Publicado por Entra y Verás
Jesús abandera una nueva forma de entender el mundo y la sociedad. Ponerlo en práctica implicaba dejar ciertas formas antiguas y adoptar otras nuevas. Hoy también tenemos que "reciclar" ciertos hábitos para no quedarnos en los "cielos" las "tierras" que han pasado o pasarán
Vivimos según algunos en la época de las tres erres: reducir, reciclar y reutilizar. La conciencia ecológica va impregnando cada vez más nuestro ambiente. Nos vamos dando cuenta de que el precioso escenario que Dios nos ha regalado tenemos que cuidarlo, mimarlo, para que no convertirlo en un basurero. Por ello en los últimos años se ha ido imponiendo con fuerza la necesidad de reciclar y reutilizar. En la Iglesia también se hace necesaria la conciencia ecológica. Veamos:
El evangelio de hoy, cargado de simbolismos y con un lenguaje un tanto tétrico, nos habla de que un mundo pasa a la vez que otro emerge: nubes, estrellas que caen, sol y luna que oscurecen, ejércitos celestes… pero en el fondo contienen un mensaje liberador. Entremos en los bastidores y veamos qué es lo que se nos quiere decir y qué significan estos signos. En primer lugar encontramos dos acciones: el sol y la luna se oscurecen y las estrellas y los ejércitos celestes se tambalean y caen. La acción se desarrolla en el universo celeste, no afecta para nada a la humanidad. No se augura un desastre o una tragedia para el género humano. Lo que se intenta comunicar es el fin de los dioses paganos, representados por la luna y sol que se oscurecen, y su eclipse lo provocan sus partidarios que descubren la falsedad de la religión pagana. Y esta decadencia del culto pagano lleva consigo la progresiva caída del sistema político que ésta sustenta: reyes, gobernantes, organización social. Marcos identifica a éstos con las estrellas y ejércitos celestes. Y ellos son los que verán venir al Hijo del hombre, es decir al hombre en su plenitud, al hombre acabado, al hombre divinizado que ha dejado atrás la debilidad y ha sido fortalecido con la vida plena, al Hombre en mayúscula. Frente al oscurecimiento de las divinidades paganas, el Hijo del hombre aparece con gran poder y majestad y se reúne con sus elegidos que no son otros que aquellos que se han mantenido fieles a pesar de las dificultades.
Volviendo al principio e intentando ver qué es lo que nos podemos llevar nosotros hoy de este evangelio que nos sirva para nuestra vida diaria, podemos decir que más que reducir consumos, reciclar y reutilizar, a la luz de el evangelio de hoy, a los cristianos nos hace falta religarnos, reunir de nuevo Dios, hombre, historia y mundo, en cuyo centro estarán siempre las víctimas de la injusticia, a las que todos los ojos mirarán, todos los oídos escucharán y todas las manos intentarán ayudar. Es una gran ecología que nos responsabiliza a cuidar a todos de todo y de todos. El reciclaje cristiano consiste, pues, en construir la fraternidad que permanece y permanecerá para siempre aunque los escenarios históricos, los cielos y las tierras, sean diferentes. La razón de esta permanencia es que está anclada y sostenida por el abrazo que Jesús nos dio en la cruz. En ocasiones nos hemos empeñado en reciclarnos individualmente vistiendo de sacrificios y compra-ventas espirituales como si éstos fuesen los muros de contención de la ira de Dios. Un Dios que hizo la mayor transformación que puede esperarse: transformar su palabra en carne, compartir nuestra vida y abrirnos las puertas de la plenitud. Todo gratis y para siempre. Eso nos ha ido recordando la Carta a los Hebreos a lo largo de varios domingos. El resto son historias para no dormir, e intereses de que ciertos cielos y tierras no pasen. Si nos quedamos en el cielo y la tierra del sacrificio, de la sangre, del dolor, de la pena, el tren de la vida pasará y nos quedaremos en la inopia embadurnados de sangre y bañados en lágrimas. Sin pasar al cielo y la tierra de la felicidad. Reciclémonos para que podamos respirar todo lo bueno que nos ofrece el mensaje de Jesús y no nos asfixiemos en unos “cielos” y unas “tierras” sin demasiada ventilación desde hace siglos.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto.
Colegio San Agustín (Valladolid, España)
Vivimos según algunos en la época de las tres erres: reducir, reciclar y reutilizar. La conciencia ecológica va impregnando cada vez más nuestro ambiente. Nos vamos dando cuenta de que el precioso escenario que Dios nos ha regalado tenemos que cuidarlo, mimarlo, para que no convertirlo en un basurero. Por ello en los últimos años se ha ido imponiendo con fuerza la necesidad de reciclar y reutilizar. En la Iglesia también se hace necesaria la conciencia ecológica. Veamos:
El evangelio de hoy, cargado de simbolismos y con un lenguaje un tanto tétrico, nos habla de que un mundo pasa a la vez que otro emerge: nubes, estrellas que caen, sol y luna que oscurecen, ejércitos celestes… pero en el fondo contienen un mensaje liberador. Entremos en los bastidores y veamos qué es lo que se nos quiere decir y qué significan estos signos. En primer lugar encontramos dos acciones: el sol y la luna se oscurecen y las estrellas y los ejércitos celestes se tambalean y caen. La acción se desarrolla en el universo celeste, no afecta para nada a la humanidad. No se augura un desastre o una tragedia para el género humano. Lo que se intenta comunicar es el fin de los dioses paganos, representados por la luna y sol que se oscurecen, y su eclipse lo provocan sus partidarios que descubren la falsedad de la religión pagana. Y esta decadencia del culto pagano lleva consigo la progresiva caída del sistema político que ésta sustenta: reyes, gobernantes, organización social. Marcos identifica a éstos con las estrellas y ejércitos celestes. Y ellos son los que verán venir al Hijo del hombre, es decir al hombre en su plenitud, al hombre acabado, al hombre divinizado que ha dejado atrás la debilidad y ha sido fortalecido con la vida plena, al Hombre en mayúscula. Frente al oscurecimiento de las divinidades paganas, el Hijo del hombre aparece con gran poder y majestad y se reúne con sus elegidos que no son otros que aquellos que se han mantenido fieles a pesar de las dificultades.
Volviendo al principio e intentando ver qué es lo que nos podemos llevar nosotros hoy de este evangelio que nos sirva para nuestra vida diaria, podemos decir que más que reducir consumos, reciclar y reutilizar, a la luz de el evangelio de hoy, a los cristianos nos hace falta religarnos, reunir de nuevo Dios, hombre, historia y mundo, en cuyo centro estarán siempre las víctimas de la injusticia, a las que todos los ojos mirarán, todos los oídos escucharán y todas las manos intentarán ayudar. Es una gran ecología que nos responsabiliza a cuidar a todos de todo y de todos. El reciclaje cristiano consiste, pues, en construir la fraternidad que permanece y permanecerá para siempre aunque los escenarios históricos, los cielos y las tierras, sean diferentes. La razón de esta permanencia es que está anclada y sostenida por el abrazo que Jesús nos dio en la cruz. En ocasiones nos hemos empeñado en reciclarnos individualmente vistiendo de sacrificios y compra-ventas espirituales como si éstos fuesen los muros de contención de la ira de Dios. Un Dios que hizo la mayor transformación que puede esperarse: transformar su palabra en carne, compartir nuestra vida y abrirnos las puertas de la plenitud. Todo gratis y para siempre. Eso nos ha ido recordando la Carta a los Hebreos a lo largo de varios domingos. El resto son historias para no dormir, e intereses de que ciertos cielos y tierras no pasen. Si nos quedamos en el cielo y la tierra del sacrificio, de la sangre, del dolor, de la pena, el tren de la vida pasará y nos quedaremos en la inopia embadurnados de sangre y bañados en lágrimas. Sin pasar al cielo y la tierra de la felicidad. Reciclémonos para que podamos respirar todo lo bueno que nos ofrece el mensaje de Jesús y no nos asfixiemos en unos “cielos” y unas “tierras” sin demasiada ventilación desde hace siglos.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto.
Colegio San Agustín (Valladolid, España)
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