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MISIONEROS EN CAMINO: mayo 2012
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lunes, 28 de mayo de 2012

Unos días de descanso

Esta semana no voy a publicar las notas y el evangelio del día, porque por motivos laborales voy a estar ausente.
Retomaré el contacto, Dios mendiante, el día 4 de junio.
Un abrazo fraterno y unidos en la oración.

Hernán Gerez Prado.

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domingo, 27 de mayo de 2012

EL ESPÍRITU ESTÁ EN TODOS NOSOTROS POR IGUAL


Domingo de Pentecostés (Jn 15, 26-27. 16, 12-15) ciclo B
Por Fray Marcos

La fiesta de Pentecostés está encuadrada en la pascua, más aún, es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos. Todo esto queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción espectacular de Espíritu a través de Jesús.

También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros del Espíritu, que debe llevar a cabo la misma obra que en Jesús y en los primeros cristianos.

Ninguno de los aspectos pascuales debemos considerarlos como aconteci¬mientos históricos ocurridos en Jesús. Todos ellos expresan realidades que no pueden ser objeto de historia, sino solo de fe. No son fenómenos constatables por los sentidos; son realidades de otro plano y por lo tanto no pueden ser percibidas por nuestros sentidos.

Si las descubrimos y vivimos, sus efectos sí son históricos en nosotros. Cuando empleamos conceptos y palabras, únicamente adecuadas para expresar realidades terrenas, empieza el conflicto. Ni podemos expresarlas bien ni pueden ser objeto de nuestro conocimiento racional. A estas verdades solo se puede acceder por la experiencia interior.

Creo que todos admitiréis la extrema dificultad que supone ponernos a hablar del Espíritu Santo. Es como querer sujetar el viento o congelar la vida en una imagen. ¡No hay manera! De todas formas, siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu.

Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí (Ley), y que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua. Queremos significar con ello que el fundamento de la nueva comunidad no es la "Ley" sino el "Espíritu".

Tanto el "ruah" hebreo como el "pneuma" griego, significan, en primer lugar, viento. La raíz de esta palabra en todas las lenguas semíticas es rwh que significa el espacio atmosférico existente entre el cielo y la tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Significaría el ambiente vi¬tal del que los seres vivos beben la vida.

En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu.

Para ellos todos los seres participaban de la vida. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración. Su comparación con la vida, sigue siendo el mejor camino para intentar comprender lo que significa "Espíritu"; No sabemos qué es la vida, pero vivimos.

No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término "ruah" (espíritu). Solamente en 20 pasajes de las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido.

En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios que capacita puntualmente a alguna persona, para llevar a cabo una misión concreta que salva al pueblo de algún peligro. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu a todo el pueblo.

En el NT, "espíritu" tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto, todavía judío. El mismo término "ruah" se presta a asumir un significado figurado o simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona distinta de Dios o de Jesús. "Os mandaré otro consolador."

El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la obra del Espíritu Santo No está claro si el Pneuma es una entidad personal o no. Jesús nace del Espíritu Santo, baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. A pesar de todo, no podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él.

Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan evidentemente la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del Espíritu Santo está siempre con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.

Hoy sabemos que el Espíritu Santo no es más que el mismo Dios bajo el aspecto de energía, fuerza, motor de toda Vida. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de crecer en el orden espiritual. Nada puedo hacer sin él y nunca estaré privado de su presencia.

Ni siquiera es necesario el calificativo de Santo, porque eso supone que hay espíritus malignos, y esto para nosotros no tiene mucho sentido. Todas las oraciones encaminadas a pedir la venida del Espíritu, nacen de una ignorancia de lo que queremos significar con ese término. Lo que tenemos que hacer es tomar conciencia de su presencia y dejarle actuar en nosotros.

Está siempre en nosotros, pero no somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, en realidad es como si no existiera para nosotros. Un ejemplo puede ilustrar esta idea. En una semilla, hay vida, pero en estado latente. Si no coloco la bellota en unas condiciones adecuadas, nunca se convertirá en un roble. Para que la vida que hay en ella se desarrolle, necesita una tierra, una humedad y una temperatura adecuada. Pero una vez que se encuentra en las condiciones adecuadas, es ella la que germina; es ella la que, desde dentro, desarrolla el árbol que llevaba en potencia.

Dios (Espíritu) es el mismo en todos y tiene que empujar hacia la misma meta. Pero como cada uno está en un "lugar" diferente, y a veces muy diverso, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto. Son pues los caminos los que distinguen a los que se dejan mover por el Espíritu, y no la meta hacia la que se dirigen. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu. Pero su tarea es completamente diferente.

¿Cuál es la meta a la que empuja el Espíritu? Este es el nudo gordiano de la cuestión. Una mayor humanidad es la manifestación de esa presencia del Espíritu. La mayor preocupación por los demás, es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él. En cualquier persona que manifieste amor está el Espíritu.

Si Dios está en cada uno de nosotros a través del ser, está total y absolutamente como lo que es, simple y a la vez, absoluto. No hay manera de imaginar que pueda estar más en uno que en otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu.

En la posesión del Espíritu, no hay diferencia entre el campesino, el maestro, el sacerdote o el obispo. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad, es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo.

Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de violencia, incluida la pretensión de hablar en nombre de Dios, estamos dejándonos llevar, no del Espíritu, sino de nuestro espíritu raquítico.

La presencia de Dios en nosotros, nos mueve a parecernos a Él. Pero si tenemos una falsa idea de Dios, nos metemos por un callejón sin salida. Con una idea de Dios que es poder, señorío y mando, que premia y castiga, intentaremos repetir esas cualidades en nosotros en nombre de Dios.

El intento de ser como Dios en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús que es amor y don total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás.

Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu del que nos habla el evangelio, o seguir lo que nos dicta nuestro propio espíritu en nombre de un falso dios. Todas las religiones han caído en esta trampa.

Dios llega a nosotros desde lo hondo del ser, y acomodándose totalmente a la manera de ser de cada uno. Por eso la presencia del Espíritu nunca lleva a la uniformidad, sino que potencia la pluralidad. Pablo lo vio con claridad meridiana: formamos un solo cuerpo, pero cada uno es un miembro con una función diferente e igualmente útil para el todo.

Si no tenemos esto en cuenta, caeremos en la trampa de hacer clones en vez de personas. Esa uniformidad pretendida por los superiores en nombre del Espíritu, no tiene nada de evangélica, porque, lo que se intenta es que todos piensen y actúen como el superior. Si todos tocaran el mismo instrumento y la misma nota, no habría nunca sinfonía. Sólo la armonía de muchos sonidos diferentes nos lleva a disfrutar de la música.



Meditación-contemplación

El Espíritu es la clave de la VIDA.
Mi verdadero se es lo que hay de Dios en mí.
Dios en mí está como Espíritu que se me da.
Es el único y total Don de Dios a cada criatura.
.............
Desde nuestro ser aparente (lo que creemos ser),
debemos dar el salto a nuestra verdadera realidad.
Desde la parte reflejada del espejo,
tenemos que dar el salto al ser reflejado.
................
Mi verdadero ser y el ser de Dios no son dos realidades separadas
aunque yo sigo siendo yo y Dios sigue siendo Dios.
Para la razón es algo incomprensible.
Para el místico es la cosa más simple del mundo.
¡Inténtalo!
................

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Evangelio Seglar para la solemnidad de Pentecostés (27 - Mayo - 2012)



COMENTARIOS DE SEGLARES
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE EL COMPROMISO CRISTIANO EN LA VIDA PÚBLICA
(Hombre, casado, concejal, pertenece a comunidad cristiana)

"Una vez más...y de forma rotunda...Jesús vuelve transformado a nosotros...nos vuelve a enseñar sus llagas y costado...
Ha cumplido su promesa y nos da la mejor "arma" del Amor....el Espíritu Santo. ¿ A quién podemos temer?...¿Qué situación no podemos dejar en sus manos?...¿Qué mejor política para convencer que acercarse de manera real al prójimo?..
No hay mejor partido que el que apuesta por el Amor..elegir lo menos perjudicial, pero como obligación del cristiano dar testimonio a tiempo y a destiempo...ser persona.....no personaje...ser auténtico...no dirigido.....Amar es dar lo mejor de sí mismo y lo mejor de lo que sepas hacer, allí donde te toque hacerlo...sea duro o inoportuno, sea seguido por muchedumbre o quedándose sólo..pero nunca permanecer ajeno a la Misión....de nada nos sirven nuestros empeños diarios si perdemos nuestra alma. Señor dame fuerza para amar....y que sea consciente de ese "aliento" tuyo que nos acompaña siempre.

DESDE LOS ABUELOS
(Matrimonio, cinco nietos, pertenecen a grupo cristiano)

Siempre que tenemos miedo, apareces TÚ y nos das tu Paz e infundes tu Espíritu.
El Señor está siempre a nuestro lado y nunca nos abandona, sigamos el ejemplo de Jesús.
Gracias Señor por dejarnos tu Espíritu pues podemos conocer la voluntad de tu Padre y hacernos capaces de comprenderla. Sólo nos dice que para recibirlo, tenemos que estar cerca de Ti por medio de la oración, los sacramentos y sobre todo en la Eucaristía porque Tú mismo nos dijiste:" El que tenga sed que venga a mí y beba".

DESDE EL TERCER MUNDO
(matrimonio con dos hijos, voluntarios de ONG en país musulmán, trabajan en la misión, pertenecen a comunidad cristiana)

La esperanza de saber que el espíritu nos acompaña cada día nos hace estar alegres. También alertas y dispuestos pues Jesús nos envía y sentirse enviado es una gracia y una responsabilidad que debemos vivir con la certeza de que somos imagen de Dios para aquellos que nos encontremos en el camino.
Pidamos hoy especialmente la sensibilidad necesaria para percibir al espíritu y la valentía para dejarnos guiar por Él. Sigamos unidos en comunidad para que el Señor se nos manifieste con su fuerza y su verdad.

PARA REZAR
(mujer, soltera, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar)

Dios Padre Bueno, te damos Gracias y te alabamos
porque tu Presencia se siente en nuestras comunidades,
nos entregas tu Aliento de Vida y de Amor,
y nos envías tu Espíritu Santo, que nos transforma
en misioneros alegres, personas llenas de esperanza,
y en testigos de tu Amor y de tu Palabra de Vida.
Te pedimos hoy, Dios Padre Misericordioso,
que el Encuentro con tu Hijo Jesucristo Resucitado
nos traiga su Paz, nos envíe a la Misión,
y transforme nuestras vidas y nuestro corazón.
Te damos Gracias y alabamos, Dios Bueno, porque
Tú iluminas todas las “penumbras de nuestras noches”
con la Luz recibida de la Venida de tu Espíritu Santo,
que nos guía y acompaña alejando nuestros temores,
y venciendo todos nuestros miedos que nos impiden
seguirte con fidelidad y abrir el corazón a cada hermano.
Gracias, Dios nuestro, porque tu Espíritu Santo
sigue actuando y se manifiesta en medio del mundo
a través de situaciones y personas concretas
que Tú pones a lo largo de nuestra vida cada día.
¡Tu Espíritu es Aliento Vital que actúa en nosotros!
Te pedimos, Dios Padre Bueno, que tu Espíritu Santo
nos inunde nuestro corazón con todos sus dones
para asumir los nuevos desafíos de la Evangelización
avivando en cada persona el Fuego de tu Amor. Amén

PARA VIVIR ESTA SEMANA
(matrimonio, tres hijos, él trabaja, el matrimonio pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar)

Esta es la fiesta culmen de la Pascua de Resurrección. Viene justo después de la de la Ascensión, la del Domingo pasado. En ésta, haciendo un símil, Jesús, adquiría una visión especial, desde lo alto, como cuando subimos a un monte para ver una mejor perspectiva de la ciudad, de un paisaje...Es justo en Pentecostés, cuando se nos concede el don de tener esa misma mirada de Jesús, cargada de cariño, de comprensión, de paz, de sabiduría, de mansedumbre... ¿Os imagináis si lo miráramos todo como Jesús? Una de las cosas que nos pueden ayudar, es procurar mirarlo todo "con perspectiva", intentando mirar más allá de lo inmediato, no ahogándonos en un vaso de agua, ¡cuando se vislumbra tanta tierra firme más adelante...! Los miedos, el deseo de buscar una seguridad a toda costa, tiene unos efectos nocivos sobre nuestra personalidad, nos hace ser más desconfiados, reservados, tener una mirada impura...
Confiar en los dones del Espíritu, además, nos debe hacer implicarnos aún más en la misión apostólica propia, tomar parte activa en la evangelización, en intentar transformar las realidades temporales, en querer, en definitiva, más a nuestra Iglesia.
Pero esto, no puede quedarse en un día, el Señor me concede este don y punto. No, esto podemos asemejarlo a un fuego, un fuego que arde en nuestro corazón, infundido por el encuentro con Dios. Si no alimentamos ese fuego se apaga.
Y, ¿cual es el combustible, la leña?: nuestro yo egoísta, nuestra comodidad, nuestra mediocridad, nuestras inseguridades... Todo esto es lo que, quemándolo en el día a día, nos hace mantener viva la llama de Pentecostés y "conquistar esa mirada de Dios" de la que hablábamos.

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Aliento de Dios


Publicado por De Todos los Días

Solemnidad de Pentecostés
Para el día de hoy (27/05/12):
Evangelio según San Juan 20, 19-23

(Nada sucede por casualidad y ningún hecho -por nimio e insignificante que parezca- está librado a cuestiones azarosas.
Antes bien, hemos de suponer que hay una causalidad en todo lo que sucede y desde ojos capaces de ver más allá de lo evidente, en las causalidades podemos descubrir la mano bondadosa de Dios a cada instante, en todos los fragmentos que componen estas pequeñísimas existencias que somos.

Ellos se encontraban ocultos en ese recinto de paredes dobles, un muro de ladrillos y otro muro más sólido de miedo, de temor, de incertidumbre. Su Maestro ha muerto en el cadalso reservado a los criminales más abyectos, en esa cruz de horrores que presagiaba, de algún modo, un fin similar para ellos. Y en ese encierro es razonable pensar que no representan una amenaza para nadie, se han quedado sin Aquél que es el más fuerte, Aquél que los encabezaba, Aquél que siempre iba por delante.

Pero es tiempo del Resucitado, tiempo de la Gracia, tiempo de lo impensado, tiempo de lo asombroso, tiempo del todo es posible.

Allí en donde todo parecía cancelado, en donde sólo quedaba esperar la noche más cerrada y un final oscuro, allí en donde sólo puede respirarse resignación, allí irrumpe el Resucitado. Su credenciales, para ser reconocido, son las huellas que la Pasión ha dejado en Él, clavos en sus manos, lanza en su costado, instrumentos de precisión de romana factura.
No hay certeza mayor, por eso es menester mostrar las heridas: Jesús está entre ellos, vivo y pleno a pesar de que han querido silenciarlo para siempre, a pesar de una muerte teñida con los colores de lo definitivo.

No hay que escaparse del asombro, no hay que temerle al estupor de que la muerte y el horror no tengan la última palabra.

Él sopla sobre los suyos su Espíritu, aliento de vida, esa vida que se creció en la tierra sin mal de María de Nazareth, ese mismo Espíritu que aleteaba sobre la tierra informe recién moldeada, generando vida y más vida, el Espíritu que lo sostuvo en las durezas del desierto, que jamás lo dejó librado a la soledad.

Aliento de Dios que nos reconcilia con la vida, nos sana las heridas, reune a los dispersos, Padre de los pobres, consuelo inmenso en toda aflicción, calma en nuestras tempestades, paz que no se pierde, alegría interminable, impulso y coraje, Espíritu de verdad que es liberación, fuego que nos disipa los fríos de la resignación, susurro magnífico en nuestros corazones que nos hace llamar a Dios Abbá!)

Paz y Bien

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Domingo de Pentecostés: Pascua Granada



La fiesta de pentecostés originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos. Las siete semanas representaban cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (que significa cincuenta) que recibió más tarde. Se celebraba al terminar la cosecha. En su origen era una fiesta de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió otro sentido: conmemorar la Alianza hecha entre Dios y el pueblo en el monte Sinaí.

Y es en esta fiesta judía, donde el autor del libro de los Hechos coloca la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Y es a partir de este gran acontecimiento, cuando Pentecostés se convierte, también, en la fiesta cristiana más grande, juntamente con la Pascua de Resurrección. Por eso se la llama también “segunda Pascua”.

Tanto la primera lectura como la del Evangelio nos relatan la venida del Espíritu Santo de una manera muy llamativa, para darnos a entender su importancia y los efectos que produjo. Animados por el Espíritu, los apóstoles pierden el miedo, y comienzan a hablar públicamente de Jesús, a formar comunidades que le siguen, y a correr todos los riesgos y peligros que hiciese faltas por predicar la Buena Noticia de la muerte y Resurrección del Señor. Todos ellos fueron perseguidos y martirizados.

Nosotros, hoy día, celebramos el impulso que recibió la Iglesia naciente; y celebramos el haber recibido el mismo Espíritu Santo en el Bautismo y la Confirmación.

Decía Pablo, en la Carta a los Corintios, que nadie puede decir”Jesús es el Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu santo. El Espíritu Santo es el que anima y dirige la Iglesia, y es también el que actúa en nosotros para nuestra santificación.

Pero como dice, también, San Pablo en la misma Carta: “a cada uno se nos manifiesta para el bien común. Porque lo mismo que el cuerpo humano es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos y distintos, forman un solo cuerpo, así también s Cristo. Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”.

Formar parte del mismo cuerpo, significa que todos somos solidarios en el ser y actuar de ese cuerpo. Y todos sus miembros colaboran al bien de los otros. Si tuviésemos claro esto, seríamos más solidarios, nos preocuparían un poco más los demás, porque como ya hemos recordado: “el Espíritu se nos da para el bien común”.

Cuando un miembro del cuerpo sufre, todo el cuerpo se resiente y sufre. Así también, cuando uno de los hombres, hermanos nuestros, sufre, los demás deberíamos sufrir con él, y tratar de ayudarle en su dolor. La solidaridad de los miembros del cuerpo humano, nos enseña a ser solidarios con todos. Hoy, en esta gran fiesta de Pentecostés, debemos tomar con ciencia de lo que significa ser Iglesia, de lo que es ser todos miembros de Cristo. Y se debe afianzar en todos, la solidaridad espiritual y material. Es fiesta de comunión, guiados por el Espíritu.

Félix González

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Ven, espíritu santo creador (Cristobal Fones sj)

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Evangelio Misionero del Día: 28 de Mayo de 2012 - VIII SEMANA DE PASCUA - Ciclo B


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 17-27

Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».
El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo, Después, ven y sígueme».
Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!»
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible».


Cuando vivimos un tiempo gozoso –corto o largo- de cierta intensidad, lo que llega después siempre nos parece poco… Siempre nos parece “plano”, demasiado simple. En parte, porque nuestro cuerpo y nuestro espíritu tiene un límite: ¡no le cabe más!, necesita espacio y tiempo tranquilo para digerir lo gozado y para serenar lo cotidiano. Esto puede pasarnos tras los 50 días de Pascua cuando retomamos el Tiempo ordinario en la liturgia. Los “aleluyas” se reducen, hay menos cantos, menos flores, el cirio pascual se hace discretamente a un lado…
Hoy retomamos la 8ª semana del tiempo ordinario: una estupenda oportunidad para vivir con calma serena lo cotidiano de nuestra fe, pero sin espíritu plano, sin mirada gris, sin resacas espirituales que nos dejen empotrados en el sofá de la vida… ¡Ojalá!
Con demasiada frecuencia tendemos a buscar lo extraordinario. Nos gusta más ser héroes que ser santos. Todos tenemos dentro algo del joven rico del evangelio de hoy. Damos por hecho que la exigencia evangélica de la vida diaria “ya la cumplimos desde niños”. Queremos algo más… pero cuando se nos propone, retrocedemos. Damos por hecho que esto de alcanzar la vida eterna, de compartir la misma vida del Padre en Cristo tiene que ser algo hecho a fuerza de grandes metas pero, eso sí, las que yo misma decido, no las que Jesús me sugiere claramente:
Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.
Ya, Señor, pero yo no te preguntaba por eso… Es que eso no entraba en mis planes… Yo quiero algo más pero eso no… Yo quiero que me pidas lo que quiero dar y nada más que eso…
Y es entonces cuando Jesús nos mira con cariño y calla. Y a nosotros se nos queda el ceño fruncido y nos vamos… porque en verdad somos muy ricos…
No sería poco que al recomenzar esta semana del tiempo ordinario, el Espíritu Consolador nos haga ver esas pequeñas o grandes “riquezas” que a cada uno de nosotros nos tiene engañados y atados, creyendo que queremos seguir un poco más al Maestro pero incapaces de venderlo todo, ya sea un millón o un denario… ¿qué importa si no soy capaz de dejarlo atrás?

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sábado, 26 de mayo de 2012

Palabra para la Misión: Consagrados por el Espíritu que abre corazones y fronteras


Domingo de Pentecostés
Año B – Domingo 27.5.2012 / Por EUNTES

Hechos 2,1-11 / Salmo 103 / Gálatas 5,16-25
Juan 15,26-27; 16,12-15

Reflexiones

El Pentecostés cristiano celebra el don del Espíritu, que es “Señor y dador de vida”. En un comienzo, la fiesta hebrea de Pentecostés -siete semanas, o 50 días, después de Pascua- era la fiesta de la cosecha del trigo (cf Éx 23,16; 34,22). Más tarde, se le asoció el recuerdo de la promulgación de la Ley en el Sinaí. Pentecostés pasó de fiesta agrícola a ser progresivamente una fiesta histórica: un memorial de los grandes momentos de la alianza de Dios con su pueblo (ver Noé, Abrahán, Moisés y los profetas Jeremías 31,31-34, Ezequiel 36,24-27…). Es importante subrayar la nueva perspectiva con respecto a la Ley y a la manera de entender y vivir la alianza. La Ley era un don del que Israel estaba orgulloso, pero se trataba de una etapa transitoria, insuficiente.


Era preciso avanzar hacia la interiorización de la Ley, un camino que alcanza su cumbre en el don del Espíritu Santo, que se nos da, como nuevo criterio normativo, como verdadero y definitivo principio de vida nueva. En torno a la Ley, Israel se formó como pueblo. En la nueva familia de Dios, la cohesión ya no viene de un ordenamiento exterior, por excelente que este sea, sino desde dentro, desde el corazón, en virtud del amor que el Espíritu nos da, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rm 5,5). Gracias a Él, “somos hijos de Dios” y exclamamos “¡Abá, Padre!” Somos el pueblo de la nueva alianza, llamados a vivir una vida nueva, en virtud del Espíritu, que nos hace familia de Dios, con la dignidad de hijos y herederos (Rm 8,15-17).


A esta dignidad debe corresponder un estilo de vida coherente. Pablo (II lectura) describe con palabras concretas dos estilos de vida diferentes y opuestos, según la opción de cada uno: las obras de la carne (v. 19-21) o los frutos del Espíritu (v. 22). Para los que son de Cristo Jesús y viven por el Espíritu, el programa es uno solo: “marchemos tras el Espíritu” (v. 25).


El Espíritu hace caminar a las personas y a los grupos humanos y cristianos, renovándolos y transformándolos desde dentro. El Espíritu abre los corazones, los purifica, los sana y los reconcilia, hace superar las fronteras, lleva a la comunión. Es Espíritu de unidad (de fe y de amor) en la pluralidad de carismas y de culturas, como se ve en el evento de Pentecostés (I lectura), en el cual se armonizan la unidad y la pluralidad, ambos dones del mismo Espíritu. La gran efusión del Espíritu Santo consagra a los discípulos para ser misioneros del Evangelio en todos los lugares de la tierra. Pueblos diferentes entienden un único lenguaje común a todos (v. 9-11). S. Pablo atribuye al Espíritu la capacidad de hacer que la Iglesia sea una y plural en la diversidad de carismas, ministerios y tareas (cf 1Cor 12,4-6). La Iglesia tiene que afrontar el desafío permanente de ser católica y misionera, de pasar de Babel a Pentecostés, como lo enseña también el Papa Benedicto XVI. (*)


El Espíritu Santo es ciertamente el fruto más hermoso de la Pascua en la muerte y resurrección de Jesús, quien lo sopla sobre los discípulos (Jn 20,22-23). Es el Espíritu del perdón de los pecados y de la misión universal. Es más, Él es el protagonista de la misión (cf RMi cap. III; EN 75s.), confiada por Jesús a los Apóstoles y a sus sucesores. El Espíritu está actuando siempre: en las tareas misionales sencillas y escondidas de cada día, y en los momentos más solemnes, con el objetivo de “renovar el acontecimiento de Pentecostés en las Iglesias particulares”, con miras a un compromiso más firme en la nueva evangelización y en la misión ad gentes.


Para esta misión se nos da el Espíritu como guía “hasta la verdad plena” y como Defensor y Consolador (Evangelio). Estrechamente vinculada a la obra creadora y purificadora del Espíritu, está su capacidad de sanar y curar. Se trata de un poder real y eficaz, para el cual existe una particular sensibilidad en el mundo misionero, aunque a menudo no es fácil discernir. La acción sanadora alcanza a veces también el cuerpo, pero mucho más el espíritu humano, curando las heridas internas y derramando el bálsamo de la reconciliación y de la paz.


Palabra del Papa

(*) “El Espíritu Santo otorga el don de comprender. Supera la ruptura iniciada en Babel -la confusión de los corazones, que nos enfrenta unos a otros- y abre las fronteras. El pueblo de Dios, que había encontrado en el Sinaí su primera configuración, ahora se amplía hasta la desaparición de todas las fronteras. El nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, es un pueblo que proviene de todos los pueblos. La Iglesia, desde el inicio, es católica; esta es su esencia más profunda... El viento y el fuego del Espíritu Santo deben abrir sin cesar las fronteras que los hombres seguimos levantando entre nosotros; debemos pasar continuamente de Babel, de encerrarnos en nosotros mismos, a Pentecostés”.

Benedicto XVI
Homilía en el domingo de Pentecostés, 15.5.2005

Siguiendo los pasos de los Misioneros

- 27/5: Fiesta de Pentecostés: el Espíritu ‘habla’ en todas las lenguas y culturas de los pueblos.
- 27/5: S. Agustín, obispo de Canterbury (+604/605), monje romano, enviado por el Papa S. Gregorio Magno como misionero a Inglaterra, donde fundó varias sedes episcopales.
- 28/5: BB. Antonio Julián Nowowiejski (1858-1941) y León Wetmanski (1886-1941), respectivamente arzobispo y obispo de auxiliar de Plock (Polonia), presidente y secretario de la Pontificia Unión Misionera (PUM), ambos muertos en un campo de concentración.
- 29/5: B. José Gérard (1831-1914), sacerdote francés de los Oblatos de María Inmaculada, pionero de las misiones en Sudáfrica y Lesotho.
- 29/5: S. Úrsula (Julia) Ledóchowska (1865-1939), religiosa austríaca, fundadora de las Ursulinas del S. Corazón de Jesús Agonizante: realizó viajes misioneros a diferentes países de Europa.
- 30/5: S. José Marello (1844-1895), obispo de Acqui Terme (Piamonte), fundador de los Oblatos de S. José, para la formación moral y cristiana de la juventud.
- 31/5: Fiesta de la Visitación de María a Isabel: un encuentro de fe y de alabanza al Señor.
- 1-3/6: Visita pastoral de Benedicto XVI a Milán para el Congreso mundial de las familias.
- 1/6: S. Justino, filósofo cristiano, nacido en Palestina y martirizado en Roma (+165).
- 1/6: B. Juan B. Scalabrini (1839-1905), obispo de Plasencia (Italia), fundador de los Misioneros de S. Carlos, para la asistencia pastoral a los migrantes.
- 1/6: S. Aníbal María De Francia (1851-1927), sacerdote siciliano de Mesina, apóstol de la oración por las vocaciones, fundador de los Rogacionistas.
- 2/6: Con la bula pontificia ‘Sublimis Deus’, el Papa Pablo III condenó la esclavitud (año 1537).

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Evangelio Misionero del Día: 27 de Mayo de 2012 - Domingo de Pentecostés - Ciclo B

Envíanos tu Espíritu

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo:
«¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí,
Yo también los envío a ustedes».

Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan».

Compartiendo la Palabra
Por José Antonio Pagola

Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de pan. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior.

Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la desorientación.

Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego y paz? ¿Por qué nos visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad interior.

Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir.

Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos "amor" y al placer "felicidad", pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven Espíritu Santo y enséñanos a amar.

En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer.

Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos exhalando sobre ellos su aliento: "Recibid el Espíritu Santo". Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce.

Difunde el Espíritu de Jesús. Pásalo.

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Palabra de Misión: Presencia transformada / Fiesta de Pentecostés – Jn. 20, 19-23 / 27.05.12



Fiesta heredada

Pentecostés es una fiesta judía cristianizada. Como indica Ex. 34, 22, el origen de la festividad parece ser, como en otras celebraciones, una conmemoración agrícola. En este caso se trata del momento de la siega, el fin de un ciclo de la tierra, uno de los momentos claves de las civilizaciones que dependían, en gran parte, del trabajo del suelo. Las fiestas agrícolas, en un principio relacionadas directamente a la naturaleza y sin mayor trascendencia que su repetición cíclica, fueron adquiriendo con el tiempo relevancia al asociarse a hechos históricos fundamentales. En el caso de Israel, la fiesta de la siega se terminó relacionando a la promulgación de la alianza en el monte Sinaí, cuando Yahvé otorgó a Moisés las tablas de la Ley. Y su día se estipuló a las siete semanas de la Pascua, lo que decantó en un cálculo numérico que dejaría su impronta en el nombre de la fiesta. Para los hebreos, siete semanas constituyen una semana de semanas (una semana tiene siete días, por lo que una semana de semanas debe tener siete semanas). Para los griegos, son cincuenta días. Para los primeros es la fiesta de las semanas, para los segundos es Pentecostés (quincuagésimo). Bajo esas mismas perspectivas el cristianismo hizo suya la fiesta, recordando la venida del Espíritu Santo, que es prenda de la nueva alianza, que es ley de amor grabada en los corazones, que se une indisolublemente a la obra del Cristo, que impulsa a la santidad y, aún más, que hace a los discípulos santos.

Paráclito

Como no sucederá en ningún otro lugar de la literatura neotestamentaria, en el Evangelio según Juan el Espíritu Santo será llamado Paráclito. Este nombre tiene cuatro apariciones en el total del Nuevo Testamento, y son Jn. 14, 16.26; Jn. 15, 26 y Jn. 16, 7. El término viene del griego parakletos, que significa el que está al lado de uno, en el sentido del que viene en ayuda. Por eso se lo utilizaba, en las cortes o tribunales, para designar a los abogados defensores o asistentes legales.

En la primera cita sobre el Paráclito (cf. Jn. 14, 16), Jesús dice que el que vendrá es, en realidad, otro Paráclito, lo que nos obliga a identificar al primero. Será en 1Jn. 2, 1 donde se nos dará la pista: “Si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: a Jesucristo, el Justo”. Aquí, lo que traducimos por abogado es paráclito. El primer defensor nuestro es Jesús, y el otro que envía el Padre es el Espíritu Santo, que también nos defenderá, estando con nosotros para siempre. Esta es su otra característica fundamental: viene para quedarse, para permanecer. Expresa la presencia transformada de Dios después de la pascua-ascensión, cuando Jesús ya no está físicamente, pero sí el Espíritu, quedando claro que Dios no abandona, sino que modifica su existencia entre los seres humanos.

En la segunda cita (cf. Jn. 14, 26), Paráclito es sinónimo de Espíritu Santo, y es el que enseñará y recordará lo dicho por Jesús. El Espíritu es Maestro y Guía. Las palabras de Jesús no son estáticas, no han quedado en el tiempo ni pertenecen únicamente a la interpretación arbitraria de las primerísimas comunidades cristianas. El Espíritu, que permanece para siempre, sigue enseñando y recordando, a través de las generaciones, una Palabra que es dinámica y efectiva tanto ayer como hoy, que afecta, que moviliza, que instruye, que empuja.

La tercera cita (cf. Jn. 15, 26) identifica al Paráclito con el Espíritu de Verdad, que dará testimonio de Jesús. Es una tarea netamente misionera. Dar testimonio, testimoniar, es evangelizar, compartir la Buena Noticia. El Espíritu Santo actúa en los corazones como testigo del acontecimiento cristológico, y capacita a los discípulos para ser testigos, en la misma línea de lo sucedido en el relato de Hechos de los Apóstoles, cuando tras Pentecostés, Pedro toma la palabra en su primer discurso público (cf. Hch. 2, 14ss) y tres mil personas se convierten al escucharlo (cf. Hch. 2, 41).

La cuarta y última cita (cf. Jn. 16, 7) es un tanto confusa; Jesús asegura que es conveniente que Él se vaya para que venga el Paráclito. Mal entendida, esta afirmación tiene hasta sentido gnóstico, con un Jesús que prácticamente se suicida para que los discípulos puedan recibir el Espíritu Santo. Podemos animarnos a interpretar que la frase es un recurso literario para que los discípulos comprendan que el cambio en la presencia de Dios, de Jesús al Espíritu Santo, no es una pérdida. Es conveniente que las cosas sucedan así, porque así el Espíritu se manifiesta.



Prolongación de la Pascua

El Paráclito viene en defensa de un Iglesia que nace excluida y subversiva. Si muchos teólogos y comentaristas han identificado Pentecostés con el bautismo eclesial, es bueno mirar en ese bautismo las notas de una comunidad cristiana que puede o no parecerse a la comunidad actual. Es un hecho antropológico y sociológico volver a las bases, a los inicios, a los principios, para entender el presente y proyectar el futuro. El pasado es la enseñanza de lo que queremos ser y cómo podemos llegar a ser. En el caso específico de la Iglesia, el pasado es memoria activa, es sacramento, y es un ejercicio de anamnesis. El Espíritu Santo de Pentecostés de hace dos mil años es el Espíritu Santo de hoy, y será el de mañana. Él nos hace recordar para cambiar, recordar para evangelizar, recordar para amar. el texto joclusiTodo lo que obra el Espíritu Santo es Buena Noticia, es alegría, es gozo, es paz. Es el Espíritu que construye el Reino, el Espíritu que aleteando sobre el caos da inicio al plan salvífico. Es el Espíritu que anima y levanta lo caído, es el Espíritu que quita el temor de los corazones. Es el Espíritu que abre las puertas para salir, para donarse, para darse.

Gracias al Espíritu Santo, la Pascua no puede terminarse, sino prolongarse en la historia, alcanzando todo, re-creando, vitalizando. No es Pentecostés el final del cuento de la resurrección, sino la primicia de la novedad que salva.

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Domingo de Pentecostés (Jn 15, 26-27. 16, 12-15) ciclo B: EL ESPÍRITU EN ACCIÓN



1. El don del Espíritu. El domingo de Pentecostés es la culminación de la pascua. Con esta festividad se cierra la cincuentena pascual, centrada en el misterio de Cristo resucitado y glorioso. No es que el Espíritu Santo aparezca hoy por primera vez al fin del tiempo pascual. Su presencia es realidad desde el día de pascua de resurrección, como vemos en el evangelio de hoy.

En la liturgia de la presente festividad (oraciones y prefacio) se expresa bien la unidad existente entre pascua de resurrección y Pentecostés. Por ejemplo, en el prefacio se dice: "Señor, Padre Santo: Para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo".

Para el autor del cuarto evangelio el envío del Espíritu Santo sobre los apóstoles tiene lugar el mismo día de la resurrección de Jesús. En su inesperada aparición vespertina a los discípulos en el día de su resurrección, Jesús les da su paz, su misión, su Espíritu y el poder de perdonar pecados: "Como el Padre me envió, así también os envío yo. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos". Jesús cumple así la promesa que les había hecho repetidas veces. Como la de Cristo, la misión de los apóstoles irá sellada por el Espíritu.



2. Espíritu y misión. Sin embargo, el evangelista Lucas retrasa el don del Espíritu hasta Pentecostés, esto es, cincuenta días (1ª Lct); lo mismo que establece el plazo de cuarenta días para la ascensión del Señor (He 1,3). En la primera lectura describe una escena en que el Espíritu Santo aparece ya en acción por medio del grupo de los apóstoles el día de Pentecostés, que era la fiesta de las Semanas al tiempo de la siega. El contraste entre la situación de antes y después del don del Espíritu es muy fuerte. Antes: miedo, tristeza, puertas cerradas, incomunicación, duda, angustia, silencio y clandestinidad. Después: valor, alegría, apertura, comunicación, paz, fe, seguridad y proclamación profética en plena calle. Una vez bautizados con el Espíritu Santo, es visible en los apóstoles la fuerza y dinamismo de lo alto, que refleja el relato de la primera lectura.

Como en la vida de Cristo, el Espíritu va a ser también protagonista, desde el principio y hasta el fin, en la vida y actividad misionera de la Iglesia. Así, por la fuerza del Espíritu aquellos pobres pescadores galileos se transformaron en apóstoles y testigos de Cristo en todo el mundo entonces conocido.

Lucas trata de dar plasticidad narrativa a una realidad invisible, a un dato de fe: la manifestación del Espíritu que Jesús dio a su Iglesia. Por eso emplea la simbología propia de las teofanías bíblicas, con una clara alusión a los fenómenos de la promulgación de la ley mosaica en el Sinaí: ruido, viento y lenguas de fuego, signos todos de la presencia de Dios.


3. Espíritu y carismas. En la segunda lectura san Pablo realiza el paso del Pentecostés histórico o primero al pentecostés perenne en la vida cotidiana de la Iglesia, donde el Espíritu actúa mediante la diversidad de carismas, servicios y funciones para la edificación de la comunidad eclesial. Centrado Pablo en los carismas auténticos, profundiza el tema estableciendo dos principios fundamentales:

a) La pluralidad de carismas y ministerios en la comunidad cristiana es tan normal y necesaria como la diversidad de miembros y funciones en el cuerpo humano, a cuya semejanza entiende Pablo la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo.

Contra la tentación de monopolizar el Espíritu, sea por parte de la autoridad eclesial o por otros miembros de la comunidad, Pablo afirma sin discriminaciones: "En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común". El Espíritu es variedad y no monotonía uniforme, es riqueza y no pobreza. Por tanto hay que respetar a cada uno en su carisma y personalidad cristiana dentro de la libertad de los hijos de Dios. No es justificable sacrificar la pluralidad en aras de la unicidad; pero a la autoridad eclesial compete el juicio de autenticidad de los carismas, servicios y ministerios. No para sofocar el Espíritu, sino para probarlo todo y quedarse con lo que es bueno.

b) No obstante, la diversidad de carismas auténticos en los miembros de la comunidad no rompe la unidad dentro de la misma. Porque los diversos dones y servicios coinciden en su origen y finalidad. Su origen es el Espíritu de Dios, en el que todos hemos sido bautizados para constituir un solo cuerpo; y su finalidad, edificar la comunidad.

Hay cristianos llamados al sacerdocio o a la vida consagrada a Dios por los consejos evangélicos. Otros, los más, son llamados al matrimonio y la familia. Hay cristianos, hombres y mujeres, dedicados a la vida apostólica, la predicación, la teología, la enseñanza, la educación de niños y jóvenes, la catequesis, la atención asistencial a pobres, enfermos y ancianos abandonados. Hay también cristianos comprometidos, como todos los anteriores, en la promoción y liberación integral del hombre. Hay otros finalmente, que tan sólo pueden aportar el testimonio personal de su vida corriente, lo cual es muchísimo.

La diversidad de carismas no es para el enfrentamiento y la competencia, sino para la unidad y la complementariedad. Cada uno vive su condición cristiana y el seguimiento de Cristo dentro de la comunidad cristiana conforme a una vocación que es llamada y carisma, don de Dios y servicio a los demás.

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Domingo de Pentecostés (Jn 15, 26-27. 16, 12-15) ciclo B: Como el Padre me ha enviado, así os envío yo



● Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.
● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
● Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
● Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... Jesús cuestiona mi relación con el dinero, mi consumo... También me puedo preguntar si todas los otros aspectos de mi vida los intento vivir para Dios.
● Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio... ¿Qué testigos encuentro que son libres ante el dinero, tienen coherencia personal, tienen unidad de vida?
● Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
● Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

"APÓSTOLES PARA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN"

VER

Celebramos la fiesta de Pentecostés, que pone fin al tiempo pascual. Hoy se celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, y como todos los años, la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar ofrece un material de reflexión, este año con el lema “Apóstoles para una nueva evangelización”. La primera evangelización comenzó en el instante en que los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo. Desde entonces la Iglesia nunca ha interrumpido el camino de la evangelización, son muchos los que a lo largo de la historia han conocido y experimentado el amor de Dios como fruto de esta evangelización. Pero hoy en día somos conscientes de que muchos de nuestros contemporáneos no encuentran en esta evangelización permanente de la Iglesia la respuesta a sus preguntas y, en ocasiones, ni siquiera se las formulan. El pragmatismo (lo que no es útil a corto plazo no interesa); el individualismo (yo hago lo que quiero); el relativismo (cada uno tiene “su” verdad, no hay verdades universales), hacen que en la vida de las personas no haya lugar para Dios, se vive como si Dios no existiera. Por eso hablamos de Nueva Evangelización que, sin interrumpir la evangelización permanente, proponga nuevos caminos para que todos tengan acceso al Evangelio.


JUZGAR

Así pues, se plantea de nuevo el anuncio del Evangelio en lugares en que fue conocido y vivido, pero ahora ha sido olvidado. Se dirige a personas quizá bautizadas en su infancia pero sin una fe operante en la actualidad. Y también a personas que lo desconocen totalmente. Y quiere hacerlo desde el diálogo con la cultura actual, valorando lo positivo que tiene y ofreciendo la
verdad: la persona de Jesús.
Ante la situación de increencia de muchos de nuestros compañeros, vecinos y amigos; ante la llamada de la Iglesia a evangelizar nuevamente, ¿cuál es nuestra actitud? Quizá tenemos miedo ante las dificultades, o no sabemos por dónde empezar. Pero debemos recordar que el auténtico protagonista de la Nueva Evangelización es el Espíritu Santo, aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente (Prefacio). Solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los Apóstoles salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización. Gracias al apoyo del Espíritu Santo la Iglesia crece. Contar con planes pastorales, con proyectos para la evangelización, es bueno, incluso necesario; pero ni las más perfeccionadas técnicas evangelizadoras podrán reemplazar la acción del Espíritu.
El lema escogido este año para la Jornada de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, “Apóstoles para una nueva evangelización”, dirige el foco de atención hacia la persona misma del evangelizador. Nuestro mundo, hoy más que nunca, exige a los evangelizadores que le hablen de Dios con el lenguaje del testimonio. Para ello, el evangelizador debe empezar por ser evangelizado, necesita vivir muy a fondo su relación con Jesucristo y con la comunidad de discípulos. Y el evangelizador también ha de estar debidamente situado, ha de conocer la realidad social en que vive, sin miedos, sabiendo dialogar con respeto. Para ello, hay que formarse bien. Si queremos ser “Apóstoles para una nueva evangelización” debemos aceptar necesariamente una formación permanente, en equipo, como la que la Acción Católica ofrece a todos los laicos diocesanos.


ACTUAR

El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Dios es amor, señala (1): No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, Cristo. Un encuentro que, hoy como en los primeros tiempos de la Iglesia, se produce gracias al Espíritu Santo. Gracias al Espíritu estamos aquí reunidos para actualizar la presencia del Señor que llega a nosotros en la reunión de los hermanos, en la Palabra, en el pan y vino de la Eucaristía.
Y esta experiencia de encuentro con el Resucitado no la podemos guardar para nosotros, hemos de transmitirla por amor a Jesús y por amor a los demás, debemos recoger el testigo de la nueva evangelización. La Acción Católica, cauce diocesano por excelencia para formar apóstoles seglares, quiere poner toda su experiencia y medios para que surjan en la Iglesia los Apóstoles para una nueva evangelización.
La Solemnidad de Pentecostés nos invita a implorar el don del Espíritu en nuestra Iglesia, en la Acción Católica, en los movimientos del Apostolado Seglar y en todos los bautizados. Debemos tomar plena conciencia de la urgencia evangelizadora ante la que nos encontramos y del papel de los laicos en la misma (CLIM 148: La nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos, o no se hará), y pedir al Señor que sople su aliento sobre nosotros y nos confiera la sabiduría, la fortaleza, la alegría, la paz, la generosidad y la valentía necesarias para poder anunciar la presencia salvadora del Resucitado entre nosotros.

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¿Qué es Pentecostés?

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jueves, 24 de mayo de 2012

El Mensaje del Domingo : Domingo de Pentecostés, Ciclo B - Mayo 27 de 2012



Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Enormemente sorprendidos, preguntaban: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en la propia lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y todos los oímos hablar de las maravillas de Dios, cada uno en la propia lengua”. (Hechos de los Apóstoles 2, 1-11)

El término Pentecostés (que en griego se refiere al número cincuenta) proviene de una fiesta anual que marcaba el fin de la cosecha del trigo y la cebada en la región de Canaán, en la que se habían establecido los israelitas desde el siglo XII a. C. Era la fiesta de las Siete Semanas, 50 días después de la ofrenda de los primeros frutos. Los israelitas le dieron un significado histórico al conmemorar en ella la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí, 50 días después de la Pascua que evocaba su liberación de la esclavitud en Egipto. Para la Iglesia Católica, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que, 50 días después de la Pascua, los apóstoles reunidos en oración junto con María, su madre, recibieron el Espíritu Santo para realizar la misión de proclamar, ya no sólo para un pueblo sino para toda la humanidad, la Buena Noticia de una nueva Ley: la ley del amor universal enseñada por Jesús nuestro Señor.


1. El Espíritu Santo es el aliento vivificante de Dios

Los relatos bíblicos de la creación dicen que “el Espíritu (la Ruah, es decir el Soplo, el Viento o el Aliento) de Dios se movía (o ‘aleteaba’) sobre las aguas” (Gn 1, 2) y que Dios “formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz y le dio vida” (Gn 2, 7). En hebreo la palabra Ruah es de género femenino, lo cual es muy significativo al expresar la acción creadora de Dios. Los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11) hablan de un viento fuerte; el Salmo responsorial [104 (103)] se refiere al aliento de Dios dador de vida, y el Evangelio (Juan 20, 19-23) al soplo de Jesús sobre sus discípulos.



Hay otros signos que también emplea el lenguaje bíblico tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para referirse al Espíritu Santo:

El fuego, que simboliza la energía divina que transforma y da energía, luz y calor.

El agua, que es signo de la vida nueva recibida en el sacramento del Bautismo.

El óleo o aceite de oliva, que significa fortaleza y se emplea en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de los Enfermos.

La paloma, que llega con una rama de olivo al concluir el diluvio (Gn 8, 11), y que se posa sobre Jesús bautizado, (Jn 1, 32), con quien comienza una nueva creación.

La imposición de las manos, que expresa la comunicación del Espíritu Santo.




2. El Espíritu Santo hace posibles el nacimiento y el desarrollo de la Iglesia

Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo compuesto por muchos y distintos miembros -todas las personas bautizadas-, animado por el Espíritu Santo, del que provienen, como dice san Pablo en la segunda lectura (1 Corintios 12, 3b-7. 12-13), los dones o carismas que recibimos los bautizados, según la vocación de cada cual, para realizar nuestra misión en la vida. Con base en ese texto bíblico, la Iglesia reconoce estos 7 dones del Espíritu Santo:

1. Sabiduría, para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas.
2. Entendimiento, para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios
3. Ciencia, para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla.
4. Consejo, para orientar a otros cuando nos lo solicitan o necesitan de nuestra ayuda.
5. Fortaleza, para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades.
6. Piedad, para reconocernos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
7. Respeto a Dios (llamado también temor de Dios, pero en un sentido diferente del miedo), para evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos.


3. El Espíritu Santo hace posible la comunicación gracias al lenguaje del amor

Toda la historia de la acción creadora, salvadora y renovadora de Dios es un paso de la incomunicación de Babel a la comunicación de Pentecostés. Cuando la intención humana es de dominación opresora, se produce como consecuencia una confusión total que impide el entendimiento entre las personas (Gn 11, 1-9); pero cuando la intención es compartir, construir una auténtica comunidad participativa, por obra del Espíritu de Dios se produce la verdadera comunicación (Hechos 2, 1-12).
En medio de la pluralidad y diversidad de lenguas y pueblos, hay un idioma que hace posible que todos los seres humanos podamos entendernos cuando lo ponemos en práctica: el lenguaje del amor. Este fue el lenguaje que expresaron los primeros seguidores de Jesús, gracias al Espíritu Santo que los llenó de la energía interior que necesitaban para proclamar el Evangelio, la Buena Noticia de la acción amorosamente salvadora de Dios Padre por medio de su Hijo Jesucristo.
Al celebrar la fiesta de Pentecostés, unidos en oración como los primeros discípulos lo estaban con María, la madre de Jesús, pidámosle al Señor que renueve en cada uno nosotros la venida del Espíritu Santo, repitiendo en nuestro interior la invocación que antecede en la liturgia eucarística al Evangelio de este domingo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.-

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Domingo de Pentecostés (Jn 15, 26-27. 16, 12-15) ciclo B: El Espíritu de Jesús entre nosotros


Por Jose Larrea Gayarre
Domingo de Pentecostés. 27 de mayo

Las lecturas, que acabamos de escuchar, nos hablan de la venida del Espíritu. Jesús les ha dicho a sus discípulos: “Como el Padre me ha enviado así os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.” Reflexionemos en lo que significan estas palabras para nosotros.

Hoy, fiesta de Pentecostés, actualizamos esta promesa de Jesús. Hemos oído la narración de Lucas, los discípulos de Jesús al recibir el Espíritu se transforman, dejan el miedo que les tiene recluidos y se enfrentan en el templo, en las sinagogas, a aquella sociedad segura de sus religiones, presentan la buena noticia de Jesús, su palabra de justicia, del amor mutuo, a quienes le han crucificado. Fue el comienzo de las nuevas comunidades, de la Iglesia, que fue naciendo con la acción apostólica de los seguidores de Jesús. El Espíritu de Dios era su aliento.

Jesús sigue enviando su Espíritu. Nosotros también lo hemos recibido. Creemos que el Espíritu Santo es la presencia viva de Dios, que está hoy también entre nosotros, está en nuestra persona, en nuestra vida, con la misma fuerza que en las primitivas comunidades cristianas. Hoy nos quiere conducir, siguiendo los pasos de Jesús, hacia el mundo de hoy para que se reconozca plenamente su palabra salvadora. Espera que respondamos a su llamada. Nosotros podemos acogerle libremente o rechazarle, vivir atentos a su persona o no prestarle atención alguna. Hoy nos preguntamos: ¿cuál es nuestra respuesta?

Hoy vemos en nuestro mundo gentes cansadas de tanta frivolidad, de ver tantos escándalos, de sufrir las consecuencias de abusos de poder legitimados, confusas ante promesas de rectitud social incumplidas, deseosas de vivir con nueva seguridad, con dignidad para sus vidas. Vemos grupos, que buscan apoyo para realizar su vida con paz, con valores que parecen ya olvidados, también brotan nuevas comunidades que recuerdan la ilusión y firmeza de las primeras comunidades cristianas que se apoyaban en el Espíritu.

Parece también que muchos en la Iglesia no acaban de encontrarse con la nueva sociedad secularizada, pluralista, les resulta incómodo y difícil dejar viejos caminos, viejas costumbres y trazar nuevos modos de evangelizar, de dialogar, de convivir con las gentes de hoy, abriéndose a sus auténticas necesidades humanas, ayudándoles a comprender la necesidad de la apretura a lo sagrado.

Las primeras comunidades cristianas, comenzando por san Pablo, apoyadas por el Espíritu, él lo dice, presentaron siempre el mensaje de Jesús adaptado a los nuevos tiempos y culturas. Nuestro reto, nuestra tarea exige tener creatividad, generosidad para presentar con nuestra vida el mensaje de Jesús a los hombres y mujeres de hoy, a jóvenes y mayores, en las situaciones en que viven, adaptándolo también a sus necesidades, a la cultura actual.

El Espíritu presente hoy como ayer, nos da la seguridad de que iluminará nuestra inteligencia para que lleguemos a descifrar su presencia en acontecimientos, en proyectos, en gestos generosos y de solidaridad que hoy se realizan en la sociedad actual; gestos e iniciativas de ayuda a quienes sufren las consecuencias de injusticias, gestos que nosotros habremos de apoyar también, haciendo posibles acciones decisivas para la construcción de un futuro abierto a la vida de todos los ciudadanos y a la fraternidad de la humanidad.

El Espíritu nos dará hoy valentía para crear con su fuerza algo nuevo, algo que desean hoy desde lo más profundo de su ser tantos oprimidos a quienes no les respetan sus más legítimas aspiraciones humanas, así lo prometían y lo hacían también los profetas a los desterrados del pueblo de Israel.

El Espíritu nos sigue empujando a testimoniar el amor de Dios y su perdón a todos los hombres. Sabemos que toda persona posee en lo más profundo de sí misma un dinamismo espiritual, que cuando trabajamos y luchamos, cuando amamos o sufrimos, cuando vivimos y cuando morimos, no lo hacemos solos, sino lo hacemos acompañados por la presencia amorosa del Espíritu de Dios.

Si vivimos conscientes de esta presencia llegaremos a comprender, que la presencia de Dios adormecida, pero presente en hombres y mujeres que nos rodean, puede ser aceptada, deseada por quienes hoy viven olvidados de Dios, pero amados profundamente por Él.

El Espíritu, presente en todo ser humano, habita en cada uno de nosotros, en un trabajador, en una profesora, en un emigrante, en un obispo. Su presencia, nos mueve a seguir en nuestra vida los valores que Jesús vivió, nuestras tareas serán diferentes, a veces muy diversas, Él nos empuja hacia la misma meta, el camino que hemos de recorrer, será también distinto. No son los caminos los que distinguen a los que se dejan mover por el Espíritu, sino la meta hacia la que se dirigen.

Pero si tenemos una falsa idea de Dios, podemos cometer errores nefatos. Si tenemos la idea de que Dios es poder, señorío y mando, que premia y castiga, intentaremos repetir en nuestra vida esas realidades en nombre de Dios. Error desgraciado. Si descubrimos que el Dios de Jesús es amor y don total, repetiremos en nosotros la vida de Jesús, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir el Espíritu del que nos habla el evangelio, o seguir lo que nos dicta nuestro propio espíritu en nombre de un falso dios. Todas las religiones han solido caer en esta trampa. No caigamos nosotros.

Hoy no podemos olvidar en esta fiesta de Pentecostés, las palabras de Jesús al despedirse de sus amigos. Jesús les aseguró que les comunicaba su Espíritu, el Espíritu de Dios al decirles “Recibid el Espíritu Santo”. Ellos comprendieron, creyeron que en sus personas, el verdadero ser Dios estaba presente. Su vida fue otra. Sus discípulos se abrieron a su nueva vida para difundir entre todas las gentes la palabra de Jesús en una entrega total de sus personas.

Hoy hemos de hacer nuestras estas palabras de Jesús, que nos aseguran a cada uno de nosotros, que Dios está presente en mí como amigo en el que confiar, en el que apoyarme en la debilidad, como fuerza para amarnos como Él nos ama, con la ilusión por difundir su mensaje salvador. Con la presencia del Espíritu, aunque yo sigo siendo yo, y Dios sigue siendo Dios, no somos ya dos realidades separadas. En mi verdadero ser está siempre presente lo que hay de Dios en mí. El Espíritu que se me da, es la verdadera clave de mi vida.

Cada uno hemos de ir encontrando la respuesta a esta realidad de nuestro ser, por más que vivamos olvidados de ella. Hay algo que todos podremos intuir y experimentar. Al acercarnos al Espíritu nos abrirá a una comunicación más confiada, nos enseñará a tratar con Él. Nos ayudará a estar atentos a todo lo bueno y sencillo, con atención especial a quienes sufren en nuestro mundo. Empezaremos a vivir de forma más generosa, crecerá en nosotros la capacidad de amar y ser amados. No sabemos cómo ocurre todo esto, pero dentro de nosotros está presente una fuerza que nos sostiene, que nos conduce con firmeza a donde Jesús nos ha señalado con su vida.

Esta celebración de hoy debe llenarnos de agradecimiento profundo a Jesús que ha depositado en nosotros con su Espíritu, en lo más íntimo de nuestro ser, el deseo de continuar en nuestra persona su vida de amor, de entrega. Él lo ha derramado también sobre hombres y mujeres de todas las razas, pueblos y religiones, que viven animados por la mejor voluntad de paz y justicia, en marcha hacia el Reino de Dios, todos somos hermanos, hijos del mismo Padre, un día lo celebraremos toda la humanidad en el gozo pleno de Dios.

Por todo ello, recitemos hoy con fe y esperanza la invocación que nos presenta tan generosamente nuestra liturgia: “Espíritu Santo, ven”.

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En nuestro idioma - Domingo de Pentecostés, Ciclo B

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Evangelio Misionero del Día: 25 de Mayo de 2012 - VII SEMANA DE PASCUA - Ciclo B


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 15-19

Después de la aparición a la orilla del lago, Jesús resucitado dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le respondió: «Sí, Señor, Tú sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
Te aseguro
que cuando eras joven,
tú mismo te vestías
e ibas a donde querías.
Pero cuando seas viejo,
extenderás tus brazos,
y otro te atará
y te llevará a donde no quieras».
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

Compartiendo la Palabra
Por Dominicos.org

En estos tiempos ante la que cae, es imperativo buscar palabras de esperanza. Y en los textos encontramos algunas: "Pablo sostiene que está Vivo" es la razón de nuestra esperanza.
Es tiempo de resurrección, no lo olvidemos, y la resurrección se relaciona con la vida, incluso en la vida de las dificultades, la resurrección es “cotidiana”, “continua”. En esa dirección, la frase del salmo: “Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad…así aleja de nosotros nuestros delitos”. Dios se encuentra en lo cotidiano, en nuestro día a día, con nuestras dificultades y alegrías.

El evangelio de hoy bien puede ser visto como un “Diálogo amoroso” (¿me amas más que estos? ¿me amas? ¿me quieres? )… y además insiste en que ese diálogo de amor con Jesús es personal, es un dialogo de tú a tú (Simón, “hijo de Juan”, no otro…). Dios está enamorado de todos y cada uno de nosotros.

El protagonista de este diálogo es Pedro, la persona que se ha ido transformando hasta comprender a Jesús. Si hacemos memoria de Pedro a través del evangelio, vemos que acompaña a Jesús en hechos importantes (Jairo, Transfiguración, Getsemani,..) e interviene significativamente en diálogos y situaciones. Pedro atraviesa un proceso personal de transformación. Es presentado a Jesús por su hermano Andrés (cambia de nombre, Simón-Roca). Jesús le llama específicamente a orillas del lago, su profesión de fe junto al rechazo de Jesús a la mesianidad que entendía él, la promesa de Pedro de que nunca le abandonará, las negaciones de Pedro acompañadas de la mirada de Jesús, en los relatos de la resurrección que es mencionado especialmente…

Pedro es cabezota, fanfarrón, seguro de sí mismo, hasta niega a Jesús, le traiciona, sin embargo, en su proceso personal que culmina con este texto, ante Jesús, su amor es más importante que sus pecados. Jesús ante Pedro muestra su meta, la compasión y la liberación del pecado. “Los sanos no necesitan médico”. La mentalidad farisaica era que Dios estaba con los justos no con los pecadores.

Pedro seguirá siendo pecador, aún en relatos de los Hechos se comportará ambiguamente, hasta será increpado por Pablo por su conducta,… pero nada de eso importa. Los pecados de Pedro están cubiertos por otra frase, que es la clave “¡Señor, tú sabes que te quiero!”

Todo esto nos debe hacer situar en una posición correcta ante Dios. Pecadores queridos por Dios, elegidos por Dios, para llevar una misión tan grande como es reconstruir su Reino, con el mismo Espíritu que Jesús.

Ojalá seamos capaces de dejarnos transformar humildemente como Pedro, sabiéndonos pecadores en manos de Dios, y decir como él esa preciosa triple oración desde el fondo de nuestro ser, “¡Señor, tú sabes que te quiero!”

Comunidad El Levantazo
Valencia

II. Oramos con la Palabra

JESUCRISTO: tú todo lo conoces, también mi corazón. Y sabes que te quiero, a pesar de que lo disimule con los pecados, a causa de la debilidad humana. Quiero ser el Pedro, que es pecador y se arrepiente y te ama con todo su ser.

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INVOCACIÓN



Ven Espíritu Creador e infunde en nosotros la fuerza y el aliento de Jesús. Sin tu impulso y tu gracia, no acertaremos a creer en él; no nos atreveremos a seguir sus pasos; la Iglesia no se renovará; nuestra esperanza se apagará. ¡Ven y contágianos el aliento vital de Jesús!

Ven Espíritu Santo y recuérdanos las palabras buenas que decía Jesús. Sin tu luz y tu testimonio sobre él, iremos olvidando el rostro bueno de Dios; el Evangelio se convertirá en letra muerta; la Iglesia no podrá anunciar ninguna noticia buena. ¡Ven y enséñanos a escuchar sólo a Jesús!

Ven Espíritu de la Verdad y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu guía, nunca nos liberaremos de nuestros errores y mentiras; nada nuevo y verdadero nacerá entre nosotros; seremos como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. ¡Ven y conviértenos en discípulos y testigos de Jesús!

Ven Espíritu del Padre y enséñanos a gritar a Dios "Abba" como lo hacía Jesús. Sin tu calor y tu alegría, viviremos como huérfanos que han perdido a su Padre; invocaremos a Dios con los labios, pero no con el corazón; nuestras plegarias serán palabras vacías. ¡Ven y enséñanos a orar con las palabras y el corazón de Jesús!

Ven Espíritu Bueno y conviértenos al proyecto del "reino de Dios" inaugurado por Jesús. Sin tu fuerza renovadora, nadie convertirá nuestro corazón cansado; no tendremos audacia para construir un mundo más humano, según los deseos de Dios; en tu Iglesia los últimos nunca serán los primeros; y nosotros seguiremos adormecidos en nuestra religión burguesa. ¡Ven y haznos colaboradores del proyecto de Jesús!

Ven Espíritu de Amor y enséñanos a amarnos unos a otros con el amor con que Jesús amaba. Sin tu presencia viva entre nosotros, la comunión de la Iglesia se resquebrajará; la jerarquía y el pueblo se irán distanciando siempre más; crecerán las divisiones, se apagará el diálogo y aumentará la intolerancia. ¡Ven y aviva en nuestro corazón y nuestras manos el amor fraterno que nos hace parecernos a Jesús!

Ven Espíritu Liberador y recuérdanos que para ser libres nos liberó Cristo y no para dejarnos oprimir de nuevo por la esclavitud. Sin tu fuerza y tu verdad, nuestro seguimiento gozoso a Jesús se convertirá en moral de esclavos; no conoceremos el amor que da vida, sino nuestros egoísmos que la matan; se apagará en nosotros la libertad que hace crecer a los hijos e hijas de Dios y seremos, una y otra vez, víctimas de miedos, cobardías y fanatismos. ¡Ven Espíritu Santo y contágianos la libertad de Jesús! (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia)

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LA HOMILÍA MÁS JOVEN: CAMBIO EN EL INTERIOR


Domingo de Pentecostés (Jn 15, 26-27. 16, 12-15) ciclo B
Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Los israelitas tenían unas fiestas, heredadas de antiguas culturas, que habían enriquecido añadiendo experiencias de su historia de elección divina. Retrocedamos a la prehistoria y trasladémonos al clima del llamado “creciente fértil” y a un pueblo que, pese a ser de origen beduino o pastoril, vive principalmente de la agricultura. La recolección del cereal, es el momento culminante del ciclo anual. Segar, trillar y beldar, son labores fundamentales para la prosperidad de un pueblo. Y darle un sentido religioso, una manera de gozarlo.

La cebada es la primera que maduraba y se le ofrecían a la divinidad las primeras espigas. Al cabo de cincuenta días, fructificaba el trigo y se acudía al mismo rito. En donde resido, el intervalo entre uno y otro cereal, no pasa de 10 0 15 días, allí, y en aquel tiempo era más largo. El pueblo de Israel a la primera fiesta le dio el sentido del éxodo de Egipto a la Tierra Prometida. A la segunda, el agradecimiento por la entrega de la Ley en el Sinaí.

2.- Los cristianos conservamos las fechas, pero celebramos durante la primera, la Pascua del Señor y comemos el Pan Sagrado. Reunidos estaban más de un centenar de discípulos en Jerusalén en la Fiesta de las Semanas, Shavuot, la llamaban en arameo, Pentecostés, los que se expresaban en griego. Si la primera reunió un puñadito de fieles del Maestro, a los que encargó que la perpetuasen, la segunda fue mucho más numerosa. Nos lo dice explícitamente el texto de San Lucas, que hace referencia a 120, pero los artistas se empeñan casi siempre, en incluir en sus creaciones a sólo 13 personas, excluyendo, evidentemente a las santas mujeres que, por importantes que sean estas 13, es decir Santa María y los apóstoles, no responden a lo dicho en los Hechos de los Apóstoles. No vale la pena discutir de cifras. Tampoco que os recuerde, mis queridos jóvenes lectores, como trascurrieron los acontecimientos, ya que el texto es suficientemente explícito y detallado.

3.- Lo que quisiera es que os dierais cuenta del cambio que se efectuó en el interior de los asistentes. Hasta entonces, muchos de ellos, habían sido agraciados con la visita del Señor. Lo que llamamos apariciones. Eran personas que durante su etapa histórica, le habían acompañado y conocían su doctrina. Habían sido testigos de sus milagros. Se enteraron de su muerte ignominiosa, precedida por injustas torturas. Tenían pruebas de que había resucitado. Muchos de ellos, tal vez todos, le habían visto vivo posteriormente. Siendo así ¿por qué su modo de vida no había cambiado? Y ¿por qué, y en aquel momento, dio este giro de 180 grados?

4.- Ser fiel del Señor no es tener conocimientos, que nunca sobran, pero que son insuficientes. Tampoco, cargados de voluntarismo, proponerse obrar como Él quería, contando exclusivamente, con las propias fuerzas. Los hombres ni somos buenos ni malos del todo. Unos tiene más tendencia a la bondad que otros, pero todos estamos lesionados y no tenemos posibilidad de llevar a cabo con éxito, empresas trascendentes. Debemos reconocer con humildad esta incapacidad nuestra para, a partir de ella, descubrir los medios y obtener aptitud. Jesús lo había dicho y repetido: desaparecería de la geografía, pero no nos dejaría solos. Llegaría su Espíritu, que impregnaría nuestro ser, nos defendería y vivificaría.

Pienso que una buena comparación, es recordar el papel que juega en una persona carente de defensas y enfermo de leucemia, el trasplante de médula. No solo curará de momento su enfermedad, sino que impulsará el sucesivo crecimiento de su vitalidad.

5.- ¡Cuántas horas de catequesis! ¡Cuántas reuniones de estudio! ¡Cuántos sinceros propósitos quedan en nada! Nos creemos prepotentes y luego no somos capaces, no solo de vencer tentaciones importantes, sino simples costumbres burguesas, pequeños caprichos personales, que frenan el cumplimiento de lo que nuestra inteligencia había propuesto a la voluntad.

El Espíritu Santo no es algo separado del Maestro, recordadlo siempre, mis queridos jóvenes lectores, es la personificación de su fuerza, que debe unirse a la nuestra, que es insuficiente. Actúa desde nuestro interior, en toda nuestra persona, transformándola. Tal vez, más que continuar con definiciones, os recomendaría que os acercaseis al Sagrario o que recogiéndoos en un rincón solitario y silencioso, le pidierais al Señor que ya que os ha enriquecido con el nacimiento bautismal y os guarda y protege cada día, os trasmitiera, os trasplantara, siguiendo el símil anterior, un poco de su Gracia y vosotros os dejarais impulsar por ella. Como el avión se deja llevar por la energía de las turbinas de sus reactores, vuelvo a ejemplos de actualidad.

6.- Es preciso no olvidar al Padre, también conocer y tratar de trabar amistad con su Hijo, que es de su misma esencia e inseparable, para estar preparados y dejar entrar en nuestro interior la fuerza Personal, que nos permitirá hacer cosas que por nosotros solos serían inimaginables. Y poder ser felices ya ahora, que no es poco. Reconoced la suerte que tenemos los que estamos enriquecidos con la amistad con el Señor, comparándoos con los que viven en otro ámbito religioso, que solo os podrán hablar de lo que les está prohibido, de aquello que no pueden comer, no beber. Hablándoos de lo que esperan de la otra vida, pero sin gozar ahora, como a nosotros nos está permitido, si nos dejamos conducir por las llamadas cariñosas del Señor Jesús, movidos por su Espíritu.

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Evangelio Misionero del Día: 24 de Mayo de 2012 - VII SEMANA DE PASCUA - Ciclo B


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 17, 20-26

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:
Padre santo, no ruego solamente por ellos,
sino también por los que, gracias a su palabra,
creerán en mí.
Que todos sean uno:
como Tú, Padre, estás en mí
y Yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros,
para que el mundo crea
que Tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria
que Tú me diste,
para que sean uno,
como nosotros somos uno
-Yo en ellos y Tú en mí-
para que sean perfectamente uno
y el mundo conozca
que Tú me has enviado,
y que los has amado a ellos
como me amaste a mí.
Padre, quiero que los que Tú me diste
estén conmigo donde Yo esté,
para que contemplen la gloria que me has dado,
porque ya me amabas
antes de la creación del mundo.
Padre justo,
el mundo no te ha conocido,
pero Yo te conocí,
y ellos reconocieron
que Tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre,
y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que Tú me amaste
esté en ellos,
y Yo también esté en ellos.

Compartiendo la Palabra
Por Carlos Sánchez Miranda, cmf.

Hola, amigos y amigas:
El impacto que produce una familia o una comunidad unidas es muy fuerte, puede fascinar y seducir, hasta convertirse en una fuerza provocadora. Jesús estaba convencido de ello, por eso, en la oración sacerdotal insiste al Padre que sus discípulos sean uno. Pero esa unidad no procede de una simple buena voluntad por estar unidos, sino que procede de la comunión íntima de amor entre el Padre y el Hijo, que hace posible la unidad con cada uno de los creyentes y entre ellos. ¿Cómo hacer para que nuestras familias, comunidades y parroquias superen las divisiones, los enfrentamientos y haya más unidad? Quizá ya estamos cansados de intentarlo con muchos métodos psicológicos y sociológicos y ver que los buenos propósitos poco a poco se vuelven a diluir. Jesús va mucho más allá, nos revela la unidad que él nos pide procede de vivir en profunda comunión con el Padre y el Hijo; ese amor es el que nos une de verdad. ¿Cómo vivirlo? No hay otro camino que el de la fe, que nos convierte el corazón, nos purifica de tantas ambiciones, egoísmos y codicias para dar paso a la aceptación del otro, a la acogida de lo diferente, al diálogo, al discernimiento, a la pluralidad y a la profunda unidad de fe y amor.
El evangelio a veces parece utópico, pero no es así. Lo leemos en esta clave cuando perdemos la convicción del poder de la Palabra y de la gracia de Dios en nuestras vidas y en el mundo en el que vivimos. Necesitamos volver a creer para entrar en la comunión que hace posible la unidad. Entonces seremos capaces de sufrir los duros efectos de buscar la unidad en medio de la pluralidad y, a pesar de todo, ser portadores de paz, perdón, lucidez, generosidad y amistad.

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WebJCP | Abril 2007