. Yo se los recojo a última hora del día y me paso la noche trabajando. Al amanecer aún me queda trabajo por hacer si quiero que todos ellos los tengan listos para ir a trabajar.
Y mi pregunta es: ¿Qué debo hacer con mi oración de la mañana?”
“¿Qué has venido haciendo hasta ahora?”, preguntó el rabino.
“Una veces hago la oración a todo correr y vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me pase la hora de mi oración y también entonces tengo la sensación de haber faltado; y de vez en cuando, al levantar el martillo para golpear un zapato, casi puedo escuchar cómo mi corazón suspira: ¡Qué desgraciado soy, pues no soy capaz de hacer mi oración de la mañana...!”
Le respondió el rabino: “Si yo fuera Dios, apreciaría más ese suspiro que la oración.”
(Tony de Mello, Oración de la rana I, p 9)
SILENCIO
LAUDATE DOMINUM
Laudate Dominum, laudate Dominum,
omnes gentes, aleluia.
(Alabad al Señor, toda la gente, ¡aleluya!)
Laudate Dominum, laudate Dominum,
omnes gentes, aleluia.
(Alabad al Señor, toda la gente, ¡aleluya!)
MONICIÓN AL EVANGELIO
Señor Jesús; en el Evangelio de hoy nos recuerdas dos cuestiones fundamentales. Por un lado la corrección fraterna y por otro tu presencia en la comunidad cuando dos o tres estamos reunidos en tu nombre... Haz que cuantos creemos en Ti, como Hijo de Dios, alcancemos la libertad verdadera, que nuestra fe nos haga más humanos y que facilite nuestra convivencia con los demás. Y que nunca olvidemos que necesitamos de los otros y ellos de nosotros.
TU PALABRA ME DA VIDA
Tu palabra me da vida, Señor.
Tu palabra es eterna.
Tu palabra me da vida, Señor.
Ella me rescatará.
Tu palabra me da vida, Señor.
Tu palabra es eterna.
Tu palabra me da vida, Señor.
Ella me rescatará.
EVANGELIO
Dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
(Mateo 18, 15-20)
SILENCIO
MONICIÓN A LAS PETICIONES
Te pedimos, Padre, en nombre de tu Hijo nuestro Señor, que tu presencia en la comunidad, nos estimule a valorar la Eucaristía, a potenciar la oración compartida, a crear cauces para la fraternidad, con la seguridad de tu constante asistencia y auxilio que siempre nos ayuda a superarnos.PETICIONES
PADRENUESTRO, AVEMARÍA Y GLORIA
ORACIÓN FINAL: LA GRACIA DE DIALOGAR
Cristo Jesús, núcleo de la comunidad evangélica; haznos comprender que el diálogo no es una discusión ni un debate de ideas, sino una búsqueda de la verdad entre dos o más personas. Haznos comprender que mutuamente nos necesitamos y nos complementamos porque tenemos para dar y necesitamos recibir, ya que yo puedo ver lo que los otros no ven, y ellos pueden ver lo que yo no veo.
Señor Jesús, cuando aparezca la tensión, dame la humildad para no querer imponer mi verdad atacando la verdad del hermano; de saber callar en el momento oportuno; de saber esperar a que el otro acabe de expresar por completo su verdad.
Dame la sabiduría para comprender que ningún ser humano es capaz de captar enteramente la verdad toda, y que no existe error o desatino que no tenga alguna parte de verdad.
Dame la sensatez para reconocer que también yo puedo estar equivocado en algún aspecto de la verdad y para dejarme enriquecer con la verdad del otro. Dame, en fin, la generosidad para pensar que también el otro busca honestamente la verdad, y para mirar sin prejuicios y con benevolencia las opiniones ajenas.
Señor Jesús, danos la gracia de dialogar. Así sea.
(Ignacio Larrañaga, Encuentro, p.65)
SALVE REGINA
Salve, Regina, mater misericordiae;
vita, dulcedo et spes nostra salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evae.
Ad te suspiramus
gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, advocata nostra,
illos tuos misericordes óculos
ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, o pia.
O dulcis Virgo Maria.
Salve, Regina, mater misericordiae;
vita, dulcedo et spes nostra salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evae.
Ad te suspiramus
gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, advocata nostra,
illos tuos misericordes óculos
ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, o pia.
O dulcis Virgo Maria.
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